REBELIONES REVELADAS. CÓMICS SOBRE LA LUCHA POR LOS DERECHOS DE LA MUJER
JULIO SANTAMARÍA

Title:
Revealed rebellions. Comics on the Struggle for Women's Rights
Resumen / Abstract:
Este artículo se acerca al retrato de la lucha por los derechos de la mujer en el siglo XX mediante el análisis de La mujer rebelde. La historia de Margaret Sanger, de Peter Bagge, y Sally Heathcote. Sufragista, de Bryan y Mary Talbot y Kate Charlesworth, dos obras que pueden incluirse dentro del creciente número de cómics biográficos con inquietudes sociopolíticas. / This paper approaches the subject of the struggle for women’s rights in the 20th century through the analisis of Peter Bagge’s Woman Rebel. The Margaret Sanger Story and Sally Heathcote. Suffragette, by Bryan & Mary Talbot and Kate Charlesworth, two works that belong to the increasing number of biographical comics with sociopolitical concerns.
Palabras clave / Keywords:
Revolución, Sufragismo, Feminismo, Contracepción, Activismo/ Revolution, Suffragists, Feminism, Birth Control, Activism

REBELIONES REVELADAS

CÓMIC ANGLOSAJÓN SOBRE LA LUCHA POR LOS DERECHOS DE LA MUJER A COMIENZOS DEL SIGLO XX

 

La importancia histórica de la Revolución Rusa de 1917 ha apartado los focos de otros procesos contemporáneos que son reivindicados ahora también desde la historieta. Nos referimos, en concreto, a la irrupción del feminismo a comienzos del siglo XX, una lucha centrada en la consecución del derecho al voto para las mujeres, pero con cuestiones tangenciales de igual relevancia, al menos. En este sentido, las líneas que siguen quieren mostrar el acercamiento que se ha hecho sobre este asunto desde la historieta mediante el análisis de dos obras publicadas originalmente en inglés: La mujer rebelde. La historia de Margaret Sanger, de Peter Bagge (Woman Rebel: The Margaret Sanger Story, Drawn and Quarterly, 2013), que gira en torno a la legalización de la planificación familiar, y Sally Heathcote. Sufragista, de Mary y Bryan Talbot (Sally Heathcote: Suffragette, Random House UK, 2014), sobre el sufragismo.

 

           
    Portada de La mujer rebelde. La historia de Margaret Sanger, de Peter Bagge     Portada de Sally Heathcote. Sufragista, de Mary y Bryan Talbot.    

De la historieta...

