La iniciativa de publicar la Carta colectiva del episcopado español del 1 de julio de 1937 no la tuvo el general Franco sino el cardenal Gomá. Fue escrita para denunciar al mundo la persecución religiosa republicana, que había provocado ya la muerte de once obispos y de casi seis mil sacerdotes y religiosos. En ella no se califica nunca a la lucha de cruzada, y la única vez que aparece esa palabra es para negar ese carácter a la contienda. Pío XI aprobó su publicación y elogió a los obispos, que condenaron el mal, viniera de donde viniera, a la vez que perdonaron a los perseguidores. No la firmaron el cardenal Vidal y el obispo Múgica –aunque ambos mostraron gratitud a Franco y desearon su victoria– por razones que se explican en el artículo. El cardenal Tarancón declaró que si hubiera sido obispo entonces la habría firmado.
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