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Juan Ruiz, Arcipreste de Hita > Índice del IV Congreso > M. T. Miaja
Arcipreste de Hita

El engaño entre las animalias de las tres fábulas del cortejo de don Melón a doña Endrina en el Libro de buen amor

María Teresa Miaja de la Peña
Universidad Nacional Autónoma de México

El cortejo de don Melón a doña Endrina es, sin duda, un importante fragmento en el Libro de buen amor por muchas razones1, entre las cuales destaca el de estar ubicado justo después de la «Pelea qu’el Arcipreste ovo con Don Amor», en el que este es comparado con el animal más peligroso, el lobo, no por su fuerza o fiereza, sino por su capacidad de engañar, de cubrirse con piel de oveja para mezclarse entre el rebaño y atacar a sus víctimas:

Tal eres como el lobo, retraes lo que fazes,
estrañas a los otros el lodo en que yazes,
eres mal enemigo a todos quantos plazes,
fablas con gran sinpleza porque muchos enlazes (c. 372)2

Al término del debate entre ambos, y una vez asimilados los consejos y castigos de Don Amor, el Arcipreste busca la ayuda de una trotaconventos, mujer vieja «artera e maestra e de mucho saber» (c. 698 b), para que le ayude a conseguir los favores de la joven viuda, doña Endrina. En dicho fragmento aparecen solo tres fábulas, que ocupan los lugares 20 a 22 en la relación de relatos en el Libro:

  • 1. Enxiemplo de la abutarda e de la golondrina (c. 746-753) (Walter 20) Que narra Trotaconventos a Endrina.
  • 2. El cuento del lobo (c. 766-779) (Esópica) Con la que responde Endrina a Trotaconventos.
  • 3. El cuento.

Recurso similar al que aparecerá más adelante en el debate entre doña Garoça y Trotaconventos en forma más puntual y elaborada, en tanto mediante la narración de las nueve fábulas se construye el diálogo entre ambas.

Si bien es sabido que esta parte de la obra tiene como fuente la comedia latina de Pamphilus d’amore o Liber Pamphili, las relaciones entre ambas han sido y siguen siendo motivo de análisis y reflexión de estudiosos como Lecoy, Bonilla, Lida de Malquiel, entre otros. Sin embargo no es este el aspecto que me interesa ahora abordar sino al del sentido que tiene la inclusión de las tres fábulas antes mencionadas en este pasaje.

Curiosamente el entorno del mismo pareciera dirigir nuestra atención a un relato de carácter bucólico, cuyo fin es el encuentro amoroso en el consabido locus amoenus, y son precisamente los personajes de las fábulas, no los protagonistas, quienes rompen la idílica imagen. Es decir que parecieran ser dos los discursos que se manejan en torno al cortejo. Por una parte, el que nos remite a la acción narrada en la que participan doña Endrina, su madre doña Rama y el galán, don Melón, todos con nombres alusivos al reino de los frutos, como los que le promete la Trotaconventos a la viuda si acepta ir a jugar pella a su jardín; y, por otra, el de las imágenes faunísticas, propias de las tres fábulas, que nos remiten a una realidad brutal en la que los animales son engañados y convertidos en fáciles presas de los depredadores. En ellas aparecen primero las aves, la cautelosa golondrina y las torpes e ingenuas avutardas; luego el lobo que va tras sus víctimas (los carneros, los cabritos, la puerca y sus fijuelos) y, por último, el león, la raposa y el burro. Pese a la aparente disparidad las tres fábulas conforman una curiosa unidad, pues parecen cumplir más una función de advertencia que argumentativa en el pasaje. Aunque cada una de ellas proviene de una voz distinta, –la de Trotaconventos, la de Endrina, la del narrador–, el mensaje en todas es de alerta, en tanto advierte de un peligro, envuelto este en algún engaño, como bien queda consignado en el propio texto: «En muchas engañadas castigo e seso tome» (c. 906 a), y este representado en un determinado animal, plenamente codificado en la tradición faunística presente en la cuentística medieval.

