Centro Virtual Cervantes
Literatura

Clarín, espejo de una época > Índice > M. Socías
Clarín, espejo de una época

«Otras» heroínas de la narrativa del xix. La mujer en los cuentos de Clarín

Por Margalida Socías

En 1894 Clarín finaliza una serie de cinco artículos que lleva por título «Lecturas. Psicología del sexo», comentario de otra publicación del filósofo francés M. Fouillée, con esta significativa frase: «La mujer no es menos que el hombre, es otra cosa».1 Análoga indeterminación expresa dos años antes en el núcleo de su defensa del valor del cuento como género: «El cuento no es más ni menos arte que la novela: no es más difícil como se ha dicho, pero tampoco menos; es otra cosa: es más difícil para el que no es cuentista. En general, sabe hacer cuentos el que es novelista, de cierto género, no el que no es artista».2 Y sin embargo, Leopoldo Alas, capítulo tras capítulo, dio vida a Ana Ozores, figura femenina que constituye uno de los personajes más complejos y matizados de la novela española y se erigió en «maestro de la novela corta y del cuento», como ha señalado Gonzalo Sobejano.3 Por todo ello, resulta extremadamente sugestivo explorar el conjunto de figuras femeninas que aparecen en géneros narrativos tan representativos del pensar, sentir y vivir de una época. Clarín reflejaba en ellos su visión personal de la conceptualización de la mujer propia de la clase social burguesa, así como su personal vivencia del sentimiento amoroso y de la esencia de lo femenino considerado de forma absoluta. Con tal fin, ha parecido oportuno seguir a grandes rasgos una línea de investigación ya iniciada que aprovecha los frutos de los estudios sobre la mujer del siglo xix en distintas vertientes: política, social, educativa... para confrontarlos con los caracteres que ofrecen los personajes femeninos de ficción.4

Establecido el objeto y el método de estudio, pasamos a sintetizar en primer lugar la conceptualización femenina que predominaba en la España del siglo xix.

Como es sabido, las mujeres desde el siglo xviii despiertan un interés cada vez mayor como agentes de los cambios sociales por su importante papel en el seno de la familia. Este interés se acrecienta a lo largo de la centuria siguiente y se manifiesta desde todas las facetas: religión, filosofía, medicina, jurisprudencia... pero siempre como un reflejo de la ideología imperante: la que profesaba la burguesía. En la actualidad contamos con abundante bibliografía sobre el tema que ha permitido establecer los rasgos dominantes del concepto de lo femenino acuñado en la época y que, en ciertos aspectos, sigue estando presente de forma más o menos consciente aún en nuestra sociedad actual.5 En dicho concepto actúa con fuerza la idealización que el Romanticismo (siguiendo la larga tradición del amor cortés) proyecta sobre la figura de la mujer, ligada siempre al sentimentalismo y la pasión del sentimiento amoroso. Junto a esta figura idealizada de la virgen o la madre entregada a su pasión hasta el heroísmo, aparece otro ideal —típicamente burgués— más doméstico que cristaliza en los estereotipos del «ángel del hogar» y la «mujer de su casa», fuertemente rebatidos ya en la misma época por personalidades tan ilustres como Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán. El rasgo fundamental de este conjunto de dogmas acerca de lo femenino es el de presentar a la mujer como un ser relacional, considerado siempre en función del varón en sus distintas facetas de hija, esposa, madre. La maternidad, al tiempo que le confiere respeto y dignidad, la hace también una «enferma», sometida a los continuos achaques y secuelas de su condición biológica, de ahí su inferioridad física y psíquica (no en vano se establece por entonces su relación con la histeria...). Cuando la mujer sale de los estrechos límites en que la sociedad la sitúa, como no sea un caso excepcional —Isabel la Católica, Santa Teresa de Jesús...— siempre será a costa de la pérdida de su feminidad.

Junto a esta «mujer ideal»: bella, casta, débil, apasionada, consagrada a su familia y relegada al ámbito doméstico, otro tipo encarnará para el varón el lado oscuro, lleno de fantasías de placeres prohibidos que le arrastra al desenfreno y en último término incluso a la locura o la perdición. Esta mujer, presente también en todo tiempo y lugar en la realidad y en la ficción, la hallamos en todos los ámbitos sociales: mujer fatal, coqueta, «devoradora» de la voluntad masculina, pero especialmente en los marginales: prostitutas, artistas (cantantes, actrices, funámbulas...) que por su profesión se revisten de un halo de poesía y libertad ante la imaginación masculina, al tiempo que originan el desasosiego y la culpabilidad moral.

