Las relaciones de la España franquista con Francia, tanto desde el punto de vista político y económico como social, cultural o ideológico en los primeros años tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945) fueron uno de los principales problemas de la diplomacia franquista. El cierre de la frontera pirenaica de 1946 a 1948 y la ruptura de relaciones no impidió que fuera, precisamente en estos años, cuando la emigración clandestina antifranquista, aprovechando el estatus de refugiado concedido a los exiliados políticos españoles en Francia, alcanzó sus cuotas más altas desde la Retirada de 1939. Hablar de esta emigración clandestina, de la que el adjetivo de “política” es problemático (reagrupación familiar, emigración causadas por la miseria de la posguerra, o incluso espías franquistas) entre 1945 y el principio de la década de 1950 permite abordar un interesante elemento de historia transnacional que configura tanto la política exterior franquista como la colonia española en Francia.
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