Ambos cómics se inscriben dentro de la corriente que, a decir de Groensteen, más se ha desarrollado durante estos últimos tiempos dentro de la no ficción: las biografías (con matices en el caso de Sufragista). En efecto, la senda abierta por los trabajos de Spiegelman o Satrapi han permitido la llegada de nuevas historietas que mantienen un cierto formato libre, pero que se alejan cada vez más del tono autobiográfico que impregnó las principales obras de la década pasada, como ocurría en  Persépolis, de la propia Marjane Satrapi, o en Fun Home, de Alison Bechdel, dos cómics realizados por mujeres. Se pierde la libertad total que supone hablar de uno mismo y se entra en el terreno resbaladizo de la biografía ajena, en la que, como dice Bagge, «there are a lot of people going to be questioning you and what you create about a person» (Barnett, 2017)[1]. Sin embargo, la apuesta por las vidas narradas permite acercar la lupa sobre mujeres cuya labor debe ser reivindicada desde tiempos y valores actuales[2]. Además, tanto La mujer rebelde como Sally Heathcote nos permiten fijar una evolución en la carrera de sus autores, ya que estamos hablando de dos referentes a nivel mundial del cómic underground: Peter Bagge (Peekskill, 1957), heredero de Robert Crumb, de quien recogió el testigo como director de la revista Weirdo, y autor de la gran serie sobre perdedores  de los noventa: Hate (1990-1998), y Bryan Talbot (Wigan, 1952), influencia reconocida por los grandes guionistas británicos como Alan Moore y Grant Morrison, gracias a su obra de ciencia ficción Las aventuras de Luther Arkwright (1978-1989). Dos creadores que sacan partido al medio en su madurez y deciden, en solitario el primero, junto a su mujer el segundo, abordar historias que involucran a mujeres rebeldes del siglo XX. Para Bagge, el paso hacia un cómic biográfico con carga política de fondo está vinculado a un aumento en la edad de los lectores, atraídos por la percepción del cómic «como libro, no como revista. Parece que es menos vergonzoso para una persona mayor» (Corazón Rural, 2015). La incorporación de un público lector adulto le ha permitido desarrollar con amplitud un estilo de historieta alejada de la ficción que ya había cultivado en sus colaboraciones con la revista libertaria estadounidense Reason. Esos breves reportajes (en entregas de cuatro páginas) habrían sido el germen de una obra como La mujer rebelde (cuyo tema principal, la contracepción, ya se había asomado en “Guerra al fornicidio” (Bagge, 2011: 24-27). Margaret Sanger (1879-1966), nuestra mujer rebelde, responsable de la apertura de la primera clínica de control de natalidad en Nueva York en 1916, no era su primera opción, pero nuestro autor acabó decantándose por ella ya que «she had more name recognition than the other possible candidates I had in mind. She also had quite a life, and her changing the course of human history was a major factor as well!»[3] (Parker, 2015: 142). La buena acogida de la obra sirvió de acicate a Bagge para continuar en la misma línea (a un ritmo de trabajo confesado de tres años por libro)[4] y rescatar a las escritoras comprometidas que tuvo primero en mente. Así, publica en 2017 Fire!! La historia de Zora Neale Hurston (editada por La Cúpula en nuestro país), sobre una antropóloga y escritora en el epicentro del “Renacimiento de Harlem”, y tiene previsto cerrar esta trilogía biográfica con la vida de Roser Wilder Lane, periodista y fundadora del movimiento libertario de EE UU. Se trata, al fin y al cabo, de trasladar a las viñetas la vida de mujeres extraordinarias y de hacerlo a través de setenta y dos páginas, reto impuesto por la prestigiosa editorial canadiense Drawn and Quarterly[5].

La mujer rebelde cuenta la vida de Margaret Sanger desde su infancia hasta su muerte, con las luces y las sombras (muchas en este caso) de una mujer cuya imagen y memoria sigue siendo motivo de debate en su país natal. Con todo, Bagge fue capaz de ampliar su registro temático hacia un cómic biográfico extenso, pero no quiso realizar ninguna variación en torno a un estilo de dibujo que él define como «caricaturesco, elástico, exagerado» (Bagge, 2014b)[6]. Quizá sea este el único punto de desencuentro que hallemos entre el autor estadounidense y el británico. Mientras Bagge se mantiene fiel a un estilo reconocible (lo que constituía hasta hace bien poco casi un dogma entre los dibujantes de cómic), Bryan Talbot, espoleado además por su colaboración con Mary, prefiere adaptar su estilo «dependiendo de la clase de historia que esté haciendo» (De Mercader, 2017), algo palmario en la producción conjunta con Mary, que conforma una trilogía de obras biográficas (como la que tiene prevista Bagge) integrada por La niña de sus ojos (2012), Sally Heathcote. Sufragista (2014 en la edición original) y La virgen roja (2016)[7]. En lo que a Sally Heathcote se refiere, no hablamos solo de una variación de estilo, sino de todo un cambio en la metodología de trabajo de la pareja, obligada por estar Bryan ocupado en los álbumes de Grandville, una fantasía steampunk distópica protagonizada por el tejón LeBrock, policía de Scotland Yard. La dedicación hacia esta última obra hizo que Bryan optara por realizar el decoupage y la puesta en página de la historieta a partir del guión de Mary. El dibujo final quedó a cargo del meritorio trabajo de Kate Charlesworth. El propio Bryan emplea un símil cinematográfico: «If Mary was the screenwriter, I was the director and Kate was the performer»[8] (Cooke, 2014).

Sea como fuere, las diferencias en la plasmación gráfica de las vidas de las protagonistas de Margaret y Sally saltan a la vista. El uso del color es, sin duda, una de ellas. Mientras en La mujer rebelde nos hallamos ante una historieta en color, en Sally Heathcote hay un uso más meditado de este. En la obra prima el blanco y negro, pero se han dejado ventanas abiertas al color: el pelo anaranjado de la pelirroja Sally, el color morado de Emmeline Pankhurst y la franja tricolor verde, blanca y morada adoptada por las sufragistas.