Leopoldo Alas recibió, naturalmente, la conceptualización de la mujer que se acaba de apuntar someramente y, a partir de la misma, construyó unos personajes femeninos que se revelan como concreciones de su ideología en distintas vertientes que podemos resumir en tres: familiar, social y sentimental, entrelazadas en torno al universo femenino. La crítica ha hecho hincapié en la timidez que podría haber condicionado el trato de Alas con el sexo opuesto, quizás debida a la poca apostura de su apariencia física. Frente a ello, sorprende que nuestro autor se revele tan sutil y profundo conocedor de la psicología femenina y de las relaciones de pareja como demuestran sus dos novelas largas y la mayoría de narraciones cortas y cuentos. Por otra parte, su concepto de la mujer aparece siempre ligado al del amor en su doble vertiente espiritual-sensual, expresada como tensión idealismo-realidad y en relación con un conflicto más hondo: el enfrentamiento razón-fe. En todas estas dualidades hallamos la escisión abierta con el Romanticismo que la estética profesada por Clarín (un Naturalismo antidogmático y ecléctico) se propone plasmar.6 De ahí que lo mismo encontremos el recurso a la parodia, la ironía o el humorismo para dejar constancia de la frustración individual, como la profunda ternura y el impulso poético que denota la búsqueda de una difícil armonía entre ideas y sentimientos no necesariamente encontrados.7

Como han señalado diversos especialistas, entre los que destacan García Sarriá y Sobejano, el tránsito vital de Leopoldo Alas transcurre en medio de constantes preocupaciones que le llevan a un replanteamiento maduro del sentimiento religioso aprendido en el regazo materno. Así, tras el hallazgo de la solución aparente en el krausismo que conocerá en Madrid en sus años de estudiante, el positivismo de su etapa artística propiamente naturalista no supondrá la pérdida de los valores morales, sino todo lo contrario. Pese a la parodia de sus dos novelas largas, la pervivencia del idealismo romántico, propio de una estética fenecida, alumbra con nostalgia las tinieblas de la soledad interior. Por último, los años que preceden a su temprana muerte acusan, como en tantos autores españoles y europeos, el espiritualismo con matices místicos que supone un asidero, ciertamente irracional, pero válido al fin.

En la práctica totalidad de la obra de ficción de Clarín8 llama poderosamente la atención la importancia de la Mujer como tema, hasta el punto que puede considerarse, junto a la religión e íntimamente ligado a ésta, el eje de sus preocupaciones vitales.9 Estas preocupaciones cristalizaron de distintas formas en sus dos novelas. Ana Ozores constituye una representación femenina llena de vitalidad y enjundia en cuya personalidad el autor penetra hasta los más recónditos pliegues y lo realiza haciendo gala de sus grandes dotes de psicólogo (novelista experimental naturalista), plasmando así las frustraciones e incoherencias que la aboca al adulterio y al engaño de sí misma. Por otra parte, Emma Valcárcel, la protagonista de Su único hijo es un ejemplo de amoralidad y egoísmo absolutos cuyo trazado es quizás el más absolutamente misógino de la narrativa española de la época. Paralelamente con los procesos de gestación de estas dos importantes novelas, así como antes y después de su publicación, Clarín iba dando a luz también a un buen número de personajes femeninos en sus cuentos y novelas cortas. Estas representaciones ficticias de la mujer no suelen poseer entidad de protagonistas con tanta frecuencia como las del varón sin embargo, su papel en la mente de éste o en los avatares exteriores de su vivir es siempre preponderante, condicionando tanto momentos fugaces de felicidad como —en la mayoría de los casos— la desgracia o el desengaño definitivo.

Antes de entrar de lleno en el tema, es preciso llevar a cabo algunas consideraciones acerca del género literario elegido por Clarín como cauce de expresión de lo que quizás constituye su más honda verdad humana, de forma casi ininterrumpida a lo largo de toda su vida. La crítica se manifiesta unánime en ello hasta el punto que L. de los Ríos subtituló su tesis sobre los cuentos de Clarín —ya en 1948— «Proyección de una vida» y, desde distintas perspectivas, otros críticos establecen la necesidad de considerar esta parcela creativa para comprender cabalmente la relación entre la biografía, el temperamento y la obra del autor.10

En la medida que nuestro objeto de estudio son los personajes femeninos que aparecen en los cuentos y novelas cortas de Clarín, nos limitamos a sintetizar algunas de las características de dichos géneros que parecen haber alcanzado cierta unanimidad entre los críticos,11 conscientes tanto de las dificultades que siempre comporta este tipo de deslinde como de su escaso rendimiento en el análisis de cada obra en concreto. De esta manera parece claro que es la existencia de unos caracteres propios con independencia de la extensión lo que separa «novela-corta» y «novela», mientras que el cuento es un género necesariamente breve. Al no existir en castellano una palabra similar a la francesa «nouvelle» o a la italiana «novella», Baquero propone «cuento largo», término que ya no tuvo fortuna al sugerirlo Emilia Pardo Bazán,12 quien siguiendo a E. A. Poe13 señalaba también la relación del cuento literario con la poesía lírica. Aspecto recogido ampliamente por toda la crítica posterior que coloca el valor artístico de estos géneros y su dificultad en la necesidad de concentración y engranaje perfecto de los distintos momentos significativos.

