Arqueología del búnker [1]
Paul Virilio /Traducción de Carmen Ramírez y Fernando Rodríguez de la Flor
 

 
 

Testigos de un momento dramático de la historia contemporánea, diez mil monumentos desaparecen. Despojados de sus funciones, fuera de cualquier contexto de actualidad, estas obras permiten con todo adivinar a su través la presencia de una significación enigmática.

A lo largo de una deriva arqueológica, he buscado en este universo subterráneo lo que es una de las figuras secretas de nuestros tiempos.

El modelo del blocao extrañamente se reclama de aquel de los templos aztecas; en virtud de sus estrategias de disimulación, algo los conecta también con las mastabas, con las necrópolis etruscas; empero, aquello que en los monumentos antiguos lo piramidal o circular termina por evocar un sentido sacral y una imagen cósmica de la edificación, es aquí tan implícito como involuntario.

Tal geometría del búnker no es tan firme, como en realidad corroída y desgastada. El ángulo no se mantiene recto, sino que se modifica para escapar a cualquier aprensión; su masa no está asentada en el terreno, sino centrada en ella misma, independiente, capaz de movimiento y de articulación. Esta arquitectura flota en definitiva sobre una tierra que ha perdido algo de su materialidad. Acercándome en la playa hacia uno de estos monolitos, se me antojan parecidos a animales; una carcasa vacía, abandonada, basculante sobre la arena como la piel desechada de una especie desaparecida. Me interno en el búnker, una pesadez singular me oprime, me abrasa el espesor que alcanzan las paredes. Es una segunda envoltura fisiológica, amplifica ciertos sentidos y protege los movimientos. Aquí se han erradicado las ventanas que podrían iluminar el interior, y sólo la tronera alumbra el exterior, pero con la precisión de un faro.

Dentro de esta estructura de supervivencia, la vida no puede ser neutra. En efecto, en ella se plasma el esfuerzo por un devenir más sutil y esencial.

Vestigios banales, estas obras han tomado la simple morfología de los taludes, sólo preservados por la dificultad que entraña su demolición. Asombrosos ejemplos de la ceguera de una época acerca de ella misma, estas obras primordiales anuncian con todo una nueva arquitectura fundamentada no tanto sobre las facultades físicas, sino sobre el siquismo. Constituyen una suerte de urbanismo donde el análisis elemental de la realidad social ha quedado totalmente desechado a favor de un hábitat en cuanto que disponible para ser creado conforme a las disponibilidades secretas de los individuos.

1958

 

 

Arquitectura críptica

El concepto de una arquitectura críptica se desenvuelve obligatoriamente a partir de la integración de cuerpos autónomos que en su interior se desarrollan y a cuyo devenir está vinculada.

Estos cuerpos, considerados ellos mismos como modelo primigenio arquitectural, están unidos al proyecto central por sus túneles de comunicación, en conexión con el lugar –a través de las zonas medianas de la vestimenta, segundo nivel arquitectural “portante”, y de los objetos, con funciones crípticas innúmeras– hasta llegar a la noción de territorio, es decir, movimiento en un espacio posible, hasta emerger la idea de tiempo.

La adhesión a estos dos principios determina “el poder críptico”, el cual reside esencialmente en el hecho de producir una continuidad, que provoca el hecho de hacer inseparables las condiciones de visibilidad arquitectural con respecto a aquellas otras que determinan su opacidad.

Esta arquitectura en sus variantes es el resultado de una misma energía, supervivencia de todas las especies vivientes: se trata de la energía de aquello que se oculta. Considerada como la dinámica fundamental para las sociedades primitivas, tendiendo, a partir del neolítico, al perfeccionamiento de todo aquello que implica, la arquitectura críptica se va progresivamente separando de los movimientos de la vida social a partir del mundo clásico griego, el cual, sustituyendo las cosas evidentes por la evidencia de su interior, disoció por un período la acción de la invención.

