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Mercados alternativos para el desarrollo sostenible impulsado por pequeños productores agroecológicos en Morelos, México
Alternative markets for sustainable development driven by small agro-ecological producers in Morelos, Mexico
Estudios Rurales. Publicación del Centro de Estudios de la Argentina Rural, vol.. 11, núm. 22, 2021
Universidad Nacional de Quilmes

Artículos

Estudios Rurales. Publicación del Centro de Estudios de la Argentina Rural
Universidad Nacional de Quilmes, Argentina
ISSN: 2250-4001
Periodicidad: Semestral
vol. 11, núm. 22, 2021

Recepción: 22 Octubre 2019

Aprobación: 22 Agosto 2020

Resumen: Este artículo analiza los alcances de los mercados alternativos de alimentos para articular redes de desarrollo sostenible impulsadas por y para pequeños productores agroecológicos participantes del Mercado Verde de Morelos (MVM), México. Para ello, se identificaron i) sus recursos productivos y reproductivos; ii) sus procesos económicos agroecológicos; y iii) el papel que juegan los mercados convencionales o alternativos en la configuración de estos procesos. Posteriormente fueron caracterizados de forma general y segmentados en cuatro categorías basadas en el análisis estadístico de conglomerados, cuya tipificación reveló el potencial de las categorías de productores rurales agroecológicos para ampliar el volumen de la producción y oferta en mercados alternativos de abasto popular, concluyendo que su aprovechamiento permite articular redes de desarrollo sostenible.

Palabras clave: mercados alternativos, redes alimentarias alternativas, agroecología, desarrollo sostenible, pequeños productores, redes alimentarias alternativas, mercados alternativos.

Abstract: This article discusses the scope of alternative food markets to articulate sustainable development networks driven by and for small agro-ecological producers participating in the Green Market of Morelos (MVM), Mexico. For that, they were identified i) their productive and reproductive resources;ii) their economic agro-ecological processes, and 3.- the role that conventional or alternative markets play in shaping those processes.Subsequently they were generally characterized and segmented into four categories based on cluster statistical analysis, the typification of which revealed the potential of the categories of agroecological rural producers to expand the volume of production and supply in alternative markets of popular supply, concluding that their use allows to detonate sustainable development dynamics.

Keywords: alternative markets, alternative food networks, small producers, agroecology, sustainable development.

Introducción

En los últimos veinte años, los mercados alternativos en Latinoamérica han estado emergiendo en distintos espacios y momentos para articular actividades productivo-agrícolas y de consumo en contextos rural-urbano regionales con características económicas, sociales y culturales diferentes. Estos comparten los siguientes rasgos: facilidad de implementación, capacidad para dinamizar las economías locales, contribución a la cultura alimentaria y la recuperación de alimentos y métodos de producción tradicionales, promoción de la cercanía social y geográfica entre productores y consumidores, así como la posibilidad de acercar a las comunidades urbanas y rurales en espacios de encuentro e intercambio comercial (García et al., 2017).

Uno de los motores que ha impulsado su emergencia, es el ascenso de la agroecología, la cual se identifica como un paradigma alternativo para la agricultura y la alimentación que puede paliar las crisis en el sistema alimentario y de la propia agricultura industrial (Boullot y Halté, 2019; Loconto et al., 2018). Centrada en la relación sinérgica entre las personas y la naturaleza a nivel local, que apunta hacia el desarrollo tecnológico y productivo endógeno partiendo de los saberes tradicionales y los recursos disponibles de los campesinos y pequeños productores (Boza, 2013; Sevilla y Woodgate, 2013); actualmente la agroecología es considerada como una área de conocimientos y praxis que aborda temas amplios inherentes a la complejidad socioambiental del campo, como la seguridad y soberanía alimentaria, la descentralización de las ganancias y el mercado, la autodeterminación local, la transferencia de tecnología y elementos similares del desarrollo y sistemas de gobernanza (Anderson et al., 2019).

En este sentido, desde la agroecología ha estado ascendiendo el debate sobre los sistemas alimentarios que indaga especialmente sobre los mercados y redes alimentarias alternativas agroecológicas (MRAA) y su potencial para generar itinerarios transformativos o transicionales hacia el desarrollo sustentable de las sociedades (FAO, 2018), teniendo como actores principales a los pequeños productores agroecológicos, que en el caso de Latinoamérica han destacado por su amplia participación proveyendo buena parte de la oferta mercantil de productos orgánicos de sus países (FIBL/INFOAM, 2017; Valencia et al., 2019).

De esta forma, se ha estudiado cómo se incuban y desenvuelven diferentes experiencias, donde las mejoras introducidas en los procesos de producción e innovación tecnológica, distribución, comercialización y consumo hacen sinergia para potenciar las capacidades de articulación y expansión de dichas redes, desde una racionalidad humano-reproductiva (Bustamante-Lara y Schwentesius-Rindermann, 2018; Pérez, 2015; Rodríguez y Riveros, 2016: Loconto et al., 2016), así como la importancia que tiene en su conformación la colaboración transversal de productores, consumidores, ONG, académicos e integrantes de la sociedad civil (Ferguson et al., 2009).

Para el caso de Latinoamérica, se ha prestado especial atención a los procesos de coadyuvancia de los gobiernos en la conformación de los MRAA, los cuales no necesariamente buscan impulsar alternativas de desarrollo, sino paliar por su medio la pobreza rural y las afectaciones medioambientales del problemático sistema agroalimentario global.

Es así que en Argentina se analiza cómo el gobierno impulsa la red de ferias francas de pequeños productores, como opción frente a los supermercados y la agroindustria (Sohn, 2017). En Brasil y Ecuador, se examina cómo el gobierno aprovecha el ascenso organizativo de productores agroecológicos y otros actores para estimular, con la compra de alimentos, el fomento de la agroecología como política de Estado (Borja et al., 2013; Darolt et al.,2016;Torres y Vargas, 2013). En Chile y Perú, se estudia el modo en que los gobiernos fomentan sistemas integrales de producción y comercialización de productos biodiversos, como la amplia variedad de papas que existe en la región andina (Ordinola et al., 2013; Ranaboldo y Arosio,2014).

En el caso de México, donde el gobierno anunció en abril de 2020 el Programa Nacional de Transición Agroecológica que impulsa la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) a fin de incentivar la agroecología, la conservación del patrimonio biocultural, y revertir tanto los modelos de mercadeo como el agronómico de los últimos 60 años (SEMARNAT, 2020); se han revisado formas específicas de articulación de productores a los mercados alternativos que incorporan productos agroecológicos; así como las estrategias que han seguido para alcanzar mayor visibilidad, autonomía y capacidad de diálogo con otros emprendimientos similares, con organismos estatales, de la sociedad civil e instituciones académicas (Roldán et al., 2016).

