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El español, lengua global. La economía

Capítulo 2: Cartografía del español en el mundo

Francisco Moreno Fernández y Jaime Otero Roth

2.1. Introducción

El español es, a principios del siglo xxi, el tercer idioma más hablado del mundo, con más de 400 millones de hablantes repartidos principalmente por una veintena de países. Este trabajo se propone estimar con la mayor precisión posible las dimensiones demográficas de la comunidad de hispanohablantes y su distribución geográfica. El peso demográfico del español y su difusión internacional han puesto de relieve las implicaciones políticas y económicas de pertenecer a una gran comunidad lingüística. De las tendencias futuras de la demolingüística se derivan consecuencias que van más allá de los sectores de actividad directamente relacionados con el idioma, como la educación, las industrias culturales o los medios de comunicación, y que tienen que ver con las posibilidades de cooperación económica y cultural que ofrece a sus hablantes el hecho de compartir una misma lengua.

El número preciso de hablantes de una lengua no ha sido siempre una preocupación prioritaria para la lingüística o las ciencias sociales, que habitualmente se han conformado con cifras aproximadas basadas en datos nacionales de población. Sin embargo, sabemos que los Estados que forman la comunidad internacional no son, en su inmensa mayoría, lingüísticamente homogéneos. Incluso en aquellos países donde existe un régimen de monolingüismo formalmente establecido por las leyes, es corriente encontrar distintas lenguas y dialectos en convivencia, hablados en grados variables de multilingüismo por los diferentes grupos o sectores de la sociedad. Además, las lenguas son sistemas vivos sometidos a cambios constantes, de carácter interno, derivados de su propia estructura, y de carácter externo, debidos a la influencia de lenguas vecinas y a los cambios culturales que toda sociedad experimenta. Los movimientos internacionales de población, que llegaron a ser masivos en el siglo xx, no cesan de transferir hablantes de unos a otros países, añadiendo complejidad al panorama demolingüístico internacional.

Cualquier intento de determinar con cierta exactitud el número de hablantes de una lengua debe tener en cuenta esta complejidad y obliga a establecer algunas convenciones sobre el objeto del recuento —qué es un hablante, qué es una lengua—. Estas consideraciones metodológicas previas serán objeto del primer apartado de este trabajo. En el segundo apartado se caracteriza la lengua española, en sus principales rasgos internos y externos, como una lengua internacional. El tercer apartado sitúa al español en el panorama internacional de las lenguas con fines comparativos. El cuarto apartado aborda la demolingüística del mundo hispánico: el recuento de hablantes de español en aquellos países donde el español es la lengua oficial. En el quinto se estima el número de hablantes de español en otros países. Una recapitulación de cifras y unas conclusiones finales sobre las tendencias previsibles cierran el estudio.

Este ensayo se basa en gran parte en publicaciones anteriores de los mismos autores y forma con ellos una línea de trabajo que en cada entrega ha intentado aportar algo nuevo: la actualización de los datos y algún perfeccionamiento metodológico en las sucesivas Demografías del español y la representación por medio de mapas y gráficos de la distribución geográfica de sus hablantes en el Atlas de la lengua española en el mundo. La cartografía del español reconoce el hecho de que el estudio de la demolingüística requiere una mirada detenida a la geografía humana del español.

2.2. Algunas consideraciones metodológicas

Contar hablantes de una lengua no es tarea sencilla dado que no existen estadísticas precisas sobre el conocimiento y uso de idiomas en todos los países del mundo. Muchos censos nacionales, pero no todos, recogen datos de las lenguas habladas en los hogares, lo que ofrece un cuadro bastante aproximado de la realidad lingüística, que se puede completar con informaciones étnicas, de movimientos de población, etc. Cualquier recuento de hablantes deberá tener en cuenta, además, que son frecuentes las situaciones de plurilingüismo, en las que un mismo individuo puede conocer varias lenguas y usarlas cotidianamente en diferentes contextos. Por añadidura, la realidad compleja y cambiante de las lenguas hace que a menudo no exista consenso entre los propios estudiosos sobre la caracterización de determinadas variantes lingüísticas como pertenecientes a una misma lengua.

La demografía de la lengua española requiere, por lo tanto, convenir de una forma previa qué se entiende por «hablante de lengua española». Como «lengua española» se consideran aquí todas sus variedades dialectales —europeas, americanas y africanas— incluyendo también las hablas criollas de base hispánica, así como las variedades judeo-españolas distribuidas por varios lugares del mundo. No está de más insistir en que la lengua española tiene un carácter de koiné y que se caracteriza por su homogeneidad lingüística, especialmente en los niveles más cultos, sin perder de vista que aglutina variedades geolingüísticas y sociolingüísticas diversas.

En cuanto al concepto de hablante, ha sido frecuente, en la valoración cuantitativa de las situaciones plurilingües, el manejo del concepto de Grupo de Lengua Materna, que Jean Dubois definió así en su Diccionario de lingüística (1979):

En las situaciones plurilingües, se llama grupo de lengua materna (GLM) al conjunto de individuos para quienes una de las lenguas dadas es el idioma empleado por la madre en sus relaciones con el niño. Cuando una comunidad lingüística está compuesta por dos GLM de la misma importancia, se da generalmente el mismo porcentaje de bilingües en ambos.

Sin embargo, son muchas las dificultades que surgen en la práctica de una demolingüística basada en el concepto de lengua materna por cuanto no siempre resulta fácil conocer cómo ha sido el proceso de adquisición de la lengua en los hablantes que están siendo objeto de la cuantificación. En este trabajo se ha optado no tanto por el modo de adquisición de la lengua como criterio para definir al hablante sino por la capacidad de los hablantes de usar una lengua con un nivel de dominio determinado. Así, hablante nativo sería, siguiendo el Diccionario de sociolingüística de Joan Swann et ál., aquel que adquiere una lengua determinada de una forma natural entre su nacimiento y la primera infancia, principalmente en interacción con la familia y con los miembros de su comunidad y, en menor medida, a través de la escuela. Dominio de una lengua sería la capacidad de usar la lengua de una manera apropiada en su forma y adecuada al contexto comunicativo. Esa capacidad se manifiesta en niveles diferentes por los que discurre el proceso de aprendizaje lingüístico.

Utilizando como base los conceptos anteriores, este recuento de los hablantes de lengua española se realiza en tres niveles, que podrían representarse por medio de tres círculos de expansión consecutiva. La posición del círculo representa el carácter más o menos cardinal o fundamental de la lengua española en el repertorio comunicativo de un hablante o de un conjunto de hablantes.

El primer círculo —o círculo nuclear— correspondería a los hablantes que constituyen el Grupo de Dominio Nativo (GDN) del español; el segundo círculo corresponde al Grupo de Competencia Limitada (GCL) en español. El tercer círculo —o círculo periférico— corresponde al Grupo de Aprendices de Lengua Extranjera (GALE), es decir, de español como lengua extranjera. De este modo, la comunidad lingüística de los usuarios potenciales (GUP) de la lengua española estaría constituida esencialmente por los miembros de un GDN, al que se sumarían los miembros del GCL y del GALE, tal y como se recoge en esta formulación: GUP = GDN + (GCL + GALE).