No es gratuito que la primera fábula sea el «Enxiemplo de la abutarda e de la golondrina», un relato sobre aves, animales que suelen asociarse a la mujer, es decir a la presa amorosa, y que sea enunciado por la medianera Urraca para convencer a Doña Endrina, mediante engaños, de que acepte la propuesta del Arcipreste.

Esta dueña que dezides, mucho es en mi poder:
si non por mí, non la puede omne del mundo aver;
yo sé toda su fazienda, e quanto ha de fazer
por mi consejo lo faze más que non por su querer. (c. 716)

Es evidente que la medianera, dueña de su oficio y conocedora de las condiciones morales y sociales de la mujer viuda apele a la necesidad de protección que esta requiere para salvaguardar su fama durante el año de celibato reglamentario que debe observar la dueña. De ahí que, como si asumiera el papel de la golondrina en la narración de la fábula, le hable de la necesidad de resguardarse del «caçador, muy sotil paxarero» (c. 746 a) que al sembrar «cañamones en un viçioso ero» (c. 746b), en clara alusión a la creencia popular de la incapacidad de las viudas de controlar sus pasiones, como campo propicio y fértil para dejarse vencer por la lujuria, y con ello, como la avutarda, demostrar su torpeza e ingenuidad.

Ambas aves conllevan una fuerte carga simbólica. Por una parte la golondrina, que según el Fisiologo, es un ave que engendra una sola vez (70), y de ella dice Claudio Eliano que suele anunciar la mejor estación del año. En la fábula la advertencia de peligro viene de la golondrina, «Comed esta simiente de aquestos erïales, / que es aquí sembrada por nuestros grandes males.» (c. 747cd). Esta ave representa a la propia Trotaconventos, mujer ya no proclive a amoríos. La golondrina instala su nido en la casa del cazador, pues ella no es objeto de su deseo,

Fuese la golondrina a casa del caçador,
fizo allí su nido quanto pudo mejor,
como era gritadera, mucho gorjeador,
plogo al paxarero que era madrugador. (c. 751)

El cazador es el amante y las redes pueden ser interpretadas como el sinnúmero de pretendientes tras la dueña. Esta es representada en la fábula por la abutarda, que es un ave poco sagaz e ingenua, asustadiza, por ende fácil presa, además de ser pesada, de abundante carne y tener alas que no levantan vuelo (Claudio Eliano, 201), es decir torpe y apetecible, cuyas «plumas» acabaran en posesión de los ballesteros.

Cada uno de los participantes cumple un papel determinado. La golondrina al advertir a las aves, muy en particular a la abutarda, del peligro que las acecha. Estas precauciones están presentes en los dos desesperados momentos en que trata inútilmente de convencerlas:

Dixo la golondrina a tórtolas e a pardales,
e más al abutarda, estas palabras tales;
«Comed esta simiente de aquestos erïales,
que es aquí sembrada por nuestros grandes males.»(c. 747)

Tornó la golondrina e dixo al abutarda
que arrancase la yerva, que era ya pujada;
que, quien tanto la riega e tanto la escarda,
por su mal lo fazía, maguera que se tarda. (c. 749)

Para acabar resignándose ante la necedad, los oídos sordos de sus congéneres y sus burlas e insultos,

Fezieron gran escarnio de lo que les fablava,
dixiéronle que s’fuese, que locura chirlava. (c. 748ab)

Dixo el abutarda: «Loca, sandia, vana,
sienpre estás chirlando locura, de mañana;
non quiero tu consejo: ¡vete para villana!
Déxeme en esta vega tan fermosa e tan llana.» (c. 750abc)

Tal y como lo había previsto la golondrina, las aves ajenas al peligro que las acecha se solazan en el locus amoenus que ha preparado el cazador y acaban siendo sus víctimas. Este pacientemente ha venido sembrando los cañamones, regando la simiente, escardando el cáñamo, recogiendo la cosecha, preparando las cuerdas y las redes para, finalmente, salir a cazar, es decir, se ha venido ocupando del proceso propio del cortejo.

