Desde la aparición del término zona gris, la maquinaria de pensamiento anglosajona ha explicado con éxito este nuevo paradigma en el arte de la guerra. Uno de sus pilares básicos es no utilizar el instrumento militar, por la posible ruptura del débil equilibrio que desemboque en un conflicto armado. Esta aproximación no es trasladable a España, ni por la propia deontología de las FAS avalada por la historia ni por nuestra arquitectura de seguridad y defensa. El papel del instrumento de poder militar en la estrategia de respuesta contra las zonas grises, que acechan a la seguridad nacional, debe ser preferente.
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