El Grupo de Dominio Nativo (GDN) es el conjunto de individuos cuya capacidad de usar una lengua determinada se corresponde con —o se aproxima a— la de aquellos que la adquieren desde la infancia, en interacción con su familia, con los miembros de una comunidad o a través de la escuela. Los componentes del GDN de una lengua pueden tener una lengua materna diferente, dado que el concepto se refiere a la capacidad de interactuar como hablante nativo de una lengua o con hablantes nativos de esa lengua y de ser considerados miembros de la comunidad idiomática de la lengua en cuestión. Ejemplos en el ámbito hispanohablante serían los hablantes de español como lengua materna, los hablantes de español como lengua principal y los hablantes bilingües en comunidades con implantación social del español.

El Grupo de Competencia Limitada (GCL) es el conjunto de individuos cuya capacidad de usar una lengua está limitada lingüística (dominio precario), sociolingüística o estilísticamente (uso exclusivo para ciertos temas o situaciones comunicativas). En el ámbito hispanohablante pertenecerían a este grupo los hablantes de español de segunda y tercera generación en comunidades bilingües; los usuarios de variedades de mezcla bilingües; y las personas extranjeras de lengua materna diferente del español residentes en un país hispanohablante.

El Grupo de Aprendices de Lengua Extranjera (GALE) es el conjunto de individuos que han adquirido o están adquiriendo una lengua determinada a través de un proceso de aprendizaje de aula. El dominio de la lengua de los miembros de un GALE puede ser muy diferente, desde los principiantes a los expertos. Este grupo incluiría a estudiantes de español de la enseñanza reglada de Francia o de Estados Unidos, a estudiantes de español del Instituto Cervantes o a personas en poder de un DELE.

No debe entenderse esta interpretación de la demolingüística del español en paralelo a la teoría de los tres círculos de Kachru, que tanta difusión ha conseguido gracias a su inclusión en la obra de David Crystal, English as a Global Language. Según esta teoría, la difusión del inglés en el mundo se ajusta a la imagen de tres círculos concéntricos que representan las diferentes formas en que la lengua se ha adquirido y se utiliza comúnmente. El círculo interior incluiría los lugares tradicionales en los que el inglés es primera lengua (Reino Unido, Estados Unidos, Irlanda, Canadá, Australia y Nueva Zelanda). El círculo siguiente incluye países en los que el inglés está en una de sus primeras etapas de expansión; se trata de territorios no nativos en los que el inglés forma parte de las actividades de instituciones importantes o tiene una función destacada como segunda lengua en contextos multilingües. El círculo de expansión exterior incluye aquellos países que reconocen el papel del inglés como lengua internacional y que dan gran importancia a la enseñanza del inglés como lengua extranjera. Para Kachru hay 75 países del mundo que pueden incluirse en alguno de esos tres círculos. Para el recuento de los hablantes de esos países, Crystal distingue entre aquellos que tienen el inglés como L1 (lengua materna o lengua primera) y los que lo tienen como L2 (segunda lengua). No se hacen más precisiones conceptuales.

Los tres círculos que proponemos para el español no incluyen países o territorios, sino tipos de hablantes, según una tipología básica de dominio de la lengua, identificados en más de cuarenta países para los círculos nuclear y de expansión (comunidad idiomática) y en una gran parte de los países del mundo para el círculo correspondiente al GALE.

2.3. Retrato de una lengua internacional

Las descripciones cuantitativas de una lengua han de tener en cuenta sus rasgos más sobresalientes, externos e internos. El español destaca, en primer lugar, por ser una lengua internacional con carácter oficial y vehicular en veintiún países del mundo. Es, además, una lengua geográficamente compacta, pues la mayor parte de los países hispanohablantes ocupa territorios contiguos, lo que convierte este dominio en una de las áreas lingüísticas más extensas del mundo.

La lengua española ha conocido un crecimiento constante desde su formación como idioma diferenciado en la Edad Media y su posterior constitución idiomática como tal, a finales del siglo xv. Esto fue posible gracias a la difusión del español por el territorio peninsular, por su extensión al norte de África o por Asia y, primordialmente, por su crecimiento en el continente americano. Este desarrollo demográfico ha experimentado un aumento casi exponencial a lo largo del último siglo.

El desarrollo contemporáneo de la demografía del español se ha debido a dos factores principalmente: la evolución demográfica de los territorios hispanoamericanos y la consolidación del español como lengua oficial y general de los países hispanohablantes. Las estadísticas practicadas muestran algunas discrepancias en cuanto a sus resultados. Así, para mediados de los años noventa, encontramos recuentos que van desde los 266 millones que por entonces contabilizaba el proyecto Ethnologue, hasta los optimistas 450 millones que dan algunas estimaciones, estableciendo una relación prácticamente directa entre población y hablantes.

Aunque es difícil cuantificar el nivel de homogeneidad de una lengua —a pesar de los esfuerzos de la lingüística cuantitativa— y partiendo del hecho de que cualquier lengua del mundo es esencialmente variable y, por lo tanto, presenta variedades internas de naturaleza geolingüística y sociolingüística, se puede afirmar que el español es una lengua relativamente homogénea que ofrece un riesgo débil o moderado de fragmentación. Los fundamentos de esta homogeneidad relativa se encuentran en la simplicidad del sistema vocálico (cinco elementos), la amplitud del sistema consonántico compartido por todo el mundo hispánico, la dimensión del léxico patrimonial compartido (léxico fundamental) y la comunidad de una sintaxis elemental.

El territorio correspondiente al mundo hispánico incluye gran des zonas bilingües o plurilingües, pero ofrece en términos generales un índice de comunicatividad muy alto y un índice de diversidad bajo o mínimo, índices que cobran una significación especial cuando se comparan con los de territorios no hispánicos. Se habla de comunicatividad alta cuando en una comunidad plurilingüe existe una lengua concreta que sirve de medio de comunicación en toda la sociedad; se habla de diversidad para aludir a la probabilidad de encontrar dos hablantes, elegidos al azar, que hablen lenguas diferentes: en el caso de los países hispánicos, si «hablar» una lengua se entiende como «usar» una lengua, la diversidad sería muy baja.

Ahora bien, es un hecho de sobra conocido que el mundo hispanohablante no es homogéneo y que, por tanto, debe hablarse de la existencia de áreas geolectales. A lo largo del último siglo se han hecho diversas propuestas de zonificación: unas se fundamentan en criterios fonéticos, otras en rasgos léxicos y algunas usan como referencia ciertos fenómenos gramaticales. A propósito de América, también se ha hablado de la coincidencia de las principales áreas del español con las de las lenguas indígenas más difundidas: náhuatl (México), maya (Centroamérica), quechua (zona andina), mapuche (Chile) y guaraní (La Plata). Todas estas propuestas han tenido una parte de acierto, aunque en el caso de las lenguas indígenas está cada día más clara la escasa incidencia que han tenido en el desarrollo histórico y en la situación actual de la lengua española, fuera de la presencia de indigenismos específicos y de las características propias de los hablantes bilingües o semilingües.