El cuento español tiene sus mejores logros en las últimas décadas del xix cuando, como señala Baquero Goyanes: «Los naturalistas utilizan el molde romántico y, despojando al relato breve de su carácter de ficción, lo hacen apto para reflejar los sucesos sencillos pero dramáticos de la vida cotidiana».14 En los años ochenta y noventa comienza a aparecer el término «novela corta», sin que ello signifique una mayor precisión terminológica hasta el punto que la primera colección periódica de novelas cortas se denominará El cuento semanal.

Para Clarín el cultivo de estos géneros supuso por una parte un medio de vida, al igual que el ensayo y la crítica periodística, pero a la vez encontró en ellos un cauce idóneo para expresar ideas y emociones, a veces tan recurrentes que podemos calificar de obsesiones. R. Gullón señala que los cuentos son «simple sucedáneo de la poesía en verso que —si no le faltaran dotes— hubiera surgido como adecuada expresión de sus intuiciones»,15 así los más logrados serán aquellos en los que se produce un equilibrio entre impulso poético y forma narrativa. Por otra parte, Clarín se compenetra con el personaje —aunque no se identifique necesariamente con él— al tiempo que destaca casi siempre un sentimiento de frustración compartido.

La complejidad y riqueza de los cuentos de Clarín se resiste a dejarse encerrar en los estrechos límites de las clasificaciones, tal como ha puesto de manifiesto la crítica que se ha ocupado de esta importante parcela de su obra. Así, Laura de los Ríos estudia los cuentos de Clarín bajo los siguientes epígrafes (con las correspondientes subdivisiones): «La superación del costumbrismo», «Proyección autobiográfica», «Presencia del amor», «Lo moral y lo religioso» y «Formas del humor»;16 Carolyn Richmond organiza su antología en torno a cuatro apartados: «El escritor», «Las relaciones interpersonales», «La religiosidad» «La muerte»;17Gonzalo Sobejano distingue en su edición de El señor y lo demás, son cuentos, entre cuentos «fabulísticos» y cuentos «novelísticos» y de forma general18 en su obra tres modos dominantes: el satírico de la degradación ridícula, el panegírico o lírico de la exaltación emotiva y el crítico-poético de la comprensión penetrante de la realidad; finalmente creemos interesante la clasificación de Yvan Lissorgues entre «Cuentos satíricos» y «Cuentos morales», atendiéndose en los últimos al término utilizado por el mismo Clarín.19

En nuestro caso, al analizar dicho conjunto desde un punto de vista concreto nos aventuramos a establecer una serie de apartados que, antes que encasillar los relatos y cuentos, pretenden ordenar y clarificar los resultados del método de trabajo aplicado a partir de una tipología que abarca tres vertientes: biológica, social y sentimental. Todo ello sin dejar de señalar, una vez más, las constantes interrelaciones entre los personajes femeninos que pueden considerarse al mismo tiempo desde más de una o más vertientes. Así por ejemplo, tenemos en Rosario a la soltera pobre que encarna el amor ideal en «El Señor» y en Pepita a la hija del protagonista de «Avecilla» que acaba prosaica víctima de un subteniente de infantería. Desde la perspectiva de los personajes femeninos las posibilidades son infinitas, tal como sucede en la vida real y Clarín las aprovecha al máximo en los géneros que analizamos para apresar su humanidad de forma satírica o piadosa pero siempre matizada por la ironía.

1. Tipología biológica

Como se desprende de la conceptualización decimonónica de lo femenino, el ser y estar de la mujer se encuentra en función de su situación personal dentro de la familia: hija, madre, soltera, casada o viuda. Esta situación comporta la aceptación o no de unos estereotipos que actúan con gran fuerza en la mente de la misma mujer y de los que le rodean. Por otra parte, Clarín sintió siempre un profundo apego hacia su familia y tanto la adoración por la figura de su madre como su obsesiva preocupación por la salud de sus hijos, puesta de relieve por sus biógrafos y por él mismo en su correspondencia privada, se plasmarán a veces en el universo de sus cuentos.

