El declive demográfico americano ocurri do a raíz de la invasión europea fue uno de los acontecimientos importantes de la historia del último milenio, como por la magnitud de la pobla ción desaparecida, cuanto por las consecuencias económicas y políticas que, para la historia ameri cana, implicó el drástico cambio en las cantidades relativas de tierra y trabajo. Las cifras de la decli nación han sido motivo de una larga controversia. Se conocen con cierta precisión los datos de la población indígena subsistente para fechas ubica das a medio o un siglo después del arribo europeo, pero no la cantidad de población inicial, cuyo cálculo ha desatado una amplia especulación. La distancia que media entre los ocho y medio millo nes propuestos por Alfred Kroeber, y los ciento doce millones sugeridos por Henry Dobins, nos da una rápida idea de la poca claridad y consenso en este debate1.
En las últimas décadas ha habido esfuerzos por llegar a estimaciones más robustas y diferenciadas regionalmente, a fin de dimensionar con alguna precisión el cambio que en la disposición de tierra y trabajo fue ocurriendo en las diferentes áreas de la economía americana tras el asentamiento europeo2. Conocer la tendencia demográfica (as cendente o descendente) de una sociedad, resulta un dato siempre interesante, ya que ella deter minará el tipo de presiones que su organización afrontará para encarar dicha variación. En este artículo me propongo discutir cuál fue el tamaño de la población del Perú y del imperio inca en el momento del contacto con la hueste conquistado ra, y cuál la cronología de lo que hasta ahora ha sido descrito como una "catástrofe" o "colapso" demográfico3. El territorio del Perú actual era la parte más densamente poblada del imperio inca, conteniendo a unos dos tercios de todo el reino del Tahuantinsuyo, según el cálculo de diversos historiadores como Rosenblat (1954), Wachtel (1976) y Pease (1991). Mi planteamiento es que las cifras de nueve millones (para el Perú) y once a quince (para el imperio) que actualmente se ma nejan, están sobredimensionadas, al exagerar la despoblación ocurrida durante el período inicial del asentamiento español, conocido como pre to ledano (1532-1570).
En la sección que sigue hacemos una cróni ca de las propuestas lanzadas acerca del tamaño demográfico de los Andes centrales en el primer tercio del siglo XVI, para luego aportar la nuestra, que reduce a menos de una tercera parte el dato hasta ahora dominante. Seguidamente, discutimos la cronología de la disminución y señalamos algu nas consecuencias de la debacle demográfica del siglo XVI en los Andes; la que, aunque estima mos más moderada que otros autores, de ninguna manera negamos.
La población del imperio Inca en vísperas del arribo europeo
Los primeros investigadores que, sobre la base de la consulta de fuentes del siglo de la conquista y con el uso de procedimientos explícitos, calcu laron el tamaño de la población del imperio Inca fueron historiadores norteamericanos como John Rowe y George Kubler, comprometidos en los estudios de las "áreas culturales" americanas4. En 1946 propusieron cifras de 6 millones y 3.4 millones de habitantes, respectivamente, para todo el imperio inca, que eran bastante más bajas que los datos de diez a quince millones que hasta entonces habían referido diversos ensayistas y ob servadores (véase Cuadro 1)5.
La tesis de Noble David Cook, presentada en la Universidad de Texas en 1973 y convertida en libro en 1981 por la Cambridge University Press (CUP), marcó un hito importante en el debate sobre la población inca, dada la rigurosidad de su esfuerzo y el prestigio de la academia norteame ricana. Cook había sido entrenado en la "Escuela de California" de Sherburne Cook y Woodrow Borah, quienes habían reconstruido la historia de mográfica de México en el tiempo de la conquista. Tres décadas después apareció la versión en caste llano, enriquecida con un nuevo prefacio del autor y un apéndice con los datos de población que habían sido el soporte de su trabajo. N. D. Cook (2010: 165) propuso la cifra de 9 millones como población de la sección del imperio incaico que correspondería a los confines del Perú actual, con unos parámetros de variación fijados entre los 5.5 y los 9.4 millones como límites mínimo y máximo. No arriesgó una cifra para todo el Tahuantinsuyo, pero aplicando las cifras de los más contenidos de sus colegas, como Ángel Rosenblat, ello habría un supuesto un añadido de 1.5 a 2 millones; o sea un total de once millones de habitantes.
La tesis de Cook analizó el lapso corrido entre el recuento organizado por el virrey Francisco de Toledo, en los inicios de la década de 1570, y las cifras del Compendio de Antonio Vázquez de Espinoza (1948), que, aunque fechadas en 1630, correspondían a recuentos realizados entre 1600 y 16206. Sobre esta base fijó en 1.29 millones la población indígena subsistente c. 1570, y en 0.6 millones la subsistente c. 1620. Estas cifras resul taban, en parte, de la proyección del cambio en el número de tributarios (los indígenas varones entre 18 y 50 años) que, entre las mismas fechas, habría caído de 261 mil a 136 mil7. Este fue el resultado más sólido, el núcleo duro de su trabajo, que de mostró, así, sobre la base de los datos aportados por los propios recuentos demográficos virreina les, que a lo largo del último cuarto del siglo XVI y las primeras décadas de la centuria siguiente hubo una caída de la población nativa del orden de un 50 por ciento.
Demographic Collapse, el libro de Cook, aportó, además, una geografía de la crisis de la po blación andina: las regiones de la costa sufrieron el golpe más duro, viendo reducirse su población a aproximadamente una tercia parte en el medio siglo corrido entre 1570 y 1620, mientras las re giones de sierra se defendieron mejor, salvo en el caso del norte, cuyo desempeño se aproximó al resultado de la costa. Tanto la sierra central como la sierra sur consiguieron conservar un 60% de sus efectivos (p. 171). Como los españoles ingresaron al Perú por el norte y por la costa, podríamos decir que mientras más lejos estuvieron los nativos de dicho lugar de ingreso, tanto mejor pudieron de fenderse de la devastación demográfica.