A grandes rasgos, la zonificación más diáfana del español en el mundo es la que separa las regiones lingüísticamente conservadoras de las innovadoras. Serían conservadoras áreas como Castilla (sobre todo la norteña), las zonas altas de México, las zonas altas de la región andina o el interior de Colombia; serían innovadoras áreas como Andalucía y Canarias, las Antillas o las costas de Sudamérica, en general. El conservadurismo consiste, esencialmente, en mantener o conservar elementos lingüísticos (sobre todo fonéticos), que en las zonas innovadoras evolucionan o se pierden. Un ejemplo paradigmático es el comportamiento de la ese (s), que se debilita o se pierde en lugares como Sevilla, Cádiz, Las Palmas, La Habana, San Juan de Puerto Rico o Cartagena de Indias; y se conserva de forma relativamente clara en Castilla, México, Bogotá o La Paz.

Conforme a estos criterios, cabe distinguir en América varias áreas generales, representadas por los usos lingüísticos de las ciudades y territorios más influyentes: un área mexicana y centroamericana (representada, por ejemplo, por los usos de la ciudad de México y de otras ciudades y territorios significativos); un área caribeña (representada, por ejemplo, por los usos de San Juan de Puerto Rico, La Habana o Santo Domingo); un área andina (representada, por ejemplo, por los usos de Bogotá, La Paz o Lima); un área chilena (representada por los usos de Santiago); y un área rioplatense y del Chaco (representada por los usos de Buenos Aires, de Montevideo o de Asunción). A estas cinco áreas, se añaden tres más para el español de España: una andaluza (que estaría representada por los usos de Sevilla, Málaga o Granada); una canaria (Las Palmas o Santa Cruz de Tenerife); y una castellana (representada por los usos de ciudades como Madrid o Burgos), a la que se adscribiría el español de Guinea. Estas ocho áreas tendrían numerosísimos elementos en común, sobre todo en sus usos más cultos, pero en ellas se localizan rasgos diferenciadores, que son una realidad lingüística y que confieren a cada territorio una personalidad con la que se identifican sus hablantes y que son reconocidos por los hablantes de otras áreas.

Como consecuencia de su expansión geográfica y demográfica, el español ha entrado en contacto con otras muchas lenguas con las que convive en regímenes muy diversos de bilingüismo y multilingüismo. En la Península Ibérica coexiste con otras lenguas y variedades lingüísticas de fuerte arraigo y larga tradición literaria, como el vasco, el catalán o el gallego, además del portugués. En América, como se dijo más arriba, el español cohabita con un buen número de idiomas que se han mantenido durante los últimos 500 años. Los cálculos de Antonio Tovar para el siglo xvi hablan del uso de unas 170 grandes familias lingüísticas, ramificadas en variedades y subvariedades lingüísticas que suponían la cifra de unas 2000 lenguas, utilizadas por una población que podría estar, en la época de la colonización, en algún punto intermedio entre los 10 y los 45 millones de indígenas.

El correcto entendimiento del modo en que esta diversidad lingüística se vio afectada por la llegada de los europeos en los siglos xvi y xvii exige tener en cuenta que el mosaico lingüístico de la América del sur y central era de una gran atomización lingüística, lo que podía favorecer la difusión de una lengua vehicular de intercambio. Además, la población indígena se vio mermada drásticamente, según regiones, por factores externos como la acción de la conquista armada y el contacto con nuevas enfermedades. Al mismo tiempo, algunas lenguas indígenas de mayor extensión fueron utilizadas por los europeos como instrumento de evangelización, contribuyendo a su mayor difusión y a la aparición del concepto de lenguas generales, que funcionaban como lenguas francas entre etnias distintas y como vehículo de comunicación con la población colonizadora.

Las lenguas indígenas que han conservado un mayor peso demográfico y cultural son el arahuaco, el náhuatl, el maya, el quechua, el aymara, el chibcha, el araucano o mapuche y el guaraní. En la historia social de esas y de las demás lenguas indígenas de Hispanoamérica, los dos hechos que más seriamente han amenazado su mantenimiento fueron la merma demográfica derivada de la conquista, que tardó alrededor de un siglo en paliarse, y la pérdida de prestigio y presencia comunitaria que supuso el empleo del español como la lengua del administrador colonial y posteriormente su elección como lengua de las jóvenes repúblicas por parte de los criollos que protagonizaron la independencia. A ello puede añadirse que las lenguas indígenas han quedado ajenas a los procesos generales de alfabetización y a la difusión de los medios de comunicación social en la segunda mitad del siglo xx.

La situación actual presenta un panorama con algunas cifras significativas. En cuanto al número de lenguas indígenas vivas, es interesante observar que, a finales del siglo xix, el Conde de la Viñaza ofrecía referencias ciertas acerca de más de 800 lenguas (1892) y que, hoy, las cifras que manejan los especialistas más solventes en tipología lingüística, como Juan Carlos Moreno Cabrera, hablan de alrededor de 725 lenguas vivas en Hispanoamérica. Por otro lado, la información derivada de los censos realizados entre 2000 y 2004 nos dice que, en los países de América en los que el español es lengua oficial, la población indígena se sitúa por encima de los 35 millones, lo que supone alrededor de un 11 % de la población total. Entre los indígenas, en torno al 65 % son capaces de comunicarse en su lengua autóctona y un 15 % es monolingüe. Consecuentemente, cerca de un 35 % de indígenas son monolingües en español. Para completar en dos pinceladas este boceto social de las lenguas indígenas, resaltamos la importancia de que, en toda Hispanoamérica, menos del 2 % de la población se comunica únicamente en lengua indígena y de que el 70 % de los pueblos indígenas tienen menos de 5000 miembros, manteniéndose una atomización histórica que solo compensa el peso demolingüístico de lenguas como el quechua, con unos siete millones de hablantes —principalmente en Bolivia y Perú— o como el náhuatl, con un millón y medio de hablantes en México. Centroamérica y los Andes son las áreas de mayor densidad indígena.

Debido a factores sociales como los que acaban de comentarse, así como a factores demográficos, la realidad de las lenguas indígenas muestra una progresiva reducción de su conocimiento y de su uso. La proporción de hablantes de lenguas indígenas disminuye en la medida que crece la de los hablantes de español. Ahora bien, así como la presencia cultural y lingüística de lo originalmente indígena parece irse reduciendo dentro las sociedades hispanoamericanas en la última década, en el terreno de lo político se aprecia una tendencia a la valoración, al reconocimiento y a la concesión de espacios públicos que hasta hace poco parecían estarle vedados. En áreas de Centroamérica y de los países andinos se ofrecen programas tanto de educación bilingüe como de enseñanza de las lenguas indígenas, aunque la oferta es escasa y la falta de medios adecuados es notoria, por lo que su valor, salvados casos muy honrosos, no pasa de testimonial. Los regímenes políticos y jurídicos de Hispanoamérica, en términos generales, se están orientando hacia el reconocimiento de los derechos indígenas y así lo demuestran las reformas constitucionales aprobadas en varios países hispánicos entre 1988 y 2000, en las que se reconoce el carácter multicultural de los Estados, la personalidad cultural y jurídica de los pueblos indígenas, el régimen de sus comunidades y territorios o el acceso a los recursos naturales de sus entornos. Estas reformas constitucionales y el auge internacional del paradigma de la multiculturalidad están propiciando una recuperación del prestigio de los pueblos indígenas, de sus lenguas y sus culturas.