En general, los relatos cortos de Clarín se hacen eco de los condicionamientos del «estado civil» y así encontramos algunos ejemplos muy logrados del patetismo que reviste siempre la figura de la solterona, víctima del engaño o la ambición masculina. Muy lejos de las hipócritas e interesadas tías de Ana Ozores se encuentran la heroína de «El Señor» o la de «El entierro de la sardina». En «El Señor», excelente relato que trata también el tema del cura enamorado, Rosario es una belleza típicamente finisecular, «de un elegancia enfermiza, como una diosa de la fiebre» que languidece hasta morir, pobre y solitaria, abandonada por un novio rico. El único encuentro entre el cura que le profesa una adoración platónica constituye un impresionante final cuando éste acude, sin saber que se trata de ella, a administrarle la extremaunción. En «El entierro de la sardina» la protagonista es también víctima de las circunstancias y de la indecisión y ambición del protagonista. El reencuentro de la pareja no se materializa ni en su vejez y el cuento acaba con la noticia de la muerte de ella.

Representaciones del amor filial lo hallamos en «Avecilla» y «Flirtation legítima». En el primer caso la perspectiva nos la ofrece el padre preocupado por el porvenir de su única hija, bella aunque pobre, cuya inocencia cree echar a perder por haberle hecho presenciar ciertos espectáculos. En «Flirtation legítima» el amor filial se pone de manifiesto en forma de venganza contra el despiadado crítico de un político ridículo pero también padre amantísimo.20

El matrimonio burgués, a menudo más contrato que consecuencia del amor, se constituye en uno de los ejes en torno a los que gira la atención de los novelistas del xix. Clarín, como tan bien hiciera en sus novelas, analiza con profundidad y riqueza de matices los entresijos del fundamento de la familia. Así, aunque el adulterio, resultado de los defectos originales del contrato matrimonial —interés, falta de amor, espejismo romántico—, sea el tema más tratado por el autor, como ocurre en la narrativa española y extrajera de la época, Clarín se ocupa de otros aspectos, a veces insólitos, tales como las más habituales formas de frustración tanto masculina como femenina. A continuación vamos a revisarlo sucintamente.

En los cuentos y narraciones cortas de Leopoldo Alas el adulterio suele ser considerado algo casi habitual en las capas altas de la sociedad («Un documento», «Álbum-abanico»...), mientras que en la clase media o en ambientes bohemios suele revestirse de carácter burlesco y boccachesco, con frecuentes dosis de ternura hacia unas víctimas no siempre totalmente inocentes («Amor´è furbo», «Mi entierro», «La tara», «Doctor Sutilis», «Doctor Angelicus», «Doble vía»...). El desengaño del varón, preso en una especie de trampa (no en vano el apellido Valcárcel es en Su único hijo claramente simbólico), se plasma en relatos que presentan a la esposa como una devoradora de la voluntad masculina, a través de medios brutales o sofisticados y sutiles. Son muy numerosos los ejemplos de estas depredadoras domésticas, como ocurre en «De burguesa a cortesana» y «Cuento futuro».

Más interés y complejidad entraña, desde el punto de vista de nuestro análisis, la disección de la intimidad femenina de relatos en los que el adulterio o la simple aventura intrascendente no llegan a hacerse realidad por diversos motivos. Es el caso de «El diablo en Semana Santa», «Las dos cajas» o «La imperfecta casada». Frente a la atención de la crítica hacia los dos primeros, en uno como embrión o antecedente de algunos aspectos de La Regenta y en el otro por su innegable valor artístico, el último es menos conocido pero resulta aún hoy en día actual el ahondamiento de Clarín en la frustración de la mujer casada de clase media, al tener que hacer frente al paso del tiempo, al crecer los hijos y ver alejarse a su marido. Este cuento recoge en su brevedad las reflexiones de la protagonista al hilo de su lectura del libro de Fray Luis de León aludido en el título, sagazmente modificado. El narrador utiliza la llamad presentación mixta21 que consiste en limitar el autor su omnisciencia al ceñirse al horizonte de un personaje:

Mariquita recordaba ahora, leyendo a Fray Luis, sus noches de teatro de tal época.

Llegaba tarde al espectáculo, porque la prole la retenía, y porque el tocado se hacía interminable por la falta de costumbre y por la ineficacia de los ensayos para encontrar en el espejo, a fuerza de desmañados recursos cosméticos, la Mariquita de otros días, la que había tenido muchos adoradores.

¡Sus adoradores de antaño! Aquí entraba el remordimiento, que ahora lo era, y antes, al pasar por ello, había sido desencanto glacial, amargura íntima, vergonzante... Acá y allá, por butacas y palcos, estaban algunos de aquellos adoradores pretéritos... menos envejecidos que ella, porque ellos no criaban chicos, ni se encerraban en casa años y años. ¡Por aquellos ilustres y elegantes gallos no pasaba el tiempo!... Ahora... Adoraban también por lo visto; pero a otras, a las jóvenes nuevas; constantes sólo, los muy pícaros en admirar y amar la juventud.22

En «La perfecta casada», sin embargo, realizará Clarín una sátira del mito de la «mujer de su casa», haciendo perecer al varón víctima de los excesos de virtud de su esposa, emparentado por su misoginia con «Novela realista» en la que el seductor arrepentido decide ahogarse junto a la esposa de su subalterno para hacerle así un favor...