Muestra del sutil uso del color en Sally Heathcote. Sufragista.

Otra diferencia nace del estilo caricaturesco de Bagge. Un estilo que da prioridad a la acción, al showing (en términos de Friedman). Al tratarse de pequeños trozos de vida de Margaret no hay lugar para una voz narradora en primera persona. Las cartelas se limitan a señalar al inicio casi página por página la fecha y el lugar donde sucede lo narrado. Se crea un ritmo dinámico en el que el mundo interior de los personajes solo puede expresarse por medio de dos de las convenciones formales típicas de la historieta. Por un lado, podemos conocer los estados de ánimo de los personajes gracias a su gestualidad, pero sobre todo mediante el empleo de sensogramas, las imágenes que simbolizan sensaciones. Rayos, corazones y líneas de diversas formas quedan dibujados en torno a las cabezas de los protagonistas dependiendo de su estado de ánimo, algo ausente por completo en la obra de Talbot. Por otra parte, los pensamientos íntimos de Margaret están al alcance del lector gracias a los globos de pensamiento, globos característicos en forma de nube cada vez más en desuso en el medio. De hecho, Bryan Talbot prefiere adoptar las cartelas como vehículo para transcribir los recuerdos de Sally usando flashback. Así, estas mantienen, como en el caso de Bagge, la función de mostrar las coordenadas espaciotemporales de la acción en gran parte de la obra, pero en ocasiones quedan al servicio de la voz en off de nuestra protagonista. El edificio narrativo de Mary Talbot, sustentado sobre las ciento setenta páginas de su historieta, supera la sencillez de la historia lineal protagonizada por Sanger en el cómic de Bagge. La primera página nos muestra a una Sally Heathcote ya anciana en una residencia en el otoño de 1969. No volverá a aparecer hasta nueve páginas después, y todavía tardaremos otro par de páginas en darnos cuenta, por medio de la cartela con su voz en off, de que ella es la protagonista de una historia narrada en flashback hasta las páginas finales. Así pues, en el comienzo de la obra se sucederán un par de episodios dramáticos, a modo de trepidante introducción, que nos ayudarán a captar el espíritu de la historia y dejarnos arrastrar por ella. Episodios estos, como otros tantos, aunque no demasiados, en los que Talbot (narrador fundamental, en término acuñado por Groensteen) se permite reproducir escenas en las que no pudo estar presente nuestra protagonista (narradora actorializada, de nuevo Groensteen), en la casi totalidad de la historia. Puede que la clave esté en que el verdadero personaje principal de la historieta no es Sally Heathcote, sino el movimiento sufragista y su lucha por el voto de la mujer en la Inglaterra de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Frente al cómic biográfico de Margaret Sanger, heroína de múltiples virtudes, aunque egocéntrica irredimible, se descubre la tramoya talbotiana que hace que Sally Heathcote, la aparente protagonista, sea un personaje ficticio que representa de modo fiel a la mujer tipo de la clase trabajadora británica de la época[9]. Su valor no está en su testimonio como “personaje real”, sino en su función de engranaje narrativo capaz de servir de nexo entre los distintos acontecimientos de toda una época, así como en su papel de testigo de las idas y venidas de las mujeres al frente del sufragismo.

   
Ejemplo de la utilización de sensogramas en La mujer rebelde. A la derecha, uso de globos en la misma obra  

 

a la historia

Las luchas por el derecho al voto y por la planificación familiar[10] hacen que la mujer se lance a finales del XIX a la arena política y se abra una lucha por la igualdad efectiva de derechos entre hombres y mujeres que se mantiene vigente hasta nuestros días (aunque haya que hablar de distintas corrientes dentro del feminismo actual). Cabe preguntarse cuáles fueron las condiciones que posibilitaron el surgimiento de ambas luchas  en una época convulsa previa al estallido de la I Guerra Mundial, acontecimiento que marcó el inicio del “corto siglo XX” del que habló Hobsbawn, ese que termina con el colapso del sistema soviético a comienzo de la década de los noventa. Del mismo modo, se habrá de analizar cómo la propia Gran Guerra estuvo detrás del triunfo, al menos parcial, de los postulados defendidos por las mujeres inglesas y estadounidenses.

