“Ni siquiera los traficantes de drogas pueden esconderse del coronavirus”: lecciones para la lucha contra el crimen organizado en América Latina

La avenida Juarez durante la reducción de movilidad por el estado de emergencia sanitaria por COVID-19 en Ciudad de México (6/4/2020). Foto EneasMX (Wikimedia Commons / CC BY-SA 4.0)

Tema1

El crimen organizado se ha erigido en América Latina como un gendarme implacable en los territorios que controla para asegurar el confinamiento de la población y de esta forma contener el contagio, haciendo cumplir estrictamente con los decretos adoptados por los gobiernos de la región.

Resumen

Hasta hace muy poco costaba trabajo imaginar a guerrilleros, exguerrilleros, paramilitares y bandas criminales organizadas colombianas seguir las directivas del gobierno colombiano. Y no sólo ellos: con el mismo empeño y bajo la misma intención, las bandas criminales brasileñas, las maras centroamericanas y los cárteles mexicanos han procedido de la misma manera. En los territorios que controlan, donde proporcionan servicios a la población y establecen sus propias leyes y justicia, también han impuesto toques de queda para que la población se mantenga en sus casas, si bien sus campañas son mucho más expeditivas que las gubernamentales. Como no podía ser de otra manera, de acuerdo con su naturaleza criminal, sus mensajes se basan en la coacción y en la amenaza. Todas las organizaciones de la región coinciden en un mensaje, muy similar a este: “te quedas en casa o mueres”.

El objetivo de este análisis es poner de manifiesto que esta reacción del crimen organizado ante la pandemia revela una característica esencial para entender su desarrollo y posibilidades de fortalecimiento: su dependencia del Estado, de la sociedad y del orden formal y legal, en general. Tanto es así que, si estos actores se paran, tal y como ocurre en estos momentos, el crimen organizado también lo hace, como está ocurriendo ahora.

Por eso, sólo aparentemente resulta contradictorio que las bandas criminales estén empeñadas en el riguroso cumplimiento de los decretos de aislamiento y confinamiento decretados por los gobiernos de la región. Esta reacción del mundo criminal ante la pandemia ha de ser una lección aprendida que convendría incorporar al diseño de las políticas públicas contra el crimen organizado. Las políticas predominantes centran su actuación en la persecución de los criminales, pero considerando la dependencia hacia la sociedad y el Estado –como ha evidenciado esta pandemia– además convendría lograr que ni los representantes estatales, ni determinados sectores de la sociedad acabaran siendo cómplices de los criminales. En la medida en que la corrupción es la herramienta más eficiente del mundo criminal para lograr el apoyo estatal y social, las políticas anticorrupción y la cultura legal podrían ser potentes instrumentos para, cuanto menos, controlar el desarrollo de estas bandas criminales, ya que se restringirían las posibilidades de presencia y complicidad de los actores legales.

Análisis

Introducción

Además de la tragedia humana, económica y social que significa esta pandemia, al mismo tiempo es un laboratorio que nunca se había dado para cualquier ciencia y disciplina. Cabe desear que no se repita, pero también que aprendamos todo lo que esta coyuntura está revelando en una situación tan anormal como la actual. Pensar en un mundo global parado era algo inimaginable, pero, por excepcional que sea, nos permite contemplar debilidades sistémicas tanto globales como nacionales. El mundo criminal no es una excepción, pues también esta crisis permite caracterizarlo mejor, lo que ayudara también a luchar contra la amenaza de manera más eficaz.

El objeto de esta reflexión es caracterizar la amenaza del crimen organizado a través de la crisis del COVID-19. Las reacciones similares que está teniendo este actor en América Latina ponen de manifiesto su dependencia de Estados, los ciudadanos, el sector público y el privado, así como del mundo legal y formal. De hecho, sus posibilidades de desarrollo dependen de su grado de inserción y presencia social, pues esto permite ampliar sus márgenes de maniobra y en consecuencia su desarrollo. En otras palabras, el pulso del crimen organizado depende del pulso de la sociedad y, en este momento, el mundo global y el nacional se encuentran parados, en buena lógica de igual manera. Estas redes criminales tienen una gran capacidad de adaptación y diversificación, pero mientras el tránsito comercial esté paralizado y los ciudadanos encerrados, de acuerdo con la dependencia afirmada, sus opciones son prácticamente nulas.

Pese a su capacidad de diversificación, no parecen muy viables otras opciones de negocios si no hay demanda. Si para las empresas legales no hay negocio sin sociedad, lo mismo ocurre para las ilegales, como el crimen organizado. Sin embargo, la naturaleza ilícita de sus actividades les hace más dependientes de la protección estatal y el apoyo social.