El tema de la maternidad, lo mismo que el de la paternidad, es uno de los más recurrentes e importantes de la producción literaria de Clarín. La maternidad confiere a la mujer, siempre a los ojos del novelista, un halo de dignidad, respeto y ternura que pocas veces falta a los personajes femeninos que son madres aunque no sean tratados propiamente desde esta perspectiva. No hay que olvidar que es el amor maternal que desea evitar a toda costa a su hijo las privaciones sufridas por ella en su juventud, lo que justifica quizás la desmedida ambición de Paula Raíces y tampoco que Su único hijo termina cuando Emma Valcárcel ha dado a luz ya que, posiblemente, su condición de madre obligaría al narrador a suavizar en alguna medida algunos rasgos de tan negativo y amoral personaje.

La madre, todavía joven y hermosa, aparece idealizada en «Pipá» al igual que en «El diablo en Semana Santa» donde la presencia del hijo y los restantes niños evita la caída probable, como también la condición de madre sacrificada de Caterina Porena pone coto a las ansias seductoras del protagonista de «Superchería». Clarín cimentaba la fidelidad conyugal no tanto en el mero concepto de la honra sino en la obligación moral contraída hacia los hijos, hasta el punto de que una infidelidad de pensamiento es «castigada» con la muerte del hijo en «Las dos cajas». El arraigo de esta idea se extendía también, siempre dentro de las convicciones morales del autor, al varón y respondía a unas auténticas preocupaciones, expresadas lo mismo en sus cartas personales que en otras narraciones como «Un voto» y «Aprensiones». El papel de la madre como transmisora de la fe, que vive las dudas del hijo con desazón y sufrimientos morales, se expone en el relato autobiográfico «Viaje redondo».

2. Tipología social

Clarín, como es sabido, dedicó su primera y única obra dramática a la plasmación de un personaje femenino, Teresa, que encarna la humildad y el sacrificio de la mujer en el ambiente más ínfimo de las miserias humanas y estrecheces económicas del proletariado de su época. Sin embargo, en sus narraciones la pobreza, unida casi siempre a la soledad, suele aparecer derivada de la misma condición femenina. La protagonista del excelente relato titulado «El dúo de la tos» es una institutriz extranjera, tísica y pobre que arrastra su melancólica existencia por frías e impersonales habitaciones de hotel y la de «La ronca», una mediocre actriz viuda y desamparada. Otras solteras pobres acaban también víctimas de la soledad causada por el egoísmo o la ambición masculina, como vimos al referirnos a «El entierro de la sardina» o «El señor».

Por otra parte, no es de extrañar que la mayoría de personajes femeninos objeto de nuestro análisis se pueda adscribir a la clase media, más o menos acomodada, ya que era la que mejor conocía el autor y en la que mejor se reflejaba el espíritu de la época. Forma epistolar presenta una sátira despiadada del «quiero y no puedo» en «De burguesa a cortesana» y «De cortesana a burguesa» y también se ubican en este ámbito social la mayoría de adúlteras («Doctor Sutilis», «Doctor Angelicus», «Novela realista», «La tara»...).

Las mujeres pertenecientes al gran mundo (nobleza, alta burguesía...) son casi siempre ejemplos de casquivanas, adúlteras o simplemente coquetas que en ocasiones resultan víctimas («Un documento») y en otras verdugos («Un viejo verde»), también aparece la idealización en la duquesa —madre antes que nada— en «Pipá».

Un apartado especial merecen los personajes femeninos que por su profesión (cantantes, actrices, integrantes del mundo del espectáculo en general) atraían poderosamente la atención de Clarín al igual que a los escritores y hombres de todo tipo de la época. Nuestro autor revela un conocimiento amplio de estos mundos por su labor de crítico teatral y aficionado a los espectáculos. La gama es variadísima: aspectos grotescos y rutinarios de los espectáculos de barracones de feria («Avecilla»), mirada compasiva a las cómicas mediocres («La Ronca», «La reina Margarita») y astucias e indignidades picarescas («Amor’ è furbo»). La protagonista de «Superchería», reúne múltiples facetas distintas: misterio, dulzura, maternidad, belleza... en un extraño relato que revela la atracción finisecular por lo irracional23 y también la pequeña «novia» de Pipá, cuya aparición al final del relato constituye uno de los testimonios más patéticos de la situación en que se encontraban las niñas en los ambientes sociales ínfimos. Clarín, por medio del contraste que ofrece la taberna llena de prostitutas con el palacio de la marquesa y su hija que acaba de abandonar Pipá, acentúa al máximo el desvalimiento y la impotencia de «la Pistañina»:

