Cuando el cubano Wifredo Lam (1902-1982) llegó a Madrid en 1923, ya era un pintor con- solidado. Formado bajo los preceptos de la Academia, encontró en el arte de Picasso los medios para liberarse formalmente de la tradición académica. La propia obra y la colección de máscaras y esculturas de Picasso lo alentaron a coleccionar artefactos africanos. Sin embargo, analizar el trabajo de Lam por las similitudes con Picasso o su amistad con André Breton es pasar por alto la diferencia entre el arte moderno según la perspectiva de artistas europeos y no-europeos. Examinar su obra desde esta perspectiva es afirmar que su identidad artística fue moldeada por las mismas influencias que constituyeron a las vanguardias europeas. Este texto tiene como objetivo analizar la obra de Lam desde su retorno a Cuba en 1941, con un horizonte teórico basado en un Caribe transcultural y en la vanguardia literaria representada, entre otros, por los cubanos Lydia Cabrera y Fernando Ortiz, y los martinica- nos Aimé Césaire y Édouard Glissant.
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