2.4. El español en la constelación de las lenguas

La dimensión demográfica de la lengua española se aprecia con más claridad si se enmarca en el panorama internacional y se sitúa en la corriente de los procesos históricos que determinan el futuro de las lenguas del mundo. Los rasgos más destacados de ese panorama internacional son la tendencia secular a la reducción del número de lenguas en el mundo y los grandes desequilibrios que se encuentran en la distribución geográfica de lenguas y hablantes.

En perspectiva histórica, se puede observar la existencia de un patrón cruzado de las curvas correspondientes a la evolución del número de lenguas en el mundo (descendente) y a la evolución demográfica (ascendente). El número de lenguas habladas en el año 1500 pudo estar cercano a las 15.000. En la actualidad, las distintas fuentes hablan de un número de lenguas que oscila entre las 4000 y las 7000. Basándose en el ritmo de desaparición de lenguas hasta la fecha, las proyecciones demolingüísticas prevén una reducción de esta cantidad a la mitad para el año 2100, hasta alcanzar, en el 2200, una cifra que rondaría las 1000 lenguas.

En cuanto a la distribución geográfica de las lenguas, los estudios de Daniel Nettle sobre la diversidad lingüística en el mundo han observado que existen franjas de distinta densidad lingüística. La franja de mayor densidad (mayor número de lenguas por país según su superficie) ocupa el centro de África, el sureste de Asia y el Pacífico, Brasil, América Central y parte de Australia. El español se extiende, en gran medida, por la geografía de mayor densidad lingüística del planeta, conviviendo con numerosas lenguas de escaso peso demográfico. Sin embargo, la diversidad lingüística del mundo hispánico es menor que la del sureste asiático o la de África central, como puede apreciarse en la figura 4.

Ethnologue ha cruzado el número de lenguas vivas con el número de hablantes de cada una de ellas en los distintos continentes. Se observa así que África y Asia dan origen a más del 60 % de las lenguas del mundo y Europa, en cambio, es cuna «solamente» de 239 lenguas vivas. La inmensa mayoría de las lenguas del mundo son habladas en su conjunto por apenas el 5 % de la población, según estimaciones de David Crystal, quien ha calculado que dos tercios de las lenguas vivas del mundo son habladas por menos de 20.000 personas, cantidad considerada como índice de peligro de desaparición de un idioma en algunas áreas del mundo, y que en los próximos cien años podrían desaparecer la mitad de las lenguas del planeta, lo que supone un ritmo de extinción de treinta lenguas al año aproximadamente. Visto desde el ángulo opuesto, el 96 % de la humanidad habla el 4 % de las lenguas, y los ocho idiomas más hablados suman casi 2500 millones de hablantes. Estos ocho idiomas son el inglés, el chino mandarín, el ruso, el español, el hindi/urdu, el árabe, el bengalí y el portugués. Según estos datos, el 80 % de la humanidad se comunica utilizando menos de cien lenguas y las doce lenguas más habladas en el mundo permiten la comunicación al 50 % de la población.

Cuadro 2: Distribución de lenguas por área de origen.
Lenguas vivas Número de hablantes
Área Número % Número % Media Mediana
África 2.092 30,3 675.887.158 11,8 323.082 25.391
América 1.002 14,5 47.559.381 0,8 47.464 2.000
Asia 2.269 32,8 3.489.897.147 61,0 1.538.077 10.171
Europa 239 3,5 1.504.393.183 26,3 6.294.532 220.000
Pacífico 1.310 19,0 6.124.341 0,1 4.675 800
Totales 6.912 100,0 5.723.861.210 100,0 828.105 7.000

Fuente: Ethnologue (2005).

David Graddol ha presentado en un gráfico las tendencias demolingüísticas de las cinco lenguas más habladas del mundo y ha representado su evolución cronológica proyectándola hasta el año 2050 (figura 5). Sus resultados coinciden en buena medida con las proyecciones comparativas propias realizadas en anteriores Demografías del español. En ambas se advierte que el árabe es el idioma que crece más rápido entre los considerados, hasta alcanzar previsiblemente al español en torno al año 2050, al igual que el hindi/urdu, que por el contrario muestra una tendencia a ralentizar su crecimiento. Sin embargo, es difícil predecir cuál será el grado de unidad del árabe, idioma repartido por veinticuatro países y con distintas variedades a menudo ininteligibles entre sí. La capacidad de concertación política en el seno del mundo árabe, la extensión de la educación —ligada al desarrollo socioeconómico— y la influencia de los medios de comunicación transárabes serán factores que incidan en el papel internacional de esta lengua y en su atractivo potencial como lengua extranjera. Por su parte, el área del hindi/urdu está cruzada de divisiones religiosas, políticas y etnolingüísticas que hacen improbable que su crecimiento demolingüístico vaya acompañado de una expansión internacional significativa del idioma.

El chino seguirá siendo por mucho tiempo la lengua con mayor número de hablantes nativos, aunque la tendencia demográfica hace prever que, en términos relativos, su peso disminuirá en el conjunto mundial. Este declive puede verse de sobra compensado, sin embargo, por la creciente difusión del putonghua, norma común basada en la principal variedad del chino (mandarín) y usada ampliamente en la educación, los asuntos públicos y los negocios en el conjunto de China. El formidable desarrollo de China de los últimos años, unido a un lento pero firme proceso de construcción nacional, está haciendo del mandarín un idioma cada vez más popular frente a otras variedades del chino, dentro y fuera del territorio de la República Popular. El chino comienza a despertar interés como lengua extranjera y las autoridades chinas han lanzado no hace mucho una activa política de promoción internacional del idioma, con el establecimiento del Instituto Confucio.

La influencia futura del inglés va mucho más allá de la evolución previsible del Grupo de Lengua Materna. Este muestra una tendencia a estabilizarse y a perder peso relativo en el mundo. Sin embargo, su influencia como lengua franca dentro de los países donde hoy es oficial crecerá, previsiblemente, hasta más que doblar el porcentaje de la población mundial que representa el Grupo de Lengua Materna (alrededor del 6 %). Pensemos por ejemplo en la India, donde a pesar de su carácter oficial sólo es de uso corriente por una pequeña porción de la población. Su ámbito de crecimiento potencial es aún más amplio si se considera la población de aquellos países en su conjunto, que representará en 2050 alrededor del 38 % de la población mundial. Con todo, la gran influencia potencial del inglés dependerá de su papel como lengua de comunicación internacional, que probablemente se mantendrá o tenderá a aumentar en el futuro previsible. Si se mantiene este papel, es probable que el Grupo de Competencia Limitada del inglés no deje de aumentar, engrosado por los aprendices de inglés como lengua extranjera y los usuarios de servicios educativos en inglés.

De las lenguas europeas consideradas, el español es la que presenta una estructura más joven y mayor crecimiento a corto plazo. Aunque a ritmo más pausado, los hablantes nativos de español seguirán aumentando en las próximas décadas más deprisa que los de chino o inglés, aunque menos que los de hindi o árabe. En 2020, los hablantes de español en los países donde es oficial podrían haber alcanzado a los de inglés. Sin embargo, en las proyecciones a más largo plazo se observa una tendencia a la estabilización, a medida que las pautas demográficas de los países hispanoamericanos van acercándose a las del mundo desarrollado. En 2050 ambos idiomas verán reducida su participación en la población mundial a poco más del 5 %.