[...] Además, estaba allí la Pistañina. La Pistañina, al lado de su padre que tocaba sin cesar, cantaba a grito pelado coplas populares, obscenas casi todas. Su voz ronca, desgarrada por el cansancio, parecía ya más que canto, un estertor de agonía. Aquellos inhumanos, bestias feroces, la hubieran hecho cantar hasta que cayera muerta. Cuando la copla era dulce, triste, inocente, un grito general de reprobación la interrumpía, y la Pistañina, sin saber por qué, acertaba con el gusto predominante de la reunión volviendo a las obscenidades.24

Finalmente no es de extrañar que las escritoras cuya razón de ser tan poco entendió el autor, como se desprende de su tempestuosa relación con Emilia Pardo Bazán, aparezcan despiadadamente satirizadas («Los sábados de doña Quirotecas»).

3. Tipología sentimental

Desde esta perspectiva las mujeres pueden considerarse en tres grupos: las «devoradoras» de la voluntad masculina y mujeres fatales de todo tipo que Clarín desarrollaría ampliamente en el personaje de Emma Valcárcel y en el otro extremo las víctimas de su condición femenina (relacional y supeditada siempre al varón), entre medias la mujer ideal aparece muy pocas veces y como algo inalcanzable.

Dentro del primer grupo se encuentran naturalmente las adúlteras, casquivanas y coquetas ya aludidas. Sin embargo, llama la atención que el relato que quizás ejemplifique mejor el conflicto sentimental carne-espíritu sea «La mosca sabia», donde se expresa en forma de fábula el desengaño y la frustración del amante tímido e idealista al descubrir en la «musca vomitoria» la verdadera esencia del objeto de deseo.

Las mujeres víctimas son contempladas, como ya se ha visto, con ternura y compasión («El entierro...», «El señor», «La ronca», «El dúo de la tos»...).

La mujer ideal inalcanzable, precisamente porque no existe, aparece solamente como contrapunto profundamente humano y lírico de las ansias místico-religiosas del protagonista masculino («El señor») o encarnación del ideal para una mente dubitativa y escéptica («Superchería»). Quizás sea en otra lectora empedernida como Mariquita Osorio la protagonista de «La imperfecta casada», pero menos coqueta que ella, donde Clarín cifre un ideal más asequible hecho de integridad y sensatez. Me refiero a la Cristina de «Rivales» que, inducida por los valores defendidos por el autor del libro que está leyendo, rechaza las pretensiones amorosas del mismo sin conocerle y expresa su profunda decepción cuando se entera de su identidad. No parece casual que estos dos personajes se refugien en la lectura ante la relegación y el olvido de sus respectivos maridos puesto que Clarín preconizaba la educación como remedio de los vicios sociales aunque en el caso de las mujeres no creía aconsejable que fuera exactamente igual a la de los varones.

4. La heroína de los cuentos de clarín: Doña Berta

Tal como se apuntaba desde el principio, se han podido observar las constantes interrelaciones que la mayoría de personajes femeninos presentan dentro de las tres tipologías establecidas, hecho que constituye una prueba de la riqueza del tema y de la maestría del tratamiento del mismo por parte de Clarín. Como ilustración y paradigma de todo ello finalizamos con los resultados que se obtienen de la aplicación del método en una narración tan emblemática e indiscutida como es «Doña Berta». A nuestro entender, se manifiestan así algunos de los elementos subyacentes en el entramado simbólico puesto en pie en torno a la frágil anciana protagonista y que constituyen su elevado valor artístico.

Doña Berta es una síntesis de la mayoría de aspectos que hemos considerado a través de las distintas clasificaciones. Desde la perspectiva biológica en el plano de la realidad,25 su estado civil de soltería permanece sin modificarse a lo largo de la narración, sin embargo, debemos admitir que la naturaleza del argumento permite considerarla «casada» por la inocencia de su «caída» y «viuda» por la suposición bastante fundada de la muerte de su capitán, pero sobre todo es «madre» separada con violencia de su propio hijo. En cualquiera de dichos estados se manifiesta como un modelo de constancia y fidelidad al amor perdido. Por otra parte, aunque pertenece a una clase social muy definida: aristocracia rural anclada en los valores del pasado, vive en su soledad con una austeridad rayana en la pobreza. Pero es desde la perspectiva sentimental que este personaje se muestra en toda su compleja humanidad. Como víctima de la dominación masculina, encarnada en el despiadado concepto del honor de sus hermanos, ha ido envejeciendo sin más compañía que su criada Sabel y un gato; sin embargo cuando un suceso inesperado le hace entrever una remotísima posibilidad de acercarse al hijo perdido por medio de un objeto —el cuadro— y de hacer algo por él —separación de su deuda de honor— todo cambia. Entonces su fragilidad se transforma en fortaleza inasequible al desaliento y, como Don Quijote, es capaz de dar un giro insólito a su vida ya que no hay que olvidar que en su juventud había sido «una sacerdotisa verdadera» del romanticismo. Por eso, veremos a Doña Berta lanzarse a la aventura en un medio inhóspito, luchando contra todo tipo de adversidades pero, sobre todo, en constante zozobra consigo misma para mantener firme en su interior la fuerza que le sustenta: una fe que, como todo lo humano, también flaquea algunas veces.