En resumen, asociado en un primer momento a los fenómenos de la vigilancia y de la atención, nacidos de un punto de vista físico (a), la arquitectura críptica tiende, a partir de la compensación de nuestras fobias (b) y por la penetración en un elemento vacío de accidentes objetivos ordinarios (c), a estimular nuestras facultades de invención (d) y mediante este recurso asienta su dominio sobre la realidad pre-existente y su significación. Atravesando históricamente gradaciones y degradaciones de (a) a (d), y presentándose bajo la forma de herencia y de rapiña, este arte críptico constituye desde sus orígenes una totalidad continua, cualesquiera que sean las transformaciones que haya tenido que asumir: religiosas, raciales, militares, científicas, políticas, funerarias, literarias, filosóficas o simplemente relativas a la minería.

Sus formas explícitas son directamente relativas a la libido de poder de una comunidad, tanto como a una suerte de energía determinante autoadquirida a través de la empresa guerrera.

La arquitectura críptica es, pues, una infraestructura. Si en lo físico ella se comporta como soporte y fundamento de la arquitectura de superficie, de la cual ella misma es el órgano central y la inspiración, esto lo consigue gracias a un proceso de necesaria renovación histórica en la creación de medios de supervivencias para los individuos y las sociedades.

El aislamiento en que comparece la energía críptica, la observación de blancos que le compete, da como resultado el poner en el paréntesis algunas de las evidencias actualmente difundidas en materia de arte y de arquitectura.

En efecto, mientras que nosotros construimos una arquitectura de fachada, de pastel, de imitación, de especulación, de decorados realizados para agradar, y que como objetos efímeros son fácilmente derruidos a cada crisis, a cada nuevo cataclismo, una forma arquitectural inédita se haya a unos metros de la nuestra, sólo que de espalda.

El arte, a quien nosotros sólo sabemos concebir bajo la forma de la gratuidad, en tanto que estructuras sin forma y de la que se ha sustraído el poderío físico, continúa desarrollando la línea inicial de una resistencia a lo ineluctable en el universo secreto de la compensación.

Cegados por la proximidad discontinua de bienes objetivos, los publicitarios se interrogan sobre la identidad de mundos alejados por millones de kilómetros y multitudes de milenios.

Las ciudades son episódicas y cerebrales, mientras la críptica es permanente y genésica.

Se puede estudiar objetivamente la física accidental de lo uno pero hace falta cambiar nuestros sistemas de referencia para que la unidad espiritual de lo otro devenga inteligible: palacios mayas desprovistos de ventanas y de chimeneas, bosques impenetrables de columnas egipcias, catacumbas, subterráneos ovoides de los cátaros, santuarios viet-cong, la morada hermética de Fausto, montañosas minas de cobre suecas o búnker; nuestra visión del arte no hace sino vivir mediocremente de aquello que el poder críptico ha segregado de sí mismo, dos o tres mil años demasiado tarde, gracias a la historia o a la arqueología. Nuestro mundo está poblado de anti-objetos así como de una arquitectura repulsiva donde las actividades vacías se oponen a aquellas de lo múltiple, lo invisible se enfrenta a lo visible, lo consistente a lo complejo, el continuo a lo discontinuo, lo antropomórfico a lo anónimo. Es este un universo de la situación límite, de la aprehensión y del reflejo, nacido de una heterogeneidad de razas, de especialidades y de técnicas, todas ellas puestas al servicio de energías, de generación de realidad. Después de veinte años de abandono, el ejército reocupa poco a poco los búnkers, de la misma manera que, en el pasado, la organización Todt había rehabilitado los fuertes creados por Vauban, y el propio Vauban se había servido de los emplazamientos galorromanos, ellos mismos elevados sobre antiguas estructuras tumulares.

Así se perpetúa, más allá de la episódica histórica de los estilos, el espíritu del lugar. Si este postulado es exacto, entonces las nociones discontinuas de tiempo y de lugar devienen accesorios, la arqueología podrá ser practicada en la actualidad más cercana a nosotros, y la civilización críptica descubierta en el presente mismo.

Tal y como he querido sugerir, y sin que nosotros seamos expresamente conscientes de ello, todo esto planea sobre nosotros, y toma relieve bajo nuestros ojos desplegando en sus mansiones y templos la permanencia inmemorial de su mentalidad.

1965



[1] Architecture principe Nº 7, septiembre–octubre de 1966. Número especial: «Búnker Archéologie». Repro. en Virilio,  Paul y Parent, Claude: Architecture principe 1966 et 1996, Besançon: Les Éditions de l’Imprimeur, 1996.

 

 

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