Al comparar la demolingüística del español con la de otras lenguas internacionales destacan, además de la vitalidad demográfica de la lengua, su homogeneidad y cohesión territorial: el 96 % de los habitantes de los países donde el español es oficial tienen un dominio nativo de la lengua, porcentaje más alto que el árabe (78 %), el chino (69 %), el francés (33 %), el inglés (25 %) y el ruso (62,4 %).

2.5. Demografía del español en el mundo hispánico

El recuento de hablantes recogido aquí resume el realizado en la Demografía de la lengua española (2006), para el que se emplearon criterios consistentes con anteriores Demografías del español, como son: la fuente prioritaria es el censo oficial de cada país; las cantidades se redondean en miles, por ser poco realista la cuantificación exacta de hablantes; el objeto de la contabilización es el Grupo de Dominio Nativo de lengua española (capacidad de uso nativo o cuasi nativo); se intenta no infravalorar el número de monolingües en otras lenguas, usando las proporciones que más favorezcan a las lenguas minoritarias; se contabilizan los bilingües con dominio nativo del español deducible como hispanohablantes; no se contabilizan como hispanohablantes los monolingües en otras lenguas aun cuando residan en países hispanohablantes (por ejemplo, indígenas no hablantes de español); se descuentan los hablantes catalogados en los censos como «extranjeros» si proceden de países que no son hispanohablantes, sin perjuicio de que informes de primera mano determinen otra cosa; se suman los hablantes catalogados como «extranjeros» y no incluidos en los censos, cuando procedan de países hispanohablantes; cuando no se especifica el origen de la población residente de nacionalidad extranjera, si su proporción es muy baja (inferior a 0,5 %), se contabilizan todos como no miembros del GDN.

El cuadro 3 recoge los resultados del recuento correspondiente a los hablantes nativos de español (GDN) en países y territorios en los que el español es lengua oficial. El número total de hablantes, algo más de 359 millones, representa un crecimiento del 9,4 % respecto a la medición realizada con criterios similares en 1998 para el Anuario del Instituto Cervantes sobre fuentes referidas a los años 1995-1996. Otro cambio significativo se desprende de la comparación de los porcentajes de hablantes de español con los calculados entonces, que muestra un aumento proporcional en el conocimiento y uso del español a lo largo de la última década en casi todos los países, y en el cómputo global, que pasa del 94,60 % al 96,90 % de la población global.

Cuadro 4: Proporción de hablantes de español en 1995 y 2005
%
población - 1996
%
población - 2006
Argentina 99,70 99,40
Bolivia 87,70 87,90
Chile 90 99,30
Colombia 99 99,20
Costa Rica 97,50 99,20
Cuba 100 99,40
Ecuador 93 98,10
El Salvador 100 99,70
España 99,10 98,80
Guatemala 64,70 86,40
Guinea Ecuatorial 100 90,50
Honduras 98,20 99,00
México 98,40 98,50
Nicaragua 96,30 97
Panamá 77,40 93,10
Paraguay 55,10 69,50
Perú 79,80 86,60
Puerto Rico 98,20 98,80
Rep. Dominicana 98 98,60
Uruguay 98,40 98,90
Venezuela 96,90 98,80
Total 94,60 96,90

Prácticamente en todos los países en los que el español es oficial se ha producido un aumento de la proporción de hablantes de español, con alguna excepción, explicable por razones demográficas o metodológicas. De este modo, sobre Cuba, El Salvador o Guinea hemos dispuesto de información que fue imposible consultar para el análisis de 1998 y ahora aparece mucho más afinado el recuento. En el caso de España, el descenso de la proporción se debe principalmente a la entrada de inmigrantes, que ya comenzaba a hacerse notar en los años 2000 y 2001, sobre los que hemos basado nuestros análisis. Sin embargo, en el caso de Bolivia, Perú o Paraguay, las fuentes actuales han dado continuidad a las de hace una década y el aumento de la proporción de los hablantes de español es evidente, menos en el caso de Bolivia, pero ostensible en el caso de Perú (79,8 % > 86,8 %) y muy significativo en el de Paraguay (55,1 % > 69 %). El tanto por ciento de hispanohablantes ha subido nada menos que un 2 %, que es mucho en estos dominios macrodemolingüísticos.

Por otro lado, como es habitual, encontramos disparidades entre el cálculo que aquí se ha realizado a partir de la información directa de los censos de los países hispanohablantes y los cálculos realizados para la lengua española por otros grupos de trabajo y difundidos a través de medios institucionales. Ethnologue (2009) ofrece para el español la cifra de 328.518.810, sin especificar si son hablantes de primera lengua o de español como segunda lengua, si bien en estos casos se menciona su inclusión, cuando se hace. La Enciclopedia Británica de 2006 da la cantidad, referida a 2005, de 349,7 millones, que también se sitúa por debajo de nuestros cálculos. No ocurre así con la cifra que proporciona la UNESCO, mayor que la nuestra: para la UNESCO, el número de hablantes de español es de 392 millones, si bien aquí se incluyen los hispanohablantes de Estados Unidos (cuadro 5). Descontados estos, el número se quedaría reducido a 370 millones, cantidad más cercana a la presentada en este análisis. Las diferencias, desde nuestro punto de vista, están en que la UNESCO ha practicado un redondeo muy generoso con el número de hispanohablantes, lo que sorprende a la vez que resulta explicable: en nuestro análisis, el procedimiento de recuento aplicado ha permitido hacer redondeos más ajustados.

Naturalmente, la línea de análisis y exposición que aquí se ha adoptado no entra a considerar las afirmaciones intuitivas o de deducción indirecta que sitúan al español en el umbral de los 500 millones de hablantes. Es cierto, muy probablemente, que esa cifra se aproxime a la realidad, cuando a los hispanohablantes de los países en los que el español es lengua oficial se sumen los hispanohablantes de otros países y territorios, sin pensar por ahora en la cantidad de personas que es capaz de comunicarse en español por haberlo adquirido mediante su estudio como lengua extranjera. Pero también es cierto que este tipo de afirmaciones ha de sustentarse en análisis demolingüísticos bien fundamentados.

Cuadro 5: Hablantes de español en 2005, según la Unesco
País Población (en millones)  % mundial
México 104,00 26,06
Colombia 42,00 10,52
España 41,00 10,27
Argentina 36,00 9,02
Perú 27,00 6,76
Venezuela 23,00 5,76
Estados Unidos 22,50 5,63
Chile 15,00 3,75
Ecuador 12,00 3,00
Cuba 11,00 2,75
Guatemala 11,00 2,75
Bolivia 8,50 2,13
República Dominicana 8,00 2,00
El Salvador 6,50 1,62
Honduras 6,00 1,50
Paraguay 6,00 1,50
Nicaragua 5,00 1,25
Puerto Rico 4,00 1,00
Costa Rica 3,80 0,95
Uruguay 3,20 0,80
Panamá 3,00 0,75
Guinea Ecuatorial 0,50 0,12

2.6. Hablantes de español fuera del dominio hispánico

La demografía de la lengua española en países en los que no es oficial complementa la demolingüística de los países hispánicos. Las cifras de hablantes en países o territorios no hispanohablantes no son fáciles de conseguir ni de valorar. Si los datos aportados para el mundo hispánico han de tomarse con las mayores precauciones, los que proceden de otros ámbitos geográficos son aún más imprecisos. Como ya se observó en los recuentos efectuados en 1998, a la falta de comparabilidad en el nivel de conocimiento de la lengua, el carácter y la extensión de su uso, hay que añadir la variedad de las fuentes y del origen de los datos en el tiempo. Algunos proceden de fuentes censales comparables, otros de registros de extranjeros; hay estimaciones basadas en datos remotos o parciales que no se han corregido con ajustes y proyecciones.