No deja de resultar cuando menos curioso que Clarín, a pesar de las limitaciones que en teoría considerara inherentes a la misma naturaleza femenina, se sirva de una anciana para simbolizar la lucha de cada ser humano con unas circunstancias no siempre favorables, cuya vida puede transcurrir de forma inerte y rutinaria la mayor parte del tiempo y, sin embargo, arriesgarlo todo cuando, por fin, descubre un posible sentido de su existencia. Por otra parte «Doña Berta» nos revela que el cuento, esta «otra cosa cuya esencia resulta tan difícil de esclarecer, al recibir el tratamiento adecuado se ajusta bastante bien a la definición de Cortázar: «Una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia».26

Flecha hacia la izquierda (anterior) Flecha hacia arriba (subir) Flecha hacia la derecha (siguiente)
  • (1) Leopoldo Alas Clarín, «Lecturas. Psicología del sexo», La Ilustración Ibérica, n. 575, 6 enero 1894, pp. 3-6; n. 577, 20 enero 1894, p. 38; n. 589, 14 abril 1894, p. 231; n. 591, 29 abril 1894, pp. 259-262; n. 596, 2 junio 1894, p. 343. Vid. José Gabriel González Molina, «Psicología del sexo», (Exhumación de y comentario a cinco artículos de «Clarín» en La Ilustración Ibérica de Barcelona) en Clarín y La Regenta en su tiempo. Actas del Simposio Internacional, Oviedo, noviembre 1984, Oviedo, Universidad de Oviedo, Ayuntamiento de Oviedo, Principado de Asturias, Consejería de Educación, Cultura y Deportes, 1987, pp. 483-503 y Leopoldo Alas, Clarín, Siglo pasado, ed. y prólogo José Luis García Martín y epílogo José-Carlos Mainer, Gijón, Llibros del Pexe, 2000, pp. 193-209. volver
  • (2) «Revista Literaria», II (3 Agosto, 1892). Palique, ed. J. M.ª Martínez Cachero, Barcelona, Labor, 1973, p. 94. volver
  • (3) G. Sobejano, «Leopoldo Alas, maestro de la novela corta y del cuento» en Clarín en su obra ejemplar, Madrid, Castalia, 1985, pp. 77-114. volver
  • (4) Margalida M. Socías Colomar, «La Generación del 98 y la Mujer. Análisis de una ausencia», Literatura y sociedad: el papel de la literatura en el siglo xx, A Coruña, Universidade da Coruña, 2001, pp. 229-246. volver
  • (5) Véase Catherine Jagoe, Alda Blanco y Cristina Enríquez de Salamanca, La mujer en los discursos de género. Textos y contextos en el siglo xix, Barcelona, Icaria, 1998. volver
  • (6) Véase F. García Sarriá, Clarín o la herejía amorosa, Madrid, Gredos, 1975. volver
  • (7) G. Sobejano señala tres modos dominantes en toda la obra de Clarín: el satírico de la degradación ridícula, el panegírico o lírico de la exaltación emotiva, y el crítico poético de la comprensión penetrante de la realidad. Véase G. Sobejano, ob. cit., pp. 90-91. volver
  • (8) Destacamos el artículo «Congreso pedagógico» incluido en el apartado «Sátura» de Palique (1893), L. Alas, Palique (ed. J. M. Martínez Cachero), Barcelona, Labor , 1973, pp. 195-198 y «Psicología del sexo» (véase nota 1). volver
  • (9) Véase F. García Sarriá, Clarín o la herejía amorosa, ob. cit. volver
  • (10) Además del ya citado G. Sarriá, véase M. Baquero Goyanes,«Clarín, creador del cuento español», Cuadernos de Literatura (enero-junio, 1949), pp. 145-169 y «Los cuentos de «Clarín» en Leopoldo Alas «Clarín», ed. J. M. Martínez Cachero, Madrid, Taurus, 1978, pp. 245-252; R. Gullón, «Las Novelas-Cortas de «Clarín», Ínsula, n. 76 (abril, 1952), p. 3.; G. Sobejano, Clarín en su obra ejemplar, ob.cit., L. Saavedra, Clarín, una interpretación, Madrid, Taurus, 1987 y C. Richmond, selección y edición de Leopoldo Alas «Clarín», Treinta relatos, Madrid, Espasa-Calpe, 1983, 3.ª ed., 1995 e «Introducción» a Clarín,Cuentos completos 1 y 2,Madrid,Alfaguara,2000. Por otra parte,Y. Lissorgues se manifiesta contra los excesos a que llevaría la absoluta identificación entre autor y narrador —de la «falacia biográfica» a la crítica psicoanalítica— («Introducción» a Leopoldo Alas Clarín, Narraciones breves, Barcelona, Anthropos, 1989, pp. 28-29). volver