Atendiendo a la primera de las cuestiones, recurrir de nuevo al historiador británico puede servirnos para encontrar una respuesta cultural a la reivindicación política del “Votes for Women” hecha por las sufragistas británicas. Según Hobsbawn (2013: 102-119), las mujeres pudieron hacer oír sus demandas desde finales del siglo XIX en Inglaterra gracias a la presencia de una burguesía acomodada. Esta, alejada de las estrecheces económicas que acuciaban a la clase obrera, pudo volcar sus intereses en la educación y la cultura. Las mujeres burguesas pasaron, pues, a ocupar un espacio central. Estaban relevadas de la obligación de trabajar gracias a una situación económica saneada merced a las rentas de capital y contaban con la educación formal como fórmula definitiva entre las familias acaudaladas para asentar la pertenencia de grupo al incorporarse a las clases medias y altas de la sociedad inglesa. Nacía un nuevo siglo con una cifra cada vez más elevada de mujeres implicadas, no solo en la vida social y cultural burguesa, sino en actividades profesionales liberales y con una conciencia política que atravesaba de modo transversal todas las clases sociales. De hecho, frente a otras tantas revoluciones de la Edad Contemporánea, las obras de Bagge y los Talbot  nos permiten comprobar con claridad meridiana cómo detrás del sufragismo y del control de la natalidad había unos dirigentes burgueses casi tan preocupados en movilizar a la población como en recaudar fondos para su causa entre los simpatizantes adinerados (o incluso en sostener el movimiento con sus propias aportaciones económicas). Se despertaba la conciencia de género, pero se mantenía la conciencia de clase. Ese es el principal motivo de que Sanger no se uniera en EE UU al movimiento sufragista. De origen humilde, defendía su causa desde la convicción personal y el despertar de la conciencia vivido en su trabajo de enfermera en el depauperado Lower East Side neoyorquino. El Women’s Suffrage Party estadounidense parecía ignorar los problemas de las clases trabajadoras, y se llegaron a enarbolar argumentos tan peregrinos como que las mujeres, para votar, debían desterrar la suciedad, el olor y el sudor de los hombres, trabajadores, por supuesto, de los centros electorales (Choudhry, 2015). Sanger se muestra casi siempre en el cómic muy crítica con sus ricos benefactores, lo cual no es impedimento para que llegue a casarse con el millonario James “Noah” Slee, presidente de la compañía de aceite 3-in-One.

La batalla personal de la enfermera norteamericana, quien se encargó de irse enemistando con sus colaboradoras a uno y otro lado del Atlántico, choca con la vocación de movimiento de masas del sufragismo británico, con relaciones estrechas, en principio, con el Partido Laborista (implicación política que acabaría desdeñando Sanger). En Sally Heathcote. Sufragista se recogen los momentos estelares de la corriente en favor del voto femenino[11]. El cómic dedica páginas a pequeños y grandes actos de las sufragistas, agrupadas en torno a la Women’s Social and Political Union (WSPU), la principal asociación (de entre todas las surgidas en esos años, en los que hubo también   grupos de mujeres contrarias al sufragio, como la Women’s National Anti-Suffrage League, fundada en 1908). Sin embargo, Talbot tan solo hace referencia de palabra al “Domingo de las Mujeres” (junio de 1908), hito sufragista que reunió a trescientas mil manifestantes en el Hyde Park londinense. Quizá su inclusión en imágenes entorpecería la creación de uno de los clímax de la historia: el retrato del Black Friday (Viernes Negro), jornada de protestas y brutalidad policial en noviembre de 1910. Si aquel Viernes Negro en Westminster es el clímax tumultuoso de la obra, el personaje de Sally sirve para mostrarnos también otra de las acciones más atrevidas de las Young Hot Bloods, el ala más radical de la unión, alentada por el cambio de postura en la WSPU hacia acciones violentas: el atentado de febrero de 1913 contra la casa que se estaba construyendo el ministro de Economía, y futuro primer ministro, Lloyd George.

