Madrid, España
Las sucesivas reformas de la Constitución de Marruecos (1970, 1972, 1992, 1996 y 2011) no condujeron a la metamorfosis del régimen monárquico. Al contrario, éste sigue ostentando la misma seña de identidad por la concentración de los poderes temporal y espiritual en la persona del rey. Por medio del consenso alcanzado con el Palacio, hasta los partidos de izquierda (comunistas y socialistas) apoyaron las reformas constitucionales propuestas por el monarca. Un nuevo planteamiento casi unánime de la izquierda (pero diferente de las reivindicaciones históricas de las masas), condujo a finales de los años 90 a una nueva concepción de la cuestión constitucional que se aleja del modelo de democracia participativa. La reivindicación de una Asamblea Constituyente, que supuso el talón de Aquiles en la historia política de Marruecos, desapareció del nuevo discurso de los socialistas que optaron por la conquista del poder mediante el diálogo con el Palacio.
Sesenta años después de la independencia de Marruecos en 1956, el monarca sigue teniendo la iniciativa de reforma constitucional. En su filosofía, la transición política, iniciada en 1998, era sólo un proceso que permitió la delegación por el Rey de una parte de sus atribuciones al gobierno de alternancia en la gestión de los asuntos públicos. Para las masas no les interesa quién saldrá vencedor de la batalla constitucional entre partidos y Palacio sino la mejora de su poder adquisitivo y el bienestar de sus familias.
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