La geografía de la crisis trazada por Cook es sustentada con varias razones concurrentes: el clima cálido y húmedo de la costa y el hecho de que la población en esta región se agrupaba para vivir en valles de alta densidad demográfica, favo reció la propagación de epidemias. Para el autor las epidemias traídas por los españoles y descono cidas por los nativos, fueron la causa principal de la crisis demográfica. La hueste de conquistadores se asentó primero en la costa, donde para 1535, apenas tres años después de su ingreso al Perú, ya habían fundado las ciudades de Piura, Trujillo y Lima. Por contraste, el clima frío y seco de la región serrana, junto con la mayor dispersión de su población, volvieron más lento el avance de las epidemias en su territorio.
El planteamiento que hicieron a Cook los editores de la CUP para publicar la tesis, a con dición de que incorporase el dato de la población autóctona en vísperas de la conquista, animaron al autor, según sus propias palabras, a "hacer algo casi imposible: calcular la población indígena en tiempos de los incas, el tema que interesaba a todos" (p. 17). Para ello extrapoló hacia atrás la tasa de despoblación obtenida para el lapso de 1570-1620. Si la población de 1570 se había des plomado a la mitad para 1620, podríamos suponer que la de 1570 fue, a su vez, el doble de la de 1520. El resultado era una población de 2.74 mi llones para 1530, la víspera del arribo de la hueste de Pizarro. Sin embargo, las bacterias portadoras de los virus arribaron a las costas peruanas antes que los europeos: alrededor de los años 1524 1526, al punto que el inca Huayna Capac habría perecido precisamente por causa de la viruela. Cook retrotrajo, entonces, hasta 1520 el momento de máxima población del imperio inca que, aplicando la misma tasa de despoblación del lapso 1570-1620, resultó en 3.3 millones de habitantes (p. 146).8 Esta era la misma cifra que tanto Kubler como Rosenblat habían propuesto décadas atrás.
Cook, sin embargo, juzgó que las condiciones en que se desenvolvió la población nativa en el "período pre-toledano", fueron peores que en las de la fase 1570-1620, por haber coincidido con la guerra de conquista, las exploraciones hacia las regiones periféricas del Tahuantinsuyo, las luchas intestinas entre los conquistadores y las de los encomenderos contra la corona española. A ello debía añadirse que las epidemias debieron resultar más virulentas entre una población virgen al con tacto de las nuevas bacterias, que entre una que ya convivió cierto período con ellas. En palabras de Cook (2010: 164):
"No estoy convencido en absoluto de que la tasa de mortandad entre 1520 y 1570 solamente haya sido igual a la del siguiente medio siglo. La era toledana y postoledana se caracterizaron por rela ciones formalizadas pero abiertamente estables entre las razas. No hubo grandes alzamientos o guerras sangrientas de ex terminio entre los recién llegados y los nativos, excepción hecha de la resistencia localizada y la ejecución final de Túpac Amaru I y sus compañeros".
¿Cuánto más graves fueron las condiciones de vida para la población nativa antes de 1570? Cook propuso que el doble de graves, y optó por du plicar la tasa de la despoblación indígena hallada para el lapso 1570-1620, para el período anterior, de 1520-1570. Obtuvo la cifra de 8.87 millones de habitantes para 1520, que fue redondeada a nueve millones (pp. 147-148).
Los datos demográficos parciales existentes para fechas del período pre-toledano, reunidos por el propio Cook, no le parecieron dignos de confianza como para ajustar dicho número. Sobre la base de ellos, llegó a un estimado de solo 3.11 millones para 1520, pero arguyó que: "esta proyección es más baja de lo que la población probablemente fue" (p. 149). Era el tiempo de los números altos; cuando se hablaba de 25 millones para el México central de vísperas de la invasión española; hoy, que dicha cifra ha caído hasta la mitad, o aún menos, los tres millones y quizás algo más, para el imperio inca, pasarían por una cifra razonable9.
Aunque los argumentos de Cook y otros historiadores y demógrafos, como Carlos S. Assadourian (1985 y 1989) y Massimo Livi Bacci (2006-a y 2006b), para explicar que durante el lapso pre-toledano la mortalidad indígena debió haber sido sensiblemente mayor que en la época siguiente, son plausibles, podríamos mencionar hechos que apuntarían en una dirección opuesta10. Primero, que el número de españoles antes de 1560 fue mínimo y se dispersaron poco fuera de las poblaciones que fundaron11. Las posibilida des de diseminación de bacterias y enfermedades desconocidas habrían sido más reducidas que en la época posterior, cuando el número de no indios (incluyendo a los esclavos africanos, que habrían traído su propio equipaje de virus) aumentó significativamente.
Segundo, que la "desestructuración" de la economía y sociedad andina fue hasta 1570 toda vía débil. Los trabajos de John V. Murra (2002) y el propio Assadourian (1994) enfatizaron que hasta 1570 predominó una "economía de renta", en la que el excedente económico era obtenido, básicamente, por el modo de producción indí gena, del que se apropiaban los conquistadores españoles mediante el tributo de la encomienda12. El nivel local e intermedio de las jefaturas étnicas no se había quebrado: los curacas seguían organi zando la producción y el consumo agropecuario13. Las reformas toledanas, en cambio, desarticularon el modo indígena, al reorganizar a la población en nuevos pueblos, socavar el poder de las jefaturas locales insertando nuevas autoridades, introdu cir el trabajo forzado de los indios en las minas y monetizar el tributo14. Massimo Livi (2006b: 193-230) destaca el hecho de que la capacidad de recuperación demográfica de la sociedad indígena andina fue inhibida por la "desestructuración" que sufrió bajo los españoles. Pero el embate desestructurador ocurrió a partir de 1570, no antes.