Cogido ya el cáñamo e fecha la parança
fuése el paxarero, como solía, a caça;
prendió al abutarda, levóla a la plaça;
dixo la golondrina: «Ya sodes en pelaça.» (c. 752)

El engaño, el error y el daño cumplen en la fábula el ciclo completo3. El primero en este caso por la trampa tendida por el cazador al sembrar el cañaveral, el segundo por la ingenuidad de las aves que vieron en este una «vega tan fermosa e tan llana» y el tercero en las redes y cuerdas que de él salieron y que fueron su perdición.

En el pasaje Doña Endrina es descrita como una mujer dotada de delicadas y bellas características femeninas por ejemplo, un cuello largo y delgado, pelo maravilloso, boca pequeña, de un gran color, un caminar gracioso, etc. (653 a-d); es joven; y vive en compañía de una madre que constantemente la cuida y se preocupa por su habilidad para manejar sus haberes (742 a-b). Sin embargo, también se la identifica con los animales que son torpes y pasivos sexualmente, como la abutarda. Contraria a la golondrina que es capaz de percibir el peligro y de anunciarlo, la viuda adinerada no puede usar la lengua del poder, pues parece estar dotada de muchas características que sugieren impotencia en este aspecto.

Al cierre del episodio de doña Endrina, según Louise Mirrer, las ambigüedades del estado social, sexual y matrimonial que acondicionaron los estilos del lenguaje de los protagonistas en sus conversaciones iníciales aparecen como si hubieran sido resueltos. Doña Endrina regresa a su estado propio, «normal», femenino, dejando la viudez detrás para convertirse una vez más en esposa. En esto, «la conversación en el episodio termina apoyando la ideología del género de la cultura circundante, y se centra en la necesidad de reprimir a las mujeres poderosas, limitando su acceso a las fluctuaciones de la lengua, o aún en cualquier otra lengua». Casi en la conclusión del episodio, doña Endrina restringe paulatinamente su habilidad y oportunidad de reacción verbal. Un vacío en el texto suprime su respuesta inicial a la seducción (siguientes 877); los aspectos verbales que la definen como mujer que ya no posee poder invaden su lamento por el uso de cláusulas subjuntivas condicionales, «Si las aves lo podiesen bien saber e entender / quántos laços les paran, non las podrían prender» (883a-b), negativas, «non» (883b,d; 884d; 885a,b,d); «nin» (884d, etc.); ella se rinde verbalmente, «pues otro cobro non tiene» (885b); «pues yo non he otro cobro» (885d); y, finalmente, ella ofrece la respuesta de su impotencia es decir, el silencio, cuando Trotaconventos le recomienda un matrimonio que la convertiría una vez más en una mujer subordinada legalmente. (Mirrer, 14-15)

Luego los ballesteros peláronle las alas,
non le dexaron péñolas sinon chicas e ralas;
non quiso buen consejo, cayó en fuertes palas:
guardat vos, Doña Endrina, d’estas paranças malas; (c. 753)

Según Lecoy, la incapacidad de la abutarda la hace incapaz de escuchar los nuevos consejos y por ello cae en nuevos engaños. (131)

que muchos se ayuntan e son de un consejo
por astragar lo vuestro e fazervos mal trebejo;
juran que cada día vos levarán a conçejo:
como al abutarda, vos pelarán el pellejo. (c. 754)

Por su parte, Armando López Castro comenta que en este enxiemplo:

[…] el motivo de la caza erótica, característico de la literatura cortesana y regido por un alto grado de ritualización, es transferido alegóricamente al mundo espiritual pues la imagen del cazador remite, a la imagen del Diablo, que está siempre al acecho de las almas: De este modo, al despreciar la abutarda los consejos de la golondrina, cuya ligereza contrasta con la gravedad de aquélla, pone también al descubierto la falta de compañía en que vive la viuda. (263)

La segunda fábula, «De lupo pedente», nos habla del lobo engañado y es narrada por doña Endrina como respuesta a Trotaconventos. Esta fábula aparece en medio del diálogo entre ambas y después de una laguna en el texto, por lo que inicia a media res, con la presentación de un lobo malherido por «carneros valientes».

