Esta contribución Intenta deslindar el mito de la realidad de la primavera de 1936. Es sabido que en gran medida los militares golpistas, el régimen franquista después y numerosos historiadores más tarde, presentaron las huelgas y los conflictos sociolaborales como uno de los factores clave del desorden social que ellos venían a yugular. Sin embargo, en el campo predominaron las "invasiones", los "trabajos al tope" y las "ocupaciones", frente a las huelgas agrarias que no fueron tan numerosas no tan virulentas, en general, como en el período republicano 1931-1934. Mientras tanto, en el ámbito urbano e industrial, distintos factores, que aquí se abordan, proporcionaron nuevos repertorios huelguísticos, desplegados de una manera muy irregular sobre todo a partir de mayo: huelgas de brazos caídos (mucho menos que en Francia por esa misma época), huelgas en la calle, huelgas femeninas, huelgas por las 36 horas, huelgas colosales de la construcción. Madrid destacó como foco de la protesta, habiendo sido una ciudad secundaria en el tema huelguístico hasta los años treinta, y proyectó su imagen sobre el resto del país, contribuyendo a solidificar el mito de la España ingobernable de esos días.
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