Assadourian (1994: cap. 1) puso de relieve la crueldad y violencia con que actuó la hueste conquistadora en el Perú (comparada con lo ocu rrido en México): pueblos enteros quemados con toda su población, expediciones de escarmiento cuando llegaban noticias del asesinato de un en comendero, y "rancheos" de las cosechas, que dejaron a los pueblos expuestos al hambre. Todo ello, sin embargo, remitió después de 1554, una vez debelados los levantamientos de Gonzalo Pizarro y Francisco Hernández Girón. Entre 1554 y la organización de las reducciones toledanas me diaron veinte años durante los cuales la población indígena debió haber desplegado su capacidad de recuperación.
Los recuentos de población de la segunda mitad del siglo XVI
Los primeros registros sistemados de la pobla ción nativa andina ocurrieron hacia los mediados del siglo XVI, cuando funcionarios designados por el Presidente de la Audiencia de Lima, Pedro de La Gasca, procedieron a la tasación de los tri butos de la encomienda, en acatamiento de las disposiciones de la corona. Se conocen algunos datos de dicho registro para ciertos repartimientos, pero no se cuenta todavía con una información pa-norámica15. Lo más parecido a ello pero con datos poco desagregados es el documento conocido como el "Padrón de Avendaño", fechado en 1561. Posteriormente, el virrey Francisco de Toledo procedió a un nuevo registro, realizado en lo fun damental entre 1571-1575, cuyos resultados se han conservado mejor que los de La Gasca, y han sido publicados en parte por N. D. Cook (1975) y Ronald Escobedo (1979), entre otros autores16. Al comenzar la última década del siglo XVI el virrey Hurtado de Mendoza encargó una nueva Relación del número de tributarios, que fue el cuadro de Luis Morales de Figueroa, fechado en 1591. Este funcionario repitió en parte las cifras del censo de Toledo, pero presentó también nuevas cifras en el caso de las provincias donde se había actualizado los datos a raíz de visitas o retasas17.
El número de tributarios se mantiene relativa mente estable en el lapso de treinta años corridos entre el primer y último recuento, como veremos en los siguientes cuadros. No es lo que se espe raría en un contexto de derrumbe demográfico. Pedro de Avendaño era Secretario de Cámara de la Audiencia de Lima cuando fue comisionado para consolidar las cifras sobre población tributa ria y monto del tributo en el virreinato (Escobedo 1979: 50). Reunió las cifras recogidas por los vi sitadores de La Gasca, reemplazándolas, cuando correspondía, por las retasas o recuentos hechos posteriormente y compuso el cuadro que puede verse abajo (Cuadro 2). Para toda el área del Tahuantinsuyo su Padrón arrojó una población de 1.787,035 indios, de los que 408,287 eran tributa rios entre los 16 y 50 años18. Es el primer cuadro completo de la población indígena peruana des pués del arribo español, incluyendo las regiones de Quito y el Alto Perú, hoy correspondientes a las república de Ecuador y Bolivia, respectivamente.
° Con la exclusión de Jaén, Santiago de los Valles, Santa Cruz y Tucumán. Fuente: Juan de Matienzo (1967), p. 109.
Los datos van agrupados según las provin cias gobernadas por las ciudades fundadas por los españoles. Se anota que de las de Jaén, Santiago de los Valles, Zamora, Santa Cruz y Tucumán "no se ha sacado [datos], porque están por tasar" (Matienzo 1967: 109). No se trataba de regiones muy pobladas, salvo, probablemente, la última; entre todas podrían haber aportado un máximo de cien mil pobladores19. En la edición que Guillermo Lohmann hizo del libro de Matienzo al cumplirse los cuatrocientos años de su "Gobierno del Perú", añadió los datos de Jauja y Zamora, que pudo localizar como parte de esta informa ción, los que hemos incluido en el cuadro. El peso del tributo era desigual en el virreinato, oscilando entre los 5.58 pesos anuales de Piura y los 1.32 pesos de Quito. El promedio era de tres pesos por tributario.
Añadiendo la población de las provincias no consideradas en el recuento y contando con algún margen de omisión tendríamos una cifra de aproximadamente dos millones de indígenas para la década de 1550 en todo el virreinato. Si des contamos del cuadro las cifras correspondientes a las regiones que no están comprendidas dentro del Perú actual, como Quito, Guayaquil, Loja, La Paz y La Plata, quedaríamos con una pobla ción indígena de 1.164,434 y una de tributarios de 269,336, para una fecha promedio de 155520. Matienzo (1967: 99) proporcionó una cifra mayor de tributarios y de población total, basándose en la misma fuente:
"[...] porque según la Visita que se hizo -año de 1560 años [sic] hasta el de 1561-, había hasta allí quinientos treinta y cinco mil indios tributarios, y cinco tantos que no eran tributarios, y rentan cada año un millón y ciento cuarenta y siete mil y ciento sesenta pesos, [.]".
Lo único menor en estas cifras fue la renta del tributo, de la que había dar cuenta a la corona. Aparte de los tributarios, para Matienzo había cinco veces el número de estos, con lo que la población indígena total superaría los tres millones21. Matienzo fue un conocido defensor de los intereses de los encomenderos22. Como a estos se les había acusado de ser los culpables de la disminución de los indios, tal vez proporcionó cifras exageradas de su número; por otro lado, un abultado número de tributarios llevaría a las au toridades a suponer un monto elevado de tributo, moviéndolas a exigir un mayor aporte fiscal a los encomenderos, por lo que debía ser cuidadoso con las cifras. En todo caso, para él, eran los caciques indios los causantes de los malos tratamientos y las extorsiones contra los nativos; una idea en que le acompañaron otros observadores de la época, como Polo de Ondegardo y Pedro de Quiroga23.
Los datos de Matienzo se acercan bastante a los aportados por Cook para 1570, basados en el censo de Toledo: 1.290,680 de población indígena total y 260,554 de tributarios. La población in dígena total de 1555 aparece un poco menor a la de 1570, pero la de tributarios, al contrario, luce un poco mayor (véase Cuadro 3). Sin embargo, debe tenerse en cuenta que los datos de Avendaño incluyen como tributarios a los varones desde los 16 años, y no desde los 18; haciendo el ajuste per tinente los tributarios de 1555 serían algo menores a los de 1570. De acuerdo a los datos de la Visita de Toledo aportados por Ronald Escobedo, los tributarios dentro del espacio peruano actual su marían 241,046, una discrepancia de 7% con los números de Cook25.