Asimismo, Sally, en su papel de doncella, sirve a la guionista para presentarnos los entresijos de la dirección de la WSPU y conocer a sus dirigentes más importantes. Sally pertenece al servicio doméstico en Manchester de Emmeline Pankhurst (1858-1928), fundadora en 1903 de una WSPU que controló con la ayuda de su hija Christabel y de la que no dudó en acabar expulsando a sus otras dos hijas: Sylvia y Adela. Talbot, más que a este drama político familiar, se acerca al drama de la ruptura de la unión con el matrimonio formado por Fred y Emmeline Pethick-Lawrence, los “Pethums”. Emmeline fue tesorera de la WSPU (con una gran labor en la recolección de fondos) y responsable, asimismo, de la elección de los colores emblemáticos de la organización: el púrpura, el blanco y el verde que tiñen de color, como se dijo, el cómic de Sally Heathcote. Como explica Talbot, se eligió el verde por la esperanza, el púrpura por la dignidad y el blanco por la pureza (también porque sus iniciales en inglés coincidían con el lema “Give Women Votes). Por último, junto a su marido, se encargó de editar y costear la publicación de la revista Votes for Women, el órgano de expresión de la WSPU.

       
Emmeline Pankhurst, Annie Kenny y Emmeline Pethick Lawrence, alrededor de 1912. A la derecha, retrato de Margaret Sanger.   

En la otra orilla del océano, una de las preocupaciones constantes de Margaret Sanger estaría en los medios para difundir sus ideas y consejos acerca del control de natalidad. Su enemigo principal sería la Ley Comstock, que impedía el comercio y circulación de literatura y objetos obscenos (entre los que habría de incluirse cualquier método contraceptivo). Los quebraderos de cabeza con la ley fueron cotidianos, y uno de ellos, a raíz de la publicación de un artículo en The Woman Rebel[12], llevó a Sanger a convertirse en prófuga y al exilio en 1914 a Londres, donde sabemos, según se ve en la historieta de Bagge, que acudió a reuniones de la Sociedad Neomalthusiana, lugar de encuentro de gente involucrada en la lucha por el control de la natalidad en Inglaterra.

En este país, como nos cuenta Mary Talbot, es donde se produjo, pero dos años antes, en 1912, la expulsión del matrimonio Pethick-Lawrence de la WPSU. La autora toma partido y muestra en Sally Heathcote su simpatía hacia la pareja, cuyos méritos no fueron suficientes para evitar su salida de la unión por su desacuerdo con la deriva violenta del movimiento sufragista (pese a lo cual, jamás dejaron de apoyar en público a Emmeline Pankhurst).

La Pankhurst estaba dispuesta a todo por la causa sufragista, y así de vehemente se mostraba en un discurso de julio de 1913: «I know that women, once convinced that they are doing what is right, that their rebellion is just, will go on, no matter what the difficulties, no matter what the dangers, so long as there is a woman alive to hold up the flag of rebellion. I would rather be a rebel than a slave, I would rather die than submit; and that is the spirit that animates this movement...»[13] (Purvis, 2002: 244).

Cuesta creer que una persona de convicciones tan firmes fuera capaz de abandonar por completo sus ideales y enrolarse a ciegas en la implicación de Inglaterra en la I Guerra Mundial desde el estallido del conflicto (algo relatado casi con estupor en Sally Heathcote). Su dedicación le hizo pedir a su (ahora) amigo Lloyd George que le permitiera viajar a la Rusia revolucionaria para intentar que el país se mantuviera en guerra con Alemania, postura contraria a la defendida por la facción bolchevique. Llegó a ir a Petrogrado en junio de 1917, pero el cariz que tomaron los acontecimientos a las puertas de octubre del mismo año desaconsejaba que una burguesa inglesa estuviera en territorio ruso hablando de las ventajas de la guerra. Lejos de lo que pudiera pensarse, la estancia de Pankhurst en Rusia fue muy llevadera, sobre todo porque era una persona muy conocida por la difusión en aquel país de la versión traducida de su autobiografía.