Es en este contexto que Borsellino et al. (2020) reportan varias líneas de investigación hacia las que tienden los debates internacionales en torno a los sistemas agroalimentarios; entre las que destacan los estudios en la fase de producción agrícola, con estándares centrados en sistemas agroecológicos que garanticen la eficiencia global. Otra, es la de los nuevos modos de gobernanza que permitan disminuir la complejidad de la red de distribución de alimentos y sus externalidades. Otro ámbito radica en el examen de las conexiones económicas y sociales entre los mercados agroalimentarios locales y globales. Finalmente, está el estudio de las necesidades alimentarias y la satisfacción relativa de los consumidores en los países en desarrollo.

En este marco, el presente trabajo se inscribe en la línea que examina las conexiones económicas y sociales entre los mercados. Se busca contribuir al conocimiento de qué tan factible es materializar la alternativa de desarrollo agroecológica mediante el impulso de los MRAA donde los pequeños productores figuran como actores principales; tomando en cuenta que su ascenso desde lo local se realiza bajo el influjo del sistema agroalimentario hegemónico; cuya racionalidad productivista modela la forma de producir, distribuir y consumir los alimentos a nivel global.

A pesar de encontrarse varias formas de definir a los pequeños productores, reflejando sus contextos históricos, institucionales y ecosistemas heterogéneos (Khalil et al., 2017), para fines operativos, en este trabajo se usa la definición de pequeños productores como aquellos que cuentan con unidades de producción agrícolas menores o iguales a cinco hectáreas (Robles, 2013).

En particular, en esta investigación se consideraron dos problemáticas sustanciales, primero, la de tomar en cuenta la importancia del lugar que ocupa la producción y venta de bienes agroecológicos entre la diversidad de medios de vida con los que cuentan los agricultores para proveer ingresos y bienes en sus hogares; poniendo así al pequeño productor, a sus necesidades vitales reproductivas y al modo en que las satisfacen en el centro del análisis (Fierros y Ávila-Foucat, 2017), reconociendo su capacidad de impulsar dinámicas de desarrollo rural. Para tal fin, se consideró conveniente utilizar el enfoque de medios de vida sustentables (MVS), en la medida que a través del análisis de sus activos (Serrat, 2017), se pueden identificar tanto sus recursos productivos y reproductivos en el hogar, como sus prioridades prácticas para las acciones; haciendo énfasis en el doble papel de las actividades agroecológicas como proveedoras y consumidoras de ellos.

La segunda problemática corresponde a la dualidad a la que responde la existencia de los MRAA; por un lado, su capacidad positiva para erigirse en alternativa frente al sistema agroalimentario hegemónico (Mundler y Laughrea, 2016); y, por otro, considerando el influjo que éste ejerce para sujetar a los MRAA a su racionalidad (Rendueles, 2015); tomando en cuenta, las interrelaciones y procesos de hibridación ocasionados en su funcionamiento simultáneo (Demartini et al., 2017; Forssell, 2017). Conforme lo anterior, si bien enfoques como el de cadenas cortas o de sistemas agroalimentarios localizados aportan a la comprensión de las redes bajo el marco de la proximidad espacial, organizacional y social (García et al., 2017), se consideró que son limitados por subestimar el modo en que el sistema agroalimentario gravita en la definición de sus alcances, presentando dificultades para interpretar los procesos de hibridación (Richards, 2015; Tanasa et al., 2015; Torres, 2017).

En este caso se consideró necesario generar un abordaje original de los procesos económicos de los pequeños productores, poniendo especial atención en contrastar sus prácticas agroecológicas y convencionales. Para ello, se profundizó en el conocimiento de los recursos y procesos agrícolas agroecológicos, identificando los cultivos principales, cuya variedad puede ser expresión de la diversidad funcional agroecológica (Kremen et al., 2012), las prácticas y tecnologías agroecológicas incorporadas, así como las prácticas de producción convencional (IFOAM, 2013; Schwentesius et al., 2013).

En segundo lugar, se profundizó en el conocimiento de las estrategias de inserción en los mercados convencionales o alternativos donde también se incluyen la integración de procesos y la utilización de recursos sociales organizativos. En este punto interesó destacar la variedad de productos ofrecida al mercado como expresión de la adecuación de las estrategias mercantiles a la variedad productiva propia del enfoque agroecológico (Kremen et al., 2012), así como su inserción en mercados convencionales o alternativos, tomando en cuenta si en ellos pervive o no un rasgo esencial que distingue a los mercados alternativos agroecológicos en su racionalidad, incluso en los procesos de hibridación; a saber, si en ellos se realizan ventas diferenciadas (Forssell, 2017; Michel et al., 2018).

Bajo los dos ejes problemáticos anteriores, el objetivo del presente trabajo consiste en analizar, para el caso de pequeños productores agroecológicos que participan en el Mercado Verde de Morelos en México, las posibilidades que les brinda su inserción en diferentes mercados alternativos para articular redes de desarrollo sustentable, considerando la tensión a las que son sometidas por el sistema agroalimentario hegemónico.

Como objetivos particulares, se consideraron los siguientes: 1) las características de los agricultores bajo estudio, 2) los recursos y procesos de su producción agrícola, 3) las estrategias de inserción a mercados, y 4) las perspectivas de desarrollo de los grupos de productores obtenidos.

Metodología

Para la elección del caso de estudio, se valoró que el estado de Morelos tiene un amplio mercado potencial debido a su elevado porcentaje de población urbana (86 por ciento de la población total) y a su vecindad con la Ciudad de México. Además, que la distribución de su superficie agropecuaria y forestal corresponde en 97 por ciento a pequeños y medianos propietarios que cuentan con 2.18 hectáreas en promedio y que en su mayoría practican la agricultura de autoconsumo (INEGI, 2017), que le otorgan a este pequeño estado condiciones inmejorables para incubar una experiencia como la del MVM.

Otro criterio de elección ha sido que el MVM ha gozado del apoyo explícito de una institución gubernamental, en este caso, la Comisión Estatal de Biodiversidad (COESBIO) del estado. Esto la convierte en una experiencia pionera que con un poco más de cinco años y con espacios itinerantes en seis municipios; ensaya una propuesta innovadora cuyo éxito o fracaso podría influir en las políticas públicas de fomento al campo y a la economía de los pequeños agricultores en México.

