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Juan Ruiz, Arcipreste de Hita > Índice del IV Congreso > M. García
Arcipreste de Hita

Más alto que la mota (1229c).
Divagaciones sobre un hemistiquio del Libro de Buen Amor

Michel García
Universidad Sorbonne Nouvelle-París 3

El día de «la Pascua mayor», bajo un sol resplandeciente, toda la creación («los omnes e las aves e toda noble flor») se une en un estallido de regocijo universal para celebrar la llegada de Amor. El poeta aprovecha la oportunidad para lucir su arte, enumerando a lo largo de siete coplas (1228-1234) nada menos que veintinueve instrumentos de música, alarde de virtuosismo ya tópico en ese momento, como lo recordaba Félix Lecoy1.

La segunda de las siete coplas que el poeta dedica a los instrumentos de música contiene un verso c enigmático:

El rabe gritador con la su alta nota
cabel el orabin taniendo la su rota
el salterio con ellos más alto que la mota
la viyuela de pendola con aquestos y sota

Mota /vs./ nota

Los diferentes manuscritos no coinciden en la palabra-rima, optando T por nota, frente a mota para S y G.

La rima en –ota se da en dos pasajes del LBA: en esta copla y en la copla 1518, donde nota alterna con enbota, gota y trota. Resulta, pues, ser una rima de uso restringido. Sin embargo, no está especialmente limitada en soportes verbales, como lo demuestra el hecho de que, en ocho versos, el poeta hace uso de siete palabras distintas (solo nota está repetida) y asocia libremente sustantivos y verbos (en 1219, tres sustantivos y un verbo y, en 1518, tres verbos y un sustantivo). Aun teniendo en cuenta, en 1229, las restricciones impuestas por la obligación de recurrir a un vocabulario limitado al tema musical, el poeta está en condiciones de ahorrar la repetición de una misma palabra-rima en una misma copla. De ahí que se deba descartar sin demasiados escrúpulos la lección de T como lectura errónea.

Más alto que la mota

Esta caracterización del salterio pertenece a lo que Félix Lecoy señalaba como la contribución original del poeta, el cual no se limita a enumerar los instrumentos sino que acompaña a cada uno de ellos con una caracterización.

Unas remiten a su aspecto: el laud es corpudo, el albogón fynchado; otras a su origen: la guitarra morisca, la guitarra latina, el rabé morisco, el galipe françisco, el francés odreçillo; otras a su modus operandi: el orabín tañ[e] la su rota; otras a la calidad de su sonido: la guitarra morisca de las bozes aguda, sale gritando; el rabé también es gritador; etc. Por otra parte, el poeta se muestra sensible a la armonía que reina entre ciertos instrumentos: con éstos se aprisca la guitarra morisca; con aquéstos, la viuela de péndola; con ellos, el salterio; diz con ellos la flauta; con ella el tamborete.

El salterio se caracteriza por la altura de su sonido, rasgo que comparte con la flauta, que se menciona en la copla siguiente (1230c). Para esos dos instrumentos, el poeta recurre a una formulación de idéntica estructura y vocabulario, con la excepción del término de referencia que coloca en la palabra-rima: «más alto que la mota» (1229c), «más alto que el risco» (1230c).

Esta duplicación de recursos, subrayada aun por coincidir en el mismo verso c de la copla, podría poner término a nuestro comentario, al sugerir una comparación tópica, cuya única variante se deriva de la obligación de respetar la rima (mota /vs/ risco).

Por otra parte, tanto mota como risco son los únicos vocablos, en este fragmento, que no se refieren explícitamente al campo de lo musical, sino muy indirectamente para trasladar al registro físico el grado de altura que puede alcanzar un sonido. Esta anomalía explica sin duda en gran parte el error de T y de su copista, que se mantiene tan aferrado al léxico de todo el pasaje que no percibe la ruptura introducida por el poeta en ese lugar2.

Se me objetará que una palabra colocada en la rima restriñe las opciones del trovador a la hora de expresar un sumo grado de altura. Le impide recurrir a comparaciones o metáforas más al alcance, como referirse a las nubes, al sol, al cielo, palabras todas ellas capaces de traducir acertadamente esa misma intención. En buena medida, la palabra risco puede interpretarse como un equivalente de esos referentes, al tratarse de un lugar poco asequible al hombre, que se contempla desde la lejanía.