Al igual que a Pankhurst, la proyección pública de su personaje también ayudó a Margaret Sanger en su cruzada a favor de los métodos anticonceptivos. Es más, ambas mujeres supieron jugar muy bien la baza de la propaganda de sus reivindicaciones[14], e incluso buscaron ser detenidas para sumar adeptos. Las cosas se complicaron en el bando sufragista cuando comenzaron las huelgas de hambre, utilizadas como arma política de las presas. En un principio, la idea espontánea de declararse en huelga de hambre de Marjorie Wallace Dunlop en 1909 al denegársele el estatus de prisionera política tuvo efectos positivos. El Gobierno optó por liberarla, pero cuando el ejemplo cundió entre otras sufragistas, el Gobierno cambió de rumbo y decidió ejercer la alimentación forzosa de las huelguistas. No obstante, ante los problemas de salud de estas, todas acababan por salir tarde o temprano de prisión. Esto fue así hasta 1913. Se aprobó entonces The Cat and Mouse Act, la ley que permitía que las condenadas regresaran a sus celdas en cuanto mejoraba su estado de salud. Todo esto queda retratado en el cómic de los Talbot. La Ley del Gato y el Ratón nos ofrece de igual modo una de las escenas más logradas de la obra: el encuentro de la delegación sufragista con el primer ministro y el ministro de Economía en el número 10 de Downing Street. Durante el encuentro, única traición al realismo gráfico que rige la obra, asistimos a la metamorfosis de las mujeres en ratoncillos y de los políticos en gatos, metáfora visual exquisita sobre los desequilibrios en la balanza de poder entre unas y otros.

           
Aprobación de The Cat and Mouse Act.            Momento de la detención de Pankhurst en Londres (1914).

De regreso al fango, diremos que la huelga de hambre triunfó como herramienta de resistencia. Fue empleada desde los tiempos sufragistas en numerosas ocasiones, y fue responsable, curiosamente, de uno de los enfados de Margaret Sanger con su hermana y fiel colaboradora, Ethel. Esta se convirtió en 1917, tras su arresto en la clínica de control de natalidad, en la primera presa en realizar una huelga de hambre en suelo estadounidense. También tuvo el discutible honor de ser la primera presa alimentada a la fuerza en territorio norteamericano. Su decisión ayudó aún más al movimiento que dirigía Margaret. Lo que al parecer no le agradó tanto, fue saber que su hermana alcanzaba cotas de popularidad superiores a las suyas propias.

En cualquier caso, ambas causas, sufragismo y control de la natalidad estaban en su apogeo en el momento del triunfo de la Revolución Rusa. Las victorias parciales, tanto de una como de otra, se explican no tanto por el triunfo del comunismo en Rusia, sino por el desarrollo de la I Guerra Mundial. La  llamada a filas de la población masculina provocó que las mujeres comenzaran a tener un mayor protagonismo público. Ya no hubo marcha atrás. En Inglaterra se aprobó la Ley de Representación del Pueblo en 1918. Se permitió el voto de esposas de propietarios de una vivienda, de mujeres propietarias y de universitarias con más de treinta años. Una década después, la Ley de Representación del Pueblo concedía el sufragio universal a las mujeres a partir de los veintiún años de edad. Finalmente, la edad del voto se rebajaría a los dieciocho años en 1969, año en el que comienza y concluye Sally Heathcote. Sufragista. Sally dejó su juventud por defender una causa justa, pero cuando le dice a su nieta que va a poder votar a los dieciocho años, recibe como respuesta: «Oh, no creo que me moleste, abuela» (Talbot, Charlesworth y Talbot, 2015: 170). Ya lo dijo el poeta: «Tristes guerras / si no es amor la empresa».

En lo que a Sanger respecta, la guerra le permitió obtener la satisfacción moral de ver cómo su manual de métodos anticonceptivos, Family Limitation, publicado clandestinamente poco antes de huir a Inglaterra en 1914, se convirtió en lectura “legal” para los soldados norteamericanos en Europa por la preocupación ante el aumento de embarazos no deseados y enfermedades venéreas entre las tropas. Sanger continuó estando en el candelero hasta su muerte. Basta echar un vistazo al cómic de Bagge para darse cuenta de que se mezclaron campañas, proyección internacional y homenajes merecidos con otras actuaciones no tan honorables y provocadas, puede ser, por un gusto excesivo por aparecer en los medios. Con todo, nuestra protagonista aún tuvo tiempo de propiciar en 1953 el encuentro entre Katherine McCormick y Gregory Goodwin Pincus. Los fondos que inyectó la primera en las investigaciones del doctor Pincus permitieron que en 1961 se pusiera a disposición de todas las estadounidenses la píldora anticonceptiva, capaz de otorgar por fin a la mujer el control total sobre la reproducción. Sanger creía sin fisuras en el control de la natalidad (otra cuestión bien distinta sería el aborto), y entendía que estaba detrás de los grandes problemas de la humanidad: «Overpopulation, poverty, and war could be prevented […] Anyone who has a free mind and the welfare of the nation at heart will recognize that one single principle should stand first and foremost in solving of these problems, which is birth control»[15] (Cox,  2005: 108).