Para lograr esta complicidad, la corrupción y la tolerancia son las herramientas más eficaces. A mayores niveles de corrupción estatal y mayor tolerancia social hacia ésta, mayores son las posibilidades de protección e impunidad, elementos imprescindibles cuando las actividades son ilegales.

Toque de queda y amenazas de muerte para asegurar el estricto cumplimiento del aislamiento social

Teniendo presente esta dependencia es posible entender el esfuerzo de estas bandas por imponer el confinamiento de la sociedad. Su reacción en relación con el celoso cumplimiento de estos decretos indica que son plenamente conscientes de la necesidad de superar esta coyuntura. La superación de la pandemia significa tener asegurado el mercado nacional e internacional, la apertura de fronteras, de servicios de transporte terrestre, aéreo y marítimo, de los sistemas financieros, de la estabilidad y el orden que proporcionan las fuerzas de seguridad, de la libre circulación de personas y mercancías y, en definitiva, del funcionamiento de la sociedad.

Por todo ello, es posible detectar una reacción muy similar en las diferentes organizaciones latinoamericanas, pese a la diferencia de contexto, estructuras, formas de organización o tamaño… Todos estos factores tendrán una incidencia en el impacto que genere el coronavirus, pero al margen de su particular configuración o actividades, todas han mostrado un empeño en asegurar el confinamiento de la población. Así lo expresan los panfletos que circulan por multitud de pueblos o barrios colombianos, centroamericanos, mexicanos o brasileños.

En Colombia todas las organizaciones guerrilleras y criminales, implicadas en actividades de tráficos ilícitos, han mostrado esa preocupación y han recurrido a todos los medios posibles de comunicación para transmitir el mismo mensaje. El panfleto que se muestra en la Figura 1 es muy ilustrativo:

Figura 1. Ejemplo de aviso de una organización guerrillera o criminal, Colombia
Figura 1. Ejemplo de aviso de una organización guerrillera o criminal, Colombia

En este caso es un folleto de las llamadas Guerrillas Unidas del Pacífico, localizadas en el Departamento de Nariño, uno de los departamentos con más hectáreas cultivadas de coca y fronteriza con Ecuador. Como se aprecia en la Figura 1, al igual que en la mayoría de los casos, junto a las recomendaciones siempre figura la amenaza: “A todo hijo de puta que habrá (sic) negocios de bebidas, billares, discoteca, juegos de naipe, domino, parque y bingo se atengan a las consecuencias. ¿No estamos jugando”.

El Ejército de Liberación Nacional (ELN) ha sido igualmente explícito y repite la amenaza de muerte, en pintadas en las paredes de casas:

Figura 2. Pintada del ELN
Figura 2. Pintada del ELN

Pero estos son sólo un par de ejemplos. A lo largo de todo el país, excombatientes, guerrillas, paramilitares y bandas criminales, como el Clan del Golfo, han emitido y patrullado con mensajes muy similares a los citados.2

Las principales organizaciones salvadoreñas han consensuado contribuir a las medidas de confinamiento. Los miembros de cada organización han recibido el mensaje de intentar transmitir el mensaje de buenas maneras, pero no dudan en recurrir a la amenaza; según un líder: “Lo que se les ha dicho a los palabreros (líderes locales) es que concientizaran a su gente de buena manera primeramente y, si no entienden por las buenas, hay que ponerles la foto. El salvadoreño se caracteriza por entender a las malas. Cada clica sabe que primero se les dice a las buenas y luego ya no van a ser palabras las que se van a usar”.3

Los cárteles mexicanos advierten que el toque de queda impuesto no es un juego. En Sinaloa, “Los Chapitos”, los hijos del Chapo Guzmán, han ordenado patrullajes para asegurar que se respete. En caso contrario son detenidos, reciben castigos físicos y han de pagar una multa.4

En Brasil las medidas de confinamiento se transmiten de igual manera a iniciativa de las bandas criminales, bajo la advertencia, primero, y la amenaza después, como ocurre en Rio de Janeiro. En Ciudad de Dios, una de las favelas más grandes de la ciudad, a través de megafonía se transmite a la población el siguiente mensaje: “Estamos imponiendo un toque de queda, porque nadie se lo está tomando en serio… quien quiera que este en la calle recibirá un correctivo y servirá de ejemplo”.5

Estos testimonios pretenden poner de manifiesto la importancia que tiene, también para el crimen organizado, el final de esta pandemia, hasta el punto de erigirse en “guardianes” del confinamiento impuesto por los gobiernos, a través incluso de toques de queda que ellos mismos han impuesto.