Se trabajó con 35 agricultores que participan de forma consuetudinaria en las ediciones del MVM: 27 son la base de expositores de la categoría 'Orgánicos' y ocho participan en las categorías de 'Alimentos' y 'Terapias alternativas', que cultivan sus insumos bajo prácticas agroecológicas.

Se diseñaron instrumentos de captura de información sobre los siguientes temas: I) Información general de los agricultores. II) Activos de MVS y su relación con la producción y circulación de bienes agroecológicos, observando los siguientes elementos de análisis:

Tabla 1
Elementos para el análisis de activos de MVS

Elaboración propia

III) Procesos económicos, desglosados en:

1) Producción Agrícola: Se identifican cultivos principales por tipo y número; las dimensiones (m2) de los espacios productivos clasificados en parcelas, traspatios y/o invernaderos, considerando la mayor relevancia de las dos últimas en procesos de intensificación productiva (Moreno, Aguilar y Luévano, 2011; Reyes-Betanzos y Álvarez-Avila, 2017). Se reconocen los puntos clave de control orgánico; a saber, el origen de la semilla, tipo de fertilización, riego, controles biológicos, hasta el manejo postcosecha; reconociendo la incorporación de prácticas y tecnologías que pueden incrementar los rendimientos por unidad de área (Schwentesius y Gómez, 2013). Se indaga sobre las características de la mano de obra. Finalmente, se investiga sobre las prácticas de producción convencional.

2) Circulación mercantil: Se estima la variedad de productos ofrecida por los agricultores (tipo y número). Para los mercados, se valora cuáles son, si realizan o no ventas diferenciadas (Forssell, 2017; Michel et al., 2018), su alcance territorial, las diferencias porcentuales de precios entre ellos, si fomentan la cercanía social y/o institucional, la economía solidaria y el consumo responsable (Richards, 2015).

3) Procesos integrados: Se identifican procesos existentes entre la producción agrícola y la circulación de bienes, como procesos de transformación, distribución, comercialización, y otros servicios (Tamayo y Piñeros, 2007).

Para recabar la información, se implementaron dos instrumentos: 1) cuestionario aplicado de forma personal, para información general, MVS, circulación mercantil y procesos integrados. 2) Guía de acompañamiento del comité de certificación participativa del MVM, para producción agrícola. Con ella se realizaron entrevistas semiestructuradas y observaciones en caminatas transectas en los espacios productivos de 16 agricultores, así como entrevistas semiestructuradas para el caso de 19 agricultores (IFOAM, 2013; Schwentesius et al., 2013).

Para analizar la información, se procedió a una caracterización general de los agricultores, retomando aspectos generales de sus activos de MVS y de los procesos económicos agroecológicos que estos condicionan; dando énfasis a los recursos y procesos de la producción agrícola y las estrategias de inserción en los mercados convencionales o alternativos. A continuación, se segmentaron en siete grupos afines mediante el análisis estadístico de conglomerados jerárquico, usando el método de encadenamiento promedio y distancia euclídea, con InfoStat (Di Rienzo, et. al., 2018), considerando las cinco variables siguientes:

Tabla 2
Variables para el análisis de conglomerados

Elaboración propia

A partir de esos siete grupos, se definieron cuatro categorías donde se buscó dar preeminencia al criterio de venta diferenciada y, como criterio secundario, a la dimensión de espacios productivos (Figura 1).


Figura 1
Reordenamiento de siete grupos en cuatro categorías
Dendograma: con InfoStat (2018). Fuente: Elaboración Propia.

A continuación, se elaboró una tipología mediante la inclusión en cada categoría de elementos distintivos de su información general, sus MVS y sus procesos económicos; que nos permitió identificar las perspectivas de cada una de ellas para articular redes de desarrollo a través de su inserción en mercados alternativos.

Resultados

Características generales de agricultores del MVM

Los productores bajo estudio se distribuyen en torno al corredor biológico Chichinautzin en la sierra norte de Morelos y alrededor de los principales centros urbanos del estado. La mayoría se especializan en modelos de producción y circulación de bienes agroecológicos que se han mantenido en la actividad al menos un año, en el que han participado de forma constante en el MVM, generando ingresos familiares más o menos diversificados que les permiten satisfacer las necesidades básicas del hogar.

Con unidades de producción menores a 2.5 hectáreas, se trata de productores minifundistas que, por lo mismo, mantienen un capital físico básico. Por ello, han tendido a intensificar su producción en aras de aumentar los rendimientos unitarios, adoptando a la horticultura como una de sus principales actividades (83% del total), dados sus ciclos cortos de producción y la facilidad de mercadeo en centros urbanos. De esta familia de productos se obtienen alrededor de treinta como pepino, jitomate, lechuga, espinaca, hierbas de olor y acelga, entre otros. Otra actividad importante es la fruticultura, en la que participan 63% de los productores, cultivando principalmente aguacate, durazno, limón, higo, plátano, y fruta de temporada. Ella se distingue por seguir el patrón de producción regional, donde las parcelas de aguacate, durazno y otras frutas agroecológicas se ubican entre parcelas convencionales de las mismas frutas. Ambas actividades son intensivas en mano de obra, permitiendo optimizar el uso de este recurso y generar fuentes de trabajo a lo largo del año.

Otro 29% de los productores genera productos comerciales como stevia (Steviarebaudiana), miel y derivados, neem (Azadiractha indica), moringa (Moringa oleífera), hongos silvestres y otros más. Por último, el 17% produce básicos como maíz, frijol, haba, garbanzo, lenteja, trigo y avena, con fines comerciales.

Una mención aparte merece la producción para autoconsumo que practica el 97% de los productores, 51% de los cuales cuenta con una producción especial basada en la milpa de secano, que suelen intercalar con forrajes destinados a los animales domésticos. Esta siembra se realiza en muchos casos subutilizando el área de producción disponible, ya que no existe la presión de aumentar la producción para satisfacer el consumo familiar. En la Figura 2, se observa cómo las producciones comerciales se ubican próximas a centros urbanos, aprovechando rentas de localización y sistemas intensivos, de manera contraria a lo observado en la producción de básicos.

Recursos y procesos de la producción agrícola

Las superficies productivas de los actores en cuestión se clasifican en parcelas, traspatios e invernaderos, cada uno con potencial productivo diferente, distinguiéndose los dos últimos por ocupar superficies reducidas, que funcionan con sistemas intensivos en trabajo para alcanzar mayores rendimientos (Moreno, et. al., 2011). Las parcelas, por su parte, suelen estar en terrenos escarpados y acondicionados en terrazas, con una clara vocación hacia la fruticultura, con el 80% de las parcelas utilizadas en esta actividad, mientras que en el 56% de ellas se intercalan milpa de temporal y siembra de forrajes bajo sistemas agroforestales que se ha diseñado bajo conocimientos tradicionales de los que se hablará más adelante. En el otro 20% de los casos, se cultiva milpa con fines comerciales y de autoconsumo.

