ARTE

EL PRADO EN SU BICENTENARIO

La idea motriz del bicentenario es celebrar el Museo Nacional del Prado como el gran regalo que se ha dado la nación española y explicar cómo, a consecuencia de acontecimientos sociales y políticos, una colección privada, concebida para deleite de unos pocos acabó convirtiéndose en la principal institución cultural de todos los españoles. En torno a esta idea gravita la ambiciosa programación del bicentenario. (De la presentación del museo en www.museodelprado.es)

Una visita

Los recuerdos son selectivos y misteriosos. ¿Por qué recordamos detalles mínimos de algunos momentos y sólo conservamos una vaga idea de cosas vividas más por referencias ajenas –“estabas allí”- que por la propia memoria? En mis tiempos de estudiante fui bastante al Museo del Prado, pero no guardo casi vestigio de alguna emoción o conocimiento, aunque supongo que aquellas visitas favorecieran el que aprobara Historia del Arte. Sin embargo, recuerdo mi primera visita. Tendría entonces 11 o 12 años. La emoción previa, la salida del colegio con mis compañeras de curso y la profesora que nos había preparado para aquel momento y nos había imbuido de la certeza de ir a encontrarnos con una seña de identidad de España y nuestra riqueza de cultura, de historia, de arte.

Recuerdo también su observación algo irritada, pero dicha con suavidad, al advertir que quedábamos como pasmadas ante los copistas que, plantando su caballete frente a alguna obra maestra, intentaban la reproducción exacta: “No es muy inteligente admirar más la copia que el original”. Y, por supuesto, la reverencia casi religiosa con la que accedimos al espacio reservado para Las Meninas. Un lugar en el que había que hablar en voz baja, acercarse con cuidado y tratar de ver el aire, la atmósfera que sólo Velázquez era capaz de recrear, como también el polvillo del telar de Las hilanderas o el humo de La fragua de Vulcano y el contacto con la belleza en la Anunciación de fray Angélico, ante la que, casi sin darme cuenta, empecé a recitar el Avemaría…

Hace unas semanas estuve de nuevo en el Prado siguiendo sin saber el guión de Eugenio D’Ors, Tres horas en el Museo de El Prado, itinerario estético, o la guía que ofrece la página web del Museo sobre lo que es indispensable visitar en esas tres horas. Sobre su obra dice D’Ors: “Por eso prefiero que el amigo al que este libro guíe no sea docto en materia de arte, y que posea en cambio buen gusto innato. Se trata de un esquema muy general del arte, ejemplificado en unos pocos lienzos del Museo del Prado. Bien, sin haber leído estas cosas, eso ha sido mi recorrido mas alguna observación del ambiente y mi propia emoción”.

De mi primera visita (sería en los comienzos de los 60) a ésta, muchas cosas han cambiado y creo que muchas más permanecen. En aquellos años los que deambulaban por salas y galerías eran, me parece, menos y menos diversos: artistas, intelectuales, estudiantes, algún extranjero… bastante silenciosos. El público ahora es variopinto: todas las edades, todos los oficios, todos o casi todos los países y mucho más ruidosos. La fila para adquirir la entrada no era muy larga, pero, a las once de la mañana de un día no festivo, no cesaban de añadirse visitantes, en grupo o individualmente y con notable presencia de escolares, algunos muy pequeños. Los vi luego sentados en círculo en el suelo atendiendo a las explicaciones, creo que, sobre mitología, de una profesora sonriente que hacía reír a los niños con las extravagancias de los dioses griegos.

Ha cambiado algo también la disposición de los cuadros o el modo de exponerlos. Las Meninas, después de la restauración de 1984 y el exhaustivo estudio de 2008 con el que se protegió aún más el lienzo de posibles deterioros, aparece con una luz nueva… O, tal vez lo renovado haya sido mi asombro ante una belleza que, más allá de los innumerables estudios de que es y ha sido objeto, sigue asombrándome.

Esplendor neoclásico y un proyecto en crecimiento

Cuando se accede por la entrada de la fachada norte a la galería que recorre todo el edificio creado por Villanueva en 1819, ampliado y reformado muchas veces a lo largo de estos doscientos años (Narciso Pascual y Colomer, Francisco Jareño, Fernando Arbós y Tremanti, Pedro Muguruza, Fernando Chueca, Manuel Lorente son los autores de las sucesivas reformas) la impresión es grandiosa, un deslumbramiento sosegado. Armonía, sobriedad, nobleza de líneas y de materiales, claridad, limpieza. Los estudiosos o amantes de la arquitectura tienen una información muy completa de trazados, planos, sucesivas ampliaciones y materiales así como vicisitudes como la invasión napoleónica y la guerra civil española que afectaron al edificio diseñado en principio como Gabinete de Historia Natural y la Academia de las Ciencias acorde con la Ilustración decimonónica.

El actual complejo del que forman parte otros espacios como el Casón de Buen Retiro de la misma época que el edifico de Villanueva, el claustro de los Jerónimos diseñado por Moneo y próximamente el Salón de Reinos –anteriormente Museo del Ejército- cuya conexión con los otros y su remodelación se ha comenzado el pasado año por Foster + Partners L. T. D. y Rubio Arquitectura S. L. P., ganadores del concurso. Un ambicioso plan que posibilitará la exhibición de muchos fondos que, de momento permanecen en los depósitos.

¡Qué enorme riqueza!

El historiador del arte e hispanista Jonathan Brown afirma que pocos se atreverían a poner en duda que El Prado es el museo más importante del mundo en pintura europea. Creo que nadie podrá desmentirlo. Y es una escuela de historia y de la forma mentis de Europa. No es puro azar que el museo –formado en sus inicios por obras pertenecientes a los monarcas, primero Austrias y después Borbones- albergue un enorme número de obras de temática cristiana.

El inventario de bienes artísticos del Museo del Prado comprende 27.509 objetos, desglosados en 7.825 pinturas, 8.637 dibujos, 5.493 grabados y 34 matrices de estampación, 932 esculturas (más 154 fragmentos), 1.101 piezas de artes decorativas, 38 armas y armaduras, 2.155 medallas y monedas, 981 fotografías, 4 libros y 155 mapas.

Hasta hace unos años, por limitaciones de espacio, el museo exhibía una selección de unas 900 obras de máxima calidad, que le daba la consideración de “la mayor concentración de obras maestras por metro cuadrado”. Con la ampliación llevada a cabo por el arquitecto Rafael Moneo, desde julio de 2011, en que se reorganizaron las salas, la exhibición permanente ha sumado unas 300 obras, por lo que el total expuesto que pueden contemplar los visitantes llega a 1150 cuadros. De modo que se impone repetir la experiencia y aún siendo asiduo temo que será casi imposible conocer y reconocer tanta belleza.

Pero, además, la celebración del Bicentenario ha supuesto una programación extraordinaria de eventos, exposiciones y actividades ya comenzadas en el año que acabamos de dejar y que continuarán durante 2019. El programa De gira por España llevará a distintas ciudades obras de Rafael, Zurbarán, Sorolla, Poussin y el Greco. En las calles de Madrid ya se ha llevado a cabo una recreación fotográfica de la visita al Prado que en los próximos meses viajará a Mérida, Jerez de la Frontera y Cartagena. En la página web del Museo se ofrece una información muy completa. Hay muchas posibilidades para disfrutar de la belleza, esa puerta abierta a la trascendencia.

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