No hay alternativas para el crimen organizado sin el Estado y la sociedad

Al igual que para el mundo legal, para el ilegal la solución pasa por reanudar el funcionamiento de la sociedad. Esta convicción, más allá del intento de buscar formas alternativas para seguir lucrándose en esta situación tan anómala, es lo que explica la imposición en “sus” territorios de las restricciones de movimiento impuestas por los gobiernos de la región.

El principal negocio de las redes criminales son los tráficos ilícitos, pero si no hay transporte, se han cerrado las fronteras y la población está confinada en sus casas, es mucho más difícil llegar hasta el consumidor. Todos los expertos coinciden en señalar la capacidad, más que demostrada, de adaptación y de diversificación de actividades de la que es capaz el crimen organizado, pero en la medida que continúan dependiendo de la demanda y del funcionamiento del mercado, tampoco están garantizadas las mismas ganancias y de manera sostenible.

Los especialistas advierten de la búsqueda de otros mercados por parte de estas redes para compensar las importantes pérdidas que están teniendo. Sin embargo, mientras sea preciso transporte para la distribución y acceder al consumidor todo queda frustrado o, en el mejor de los casos, reducido de manera drástica. Algunas fuentes insisten en la minería ilegal o en las redes de prostitución como mercados alternativos, pero de nuevo son mercancías o servicios que exigen llegar al mercado. También se ha apuntado a las potenciales ganancias de comercializar productos asociados a la protección ante el contagio del virus o a su supuesta curación, como mascarillas, test o medicamentos.6 Así lo ha denunciado Interpol y se han realizado robos de estas mercancías en México, Brasil, Centroamérica y Perú. Sin embargo, no parece muy prometedor y rentable este nicho de mercado cuando la demanda mundial se está realizando en el mercado legal, abastecido fundamentalmente por China y adquirido por las autoridades de los países demandantes, que en muchos casos se encargan de transportarlas hasta sus respectivos Estados. Si a eso se suma que cada vez va llegando más material, aunque sea lentamente, a todos los sitios y que además los gobiernos están tasando los precios de estas mercancías para evitar la especulación, los márgenes de ganancias serán aún menores. Otra opción son las ventas desde la Dark Web, pero la desconfianza de potenciales clientes, por varios motivos, inhiben a muchos a realizar dichas compras.

Sin duda, como se ha dicho, la capacidad de adaptación del mundo criminal está más que probada, pero la paralización y bloqueo que experimenta en este momento nos permite comprobar de manera más evidente sus debilidades. Esta debilidad no depende tanto de la mayor o menor presencia de las fuerzas policiales y militares en la calle, sino de su dependencia del Estado y de la sociedad. Sin embargo, las políticas contra el crimen organizado no contemplan medidas que reduzcan la tolerancia a la corrupción para cerrar la vía fundamental de esta interacción entre el crimen organizado y el Estado y la sociedad.

Conclusiones

Las reflexiones expresadas no pretenden afirmar la desaparición con la pandemia del crimen organizado, ni tampoco que no tenga actividad ni que haya dejado de ser una amenaza. Muy al contrario, considerando sus relaciones con determinados ámbitos de las administraciones estatales, su participación en la economía tanto legal como ilegal y su apoyo social sin duda ha de ser calificado como un poderoso actor en la región. De ahí que sea imprescindible caracterizar esta amenaza para poder formular respuestas estatales más certeras.

Este momento de crisis inédita nos permite comprobar su importante nivel de dependencia con la sociedad y por ello también dónde radica su fortaleza o, en este momento, su debilidad. En esta relación se encuentra la clave, de ahí que lo determinante no sea si hay más o menos policías y militares en la calle, lo que explica el descenso generalizado de la criminalidad en la región. El problema es más complejo.

En efecto, el inédito marcado descenso en los homicidios en todos los países de la región no es porque estén patrullando las ciudades latinoamericanas muchos más policías y militares y tampoco porque haya más control en las fronteras, sino porque la sociedad y el comercio se han parado. Otros autores han hecho el planteamiento contrario, consideran que los esfuerzos del Estado están concentrados en el control de la pandemia y, en consecuencia, que este es el mejor momento para operar ya que la persecución del crimen organizado ha pasado a un segundo plano. Sin embargo, el poder del crimen organizado y sus márgenes de actuación no dependen de si hay mucha o poca vigilancia o más o menos presión del Estado. En realidad, dependen de su interacción con el Estado, de acuerdo con los niveles de corrupción existentes, y del funcionamiento estable, ordenado y normalizado de las sociedades y del mundo global.