Los traspatios tienen un uso diverso, predominando las hortalizas en el 72% de las unidades productivas y frutales en 56%; en los invernaderos también están establecidas hortalizas, con el 94% de los productores, aprovechando la atmosfera relativamente controlada para elevar rendimientos unitarios con productos de rápida comercialización. Tanto en traspatios como en invernaderos predominan los enfoques biointensivos, que implican alta densidad de insumos agroecológicos por unidad de área como compostas, abonos y controles biológicos, tratando de potenciar el capital natural. En este caso, se asocian conocimientos tradicionales con otros transferidos, que provienen de asesores técnicos, expandiendo en los lazos de cooperación con extensionistas y con otros productores el capital humano y social.

En los espacios productivos, la disposición de agua es un factor casi omnipresente que permite elevar la productividad. Sólo el 11% de los productores dependen en exclusiva de los escurrimientos pluviales. El resto dispone de pozos, manantiales o cuentan con infraestructura para cosechar agua de lluvia y aprovechar las aguas grises, que se asocian a sistemas de riego, algunos por goteo y aspersión. Ello potencia el escaso capital natural, que representan las tierras.

El uso intensivo de la mano de obra disminuye los requerimientos de maquinaria, equipo, e infraestructura en número y en inversión. De tal forma que sólo el 9% renta tractor, el 6% dispone de motocultor propio, y el 11% usa yunta (tracción animal). El equipamiento básico consta de herramientas de labranza y dispositivos sencillos como desmalezadoras, bombas de agua y parihuelas. Además, se dispone de pequeñas bodegas que no superan los sesenta metros cuadrados, casetas, graneros y sincolotes (graneros tradicionales).

Aparte de las fuentes de agua, el medio de transporte es el otro recurso clave en estas unidades productivas y, aunque relativamente costoso, resulta imprescindibles para acceder a mercados de manera directa, sin dependencia de intermediarios comerciales. El 71% de los productores cuentan con vehículo propio y el 29% restante lo renta. Entonces, aunque el capital físico es restringido, está invertido estratégicamente.

En cuanto al uso y disposición de mano de obra, el 74% de los productores utiliza la no remunerada facilitada por sus familiares o socios de sus organizaciones, bajo convenios de colaboración y apoyo recíproco en los momentos críticos de la producción; el 29% restante se vale de trabajo asalariado, generalmente en momentos críticos como la cosecha, de tal suerte que los capitales humano y social influyen positivamente en los medios de vida de estos productores, tratando de suplir la astringencia financiera.

Por todo lo anterior, se entiende que los costos de producción explícitos de los agricultores tienden a ser reducidos, dado que por la mano de obra familiar o colaborativa no se incurre en erogaciones monetarias. A su vez, parte de los insumos como semillas, compostas y abonos se obtienen prácticamente sin costos, con la excepción de la compra de combustibles para transporte y maquinaria, consumibles de los sistemas de riego y producción y pago de servicios, entre otros. Los costos correspondientes a la superficie productiva son bajos o nulos, dado que el 65% de los productores la obtuvo por herencia, 11% cuenta principalmente con predios prestados o donados, y el 20% son compradores o arrendatarios en condiciones muy favorables, dado que los rentan a comuneros o ejidatarios que no utilizan sus tierras. Algo similar se registra con los costos de infraestructura, dado que las bodegas e invernaderos se heredan o se autoconstruyen con materiales rústicos.

Sólo en el caso de la maquinaria y equipo, los costos monetarios son ineludibles, destacando el medio de transporte, que sanciona principalmente a los productores más alejados de los puntos de venta. En síntesis, se trata de unidades productivas con limitadas dosis de los capitales naturales, físicos y financieros, por ende, con limitada disposición de tierra (aunque la mayoría con acceso a agua), infraestructura y maquinaria y capacidad de inversión, pero con insumos predominantemente agroecológicos, amplio uso de mano de obra familiar y cierta capacidad organizativa, que los dota de capitales humano y social, como se confirma en los siguientes apartados.

Estrategias de inserción en mercados convencionales y alternativos

Sobre la forma en que los agricultores acceden a los mercados se encuentra una diferencia crucial entre productores. Por una parte están los que realizan ventas diferenciadas de alcance local, en donde el MVM y sus derivaciones ocupan un lugar preponderante, alcanzado cerca del 40% del valor de la venta agroecológica en promedio de todos los productores. Otras ventas diferenciadas se realizan en mercados o tianguis de productores y en pequeños locales, como tiendas de orgánicos o naturistas, ubicados principalmente en centros urbanos como Cuernavaca, Tepoztlán, Cuautla y alcanzando en pocos casos ciudades más alejadas y pobladas como Toluca y la Ciudad de México. Destaca también las ventas en eventos especiales como exposiciones y cursos que se realizan en diferentes estados, la venta en centros de salud y educación alternativos, así como entregas a domicilio y en los espacios de producción.

En la primera forma de mercadeo, el común denominador es la venta de productos a precios que rondan los establecidos en el mercado convencional de minoristas, siendo la excepción productos básicos como frijol, habas y maíz cuyos precios pueden elevarse más del 100% sobre los precios del mercado convencional. Por tanto, los productores retienen parte del margen comercial que generalmente absorben intermediarios y comerciantes minoristas y, así, mejoran sus ingresos.