La "Relación del número de indios tribu tarios" de 1591 firmada por Luis Morales de Figueroa, encargado para esta tarea por el segundo Marqués de Cañete, virrey del Perú en ese enton ces, entrega el dato de 325,899 tributarios (entre 18-50 años se entiende) y el monto anual de los tributos, pero no proporciona datos del total de la población. Cook (2010: 128-129) comprobó que para varios repartimientos los datos de Morales de Figueroa repetían los del censo de Toledo, por lo que consideró que su cifra total estaría so breestimando los datos de población, puesto que en los casos en que se hicieron retasas se com probó que la población había disminuido. Pero bajo ese argumento, correspondería, asimismo, pensar que en los repartimientos donde no se rea lizaron retasas, no hubo solicitudes para hacerlas porque la población no había sufrido menoscabo y podían afrontar el pago del tributo fijado por Toledo26. No deberíamos, entonces, despreciar estos datos, que van consignados en el siguien te cuadro (Cuadro 3), comparándolos con los de 1561 (debemos recordar, no obstante, que aunque los recuentos llevan estas fechas, corresponden seguramente a algunos años antes (un promedio de 1555, para el caso del Padrón de Avendaño, 1585 para la Relación de Morales de Figueroa) y 1573 (visita de Toledo).
° Hemos añadido a Lima los datos de Jauja entregados por Lohmann, como parte del mismo recuento.
Fuentes: Para 1561: Matienzo, 1967: 109-110. Para 1573: R. Escobedo, 1979: 210-264.27 Para 1591: Zavala, 1978-79, I: 185.
Las diferencias en el número de tributarios entre los tres recuentos parecen obedecer, más que a cambios en el tamaño de la población, al hecho de que no contienen datos para las mismas provincias (por ejemplo, en el recuento de Toledo no hay datos sobre Quito, Cuenca, Loja y Zamora, ni tampoco Chachapoyas) o no comprenden el mismo rango de edad para los tributarios. De todos modos, se hace evidente una disminución entre el registro de "1561" y el de Toledo, que se hace marcado en el caso de la región del norte: las provincias de Piura, Trujillo y Huánuco, que perdieron en ese lapso de casi veinte años, el 42%, 28% y 23%, respectivamente de sus tributarios. En el sur, únicamente Arequipa y Charcas (que perdieron, ambas, el 32% de tri butarios) registraron disminuciones importantes.
Huamanga es la única provincia que muestra un incremento digno de reseña: 22%, mientras Lima y Cuzco muestran estabilidad. Retirando las cifras correspondientes a la Audiencia de Quito (a fin de poder hacer comparables los dos registros), la caída en el número de tributarios entre 1555-1573 (fechas promedio de ambos registros) sería, en cifras redondas, de 340 mil a 298 mil; equivalente a un retroceso de 0.7 anual, y a prácticamente nada si restamos un 10% de tributarios en el censo de La Gasca, a fin de apartar a los tributarios de 16 y 17 años. En cifras globales el número de tributarios se habría mantenido constante entre los censos de La Gasca y Toledo.
El registro de 1591, que sí es comparable en comprensión territorial con el de Avendaño, abar cando todo el virreinato peruano menos las zonas del norte argentino, reporta una disminución en el número de tributarios para el lapso 1555-1585, de 0.3% anual, una vez hecho el ajuste en el recuen to de Avendaño por la diferencia en el rango de edad. Trujillo representa el caso más dramático de caída (los tributarios retroceden 58%) y Arequipa muestra, asimismo, una reducción significativa (28%). Lima, Huamanga y Cuzco continuaron mostrando básicamente estabilidad. Retirando del cuadro de 1591 las provincias no pertenecientes al Perú actual, quedan unos 225 mil tributarios, un número menor que los 241 mil del tiempo de Toledo. El ritmo de la caída (0.6% anual, conside rando un lapso de doce años: 1573-1585) resulta, en cualquier caso, inferior a las cifras propuestas por Cook (2010: 147) para el ciclo 1570-1600, que van entre los extremos de -3.8% en la costa sur y -1.2% en la sierra central y sur. Por otro lado, la carga del tributo se volvió más gravosa entre 1561 y 1591, al pasar de 3.2 pesos anuales a 4.6 pesos, pero con una menor dispersión en cuanto al monto, que ahora tenía como extremos tasas de tres pesos en regiones del norte como Jaén o Chachapoyas, y seis pesos o poco más, en el Alto Perú (Charcas y La Paz)28.
La proximidad en el número de tributarios para distintas fechas entre 1555 y 1585, se expli caría porque, tras la crisis inicial, anterior a 1555, la población indígena venía estabilizándose. El planteamiento de Cook, de que a los funciona rios de la década de 1550 se les habrían escapado muchos indios, -por lo que contendrían los datos de Avendaño una sub numeración de la población indígena, y los de Morales de Figueroa, al contra rio, una sobre numeración, por repetir las cifras de Toledo-, resulta desestimada por testimonios como el de Polo de Ondegardo. De acuerdo a este experimentado funcionario, los visitadores cono cían las mañas de los caciques para ocultar a sus indios, y realizaban sus correcciones:
"Luego que las vissitas [de Las Gasca] se empezaron, como a los caciques se dio a entender la causa porque se hazían, em pezaron a usar (para el efecto de encubrir los yndios) de los remedios que agora hacen para encubrir el número, escon diéndolos y asolando los pueblos" (Polo 2013: 310, párrafo 658).
Esta tendencia al ocultamiento de los pobla dores se practicaba, de acuerdo a Polo, desde el gobierno de Francisco Pizarro:
"De manera que siempre se entendía que mil yndios de visita eran mil e quinientos de número. Pero juntas las unas vissitas con las otras y con la consideración del que tracta de ello, en quanto al número [que informan los documentos] puede aver poco hierro" (Polo 2013: 312, párra fo 669).