La importancia otorgada al apoyo social por el crimen organizado desde el inicio de la pandemia se manifiesta en las decisiones adoptadas, como la suspensión de las extorsiones a los pequeños comercios y al transporte o el reparto de bolsas de comida a la población. La prueba de este apoyo son las declaraciones del presidente mexicano, Andrés López Obrador, quien con la intención de deslegitimar estas actuaciones ha manifestado que los cárteles “no ayudan repartiendo comidas…, mejor bájenle”, en referencia a la violencia.7 Esta declaración no deja de ser una muestra de preocupación por la “suplantación” del Estado por el crimen organizado, como ya ocurre en muchas áreas del país.

Estas actuaciones no son nuevas y hay una permanente búsqueda de apoyo que demuestra la importancia otorgada a la relación con la sociedad. Las bandas criminales llegan a ser consideradas como una figura benefactora para muchos ciudadanos, ya que inyectan dinero en sus economías e incluso apoyan sus aficiones, al financiar, por ejemplo, el club de futbol de su ciudad,8 como en el caso del Triángulo Norte. En última instancia, proporcionan a la población servicios que el Estado, por su ineficiencia, no es capaz de lograr.

Esta ineficacia se explica en buena parte por los niveles de corrupción existentes y precisamente por la penetración del crimen organizado en las estructuras del Estado. Es preciso tener presente que, en ocasiones, no es posible establecer una clara diferencia entre crimen organizado y determinadas agencias o grupos de funcionarios. La corrupción les proporciona protección e impunidad para realizar sus actividades, de ahí que cuanto mayor el grado de corrupción mayores serán las posibilidades de desarrollar estas actividades ilegales. El mejor escenario posible es establecer relación con un Estado que sea suficientemente fuerte para poder realizar sus negocios, lo que exige orden, estabilidad, infraestructuras y sistemas financieros pero que sea, al mismo tiempo, lo suficientemente débil y corruptible para que estas redes puedan contar con su complicidad y en consecuencia actuar con impunidad, lo que abre muchas posibilidades de desarrollarse. Este es el perfil de Estado dominante en la región, pese a las diferencias existentes, y lo que explicaría el poder logrado por dichas redes.

En otras palabras, que este sea un momento de gran debilidad para el crimen organizado, como se plantea en estas páginas, no significa bajar la guardia cuando se supere la crisis, pues recuperarán su poderío y alcance global. Se trata de aprender de esta coyuntura. La principal lección es su dependencia de la sociedad y del Estado y, en consecuencia, convendría replantearse las políticas contra el crimen organizado que focalizan sus esfuerzos fundamentalmente en la persecución y en la represión. Este es un componente necesario, pero mientras haya espacios para corromper a los funcionarios del Estado y para que los ciudadanos sean tolerantes con la corrupción tendrán apoyo social y, por tanto, será posible su recomposición y crecimiento. De ahí que todo indica que es preciso incorporar, como componentes esenciales de estas políticas, la lucha contra la corrupción en el Estado y el fortalecimiento de la cultura de la legalidad ciudadana. Parece mucho más eficiente combatir la corrupción y lograr el rechazo de la sociedad a actuaciones ilegales, ya que mediante estas medidas es posible reducir el espacio de interacción que es la principal fuerza que alimenta al crimen organizado.


1 La frase “Ni siquiera los traficantes de drogas pueden esconderse del coronavirus” está referenciada en el artículo “El coronavirus asesta un duro golpe al narco, “Los capos de los cárteles se están viniendo abajo”, El Blog del Narco, 21/IV/2020.

2 Jorge Cantillo (2020), “Paradoja del coronavirus en Colombia: los grupos criminales entraron en tregua y amenazan de muerte a quien incumpla la cuarentena”, Infobae, 12/IV/2020.

3 Carlos Martínez, Óscar Martínez y Efren Lemus (2020), “Pandillas amenazan a quien incumpla la cuarentena”, El Faro, 31/III/2020.

4 “Chapitos” levantan y tablean a los que no respetan el toque de queda en Sinaloa”, El Clarinete, 17/IV/2020.

5 “El coronavirus crece en Brasil y las favelas están tomando medidas propias”, El cronista, 3/IV/2020.

6 Maria Alejandra Navarrete (2020), “Robo de implementos médicos crece en Latinoamérica por coronavirus”, InSight Crime, 22/IV/2020.

7 “López Obrador confirma que crimen organizado ha entregado despensas en varios estados”, El Universal, 20/IV/2020.

8 Steven Dudley (2014), “Cómo un buen equipo de fútbol da a los criminales el espacio para operar”, InSight Crime, 15/V/2014.

La avenida Juarez durante la reducción de movilidad por el estado de emergencia sanitaria por COVID-19 en Ciudad de México (6/4/2020). Foto EneasMX (Wikimedia Commons / CC BY-SA 4.0)