En el cuadro 6 se resume el recuento correspondiente a los países y territorios en los que el español no es oficial. En unos casos la cantidad de hispanohablantes es muy significativa; en otros casos se reflejan minorías realmente reducidas de hablantes de español. El origen de estas minorías pudo deberse a algún tipo de vinculación histórica con los grupos de hablantes de español, a una presencia histórica de España en ciertos territorios o a su carácter de antiguas colonias; en otros casos se trata de una vinculación más reciente, debida a procesos como la emigración. A este respecto, debe tenerse muy en cuenta la diáspora de hispanohablantes desde Iberoamérica, muy intensa en la última década, y que está diseminando usuarios de nuestra lengua por muchos lugares de Europa y Norteamérica. El problema de esta emigración es que resulta muy difícil de cuantificar en los países de acogida, que no siempre ofrecen datos sobre el origen preciso de esos inmigrantes. Asimismo es difícil de cuantificar desde los países de procedencia, que a menudo no tienen constancia sobre el destino de sus emigrados. En el caso de España, contamos con el Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA), elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, que nos da información por países y ciudades, información que hemos incorporado a nuestros recuentos.

La información demolingüística que se ofrece para los países y territorios en los que el español no es lengua oficial distingue dos perfiles de hablantes: 1) los hablantes que dominan la lengua de forma nativa o cuasi nativa, generalmente por haberla aprendido en el seno de la familia o por convivencia estrecha con hispanohablantes (Grupo de Dominio Nativo); en este grupo se incluyen los emigrantes de países hispanos desplazados a los territorios señalados, así como los hablantes de lenguas criollas de base hispánica; 2) los hablantes que usan la lengua con una competencia limitada, generalmente por haberla aprendido en un contexto bilingüe o multilingüe en el que el español no es la lengua de mayor presencia social (Grupo de Competencia Limitada).

Aunque intentamos evitar el término L2 (segunda lengua), por las dificultades psicolingüísticas y sociolingüísticas que plantea, podemos decir que el GCL incluye hablantes que suelen conocer y usar la lengua española como segunda lengua, en un contexto en el que su presencia social es muy limitada. Este tipo de contextos muy a menudo viene constituido por países o territorios vecinos de los países hispánicos, con fronteras que a veces han sido muy débiles o inexistentes. Para la cuantificación de cada país o territorio, hemos fijado los mismos criterios generales que en el recuento de hablantes en países donde el español es lengua oficial, añadiendo a ellos el Grupo de Competencia Limitada, incluyendo en la misma categoría hablantes con diferente nivel o dominio del español.

2.7. Una visión de conjunto

El recuento de hablantes de español que se deriva de las estadísticas presentadas en este informe distingue dos niveles de cuantificación: el de los hablantes del Grupo de Dominio Nativo y el de los hablantes del Grupo de Competencia Limitada.

El análisis demolingüístico de los países hispanohablantes, aquellos en los que el español es lengua oficial, nacional o general, arroja una cantidad de 359.461.000 hablantes, que constituirían la parte más nutrida del Grupo de Dominio Nativo de la lengua española. A esta cantidad, ha de sumarse la de hablantes de español que se contabilizan en países y territorios en los que el español no es lengua oficial y que alcanzan la cifra de 43.314.900. Así pues, el GDN de la lengua española estaría formado por 402.675.900 hablantes.

El análisis de los países y territorios en los que el español no es lengua oficial nos ofrece una cantidad de hablantes con competencia limitada en español (Grupo de Competencia Limitada) de 22.359.712. Ahora bien, si aceptamos que los extranjeros residentes en los países en los que el español es lengua oficial han de conocer la lengua, aunque sea de forma limitada, para la comunicación más elemental en esas sociedades hispanas, es razonable incluir en el GCL de la lengua española esta población extranjera de origen no hispano, que alcanza un total de 1.860.000. Sumando las dos cantidades, el GCL del español arroja la cantidad de 24.219.712.

La suma de los hablantes perteneciente al GDN y al GCL nos da una cantidad de hablantes de español de 426.895.612. Y si a esta cifra sumamos la correspondiente a los que la están estudiando y aprendiendo en calidad de lengua extranjera (Grupo de Aprendices de Lengua Extranjera o GALE), según las cifras aportadas por el Instituto de Comercio Exterior y por el Instituto Cervantes en su Anuario de 2006-2007 (14.000.000), obtendríamos que el conjunto de la comunidad idiomática del español, la formada por aquellos capaces de comunicarse en lengua española, desde el nivel del nativo al del aprendiz, está integrado por 440.895.612 hablantes.

A modo de ejercicio comparativo final, podemos poner unas junto a otras las cifras correspondientes al Grupo de Dominio Nativo (GDN), el Grupo de Competencia Limitada (GCL) y el Grupo de Aprendices de Lengua Extranjera (GALE) del español y de la lengua inglesa. Con este fin, utilizaremos como referencia para el inglés, no los datos de la Britannica, sino las cantidades aportadas por Kachru y reiteradas por David Crystal, cuya configuración se ajusta más a nuestros planteamientos teóricos sobre tipos de hablantes. Recordamos la dificultad que supone manejar conceptos fundamentales distintos: aquí se ha manejado el nivel de dominio de la lengua, mientras que Kachru habla de conocimiento y uso del inglés como L1, como L2 y como lengua extranjera.

Si hacemos corresponder nuestro GDN con los hablantes de L1, el GCL con los hablantes de L2 y el GALE con los hablantes de lengua extranjera (LE), encontraríamos que la cantidad correspondiente al primer grupo (GDN-L1) es muy similar en el caso del inglés y del español. Kachru y Crystal ofrecen las cantidades de anglohablantes en horquillas, de las cuales se tomarán las cifras correspondientes a los valores medios. En este ejercicio, lo importante es apreciar los valores relativos y no tanto los valores absolutos, que, como se ha comentado, no coinciden con lo que dice la Britannica, como estos tampoco coinciden con los recuentos que aquí se han realizado sobre los censos de población. Así, el GDN-L1 de la lengua española y de la lengua inglesa estaría en unas cantidades que rondarían los 400 millones de hablantes.