No así la palabra mota, que, por lo menos en una de sus acepciones, ofrece un matiz interesante que tiñe la dominante musical de un color insospechado, ya que del concepto de altura proporciona una idea mucho más real de la que se puede prestar a los otros referentes posibles citados más arriba. La mota es una cumbre que se alcanza andando, con cierto trabajo pero no excesivo, algo perfectamente factible, lo que, transferido al campo de los instrumentos musicales, señala una nota más aguda que las de otros instrumentos aunque no exageradamente difícil de producir ni de percibir. El poeta no hace un elogio ditirámbico del salterio sino que nos recuerda hasta dónde puede llegar en el registro agudo, dándole algo así como una caracterización técnica. Esas palabras no se dirigen tanto a la imaginación como a una experiencia compartida y ofrecen una referencia fácil de interpretar, porque ésta pertenece a la experiencia de todos.

¿Una mota cualquiera?

El valor metafórico de esa palabra no agota, sin embargo, la curiosidad que despierta su inserción en este contexto. Para explicarla, los distintos editores del LBA interpretan «mota» como posible término genérico o como la designación de un topónimo particular, cuando no intentan conciliar esas dos acepciones, opción recogida por nuestro homenajeado3.

De la acepción habitual de mota como montículo u otero, que corresponde más bien a un paraje rural, se deriva la de lugar privilegiado, natural o artificial4, para la erección de una fortaleza, que incluye la posibilidad de ser incorporada a un contexto citadino. De hecho, es el término romance más apto para designar la parte alta de la medina árabe, generalmente ocupada por la alcazaba5, es decir, un lugar con una función defensiva bien definida, pero integrado dentro del conjunto urbanístico.

Medina del Campo ofrece una perfecta ilustración de este fenómeno, ya que, antes de recibir su nombre actual, de artificiosa elaboración al reunir dos términos incompatibles, uno urbano otro rural, fue conocida como La Mota. Ésta fue el asiento de la primera villa cristiana, hasta que su crecimiento le obligara a abandonar el sitio primitivo y dejar así aislada la fortaleza. De ahí que naturalmente los comentaristas hayan barajado la hipótesis de que la mota del LBA fuera la de Medina del Campo, considerando, no sin razón, que semejante referencia por parte del poeta no tiene gran utilidad si no se le asocia algún topónimo conocido de él y/o susceptible de ser reconocido por su público potencial6. Cuesta creer que, al recurrir a ese término, el poeta tuviera en mente el concepto que expresa, algo así como un artículo de diccionario, y no el recuerdo visual de una o unas motas precisas.

Cualquier intento de interpretación choca con una dificultad que, al calor de su tarea, el editor tiende a olvidar (hablo por mi propia experiencia): el término referente de la comparación pertenece al contexto cultural en el que evoluciona el poeta como también a su vivencia personal, dominios ambos que no nos es dado conocer con toda certidumbre, sino solo barruntar. Por ello, se requiere una gran prudencia, porque siempre existe el riesgo de sustituir nuestra propia experiencia a la del autor medieval.

Así, el que la mota de Medina ofrezca un testimonio especialmente ilustrativo de la mota urbana no significa por ello que fuera la única referencia posible en la época en que se redactó el LBA7. Tiendo a pensar, por lo contrario, que resulta harto sospechosa, por su carácter de evidencia para quien esté familiarizado con la toponimia española de hoy. ¿Cuántas otras motas habrán quedado ocultadas por el paso de los siglos, que sonarían tanto o más a los oídos del público del Arcipreste que ésa cuyo nombre se nos viene a la mente sin quererlo siquiera?

Artículo definido

Un elemento gramatical puede inducir a equivocación, el uso del artículo definido. Para un lector moderno, la mota evoca una mota en concreto, por oposición a una mota que tiene un valor genérico. De hecho, si el poeta hubiera escrito más alto que una mota8, el editor se habría ahorrado una nota, al no tener que identificarla, lo que deja sospechar que el editor-lector haya podido dejarse influenciar por un tropismo lingüístico moderno. Conviene pues admitir la posibilidad de que el poeta no tiene en mente una mota precisa. Se confirma la duda al observar que el risco de 1230c también viene precedido del artículo definido, a pesar de que el término, por las razones ya evocadas, es menos apto a dar lugar a un topónimo que mota.

Ahora bien, el sustantivo mota no parece ser tan corriente ni de uso tan antiguo en Castilla como en otras áreas románicas, especialmente en Occitania e Italia del Norte, donde ocupa un espacio notable en la onomástica (Mothe, Lamothe, La Motta) en contraste con la castellana. Que su uso fuera reciente en la época del Arcipreste le salva de ser trivial y le dota de un mayor grado de identificación con los escasos topónimos que lo contienen.