¿Hicieron los autores de los recuentos "la consideración" que menciona Polo, confrontando unas visitas con otras y añadiendo dicha propor ción de omisos? No podemos estar seguros de momento.
Mientras no aparezcan mejores fuentes para los años en que el Padrón de Avendaño y la Relación de Morales de Figueroa nos proveen de cifras, no cabe desdeñarlas. Ciertamente se trata de números poco desagregados y con algunos redondeos que revelarían la falta de datos precisos (en el caso del Padrón de Avendaño), o que repi ten (en el de Morales de Figueroa) los resultados del censo de Toledo. Pero parece que los autores de los recuentos sabían lo que hacían y procura ron exhibir un cuadro lo más exacto posible de la realidad demográfica indígena. Sus cifras dejan la conclusión de que después de la crisis inicial de 1532-1555, advino una época de estabilidad29.
La crisis demográfica a través de la masculinidad y la distribución de edades
Después de la publicación del libro de Cook, María Rostworowski y Pilar Remy (1992) editaron una Visita de la provincia de Cajamarca, en la sierra norte peruana, realizada en dos momentos: 1571 -1572 y 1578. Fue un aporte importante porque en los recuentos de Toledo estaba ausente precisamen te la zona norte. La Visita comprende básicamente los pueblos de la encomienda de Melchor Verdugo. Los datos resultantes, alineados con la información con que se cuenta para años anteriores resultan sor prendentes (véase Cuadro 4).
Inesperadamente, la cifra de tributarios crece entre 1540 y 1567. Pilar Remy explica, sin embargo, que en 1540 no ocurrió una Visita pro piamente, sino que el número de tributarios fue aportado por los caciques reunidos en Cajamarca por el encomendero, que probablemente dismi nuyeron el número real30. De todos modos, no parece haber ocurrido una caída tan grande en dicho lapso, a pesar de que nos encontramos en la años más duros de la crisis demográfica, y en la región norte, en la que según Wachtel y Cook, la crisis fue más grave que en el sur. En los años posteriores a 1567 sí habría ocurrido una caída de los tributarios, aunque más bien leve si toma mos en cuenta el añadido de los tributarios recién contados en 1578 (omitidos en el recuento de 1571-1572)31.
° La cifra de 5008 resulta añadiendo a los datos de la Visita de 1571-1572, 740 tributarios que no fueron contados en aque lla ocasión por pertenecer a pueblos que no alcanzaron a ser visitados, pero que sí lo fueron seis años más tarde, en 1578. Fuente: Rostworowski y Remy, 1992: 52 y ss.
El caso del corregimiento o provincia de Conchucos (también en la sierra norte) se ase meja al de Cajamarca, en el sentido de mostrar una caída suave del número de tributarios en el siglo XVI. En este caso, los 5850 tributarios de 1548 (Visita de La Gasca) disminuyeron a 5113 en 1575 (una velocidad de caída de 0.5% anual) y a 4359 en 1593/94 (una velocidad de caída de 0.9% anual, y de o.65%, si consideramos todo el ciclo 1548-1593)32. Aparte de tratarse de una di minución más paulatina de lo que las cifras de la "catástrofe demográfica" señalaron, es interesante ver que, en este caso, ella se acentuó en el seg mento más tardío del siglo XVI.
Los datos de la Visita de Cajamarca impresio nan por el tamaño que sobre el total demográfico tuvieron los jóvenes menores de 20 años. Fueron un 47.8%, que nos revela una población en franca recuperación. La baja masculinidad (91.5 hombres por cada cien mujeres), notoria espe cialmente entre los mayores de cincuenta (donde llega a ser de apenas 63 por cada cien mujeres), transmite la huella de la crisis demográfica de la conquista. Para el período postoledano un caso di ferente sería el de la provincia de Andahuaylas, en la sierra sur, para el que se registraron 5330 tribu tarios en la Visita de Toledo (año de 1571), 3130 en una revisita efectuada en 1604 y solo 1751 en 163033. Sin duda, una severa caída demográfica (-1.9% anual entre 1571-1620). Semejante es el caso de las nueve provincias de la sierra central designadas para proveer de mitayos a las minas de Huancavelica. De acuerdo al contador del Tribunal de Cuentas, López de Caravantes (1985, IV: 207-209), cuando se entabló la mita disponían de 69 mil "y tantos" tributarios, mientras que para 1629, quedaban solo 25 mil y tantos; una caída de 1,8% anual en el lapso 1573-1629. La provincia de Chucuito, en el sur, representa el caso de las provincias que, gracias a las Visitas encontradas, permiten reconstruir su evolución demográfica desde las fechas tempranas de la Conquista: en 1532 contaba con 20,270 tributarios, que se transformaron en 18,032 en 1549, 15,404 en 1567, 17,779 en 1573 y 13,364 en 1613; es decir, una caída con altibajos y más bien pausada (-0.5% anual entre 1532-1613)34.
La Visita de Toledo clasificó a la población indígena según su sexo y, en el caso de los hom bres, de acuerdo a grupos de edad divididos entre los que: a. tenían una edad menor a la indicada para tributar (18 años), b. tenían una edad tribu taria (entre 18 y 50 años) y c. ya habían superado la edad del tributo (mayores de 50 años). La com paración de los tamaños relativos de estos grupos con su distribución en otros momentos de la his toria peruana pone de relieve la crisis demográfica acontecida en los mediados del siglo XVI (véase Cuadro 5).
° Se considera como Menores, para 1573: a los menores de 18 años; para 1876 y 1940 a los menores de 20 años.
# Se considera como Viejos, para 1573: a los mayores de 50 años; para 1876 y 1940 a los mayores de 49 años.
°° Se considera como Adultos, para 1561: a los que tienen entre 16-50 años; para 1573 y 1793; a quienes tienen entre 18-50 años; para 1876 y 1940: a quienes tienen entre 20 y 49 años.