  • (11) Lyssorgues (ob. cit., pp. 17-20) lleva a cabo una acertada síntesis de los puntos de vista de Baquero Goyanes,R. Gullón y G. Soberano acerca de la naturaleza y diferencias que se dan entre «cuento» y «novela-corta» y entre este último y la novela. Resulta también útil el capítulo titulado «Recorrido crítico de la teoría del cuento» de la obra de M. Teresa Arregui Zamorano, Estructuras y técnicas narrativas en el cuento literario de la generación del 98: Unamuno, Azorín y Baroja, Pamplona, Eunsa, 1996 (2ª ed. 1998), pp. 17-40. volver
  • (12) Véase E. Pardo Bazán, La literatura francesa moderna III: El Naturalismo, Madrid, 1914, pp. 151-152. Las aportaciones de esta autora a la teoría del cuento han sido estudiadas por J. Paredes Núñez, «Emilia Pardo Bazán: Estudios críticos sobre literaturas románicas en Homenaje al profesor José María Fórneas Besteiros, Granada, Universidad, 1995, pp. 261-267. volver
  • (13) E. A. Poe, Poesía completa, Barcelona, Libros Río Nuevo, 1974, pp. 130-144. volver
  • (14) M. Baquero Goyanes, «Pensamiento y poesía en los cuentos de Clarín», F. Rico, Hª y crítica de la literatura española 5. I., M. Zavala, Romanticismo y realismo, Barcelona, Crítica, 1982, p. 612 (Apud «Clarín, creador del cuento español» ob. cit.). volver
  • (15) R. Gullón, «Las novelas-cortas de Clarín» en, F. Rico, H.ª y crítica de la literatura español 5. I., M. Zavala, Romanticismo y realismo, Barcelona, Crítica, 1982, p. 603 (Apud. Ínsula, n. 76 (abril, 1952), p. 3). volver
  • (16) Laura de los Ríos, Los cuentos de Clarín. Proyección de una vida, Madrid, Ediciones de la Revista de Occidente, 1965. volver
  • (17) C. Richmond, selección y edición de Leopoldo Alas Clarín, Treinta relatos, ob. cit. volver
  • (18) G. Sobejano, «Introducción» a Leopoldo Alas Clarín, El Señor y lo demás son cuentos, Madrid, Espasa-Calpe, 1989 (8.ª ed.) 1998 y Clarín en su obra ejemplar, Madrid, Castalia, 1985, pp. 90-91. volver
  • (19) Lissorgues (op. cit.) distingue en los cuentos satíricos estos apartados: «Sátira política y social», «Falsos literatos», «Falsos naturalistas», «Falsos krausistas», «¿Falsos sabios o falsa ciencia?», «¿Y la mujer?», para acabar analizando los procedimientos de la sátira. En los cuentos morales la simpatía, el amor y el misterio son los rasgos dominantes. volver
  • (20) El tema del remordimiento del crítico lo trata también Clarín en el artículo «No engendres el dolor» (Siglo Pasado, ob. cit., pp. 77-80). volver
  • (21) Véase R. Bourneuf, R. Ouellet, La Novela, Barcelona, Ariel, 1975, p. 227. volver
  • (22) Clarín, «La imperfecta casada», Cuentos Completos/2, ed. Carolyn Richmond, Madrid, Alfaguara, 2000, p. 80. volver
  • (23) M.ª Dolores Dobón Antón (El intelectual y la urbe: Clarín maestro de Azorín, Madrid, Fundamentos, 1996) ha estudiado las relacione entre «Superchería» y Diario de un enfermo. volver
  • (24) Clarín, «Pipá», Cuentos completos/1 (op. cit.), p. 175. volver
  • (25) Véase T. Albadalejo Mayordomo, Teoría de los mundos posibles y macroestructura narrativa, Alicante, Universidad de Alicante, 1998, pp. 220-233. volver
  • (26) J. Cortázar, «Algunos aspectos del cuento», La casilla de los Morelli, Barcelona, Tusquets, 1981, pp. 132-152. volver
Centro Virtual Cervantes © Instituto Cervantes, . Reservados todos los derechos. cvc@cervantes.es