Assentóse el lobo, estudo atendiendo;
los carneros valientes vinieron bien corriendo,
cogiéronle al lobo en medio, en él feriendo,
él cayó quebrantado, ellos fueron fuyendo. (c. 766)4

El engaño inicial surge curiosamente del propio lobo que supersticiosamente cree que por haber estornudado al levantarse su suerte va a cambiar, pues lo considera un buen agüero, al igual que la dueña si atiende a las promesas de la alcahueta. En su creencia supersticiosa mezcla al diablo y a Dios como causa y efecto de sus deseos y sus males.

A cabo de grand pieça levantóse estordido,
dixo: «Diome el dïablo el ageno roído:
«yo ove buen agüero, Dios aviémelo conpido,
non quise comer tozino, agora soy escarnido.» (c. 767)

La fábula esta estructurada en dos partes, cada una de las cuales sigue el mismo esquema: la salida en busca de las posibles víctimas prometidas por la llegada del agüero (A: cabras, cabrito, cabrón cornudo; B: puerca y sus fijuelos); el encuentro en un lugar determinado (A: al salir del prado; B: cerca de un molino); el engaño por parte de las víctimas, aludiendo en ambos casos a la necesidad de que cumpla con sus obligaciones clericales (A: decir la misa, B: bautizar a los fijuelos); el error, causa de la caída en la trampa; el daño y con él, la enseñanza.

1. La salida en busca de las posibles víctimas prometidas por la llegada del agüero

A.
Salió de aquel prado, corrió lo más que pudo,
vio en unos fornachos retoçar a menudo
cabritos con las cabras, mucho cabrón cornudo:
«A la fe», diz, «agora se cunple el estornudo». (c. 768)

B.
Fuese más adelante, çerca de un molino,
falló una puerca con mucho buen coch[i]no,
«¡Ea!», diz, «ya d’esta tan buen día me vino,
que agora se cunple el mi buen adevino.» (c. 774)

2. El encuentro con las víctimas

A.
Quando vieron al lobo, fueron mal espantados,
salieron a resçebirle los más adelantados:
«¡Ay, señor guardïano!» dixieron los barbados,
«bienvenido seades a los vuestros criados.» (c. 769)

B.
Dixo luego el lobo a la puerca bien ansí:
«Dios vos dé paz, comadre, que por vós vine yo aquí;
vós e vuestros fijuelos, ¿qué fasedes por aý?
Mandad vós e faré yo, después gobernad a mí.» (c. 775)

3. El engaño por parte de las víctimas, aludiendo en ambos casos a la necesidad de que cumpla con sus obligaciones clericales.

A.
Quatro de nós queríamos irvos a conbidar
que nuestra sancta fiesta viniésedes a onrar
dezirnos buena missa e tomar buen yantar,
pues que Dios vos aduxo, queredla oy cantar (c. 770)

Fiesta de seis capas e de grandes clamores,
fazemos bien grande sin perros e sin pastores,
vós cantad en boz alta, reponderán los cantores,
ofreçeremos cabritos, los más e los mejores. (c. 771)

B.
La puerca, que se estava so los sauzes loçanos,
fabló contra el lobo, dixo dichos non vanos:
diz: «Señor abbad, conpadre, con estas santas manos
bautizar a mis fijuelos, porque mueran cristianos. (c. 776)

Después que vos aya[de]s fecho este sacrifiçio,
ofreçervoslos he yo en graçias e en serviçio,
e vó faredes por ellos un salto sin bolliçio,
conbredes, e folgaredes a la sonbra al viçio.» (c. 777)

4. La caída en la trampa

A.
Creóselos el neçio, començo de aullar,
los cabrones e las cabras en alta boz balar,
oyéronlo los pastores aquel gran apellidar,
con palos e con mastines viniéronlos a buscar. (c. 772)