Fuentes: Para 1561; Matienzo 1967: 169; para 1573: Cook, ed, 1975; Para 1793: Unanue, 1793.
La crisis demográfica del siglo XVI se ma nifiesta sobre todo en el bajo número de varones en 1573, en comparación a los años posteriores. En 1793, 1876 y 1940 el país tuvo una mayoría masculina, mientras que en el censo del virrey Toledo la tasa de masculinidad fue de únicamen te 93 varones por cada cien mujeres. El hecho de que la mortalidad se haya cebado en los va rones, expresaría la importancia que la situación de guerra entre 1532-1554 (o incluso desde años anteriores, si consideramos los enfrentamientos entre huascaristas y atahualpistas) tuvo para la catástrofe demográfica. En cuanto a los grupos de edad, las brechas existentes son pequeñas y pueden atribuirse, fundamentalmente, a las diferencias entre los rangos de edad que hay entre los censos (en 1573 los menores corresponden a quienes suman menos de dieciocho años, mientras en 1876 y 1940 a los menores de 20 años). La excepción serían los más de dos puntos de brecha que se advierten entre el porcentaje de tributarios de 1573 y de 1793, que sí corresponden al mismo rango de edad (18 a 50 años). A menos que queramos suponer que los indios de la época de Toledo se ocultaban mejor del conteo que los de finales del siglo XVIII, la explicación de esa diferencia sería la crisis demográfica. La gente nacida entre 1532 y 1555 tendría que tener entre 18 y 41 años en 1573, pero, como lo sugiere el cuadro, la natalidad se redujo en dichos años, o muchos que alcanzaron a nacer murieron de niños.
Atenuando las cifras de la catástrofe
El cuadro general de la evolución de tribu tarios que mostramos a continuación (Cuadro 6) expresaría que, después de la fuerte caída inicial, hubo una estabilización demográfica hasta media dos de la década de 1580, cuando la caída volvió a arreciar, al menos hasta 1620, en que habría co menzado una nueva y lenta era de estabilización.
0 En este año se consideró tributarios a todos los varones entre los 16 y 50 años, que no fueran caciques o exceptuados. En el resto de años el rango fue de 18 a 50 años.
00 Los datos de 1793 no incluyen a los tributarios y pobladores de Puno, que en ese momento pertenecían al Virreinato del Río de La Plata. Eso sumaría aproximadamente unos 25 mil tribu tarios y unos ciento treinta mil pobladores indios adicionales, con lo que la tendencia de la recuperación, se acentuaría.
Fuentes: Para 1555, Matienzo 1967: 109; para 1570 y 1620: Cook, 2010: 146 y 171; para 1573: Escobedo 1979: 210-264; para 1591: Zavala, 1978-1979, t. I, p. 185; para 1754: Vollmer 1967: 285; para 1793: Unanue 1793.
Historiadores como Nicolás Sánchez-Albornoz (1978) cuestionaron que de la disminución del número de tributarios pudie ra derivarse un movimiento paralelo en el total demográfico. Los recuentos de las autoridades españoles se concentraban en los indios varones entre 18 y 50 años, que eran quienes pagaban tri buto y estaban obligados a cumplir con las mitas y otras cargas coloniales, aunque complementa riamente solían incluir la contabilidad del resto de la población como una forma de control del dato de los tributarios. El argumento de Sánchez-Albornoz, seguido por autores como Carlos Sempat Assadourian (1989), Luis Miguel Glave (1989), Karen Powers (1995), Héctor Noejovich (1998) y Ann Wightman (1990), fue que los indios desplegaron estrategias de evasión y elusión fiscal, desapareciendo de la contabilidad de las autoridades. Desafiliándose de sus comunidades étnicas, emigraban a las ciudades de españoles, a otros pueblos indios donde permanecían como "forasteros", o ingresaban dentro de latifundios agropecuarios, donde eran protegidos por terrate nientes ávidos de su mano de obra. Las mujeres se mestizaban en los asientos mineros, o aun en los propios pueblos, donde los curas doctrineros, aislados de sus colegas, relajaban su templanza (véase figura 1). El "colapso demográfico" fue en verdad el colapso del sistema "despótico tributa rio" del virrey Toledo, incapaz de atajar las vías de evasión que una bullente sociedad indígena habría puesto en práctica35.
Así, mientras la población indígena descen día aceleradamente, la población de Potosí, el gran centro minero del sur andino, no hacía más que ensanchar y su producción de plata, crecer36. El número de indios yanaconas, mingas, foraste ros y mostrencos, que eran categorías distintas a las de tributarios, acrecía, conforme se reducía el de estos, por los elevados costos que conllevaba serlo. Sánchez-Albornoz (1978: 26-34) mostró cifras de un conjunto de diez provincias entre 1573 y 1683, en las que, si bien la población indí gena total disminuyó en un 42%, la de tributarios cayó más hondamente: un 57%, mientras que el número de indios adultos (es decir, incluyendo a los varones en edad de tributar, pero exonerados por su condición de "forasteros") se redujo so lamente en un 22%. La relación entre el tamaño de la población total y la de tributarios, pasó en dichas provincias entre 1573 y 1683 de 4.65 a 6.28. Sánchez-Albornoz (1978: 27) concluyó que en 1683 hubo una sub numeración de la población femenina, y de niños y ancianos, que escapaban al interés fiscal del Estado, a la vez que un significativo traspaso de indios adultos varones a la categoría de forasteros37. Su estimación final fue que en el tiempo de La Palata (1683) sobrevivía en la región del sur andino un 40% de la población indígena presente en vísperas de la conquista, y para 1720, cuando se alcanzó el punto demo gráfico mínimo, solo un 25%. Si todo el Perú se hubiese comportado como esta región, el tamaño de la población prehispánica no habría supera do los dos millones. Sin embargo, parece que la región que, por su importancia fiscal y económica para el gobierno español, cuenta con un volumen de información censal mayor, fue precisamente, siguiendo a Cook, la que mejor sobrellevó la crisis demográfica. Ello, a pesar de que fue esta región la que soportó la presión de las reformas toledanas que impusieron la mita minera y la monetización del tributo38.