Conclusión

A falta de más información sobre la extensión del término en la Castilla de principios del siglo XIV, admito que hay que andar con pies de plomo antes de atreverse a afirmar que la mota del poeta es la misma que se puede observar solo con asomarse a la puerta del convento de capuchinos de esta villa de Alcalá la Real. El texto del LBA no me ofrece ningún dato concreto para afirmarlo. Pero, ya que cualquier identificación no puede dejar de ser aleatoria, nada impide pensar en la legitimidad de semejante hipótesis.

Para empezar, señalaré su actualidad en la época de la redacción de la obra. Alcalá de Bençayde acaba de pasar a manos del rey de Castilla y su calidad principal consiste en ser un lugar estratégico, fácil de defender, que aporta una seguridad nueva a los lugares que, hasta entonces, estaban mal protegidos de posibles incursiones granadinas, Alcaudete, Priego y Locubín. Aparte de esto, lo que más llama la atención en la topografía de esa plaza, –hecho que no pudieron ignorar sus nuevos defensores–, es la visión que se ofrece, desde su altura, sobre toda la comarca en dirección a Granada. Esas dos características hacen que la de Alcalá no fuera una mota cualquiera, sino una realidad cuya existencia era harto conocida en toda la frontera y, que por esa razón pudiera, en un momento de intensa actividad guerrera, trascender a otros habitantes de Castilla, por poco que se interesaran por la actualidad del reino. Este conocimiento, el poeta lo compartiría con muchos de sus contemporáneos cultos, sin que fuera necesario imaginar una relación personal entre él y esta Alcalá. Con todo, hay que reconocer que esta relación, en caso de que existiera, borraría cualquier duda sobre la interpretación de ese verso. El editor del texto o su comentarista no puede tomarse esta libertad. Está reservada en exclusiva al lector que no tiene que rendir más cuentas que a sí mismo.

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Notas

  • (1) Lecoy, Félix, Recherches sur le Libro de Buen Amor, París, 1938, pp. 255-261. volver
  • (2) Así se puede calificar indudablemente la variante rroso de T, que además no respeta la rima. volver
  • (3) «… que un montículo. Quizá aluda al castillo de la Mota». Blecua, Alberto, Libro de Buen Amor, Madrid: Cátedra, Letras Hispánicas, 1992). He aquí una muestra de la nota correspondiente a ese verso en las ediciones más difundidas: «Mota como nombre común puede ser ‘cabezo donde se levanta un castillo' (V. la toponimia y las citas que dan Li y C desde el s. XIII), pero Mz Pidal imprime con mayúsculas, por alusión al famoso castillo de Medina del Campo y otros, y a él me atengo como más conocedor de la literatura y hechos castellanos. Lo mismo por lo demás sugiere el empleo de la y no una.» (Corominas, Gredos, 1967); «La Mota: il sostantivo mota, che significa «gleba, terrón, cabezo, broza, partícula» (DCELC, III 459), ha dato origine a una copiosa serie de tomonimi fra i quali andrà annoverato quello citato nel presente verso.» (Chiarini, Riccardo Ricciardi, 1964); «mota: ‘montículo, lugar estratégico donde puede establecerse un castillo’»; prefiero imprimir sin mayúscula, a pesar del art. det., porque la alusión eventual al castillo de la Mota de Medina del Campo, (la «alta» torre de homenaje que hoy se conserva, es del siglo XV) o a cualquier topónimo me parece todavía muy insegura.» (Joset, Clásicos Taurus, 1990); «mota: 'montículo, otero'» (Cañas Murillo y Grande Quejigo, Libro de Bolsillo, 2002); «Mota: 'montículo': que sea una alusión al Castillo de la Mota de Medina del Campo parece menos plausible.» (Gybbon-Monypenny, Clásicos Castalia, 1988). volver
  • (4) La mota feudal es un montículo de tierra creado artificialmente para acoger las primitivas torres y su vallado. volver
  • (5) La casbah en los países del Magreb. volver
  • (6) Esta observación puede valer también para risco, con las matizaciones ya señaladas. volver
  • (7) Se conserva el término mota en otros topónimos castellanos: Mota de Altarejos, Mota del Cuervo, Mota del Marqués, sin olvidar Motilla de Palancar. Cf. también Castrillo Matajudíos, cerca de Castrojeriz, provincia de Burgos, cuya etimología más probable es «mota judíos». volver
  • (8) El hemistiquio que resultaría de esta lección es conforme a la métrica. volver
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