B.
Abaxóse el lobo allí so aquel sabze
por tomar el cochino que so la puerca yaze:
diole la puerca del rost[r]o, echole en el cabçe,
en la canal del molino entró, que mal le plaçe. (c. 778)

T[r]óxolo ender[r]edor a malandar el rodezno,
salió malquebrantado, pareçía pecadezno
bueno le fuera al lobo pagarse con torrezno,
non oviera tantos males, nin perdiera su prezno. (c. 779)

5. La enseñanza

A.
Salió más que de passo, fizo ende retorno,
pastores e mastines troxiéronlo en torno,
de palos e pedradas ovo un mal sojorno,
dixo: «Diome el diablo cantar missa en forno.» (c. 773)

B.
Omne cuerdo non quiera el ofiçio dañoso,
non deseche la cosa, de que está deseoso,
de lo que. l’pertenesçe, non sea desdeñoso,
con lo que.l Dios diere páselo bien fermoso. (c. 780)

La tercera fábula, Cor cervi, cierra el fragmento y está incluida en la primera parte del apartado «Del castigo qu’el arcipreste da a alas dueñas, e de los nombles del alcahueta». En ella participan un león, un lobo, una raposa, y un burro, representando a Don Amor y al galán, el primero; al clérigo, el lobo, a la medianera, la raposa y a la dama, el burro. Relato que constituye la gran lección del Arcipreste a las dueñas, de ahí que sea precisamente con su advertencia que inicie la fábula:

Dueñas, abrir orejas, oid buena liçión,
entendet bien las fablas, guardatvos del varón,
guardar non vos acaya como con el león
al asno sin orejas e sin su coraçón. (c. 892)

La historia relatada refleja una situación cortesana, propia del rey de los animales, en la que este es entretenido después de haber estado enfermo:

El león fue doliente: dolíale la testa,
quando fue sano d’ella, que la traía enfiesta,
todas las animalias, un domingo en la siesta,
vinieron ant’él todas a fazer buena fiesta. (c. 893)

Curiosamente es al asno a quien toman como objeto de diversión, de juguete para entretenimiento, pues «fesieron dél joglar» (894 a). Dada su gordura y torpeza su actuación resulta ridícula, algo que él no percibe pues se deja llevar por su entusiasmo tanto por la música5 como por la danza: «comenz´p a retozar, / su atambor taniendo fuese, más y non estudo,/al león e a los otros queriéndolos atronar.» (c. 894bcd) La reacción del rey no se deja esperar y quiere castigarlo haciéndolo regresar a la corte bajo falsas promesas, asunto que pone en manos de la raposa, la medianera, quien lo encuentra tranquilo, en el prado, ajeno al peligro eminente y al engaño del que será objeto:

Fuese la raposilla ado el asno andava
paçiendo en un prado; también lo saludava:
«Señora», dixo, «cofrade, vuestro solaz onrava
a todos, e agora non vale una fava». (c. 897)

«Más valía vuestra albuélbola e vuestro buen solaz,
vuestro atambor sonante, los sonetes que faz,
que toda nuestra fiesta; al león mucho plaz,
que tornedes al juego en salvo e en paz» (c. 898)

Gracias a los «falsos falagos» de la raposa, el asno cae en el error y es víctima de la ira del león:

[…] tornose a la fiesta bailando el cantador,
non sabía la manera, el burro, del señor,
escota el juglar neçio el son del atambor. (c. 899) Engaño

Como el león tenía sus monteros armados, Trampa
prendieron a Don burro, como eran castigados,
al león le troxieron, abriol’ por los costados,
de la su segurança son todos espantados. (c. 900)

Sin embargo, el propio león resulta engañado por el lobo, el clérigo, a quien le pide lo guarde como a sus ovejas:

Mandó el león al lobo con sus uñas parejas
que lo guardase todo, mejor que las ovejas:
quanto el león traspuso una o dos callejas,
el coraçón el lobo comió e las orejas. (c. 901)

Quando el león vino por comer saborado,
pidió al lobo el asno que le avia encomendado;
sin coraçón e sin orejas tróxolo desfigurado,
el león contra el lobo fue sañudo e irado. (c. 902)

El lobo responde a su mala acción alegando que el asno carecía de corazón y orejas, las dos partes del cuerpo esenciales en el cortejo amoroso, una por ser el receptáculo de las dulces palabras que envuelven el engaño y el otro porque en él reside la entrega amorosa.