Concluimos esta parte remarcando que, ni tomando en cuentas las cifras disponibles ni los hechos históricos, hay razón para sostener que durante el lapso de 1532 a 1570 la tasa de despo blación en los Andes haya sido el doble de la que tuvo el medio siglo posterior. Si bien una mayor despoblación debió suceder en la fase inicial, entre 1532-1554, no habría ocurrido lo mismo en las siguientes dos décadas, cuando cesaron las guerras y el modo de producción indígena pudo restablecerse al menos parcialmente39. La tasa de despoblación del ciclo 1532-1570 debió ser mayor, pero sin alcanzar a doblar la del ciclo 1570-1620. En la primera época, la despoblación fue causa da por la guerra de conquista y las epidemias, mientras en la segunda, por nuevas epidemias y la disrupción de la economía indígena provocada por las reducciones, la mita y la monetización del tributo. El tamaño de la población del Perú actual en vísperas del arribo europeo debió rondar los dos y medio millones de habitantes (con un aña dido de un millón a un millón y medio más para todo el Tahuantinsuyo), tal como lo propusieron en su día Rosenblat y Kubler.
En cuanto a la cronología de la crisis demo gráfica peruana, postularíamos tres etapas: a. una de fuerte caída, entre 1530-1555, en la que la po blación indígena habría descendido de unos 2.5 millones a 1.5 millones, apenas compensada por el arribo de unos pocos miles de colonos españoles y esclavos africanos. La tasa de evolución demo gráfica durante dicho lapso habría sido de -2.0% anual. b. una desaceleración de la crisis entre 1555 y 1585, en que la población indígena se habría reducido de 1.5 a 1.13 millones40, levemente com pensada por el crecimiento de una población no indígena, que habría alcanzado unas 70 mil per sonas para el último año. La tasa de crecimiento durante esta etapa habría sido de -0.7% anual41. c. Un recrudecimiento de la crisis demográfica entre 1585-1620, cuando la población indígena habría descendido de 1.13 a 0.67 millones, com pensada parcialmente por el crecimiento de la población no indígena de españoles, mestizos y africanos, que habrían sumado para el último año unas 180 mil personas42. El resultado habría sido una tasa de -1,0% anual43. Finalmente, vendría una fase de estabilización entre 1620-1720, en que la suma de la población indígena y no indígena se habría mantenido casi estable, pero con una ten dencia todavía a la baja, al pasar de unos 850 mil a unos 680 mil habitantes, con una tasa de -0.2% por año44. Luego de 1720, pasados los efectos de la epidemia declarada en esa coyuntura, comen zó un ciclo de recuperación. En los años finales del siglo XVIII la población peruana reunía más o menos 1.25 millones, como en los tiempos de Toledo (ver gráfico 2)45.
Tomando en cuenta las nuevas cifras sobre la población del México prehispánico propues tas por autores como Andrés Calderón (2017), tendríamos que la caída demográfica inicial en el Perú habría sido mayor que en México, pero que en el período final del siglo XVI habría sido, en cambio, menor. La diferencia en el período inicial pudo obedecer a una mayor resistencia a la con quista por parte de sucesores de la corona inca, como Manco Inca, quien entre 1536-1542 dirigió una furiosa contraofensiva contra los españoles, y a las exploraciones hacia las tierras amazóni cas y el sur del continente que organizaron los conquistadores, reclutando miles de nativos. En el período de finales del siglo XVI la mayor de vastación demográfica en México pudo tener que ver con un mayor impacto de las epidemias en este país, debido a la mayor concentración de su población46.
La hipótesis de Polo de Ondegardo, que decía que lo que mataba a los indios era la falta de orden, devenida del colapso del Estado Inca y de sus propios deseos de escapar de las Visitas y re tasas, merece cierta atención. La desaparición del Estado Inca desorganizó el sistema de trabajos co lectivos, mientras que el afán de eludir una mayor tributación condujo a los indios, de acuerdo a Polo, a destruir sus propias sementeras y pueblos:
"[...] más daño reciben con una nove dad, acudiendo a su condición, que con la mitad de tributo que se les subiese. Y en tratando de visitallos para entender lo que tienen y pueden, son tantas las diligen cias que hacen para encubrillo, ques el daño irrecuperable. Y finalmente quando lo toman a pechos, como lo hacen, ni queda pueblo que no asuelen ni semente ra que no arranquen con esta pretensión. Y finalmente de una visita quedan más destruidos que de diez años que diesen doblada tassa, y en estos términos están agora" (Polo 2013: 310, párrafo 658).
El fino observador que fue Polo, mencionó que la desesperación de los indios por la situación que vivieron durante la conquista y asentamiento español, los llevó incluso al suicidio:
"Y es lo peor que [los indios] se quedan así en lugares, que después ni pueden ser doctrinados, ni hallados para adminis trarles los sacramentos. Y aún yo he visto ahorcados algunos, porque aún que con aquel ímpetu que se les manda lo ponen por ejecución con gran prisa y voluntad; después, cuando se hallan sin su hato y lo hallan perdido, ayuda el demonio a sus imaginaciones y fáltales la consideración.
Y así se pierden, y aún gente principal, y queda desbaratada su orden"47.
Polo escribía desde un pensamiento que su ponía que el orden político y la diligencia en el trabajo mejoraban la salud y alargaban la vida. Acusa que a los indios el tiempo comenzó a so brarles con las nuevas tasas dictadas por La Gasca, que disminuyeron sensiblemente el tiempo de tra bajo necesario para cumplir con sus tasas:
"De manera que el tributo agora es mucho menos porque lo es el trabajo que pasan en darle, lo qual está provado por el mucho tienpo que les sobra, mediante el qual y sus vicios se acaban muchos, [.]" (Polo 2013: 292, párrafo 581).