Las rebeliones de sufragistas y Margaret Sanger constituyeron pasos de gigante en la búsqueda real de igualdad entre hombres y mujeres. Sin embargo, aunque hayamos entrado en una nueva centuria,  la desigualdad entre sexos pervive y se pone el acento en la falta de visibilidad de la mujer en todos los ámbitos. El mundo del cómic no es ajeno a estas tensiones, más aún cuando está asociado tradicionalmente a profesionales y público masculinos. El Collectif de Créatrices de Bande Dessinée Contre le Sexisme, hermanado con el Colectivo de Autoras de Cómic de nuestro país, nos lo ha recordado en tiempos recientes al desatarse la polémica por la falta de mujeres entre las nominadas en los premios de la edición de 2016 del Festival Internacional de la Historieta de Angulema. Debemos desenmascarar las desigualdades y combatir el intento de perpetuar y fijar estereotipos que llevan a pensar a la poeta inglesa Megan Beech que «I live in a world,/ where little girls are only shown role-models/ that teach a woman’s role is model, or mother,/ footballer’s wife or lover, insignificant other»[16] (Beech, 2013: 40-41). A esta imagen de la mujer debe oponerse la definición propuesta por la escritora y activista Chimamanda Ngozi Adichie para la palabra “feminista” en el mundo actual: «todo aquel hombre o mujer que dice: “Sí, hay un problema con la situación de género hoy en día y tenemos que solucionarlo, tenemos que mejorar las cosas”» (Chimamanda, 2015: 55).

 

BIBLIOGRAFÍA:

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NOTAS

[1]  «Hay mucha gente que va a estar cuestionándote a ti y lo que creas sobre una persona [real/conocida]». (Traducción del autor).

[2]  Este artículo se ha centrado en dos ejemplos de luchas contemporáneas de la Revolución Rusa, pero hay obras de gran calidad sobre otras tantas mujeres luchadoras (y revolucionarias), ya sea en el terreno político, como la Olympe de Gouges, de Muller y Bocquet, autora de la “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana” en 1791, ya sea en el terreno científico, como sucede en las vidas de científicas plasmadas con guión de Jim Ottaviani en Dignifying Science. Stories About Women Scientists, o en los campos más diversos de los retratos sobre mujeres (contemporáneas en su mayoría) de los dos tomos de Valerosas. Mujeres que solo hacen lo que ellas quieren, de Pénélope Bagieu. A estos títulos habría que sumar el irónico recorrido que hace Jacky Fleming sobre el papel de las mujeres a lo largo de la historia en El problema de las mujeres.

[3] «Ella gozaba de un mayor reconocimiento que las otras posibles candidatas que tenía en mente. Además, tuvo una vida apasionante, y ¡el hecho de que cambiara el curso de la humanidad también fue un factor importante!». (Traducción del autor).

[4] Tiempo más que necesario a tenor de la profusa labor de documentación, algo compartido también con el cómic de los Talbot. Se debe valorar, asimismo, el esfuerzo de síntesis en la traslación de tan ingente información a las viñetas. Los avatares biográficos de las principales sufragistas y de Sanger fueron tantos que en ambos cómics se ha optado por añadir, además de las principales fuentes consultadas, explicaciones sobre hechos, objetos y personas según van apareciendo a lo largo de las páginas de la obra. El tiempo nos dirá si se extiende y se generaliza o no esta tendencia a las anotaciones paratextuales tan exhaustivas.

[5] La limitación en el número de páginas en setenta y dos le pareció bien a Bagge en un principio:  «I agreed, assuming at the time that would be plenty. I soon realized it could’ve been a thousand pages long! But I felt I captured the gist of her life well enough in seventy-two» (Parker, 2015: 145) [«Acepté porque daba por descontado entonces que serían demasiadas. Pronto me di cuenta de que [el cómic] podría haber tenido mil páginas. Pero creo que logré captar suficientemente bien la esencia de su vida en setenta y dos». (Traducción del autor)]. Sin embargo, la extensión acabó condicionando el diseño de la obra, basada en episodios de la vida de Sanger recogidos (con excepciones) cada uno en una página. De hecho, la acumulación de fragmentos de vida de la activista ralentiza la fluidez en la lectura de la obra.