Pero, como claramente se aprecia en la figura 6, el inglés marca distancias considerables en lo que se refiere a su conocimiento y uso con competencia limitada (o como L2) y a su conocimiento como lengua extranjera. La alta cifra para el GDN del español se explica por el hecho de que las comunidades que fueron colonias de España casi en su totalidad ofrecen una proporción de uso de la lengua española cercana al 97 %, lo que deja poco margen para un conocimiento parcial del español, sobre todo allí donde el español es lengua oficial; frente a esta situación, muchas excolonias del Reino Unido no han conservado un uso social de la lengua extendido ni estable. La diferencia entre el Grupo de Competencia Limitada del español y del inglés y, muy especialmente, del Grupo de Aprendices de Lengua Extranjera se explica por la internacionalización experimentada por el inglés a lo largo de los últimos cien años, que la ha llevado a ser la más importante lengua internacional y la lengua franca por antonomasia de las últimas décadas, especialmente en los ámbitos del comercio, la economía, la ciencia y la tecnología. La comparación revela que el crecimiento de la comunidad idiomática del español vendrá, en buena medida, por el desarrollo de la demografía hispana, pero sobre todo ha de venir por su aprendizaje y uso como lengua extranjera. El gran reto de la lengua española sería convertirse en una lengua franca complementaria de la lengua inglesa.

2.8. Conclusiones

Este trabajo ha pretendido abordar la demolingüística del español con la mayor solvencia posible, huyendo de cifras compuestas a la ligera y dentro de una línea de estudio consistente desde 1995. Una demografía rigurosa del español es necesariamente el punto de partida de una investigación que tiene como objetivo determinar el valor económico de la comunidad lingüística. Sobre esta amplia base demográfica, caracterizada por su considerable peso relativo en el mundo y por su concentración predominante en el continente americano, se asienta el potencial económico de la lengua española.

El rigor exigido por tales objetivos obliga, no obstante, a señalar los límites de este informe. En primer lugar, las estimaciones sobre hablantes de español presentadas aquí están basadas fundamentalmente en datos consolidados, procedentes en su mayoría de censos nacionales del periodo 2000-2005. Pero la demografía es una realidad móvil, en el tiempo y en el espacio. A la hora de entregar este escrito, la cifra actual de hablantes de español podría superar en varios millones la cifra estimada, debido al movimiento natural de la población. Sabemos, por ejemplo, que según el reloj demográfico de la oficina del Censo de Estados Unidos, en julio de 2010 la población de este país superaba los 309 millones: 20 millones más que el cálculo realizado para la Demografía de 2007 con datos de 2005. En buena medida, este crecimiento se debe a los flujos continuados de inmigrantes hispanos y a que la comunidad de habla hispana presenta una mayor vitalidad demográfica que la de otras minorías en aquel país, habiéndose convertido en la primera de ellas. La última revisión de estos datos, publicada en Internet en septiembre de 2009, daba una población de origen hispano de 46,02 millones: el 15,3 % de un total de 299,1 millones (estimaciones de 2008).

Al mismo tiempo, la población mundial se desplaza quizá como nunca antes lo había hecho, empujada por las migraciones internacionales; es preciso tener en cuenta este hecho cuando, para estimar agregados de hablantes de español en el mundo, se suman los hispanohablantes dentro del dominio hispánico con hispanohablantes llegados recientemente a países donde el español no es lengua oficial.

Por último, debemos insistir en el carácter aproximativo de los agregados demolingüísticos. Primeramente, aunque en este trabajo hemos partido de criterios metodológicos contrastados, es preciso advertir sobre la dificultad de definir el concepto de hablante de una lengua y sus consecuencias sobre los cálculos de hablantes. La posibilidad de estar sumando hablantes con grados de competencia divergentes aumenta conforme nos alejamos del núcleo de hablantes de dominio nativo. Además, las fuentes no son homogéneas ni simultáneas dentro de nuestro dominio lingüístico, compuesto por una veintena de países con estructuras sociales y sistemas estadísticos diferentes; menos aún cuando se trata de contar minorías hispanohablantes en países donde el español no es lengua oficial. A la hora de las comparaciones internacionales, el problema de las fuentes se recrudece y es fácil imaginar las dificultades que presenta aplicar los criterios. Por esa razón se ha recurrido a recopilaciones internacionales que a su vez proceden de datos de origen muy diverso (a veces estimaciones aproximativas, basadas en un anticuado trabajo de campo o en extrapolaciones de la estructura étnica de una población dada) a las que se han aplicado criterios coherentes con la demografía del dominio hispánico.

En vista de estas limitaciones metodológicas, como conclusión preliminar, es inevitable volver a poner sobre la mesa la cuestión de los censos de población como fuente principal de los datos de hablantes de lenguas. Sería recomendable que los censos de población recogieran de manera coordinada información sobre la adquisición y uso de lenguas en todos los países en los que se habla español. Las encuestas de conocimiento y uso son también herramientas útiles para conocer la evolución social de las lenguas. Censos y encuestas lingüísticas pueden contribuir a identificar carencias en el conocimiento de las principales lenguas internacionales; pero también para registrar el estado de lenguas minoritarias que conviven a menudo con ellas y prevenir, llegado el caso, su completa desaparición.

Hechas estas salvedades, conviene a renglón seguido reconocer que en materia de número de hablantes del español o de otras lenguas, no es quizá tan importante la exactitud (por esta razón se ha usado el redondeo en la mayor parte de las estimaciones) como la comprobación del peso relativo y el análisis de las tendencias. A este respecto, este trabajo puede ofrecer algunas conclusiones a modo de recapitulación.

El español es una de las lenguas con mayor peso demolingüístico en el mundo actual. Por el número de hablantes, el español se sitúa entre las cuatro lenguas más habladas del mundo. En términos relativos, la proporción de uso del español ronda el 5 % de la población mundial. Los cálculos más recientes realizados para este informe arrojan una cifra agregada de 359 millones de hablantes de español en países donde es lengua oficial o nacional.

El crecimiento del español es continuo y muestra una tendencia a su estabilización, si no a su crecimiento, con la perspectiva de superar al inglés como primera lengua en el corto plazo. En ocho años (los transcurridos desde 1998, cuando se hizo el último recuento elaborado con esta metodología, a 2005) el número de hispanohablantes creció el 9,4 % (de 328 a casi 359 millones). El número de hablantes de español ha crecido en la última década en cifras absolutas, pero resulta más llamativo su crecimiento en términos relativos, por el tanto por ciento de la población hispanoamericana que lo habla. El porcentaje de hablantes de español con respecto al total de la población en los veintiún países hispanohablantes pasó del 94,6 % al 96,9 % entre 1998 y 2006. El crecimiento proporcional del español se ha hecho evidente en los países que cuentan con un importante componente indígena, como es el caso de Perú, Bolivia o Paraguay.

El análisis demolingüístico del español en países donde no es la lengua oficial o nacional arroja una cifra aproximada de 43,3 millones de hablantes. Al agregar esta cifra al cómputo de hablantes de español en los países donde es oficial, el Grupo de Dominio Nativo del español alcanza los 402 millones de hablantes. En la geografía del español fuera del dominio hispánico sobresale Estados Unidos, donde se concentraban en 2005 alrededor de 39,1 millones de hispanohablantes nativos. Otras importantes comunidades de hispanohablantes, formadas por lo general como consecuencia de migraciones recientes, se encuentran en Brasil, Canadá, la Unión Europea y Oceanía, así como en las Antillas Holandesas y otros países caribeños. En torno al Mediterráneo y en el sureste asiático se mantienen aún grupos de variedades próximas al español.

