El artículo analiza la celebración de la Diada Nacional catalana, el 11 de septiembre, desde sus orígenes en 1886, con un funeral por los muertos en el sitio de Barcelona de 1714, hasta 1908, con la ritualización asumida de la ofrenda floral al monumento a Rafael Casanova. Lo que inicialmente fue una conmemoración nostálgica y limitada a un núcleo reducido se convirtió a partir de 1890 en un acto reivindicativo aceptado por todos los sectores del catalanismo. Destaca el rápido proceso de divulgación y arraigo que, superando las limitaciones partidistas, consiguió expandirse por toda Cataluña pese a la oposición gubernamental.
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