[6] «Many people have also said the idea of a bio comic drawn by the likes of me is unlikely, but then the way I draw is the way I draw, so there’s little I can do about that. I also like the way I draw. If I didn’t, my art style would have evolved very differently, obviously. It allows me to tell a story and express emotions that suit my purposes to a tee» (Parker, 2015:146-147) [«Mucha gente ha dicho también que la idea de un cómic biográfico dibujado a mi manera no es muy prometedora, pero al final mi estilo de dibujo es mi estilo de dibujo, así que hay poco que pueda hacer sobre eso. A mí me gusta cómo dibujo. Si no me gustara, mi estilo habría evolucionado, como es obvio, de un modo diferente. [Mi estilo] Me permite contar una historia y expresar emociones de un modo que encaja perfectamente con lo que pretendo hacer». (Traducción del autor)].

[7] La mujer de Talbot, Mary, una vez retirada de la Universidad de Sunderland, donde forjó su reputación como experta en el análisis del discurso, ha ejercido de guionista en los tres títulos (en la actualidad trabajan en otro, Rain, de temática medioambiental). La niña de sus ojos, en el que se entrelazaba la propia biografía de la autora con la de Lucia, la hija de James Joyce, para explicar, entre otras muchas cosas, las complicadas relaciones entre padres e hijos, recibió el Premio Costa de Biografía en 2012. Sally Heathcote. Sufragista recibió, por su parte, el premio a la mejor novela gráfica del año, otorgado por el Gremio de Libreros de Madrid.

[8] «Si Mary fue la guionista, yo fui el director y Kate fue la intérprete». (Traducción del autor).

[9] De hecho, como apostilla Mary Talbot en las anotaciones sobre su obra, después de haber elegido el nombre y profesión de la protagonista, encontró la recensión de una novela, Suffragette Sally, escrita en 1911 por Gertrude Colmore, en la que Sally, como era habitual entre las mujeres sin medios de la época, se dedicaba al servicio doméstico, como la Heathcote del cómic. 

[10] El término “planificación familiar” fue propuesto en 1939 por la American Birth Control League (Liga Estadounidense para el Control de la Natalidad) en sustitución, precisamente, del de “control de la natalidad”. La medida, tal y como aparece en La mujer rebelde, salió adelante a pesar de la opinión contraria de Sanger.

[11] Asunto que ya se había debatido en el Parlamento de Westminster en 1865 a petición (respaldada por más de mil quinientas firmas) del filósofo (y miembro del Parlamento) John Stuart Mill.

[12] Así pues, el título de la obra de Bagge está tomado de esta publicación mensual de ocho páginas que sacó a la luz Sanger en 1914.

[13] «Sé que las mujeres, desde el momento en que estén convencidas de que están haciendo lo correcto, de que su rebelión es justa, seguirán con ella, sin importar las dificultades, sin importar los peligros, mientras haya una mujer viva que pueda sostener la bandera de la rebelión. Prefiero ser una rebelde a una esclava. Prefiero morir a rendirme, y ese es el espíritu que inspira a este movimiento...». (Traducción del autor).

[14] En el caso del sufragismo, se contó, además, con toda una gama de productos relacionados con la WSPU en venta para poder captar fondos para la causa, desde insignias hasta juegos de mesa (como el “Panko”).

[15] «Sobrepoblación, pobreza, y guerra podrían evitarse. Cualquiera que tenga una mente libre de prejuicios y el bienestar de la nación en su corazón admitirá que un solo principio debería anteponerse a todos los demás al resolver estos problemas, el del control de la natalidad». (Traducción del autor).

[16] «Vivo en un mundo,/  donde a las niñas solo se les muestran modelos a seguir/ que enseñan que el papel de una mujer es el de modelo, o madre,/ o mujer de futbolista, o amante,/ alguien insignificante». (Traducción del autor).

Creación de la ficha (2017): Julio Santamaría · Revisión de Manuel Barrero y Alejandro Capelo.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Julio Santamaría (2017): "Rebeliones reveladas. Cómics sobre la lucha por los derechos de la mujer", en Tebeosfera, tercera época, 5 (21-XII-2017). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 19/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/rebeliones_reveladas._comics_sobre_la_lucha_por_los_derechos_de_la_mujer.html