Entre las ventas no diferenciadas, destacan los canales informales de venta convencional al mayoreo usados comúnmente por los pequeños productores, como el comercio en tianguis de mayoristas relativamente cercanos como los de Ocuituco, Tetela del Volcán y Ozumba; y la venta a pie de camino que se realiza en poblados rurales, donde venden a precios que representan alrededor del 33% de los pagados en los mercados minoristas, y por esta vía se pierden ventajas económicas respecto al primer canal comercial. En pocos casos los agricultores realizan ventas en tiendas de frutas y verduras de sus localidades, de las cuales suelen ser propietarios. Por la importancia relativa de la venta al mayoreo, se puede afirmar que la venta no diferenciada tiene preponderantemente alcance regional, dado que llega a Morelos y a sus estados circunvecinos como Estado de México, Puebla, y la Ciudad de México, aumentando los costos de traslado

Procesos integrados y recursos sociales-organizativos

En tanto expositores del MVM, todos los agricultores son, al menos, comercializadores al menudeo; no obstante, sólo el 6% se queda en este nivel de integración, mientras que el 94% restante asocia otros procesos económicos para añadir valor a sus productos o servicios. Entre estos últimos destacan los siguientes: i) transformación: que comprende procesamiento y empaquetado sencillos como el deshidratado, la elaboración de conservas y encurtidos y, en otros casos, con procedimientos más elaborados como preparación de alimentos tradicionales (quesadillas, y tlacoyos, entre otros). También se detectan procedimientos especializados para cosméticos, productos terapéuticos y de higiene personal, miel y derivados e insumos agrícolas. Esta actividad en particular, marca una identidad entre los pequeños productores, que por su tamaño se definen como predominantemente agricultores o predominantemente transformadores. Sólo los casos en los que logran rebasar el circuito económico familiar para generar dinámicas empresariales u organizacionales más amplias, pueden desarrollar con suficiencia ambos procesos; ii) distribución: que realizan los agricultores que participan en colectivo distribuyendo productos de otros agricultores, o los que venden canastas de alimentos donde se añaden bienes de otros productores, entre otros, consolidando el capital social; iii) servicios integrales: se agregan otras actividades como recorridos turísticos y organización de cursos. Esta pluriactividad permite a los productores avanzar en la cadena de valor, aumentar sus ingresos y optimizar la mano de obra a lo largo del año.

Destacan, en otro sentido, los vínculos organizativos establecidos por los agricultores para sostener y potenciar sus proyectos. Como integrantes del MVM participan directamente en su gestión, colaborando entre sí y con la COESBIO para apuntalar este proyecto comercial e, incluso, abrir nuevos espacios de venta. Además, existen importantes vínculos comunitarios, organizativos e institucionales que abonan al capital social, del que se vale el 71% de los productores para allegarse de recursos físicos y financieros, transferir conocimientos, abrir mercados, cooperar en los procesos de producción para venta y autoconsumo y generar proyectos de desarrollo integral, con el apoyo de instituciones y organizaciones como la SEMARNAT, Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria-Secretaria de Agricultura Ganadería Desarrollo Rural Pesca y Alimentación y el Centro de Encuentros y Diálogos 'Tierra Madre', entre otras.

Perspectivas de desarrollo para categorías basadas en categorías de productores.

A continuación, se examinan las posibles trayectorias de las cuatro categorías de productores que resultaron del ejercicio de reagrupamiento expuesto en la parte metodológica. Observadas en función de las variables agregadas en la tabla 3, se puede distinguir que la venta no diferenciada, siendo un rasgo específico de los productores rurales, sirvió como criterio para su decantación espontánea en dos categorías conformadas según la importancia porcentual de esta última en: agricultores rurales tradicionales/ biointensivos (T/B), y agricultores rurales transicionales (RT). A su vez, el criterio de dimensión de los espacios depuró a los productores que realizan el 100% de venta diferenciada entre transformadores urbanos (TU), e integrales (I). La comparación y análisis de cada grupo se propone enseguida.

La mayor parte de los productores (45.7%) se encuentran en la categoría de T/B, mientras que los I sólo representan el 8.6% y los dos restantes se reparten en la misma proporción el restante 45.7%. La edad promedio del total de los productores es de 41.2 años, oscilando de 43 años entre los T/B y 31.7 años en los I, es decir, son productores en plenitud para sostener e innovar sus medios de vida. También sobresale la presencia de las mujeres, que son mayoritarias y se concentran en la categoría de los T/B. La escolaridad promedio es de estudios de media superior, que sin duda también les concede ciertas ventajas para mantener e incluso, mejorar sus medios de vida. También destaca que los integrantes de la familia son en promedio de 4.5, con reducidas diferencias entre estratos y que resultan suficientes en términos de fuerza laboral para las superficies utilizables.

Tabla 3
Caracterización de las cuatro categorías de productores

P- primaria, S- secundaria, MS- media superior, L- Licenciatura, Pg- Posgrado Fuente: Elaboración Propia

Entre los rasgos distintivos de cada categoría, destacan las diferencias entre los productores rurales T/B y RT y los urbanos y urbano/rurales TU e I. En efecto, en los dos primeros casos, se trata de agricultores con prácticas de producción convencional, las cuales son relevantes en función de la ruta seguida por ellos hacia el enfoque agroecológico. Entre los agricultores R/T, el uso de insumos agroquímicos es marginal, y se restringe al uso moderado de biocidas para el cultivo de milpa comercial y para controlar algunas malezas en parte de sus parcelas. En esta categoría, el 81% de las productoras son mujeres y el 88% indígenas y suelen complementar sus ingresos con remesas enviadas por familiares; lo anterior ha facilitado el establecimiento de vínculos con organizaciones no gubernamentales e instituciones educativas y oficiales, permitiéndoles obtener pequeños financiamientos y aprovechar la transferencia de conocimientos, para producir alimentos para autoconsumo y para generar un ingreso monetario por la venta de excedentes, destacando de otra forma la fortaleza del capital social. Se insertan desde el principio a mercados alternativos donde venden una amplia gama de productos frescos y bajo procesos de transformación en alimentos tradicionales, conservas, encurtidos y deshidratados.

Por estas características sus principales espacios de producción son los traspatios e invernaderos contiguos al hogar, donde se desarrollan prácticas tradicionales, potenciadas por la transferencia de conocimiento de enfoques biointensivos de producción, en las que destacan la elaboración de compostas que usan follajes y estiércol tratado, de lombricomposta, lixiviado de lombriz, bocashi, abono verde, bioles, supermagro, tierra de monte y vegetal, entre otros. Entre los fertilizantes y controles biológicos destacan el uso de cobre, cal, azufre, ceniza, caldo bordelés y sulfocálcico, ácidos húmicos y fúlvicos, hasta extractos de al menos quince plantas como el neem, chicalote (Argemone munita), higuerilla(Ricinuscommunis), cola de caballo (Equisetum arvense) y ortiga (Urticadioca). También siembran flores para repeler insectos y técnicas mecánicas como los tapones de cera en podas.

No obstante, el costo asociado con la distancia y la imposibilidad de vender todo el volumen de producción en mercados alternativos, impulsa a los productores más alejados y a los que generan mayor volumen de producción a realizar ventas al mayoreo a pie de camino y en el mercado convencional, generando por esa vía hasta el 50% de su ingreso agroecológico.