Dixo al león el lobo, qu’el asno tal nasçiera,
que si él coraçón e orejas toviera,
entendiera sus mañas e sus nuevas oyera,
más que lo non tenía e por ende veniera. (c. 903)

De la fábula se desprende la gran enseñanza que regala el autor a las dueñas en su Libro:

Assí, señoras dueñas, enteded el romançe;
guardarvos de amor loco, non vos prenda, nin alcançe;
abrid vuestras orejas: el coraçón se lançe,
en amor de Dios limpio, loco amor no. l’trançe. (c. 904)

La que por aventura es o fue engañada,
guárdese que non torne el mal otra vegada:
de corazón et de orejas non quiera ser menguada,
en ajena cabeça sea bien castigada. (c. 905)

En muchas engañadas castigo e seso tome[n],
non quieran amor falso, loco riso non asome[n];
ya oístes que asno de muchos, lobos lo comen;
non me maldigan algunos que por esto se concomen. (c. 906)

Según Gardiano, es el cortejo de don Melón a doña Endrina, «el pasaje más movido» del Libro, pues constituye una puntual lección del ars amandi, en la que las tres fábulas analizadas juegan un importante papel. (81) Asunto, asimismo, estudiado por Francisco Rico6, como «parte del corpus eroticus ovidiano, especialmente con el Ars amatoria y las comedias elegíacas: Pamphilus de amore, Ovidius puellarum y De Vetula. Esto debido a que según el crítico: «La clerecía medieval ponía de relieve en los erótica de Ovidio rasgos esenciales del Libro de buen amor (autobiografía, didactismo) y mantenía los ojos atentos muy en primer término (y no poco erradamente) a algunos motivos centrales en la obra del Arcipreste («muchas engañosas maneras que usan para pecar y engañar»). (909).

Es pues en el juego del engaño («fabla» de la alcahueta: golondrina, cabritos y cabras, puerca, raposa), que se propicia la caída en el error de la víctima (abutarda, lobo, asno) y se consuma el daño (deseo cumplido del galán: cazador, león, lobo). El proceso del cortejo cumple con cada uno de los pasos señalados en el Ars amatoria, por Pamphilo y Nasón, como anota el autor de la obra y quedan así bien remarcadas las enseñanzas de don Amor. Sin embargo, es importante señalar que aunque dentro de la unidad que se conforma con estas tres fábulas quedan envueltas las acciones propias del cortejo, el autor ofrece al lector o escucha tres ejemplos que proceden de tres distintas voces, que por ello brindan tres mensajes distintos. El primero, en boca de la alcahueta, nos habla de un engaño provechoso, el segundo, en boca de doña Endrina, de uno frustrado y, el tercero, en voz del narrador, de uno exitoso. Tanto el primero como el tercero tienen resultados positivos porque las víctimas (abutarda y asno) son torpes e ingenuas, no así los dos grupos del segundo (cabritos, cabras y puerca) que demuestran su gran astucia y agudeza no solo para engañar al agresor sino además para convertirlo en víctima. Esto último, unido a la lección de cierre que regala el narrador a las dueñas en el tercer relato, apuntala la enseñanza contenida en el pasaje del cortejo de don Melón a doña Endrina, que señala, por sobre todas las cosas, la importancia de prestar atención a las palabras (orejas) y a las situaciones peligrosas (corazón), ambas propicias para que se cometan errores que pueden ser la causa de grandes daños (perdida de la honra), como pudimos ver en estas tres fábulas a través del engaño, el error y el daño.