Las consecuencias económicas de la crisis demográfica
El argumento de este trabajo ha sido hasta aquí aminorar las dimensiones de la crisis demográfica andina, pero no cabe duda de que esta existió y que, incluso si "solo" implicó la disminución de la población a una cuarta parte (en vez de a una décima parte, como algunos sostienen) un siglo después del arribo español, la caída fue grave y de hondas consecuencias; más todavía, porque se detuvo recién dos siglos después. Hubo que espe rar hasta la segunda mitad del siglo XIX para que el país recuperase el volumen de población previo a la conquista y la "falta de brazos" fue una queja frecuente de los empresarios agrarios y mineros del país hasta los inicios del siglo XX.
La crisis demográfica cambió los precios re lativos de la tierra y el trabajo. Aquella se volvió abundante y este, en cambio, escaso y apreciado. La escasez de mano de obra indígena condujo a la importación de esclavos africanos entre los siglos XVI-XVIII y a la de trabajadores asiáticos en el siglo XIX, así como a la instauración de formas de trabajo forzado, como fue la mita. Cuando el trabajo de los hombres se vuelve muy costoso, un efecto perverso es que para quienes van a aprove charlo sale a cuenta volverlo trabajo forzado. El valor que alcanzó el trabajo indígena fue tal, que compensó encarar los costos de controlar a los indios en sus pueblos (y hacerlos construir nuevos pueblos), con tal de poder aprovechar su mano de obra. El establecimiento de las reducciones a partir del Gobierno de Toledo, buscó controlar más cercanamente ese bien preciado en que se iba convirtiendo el trabajo indígena, al concentrar a esta población en pueblos de unas quinientas familias, donde pudiesen ser visitados por las au toridades (Lohmann y Saravia 1986-1989, Saito y Rosas 2017).
Tales esfuerzos dieron resultados solamen te parciales. Paralelamente al fenómeno de la despoblación indígena ocurrió la aparición de "ya naconas" y "forasteros", quienes eran pobladores indígenas que escapaban de sus antiguas o nuevas unidades sociales (ayllus o reducciones) para in sertarse en condiciones más libres en el naciente mercado de trabajo. Tanto Luis Capoche (1959: 173-174) para Potosí, como López de Caravantes (1985) para Huancavelica, dieron cuenta del in cremento de los salarios en las minas (véase Cuadro 7). Para 1630 los salarios en Huancavelica doblaban los de medio siglo atrás. El incremen to ocurría no solo en la remuneración monetaria, cuanto en el horario de la labor, la entrega de coca o comestibles y el derecho a quedarse con parte de los minerales que extraían. En algunos casos los trabajadores terminaron convertidos en una suerte de socios del empresario minero48. Para las minas de Potosí, García de Llanos y López de Caravantes (1985, I: 103) registraron jornales de 8 reales (un peso) para las primeras décadas del siglo XVII en el caso de los trabajadores libres49.
Disciplinar a la mano de obra se convirtió en una operación difícil en un escenario de escasez laboral, lo que propició que tratara de hacer se apelando a mecanismos políticos antes que económicos. Los estudios sobre las condiciones laborales en las minas de Potosí y Oruro refieren las maniobras que los corregidores, mandones y mayordomos de minas, y caciques hacían para aprovechar y abaratar el trabajo indígena50. La falta de derechos sociales y políticos de los indios hizo que estos no pudieran sacar fácilmente parti do del aprecio que había ganado su mano de obra, atrayendo en cambio contra ellos los afanes de dichos personajes.
Los datos para el sector agrario son más es casos. Para la región de Arequipa, Keith Davies (1974: 59-60) rastreó contratos de trabajo a lo largo del siglo XVII. Para 1596 un contrato típico implicaba una remuneración anual de doce pesos, más un topo de tierra (aproximadamente un tercio de hectárea) de cultivo y medicinas en caso de enfermedad, mientras que para 1657 la remune ración implicaba los mismos doce pesos, más dos piezas de ropa de abasca, y semanalmente media fanega de maíz y dos reales para carne.
El aumento del valor del trabajo fue apro vechado, en el caso de la población nativa que permaneció encuadrada dentro de las reducciones o comunidades indígenas, por los intermediarios que existían entre ella y los empresarios, como los corregidores, encomenderos y caciques. El dibujo de Huamán Poma en que aparece un indio rodeado de una jauría de animales que lo "desuellan", y representan al encomendero, el corregidor, el párroco de la doctrina y el cacique principal, es expresivo del acoso que los observadores percibían sobre los indios para aprovecharse de su trabajo (ver figura 2).
Para atraer mano de obra a sus latifundios, los terratenientes debieron ofrecer el usufruc to de tierras y protección política, por lo que se instauró el régimen del colonato o yanaconaje, que se prolongaría hasta mediados del siglo XX, cuando entró en crisis, a raíz de la explosión de mográfica ocurrida en dicha centuria, que volvió a invertir los valores relativos de la tierra y el tra bajo (Caballero 1981). Las mejoras salariales y el derecho a quedarse con parte de lo producido, que obtuvieron los trabajadores durante el largo ciclo de escasez laboral, se transformaron, sin embargo, poco en poder político y capital social.
De otro lado, a raíz de la crisis demográfica la economía peruana de la segunda mitad del siglo XVI se vio presionada a abandonar el modelo cen trado en la encomienda y en el aprovechamiento del excedente producido por la economía campesi na indígena. Abundante de recursos naturales pero escasa de trabajo, la economía debió desarrollar actividades productivas que, haciendo uso copio so del recurso natural, insumiesen poca mano de obra. La minería fue una de estas actividades y, así, el declive de la población indígena fue paralelo al crecimiento de la producción de plata51. No fue el trabajo minero la causa de la crisis demográfi ca, como se postuló en el pasado, sino al revés: la crisis demográfica condujo a la minería. Reducida la población a menos de un millón de habitantes, dispersos en un territorio difícil de comunicar y pobres de ingresos en su mayor parte, la producción fue orientada a satisfacer la demanda del mercado externo. La vocación por la minería de exportación se constituyó desde ahí en una marca persistente de la economía de los países andinos.