En el caso de la categoría de agricultores RT, el uso de agroquímicos es mayor al de los T/B. Se trata en el 88% de los casos de productores profesionales que, alentados por programas y financiamientos institucionales, buscan en un 25% de los casos tener un nicho de producción agroecológica, o realizar su transición completa en el restante 75%; y que, a falta de vías alternativas de comercialización, se valen del mal retribuido mercado convencional de mayoristas. Este hecho retrasa la transición en cultivos como el nopal, donde se usan agroquímicos etiquetados como inocuos o levemente tóxicos; o del jitomate, donde se utiliza semilla tratada.

En cuanto a sus procesos de producción, existen incorporación de materia orgánica como nopal picado o estiércol, y en el 44% de los casos se utiliza lombricomposta, composta, bioles y lixiviado de lombriz, con una clara tendencia agroecológica. Sólo el 38% aplica también fertilizantes y controles biológicos como caldos de ceniza, sulfocálcico y bordelés, extractos naturales, fermentados de nopal y productos naturales comprados. Llama la atención en el caso del 25% de agricultores que buscan tener un nicho agroecológico, cómo el uso de técnicas agroecológicas permea su producción convencional; procurando obtener y sembrar semilla criolla, o utilizando insumos como los biofertilizantes y los caldos bordeles y sulfocálcicos, que les permite reducir el uso de agroquímicos.

Si bien los agricultores RT registran menores costos de producción frente a la siembra convencional, afirman que necesitan de mayor capacidad de trabajo en prácticas como el deshierbe, obteniendo menores rendimientos. Esto se acentúa en el 44% de los casos donde la producción agroecológica adquiere en el cariz de una producción convencional retraída, donde la prioridad no es realizar una transición adecuada, sino aminorar los costos de la producción convencional.

No obstante, las categorías T/B y RT cuentan con un importante potencial a movilizar mediante la venta diferenciada, la expansión de la producción y venta de productos agroecológicos. Reconduciendo las ventas al mayoreo a circuitos de venta diferenciada que con precios equiparables a los del mercado convencional de minoristas, puedan absorber una mayor oferta, se elevarían los ingresos de los productores, manteniendo su competitividad en el mercado. Este detonante podría ocasionar la expansión de la producción por, al menos, tres vías: i) la mejora de prácticas propiamente agroecológicas; ii) el involucramiento de otros agricultores pertenecientes a las familias y de otras comunidades y; iii) la expansión de la milpa de autoconsumo para generar excedentes comercializables.

La falta de acceso a mercados alternativos que absorban un mayor volumen, aunado a la dificultad para controlar plagas de cultivos como el maíz, el frijol y el nopal, y a que en el contexto rural se privilegia la producción en monocultivo y el uso de agroquímicos brindado por instituciones oficiales, genera presión para que el enfoque agroecológico se diluya en prácticas híbridas.

Frente a estas categorías se encuentran los agricultores que realizan el 100 por ciento de sus ventas en mercados diferenciados sin recurrir a insumos agroquímicos; ellos son los TU y los I. Dentro de los primeros, se encuentran quienes venden al menudeo entre uno y ocho productos transformados mediante procedimientos sencillos como los deshidratados; o especializados para preparar cosméticos, productos terapéuticos y de higiene personal, miel y derivados e insumos agrícolas, entre otros; los cuales se elaboran con cultivos comerciales y hortalizas como neem, stevia, moringa y hierbas de olor, obteniéndose por ellos precio elevados en su nicho comercial.

Se trata de productores que difieren entre sí en la importancia de participación de las ventas de productos agroecológicos en el ingreso familiar; y en el mayor cuidado y profesionalismo con el que el 38% de los productores, cuyo ingreso depende más de este tipo de ventas, aborda la producción agrícola implementando mejoras tecnológicas y buenas prácticas que el 62% de los productores menos dependientes no realizan, como la aplicación de estiércol desinfectado, sedimentos de estanque piscícola, así como el uso de extractos de neem, humus y bacterias, jabón, azufre, cal, cobre líquido, sulfato de cobre y caldo bordelés para el control biológico.

Dado que en buena medida generan productos gourmet o boutique que se venden a precios elevados a consumidores con poder de compra y capaces de apreciarlos, se trata de productores que tienden a estabilizarse en la producción y venta a pequeña escala; mientras que para los otros casos las estrategias de expansión se basan en generar nuevos nichos análogos de mercado.

Los productores integrales han diseñado modelos que vinculan procesos de producción y comercialización de una amplia variedad de productos, servicios y estrategias de mercadeo, con énfasis en la agricultura protegida en uno de los casos. Dentro de las buenas prácticas productivas que adoptan se encuentran el uso de compostas, lombricomposta, algas, abono verde, lixiviado de lombriz, tierra de hoja y tepujal; así como el uso de caldo bordelés, sulfocálcico y de ceniza, hongos entomopatógenos, preparado de ortiga, cáscara de huevo, cal y trampas para insectos, como controles biológicos. Estos productores suman servicios como la distribución de productos a domicilio y las visitas guiadas que agregan valor a los productos y se afianzan en mercados a través de relaciones personalizadas, generando mayores posibilidades respecto al resto de categorías de agricultores, además de beneficiarse de rentas de localización de sus predios, así como de capital humano y social que han venido construyendo paulatinamente.

Discusión

Como se ha apreciado, el MVM resulta ser diverso tanto en productos como en estrategias de vida de sus productores, cuyos diferentes contextos y formas de acceder a sus activos, ha implicado la adopción de estrategias diferenciadas de producción, diversificación económica, agregación de valor e inserción a los mercados, como han reseñado Magdaleno et al., (2014) y Fierros y Ávila-Foucat, (2017). Esto se hace más evidente en el contexto mexicano, donde el minifundismo es típico, así como la pluriactividad (FAO, 2018 y Apendini y Verduzco, 2002), lo que supone fuentes de ingresos económicos diversificados y menos dependientes de la actividad agropecuarias (Mora y Cerón 2015). Estas características corresponden en buena parte a los productores del MVM, lo cual se evidencia en las proporciones que representa el ingreso agroecológico del ingreso total familiar.

A continuación, se discuten las cuatro grandes estrategias de diversificación productiva y comercial identificadas en cada grupo de productores, y cómo éstas se relacionan con la incorporación de prácticas agroecológicas y la disponibilidad de capitales.