Bibliografía

  1. Claudio Eliano. Historia de los animales (ed. José Vara Donado). Madrid: Akal/Clásica, 1989.
  2. El Fisiólogo. Bestiario medieval. Barcelona: Obelisco, 2000.
  3. Gardiano, Carmelo. El mundo poético de Juan Ruiz. Madrid: Gredos, 1974 (Biblioteca Románica Hispánica)
  4. Grande Quejigo, Francisco Javier.«La moralización ovidiana en el Libro de buen amor y la Confesión del amante», en Juan Ruiz, Arcipreste de Hita y el Libro de buen amor. Bienvenido Morros y Francisco Toro (Editores). Alcalá la Real, 2002, pp. 349-362.
  5. Guzmán, Jorge. Una constante didáctico moral del Libro de buen amor. México: State University of Iowa, 1963.
  6. Joset, Jacques. (Edición, introducción y notas). Madrid: Espasa Calpe, 1974 (Clásicos Castellanos)
  7. Kantor, Sofía. Amor dethronatus. Semántica y semiótica del ‘daño’ y del ‘engaño’ Libro de buen amor, cc. 181-422, Madrid: Iberoamericana-Vervuert, 2014.
  8. Lecoy, Félix. Recherches sur le Libro de buen amor de Juan Ruiz, Archiprétre de Hita. A.D.Deyermond (Prologue, Supplementary Bibliography and Index). London: Gregg International, 1974.
  9. López Castro, Armando. «El Libro de buen amor y la tradición de los bestiarios», enJuan Ruiz, Arcipreste de Hita y el Libro de buen amor. 2011. Francisco Toro y Laurette Godinas (Editores). Alcalá la Real: Ayuntamiento Alcalá la Real, pp. 257-272.
  10. Mirrer, Louise. «Observaciones sobre la viuda medieval en la literatura (Libro de buen amor) y en la historia». Actas AIH XI. Irvine, 1992, pp. 14-15.
  11. Rico, Francisco. «Sobre el origen de la autobiografía en el Libro de buen amor», en Anuario de Estudios Medievales 4. 1967, pp. 301-325.
  12. Ruiz, Juan. Arcipreste de Hita. Libro de buen amor. Alberto Blecua (Editor). Madrid: Cátedra, 2001 (Letras Hispánicas)
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Notas

  • (1) Jorge Guzmán en su libro Una constante didáctico moral del Libro de buen amor, comenta que en este pasaje: «hay una serie de coplas que nos dan a conocer cual fue el propósito moral con que la fabula de la comedia entró a formar parte del Libro. Las coplas 892-909 son explicaciones del autor sobre su episodio. En la ultima, nos dice: Entyende byen mi estoria de la fija del Endrino/ dixela por te dar ensiempro, /non porque a mi avino/ guardate de falsa vieja, de rico del mal vecino/ sola con orne non te fyes, nin te llegues al espino./(c. 909), p. 39». volver
  • (2) Cito de la edición de Alberto Blecua, Cátedra, 2001. volver
  • (3) Sofía Kantor, en su libro Amor dethronatus. Semántica y semiótica del ‘daño’ y del ‘engaño Libro de buen amor, cc. 181-422, estudia la recurrencia de este recurso en el fragmento de la Diatriba del Arcipreste con Don Amor. volver
  • (4) Señala Blecua en una nota que esto «Alude a que en la fábula el lobo encuentra a dos carneros topándose y les anuncia que se comerá a uno de ellos. Los carneros le piden que haga de juez y lo sitúan en medio de ambos, para que decida cuál ha llegado primero. Lo que sucede a continuación es lo relatado en estas coplas.» Es decir nuevamente el juego del engaño, el error y el daño, inserto en la fábula. volver
  • (5) Recordemos las asociaciones connotativas que conllevan los instrumentos a lo largo del Libro en torno a los encuentros amorosos, asunto sobre el que he trabajado anteriormente. volver
  • (6) Y ampliamente comentado por Francisco Javier Grande Quejigo, en su artículo «La moralización ovidiana en el Libro de buen amor y la Confesión del amante». volver
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