Según el análisis de los datos disponibles, el grupo de hablantes no nativos de español ronda los 24,2 millones de hablantes. Este Grupo de Competencia Limitada está compuesto a su vez por los hablantes de español como segunda lengua o como lengua extranjera y los usuarios de variedades de mezcla bilingües (7,1 millones) y por residentes extranjeros en países de habla hispana en proceso de adquisición del español (1,8 millones).

Al aplicar estimaciones y proyecciones demográficas a la evolución reciente del español, se aprecia un ritmo de crecimiento sostenido con tendencia a la estabilización. Las estimaciones para mediados de 2005 situaban al español por encima de los 402 millones de hablantes nativos: 11 millones más que la agregación de los últimos datos censales (2000-2005). Si sumamos a esta cifra (GDN) la de hablantes de español con competencia limitada (GCL), el número de hablantes de español en algún grado habría alcanzado en 2008 los 426 millones de hablantes. A ello podrían sumarse los 14 millones de estudiantes de español que, según el Instituto Cervantes, existen en el mundo. La suma de hablantes nativos de español (GDN) y de hablantes no nativos (GCL), más los aprendices de la lengua, da una cifra aproximada de 440,8 millones de hablantes de español según estimaciones basadas en los últimos datos censales consolidados y en otras fuentes tales como el Instituto Cervantes.

En las proyecciones a más largo plazo se observa una tendencia a la estabilización. Aunque a ritmo más pausado, el número de hablantes nativos de español seguirá creciendo en las próximas décadas más deprisa que los de chino, francés, inglés y ruso, aunque menos que los del árabe. En 2020, los hablantes de español en los países donde es oficial alcanzarán los 431 millones, acercándose a los del inglés (476). En 2050 ambos idiomas verán reducida su participación en la población mundial, al 5,2 % y al 5,6 % respectivamente, y el árabe superará al español en número de hablantes. Por su parte, el chino, de mantenerse la actual tendencia demolingüística, habrá declinado del 14,5 % al 10,7 % de la población mundial.

Al comparar la demolingüística del español con la de otras lenguas internacionales destacan, además de la vitalidad demográfica de la lengua, su homogeneidad y cohesión territorial: el 96 % de los habitantes de los países donde el español es oficial tienen un dominio nativo de la lengua, porcentaje más alto que el árabe (78 %), el chino (69 %), el francés (33 %), el inglés (25 %) y el ruso (62,4 %).

Este análisis comparativo muestra también la enorme difusión del inglés como segunda lengua o lengua franca en muchos de los países donde es oficial. Esta difusión sobrepasa con creces la importancia numérica del Grupo de Dominio Nativo del inglés. Así, si en lugar del GDN consideramos, según las mismas fuentes utilizadas, el empleo del inglés como lengua franca, el número de hablantes dobla al de los hablantes nativos. Y si, más allá de eso, sumamos la población de los países donde el inglés es oficial —aunque sea minoritario su conocimiento nativo—, obtenemos el 32 % de la población mundial.

En definitiva, se puede apuntar como conclusión general que el español goza de buena salud demográfica. En el futuro previsible, el español seguirá contando entre las lenguas más habladas y difundidas del planeta, con un marcado protagonismo regional en el continente americano. Sin embargo, y como se desprende de la comparación con la lengua global, el inglés, y otras lenguas internacionales en plena expansión demográfica, el reto del español en el futuro no estará en su crecimiento como lengua nativa, sino más bien en la difusión de su uso como segunda lengua o lengua extranjera.

Orientación bibliográfica

Será útil para quien desee adentrarse en la cartografía lingüística consultar el Atlas des langues du monde, de Roland Breton (Editions Autrement, 2003) y The Atlas of Languages de Bernard Comrie, Stephen Matthews y Maria Polinsky (Facts On File Inc., 2003). El Atlas de la lengua española en el mundo, de Francisco Moreno y Jaime Otero (Fundación Telefónica, Instituto Cervantes y Real Instituto Elcano, 2007), es seguramente el primer intento general de describir la comunidad hispanohablante mediante mapas y gráficos. La presentación gráfico-estadística de datos demolingüísticos tiene un ejemplo de buen hacer en English Next, de David Graddol para el British Council (2006); esto, en cuanto a ejemplos recientes de carácter divulgativo.

La dialectología lleva mucho tiempo levantando mapas de variedades lingüísticas, como los realizados por Manuel Alvar en España y América. La colección El español en América, coeditada por la Universidad de Alcalá, la AECID y Ediciones La Goleta, es testimonio de ello. Juan Miguel Lope Blanch dirigió el Atlas lingüístico de México (FCE, 1992), una muestra de mapas dialectológicos realizados al otro lado del charco. Pero abunda más el atlas de territorios más reducidos. Dos ejemplos cercanos recientes son el Atlas lingüístico (y etnográfico) de Castilla-La Mancha, de Pilar García Mouton y Francisco Moreno Fernández, que también puede consultarse en línea, y el Petit Atles lingüístic del domini catalá, de Joan Veny para el Institut d’Estudis Catalans (2007).

La demografía del español se construye a base de fuentes estadísticas, a las que por fortuna se puede acceder en la mayoría de los casos considerados a través de Internet, en las páginas de los institutos nacionales de estadística o las oficinas del censo de los respectivos países. Complementariamente, se han utilizado aquí libros de referencia como el anuario estadístico de la Enciclopedia Británica (Britannica Book of the Year), Ethnologue, editado por Raymond G. Gordon Jr. (SIL Internacional, 2005 y 2009) y con una versión de fácil consulta en Internet, El universo de las lenguas, de Juan Carlos Moreno Cabrera (Castalia, 2003) y el Diccionario Espasa de las Lenguas del Mundo, de Rafael del Moral (Espasa, 2002). Completan los datos estadísticos «macro» un sinfín de estudios «micro» de sociolingüistas y geógrafos que sería imposible reseñar en este espacio. Nos remitimos para ello a la bibliografía del documento de trabajo «Demografía de la lengua española», de Francisco Moreno Fernández y Jaime Otero Roth, publicado por Fundación Telefónica y accesible en la página del Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Dos intentos tempranos de abordar las estadísticas del español con rigor fueron El peso de la lengua española en el mundo, obra colectiva dirigida por el Marqués de Tamarón (Universidad de Valladolid y Fundación Duques de Soria, 1995) y El valor económico de la lengua española (Espasa, 2003), estudio dirigido por Ángel Martín Municio. Sobre el número de lenguas del mundo y su tendencia a la reducción merece la pena consultar el punto de vista de David Crystal en La muerte de las lenguas (Cambridge University Press, 2001), autor también de English as a global language (CUP, 2003). Para fijar algunos conceptos básicos de la sociolingüística empleados aquí véase Joan Swann et ál., A Dictionary of Sociolinguistics (The University of Alabama Press, 2004).

No se olvide la colección de Anuarios del Instituto Cervantes, que desde 1998 vienen reflejando el estado del español en las distintas áreas del mundo, incluyendo datos de hablantes y aprendices de la lengua. Se pueden consultar en la página web del Instituto Cervantes, al igual que las actas de los Congresos Internacionales de la Lengua Española, que incluyen aportaciones interesantes. En la página del Real Instituto Elcano se pueden encontrar otros análisis en línea sobre el español en el mundo.

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