1. Productores Integrales. Son los que han adoptado plenamente el modelo agroecológico y, a la vez, los menos numerosos. En cambio, poseen tanto las mayores superficies de producción intensiva (traspatios o invernaderos) como extensiva, con más del 90 % de su ingreso familiar derivado de la venta de hortalizas agroecológicas. Son los que presentan mayor diversidad de productos frescos cultivados y vendidos, lo que constituye una estrategia acorde con la venta al menudeo de hortalizas de los mercados agroecológicos de fin de semana y las ventas directas a domicilio, donde los consumidores encuentran diversidad y calidad de productos más que grandes volúmenes. Constituyen el estereotipo del productor orgánico, quien busca mantener e, incluso, potenciar los procesos ecológicos, la biodiversidad y los ciclos adaptados a las condiciones locales, combinando tradición, innovación y adaptación para el beneficio ambiental (IFOAM, 2008) y económico.

Los capitales de los que disponen, como son fuentes de agua permanente de buena calidad, la posesión de invernaderos, la posesión de traspatios protegidos de amplia superficie y capacidades gerenciales para planificar y realizar una producción diversificada y escalonada en el tiempo, así como relaciones de proximidad con los consumidores urbanos, les convierten en ejemplos a seguir, aunque difícilmente replicables para el resto de los agricultores. Su principal estrategia radica en una amplia diversificación de los cultivos más que en altos rendimientos, complementada con la venta de servicios turísticos y/o educativos asociados a dicha producción, acciones de tipo terciario con menor riesgo y, en ocasiones, con mayor utilidad que la propia agricultura (Velázquez, 2018).

2. Agricultores Tradicionales/Biointensivos. Son quienes después de los Integrales, emplean en mayor proporción técnicas, insumos y prácticas ligadas al ideal agroecológico. Reportan simultáneamente la mayor diversidad de sistemas productivos empleados (milpa, hortaliza, frutales), así como de productos vegetales tanto frescos como procesados en platillos preparados. Conservan el sistema tradicional de policultivo denominado milpa, donde se producen los granos básicos que forman parte de la dieta familiar cotidiana y que también pueden ser vendidos en los mercados verdes a precios elevados. Su estrategia principal ha radicado en la conservación y diversificación la milpa, con la siembra de hortalizas y frutales para la venta en fresco o de manera transformada, tanto en sus traspatios como de las parcelas de mayores dimensiones; estas estrategias coinciden en lo fundamental con las reportadas por Guzmán y León (2014) para los productores tradicionales del Estado de Morelos.

Este proceso de diversificación e intensificación en el traspatio ha sido descrito por Reyes-Betanzos y Álvarez-Ávila (2017) como una de las fortalezas en el ámbito productivo que pueden generar una amplia base de alimentos, sobre todo bajo enfoques biointensivos, no sólo para garantizar cierta autosuficiencia alimentaria, sino también, para generar excedentes comercializables. Prueba de ello, es la venta de 30 % de su producción agroecológica en mercados convencionales sin beneficiarse de un precio diferenciado. La participación en mercados agroecológicos es una estrategia complementaria a otras fuentes de ingreso generalmente no agrícolas (como remesas o trabajo asalariado), que les permite vender sus productos al menudeo a precios por encima de lo que percibirían a pie de parcela o en mercados.

3. Transformadores Urbanos. Poseen las superficies más reducidas de cultivo y una identidad netamente urbana. A pesar de realizar todas sus ventas diferenciadas, tan sólo poseen 45 % de su ingreso proveniente de actividades agroecológicas, lo que indica que más de la mitad de sus ingresos se originan a partir de otras actividades no necesariamente agrícolas. En términos productivos sólo cerca de un tercio de ellos se apega al enfoque agroecológico. La estrategia principal de generación de ingreso en este grupo es la transformación de productos vegetales a productos no solo alimenticios, sino también cosméticos o medicinales para un consumo selectivo. Como lo señalan Riveros y Heinrichs (2014), la trasformación constituye una forma de agregar valor y obtener mayor ganancia de los productos agrícolas frescos cuyos precios son más bajos, por ser indiferenciados y sujetos a mayor competencia en los mercados convencionales. Aun cuando el volumen generado en estas unidades de producción sea reducido, ya sea por superficies reducidas o por bajos rendimientos, se tiene la posibilidad de incrementar su valor a través del procesamiento y la diferenciación. Saco (2017) detecta en la agroecología urbana un medio para impulsar procesos de autonomía para las necesidades de consumo en las ciudades; sin embargo, en el caso de los productores transformadores del MVM, pareciera existir fuertes limitantes para que esto suceda plenamente, en principio porque varios de ellos no han podido asumir de forma más profunda las prácticas agroecológicas y, en segundo lugar, porque poseen una oferta limitada y sus precios no son accesibles para un consumo masivo.

4. Agricultores Rurales Transicionales. Son quienes poseen las mayores superficies de cultivo a cielo abierto (entre 1.5 y 2 has) y dependen en menor medida de los ingresos provenientes de la actividad agroecológica, así como de las ventas diferenciadas, ya que utiliza con menor intensidad las tecnologías y el manejo agroecológico. Este tipo de prácticas es más cercano a un modelo de sustitución de insumos para reducir costos y acceder a mercados minoristas con altos precios de venta, que al propio ideal conservacionista y generación de economías alternativas. El utilizar insumos agroecológicos les reduce el costo de producción, con el riesgo de adicionar trabajo. En este caso la estrategia es una segmentación de la oferta ante un alto volumen de producción poco diversificado o de monocultivo: por un lado la venta de grandes cantidades de un solo producto a bajo precio en mercados convencionales y a intermediarios; y por otro, la producción bajo el esquema agroecológico, donde los rendimientos puedan reducirse y los costos de mano de obra y comercialización incrementarse por un esquema de menudeo que requiere más tiempo y detalle; pero con precios tres veces por arriba del convencional. Este comportamiento parece estar basado más en un interés económico individual que un ideal ambiental o social, como se ha documentado para otros productores integrados a cadenas cortas (Demartini, Gaviglioi y Pirani 2017 y Hardesty y Leff 2010).

A partir del análisis anterior se puede establecer que por el tipo y volumen de demanda del MVM y otros mercados similares, estos ofrecen la principal opción de venta a aquellos productores que han incursionado en estrategias de diversificación basadas en servicios o en la oferta de productos transformados no necesariamente alimenticios y muchas veces de consumo más selectivo y que, al mismo tiempo, han dejado atrás los sistemas tradicionales de producción de granos básicos para el autoconsumo. En tanto que los productores más rurales, con menor valor agregado en sus productos, menor oferta de servicios y quienes además conservan la milpa y se concentran en la producción de alimentos de consumo básico y tradicional, ocupan estos espacios de comercialización de forma complementaria al de los de los circuitos convencionales.

Este hecho plantea un cuello de botella para el desarrollo de la agroecología en México. Por un lado, estos mercados están ofreciendo oportunidades para la valorización de la producción rural campesina, fomentando a través de prácticas agroecológicas que los pequeños productores accedan a espacios de venta directa con mejores precios, diversificando su producción sin atentar contra los sistemas de milpa y el autoconsumo. Pero por otro, su propia dinámica limita tanto la inclusión de más productores y mayores volúmenes de venta, como el acceso de más y distintos consumidores a estos productos. Este hecho contradice en cierta medida algunos de los preceptos que autores como Gliessman (2014) han subrayado dentro de la propia agroecología, en términos de una agricultura socialmente justa que garantice la seguridad alimentaria de la sociedad (tanto urbana como rural), o del propio enfoque de soberanía alimentaria de la Vía Campesina (2018), que busca garantizar que la producción alimentaria y su distribución realmente esté controlada por los agricultores y los alimentos sean considerados más allá de su valor como mercancías.

La respuesta al problema anterior, parecer implicar un salto mayor en el proceso de transición del modelo de agricultura industrial y mercados convencionales al de producción y comercialización agroecológica, que supone considerar no sólo la seguridad alimentaria, el incremento del ingreso y la conservación ambiental para los pequeños productores, sino también la generación de modelos productivos y organizativos que escalen estos beneficios a sectores más amplios de la población. Como muchos otros mercados de este tipo, el MVM se ha caracterizado por satisfacer una demanda restringida de consumidores principalmente de clases medias concientizadas, articulando a la mayor parte de sus actores en función de una estrategia de diferenciación productiva basada en la agroecología, y aún cuando sus productores organizados han conseguido generar nuevos espacios de venta, estos se han amoldando al constreñido perfil del original.

Estudios en el sur de Brasil, una región con una larga tradición dentro del movimiento agroecológico, han dado cuenta que la estructura de este tipo de mercados llega a ser insuficiente como único canal de distribución de la producción agroecológica (Meirelles 2001 y Silveira 2010) y, por lo tanto, se han creado otro tipo de organizaciones paralelas que se encargan de promover y canalizar el resto de la producción hacia otros espacios de venta y otro tipo de consumidores; particularmente hablando, hacia el amplio sector poblacional que cuenta con bajo poder adquisitivo.

Respecto al MVM, este proceso podría desarrollarse aprovechando el potencial de los agricultores rurales para generar una oferta masiva de gran parte de los productos a precios accesibles que, sin retraerse a los precios del mercado convencional de mayoristas, mejoren sus ingresos. En este caso, la venta diferenciada serviría como instrumento que permitiría reducir los costos de circulación, aumentando la velocidad de las ventas e incrementando su volumen a nivel local; y no como recurso para establecer precios premier que respondió a un momento de incipiente desarrollo de la agroecología (Allen y Kovak, 2000; Pardo y Sánchez, 2016).

Esta opción de masificar la oferta de productos agroecológicos se puede promover desde las instancias públicas como ha sido en Brasil y Ecuador, donde los productores proveen a comedores populares, escolares, o a programas públicos de despensas populares, entre otros (Darolt, et. al., 2016; FIBL-INFOAM, 2017; Ranaboldo y Arosio, 2014); o facilitando emplazamientos agroecológicos mercantiles de abasto popular, como pueden ser bodegas de abasto o secciones fijas en mercados populares existentes.

Para lo anterior se requieren procesos organizativos y de innovación que partan de los propios productores y que permitan planificar y compactar la oferta de manera colectiva y al mismo tiempo disminuir los costos de producción, asociados principalmente a la mano de obra, por ejemplo, mediante la introducción de pequeña maquinaria o equipos que faciliten la producción a pequeña escala. En la comercialización se necesitaría reducir costos de transacción como trasportación, selección, almacenamiento y venta, sobre todo si se manejan volúmenes mayores, a través de procesos colectivos y organizados entre los propios agricultores, e incluso con la participación directa de clientes organizados en cooperativas de consumo.

Conclusiones

Lo productores que constituyen el MVM son un reflejo de la pluriactividad y diversidad que caracteriza a la nueva ruralidad mexicana y, en parte, a la latinoamericana. Su diversidad es a su vez expresión de las distintas formas en que acceden a sus activos; y se ve reflejada también en las distintas estrategias de producción y agregación de valor; destacando entre ellas la intensificación de la producción horto frutícola en traspatios y pequeñas parcelas, la trasformación de productos frescos en alimentos preparados, conservas, cosméticos y medicamentos; y en menor grado, en el desarrollo de estrategias de complementariedad de la actividad productiva agroecológica como los servicios de agroturismo, capacitación o acopio distribución de productos de otros agricultores.

Tomando en cuenta como criterio principal de segmentación las ventas diferencias, en este trabajo se obtuvieron cuatro categorías de productores: Integrales (I), Transformadores Urbanos (TU), Tradicionales/Biointensivos (T/B) y Rurales Transicionales (RT). Los primeros dos tipos están más ligados o cercanos a la ciudad y al MVM, y todas sus ventas son diferenciadas; mientras que los últimos dos, son los productores más rurales y distantes del MVM, y cuyas ventas se distribuyen en diferentes proporciones entre el mercado convencional y agroecológico.

Los RT son quienes presentan mayor grado de hibridación entre prácticas agroecológicas y convencionales; además poseen sistemas menos diversificados de cultivo y de carácter más extensivo, cuyos volúmenes no pueden ser absorbidos por el MVM u otros mercados alternativos en la región. Los T/B tienen procesos de expansión desde espacios controlados que tienden hacia la incorporación productiva de parcelas y otros integrantes de la familia, enfrentando la falta de salidas en mercados alternativos que respalden este movimiento. Ambas categorías se considera que podrían ser las que detentan mayor potencial de crecimiento en una futura masificación de las redes de mercadeo agroecológico. Dicho reto debe atender, tanto a las posibilidades productivas de los agricultores rurales, como a la realidad económica del mercado nacional.

Por ello se requiere generar procesos de investigación participativa que profundicen en el conocimiento de las características, motivaciones y limitaciones económicas y productivas de los diversos agricultores que participan en este tipo de mercados, así como de los potenciales nuevos consumidores. Además, es necesario reflexionar con ellos, si la expansión del movimiento agroecológico, no supondría establecer estructuras organizativas participativas y de gobernanza que permitieran reducir costos unitarios, formular alternativas técnicas innovadoras, elevar la capacidad de gestión, generar nuevos productos y ampliar la capacidad a mercados más amplios y accesibles a crecientes sectores de la sociedad.

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