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Resumen de Time to care: Analysis of maternity, paternity and parental leaves in Latin America and the Caribbean

Carina Lupica

  • español

    La parentalidad o las responsabilidades parentales son las capacidades prácticas y funcionales que tienen las madres y los padres para cuidar, educar y asegurar el sano desarrollo de sus hijos. Estas se conforman a partir de factores biológicos y hereditarios y su interacción con las experiencias vitales y el contexto sociocultural de desarrollo de los progenitores o cuidadores. Las habilidades y comportamientos que incluyen el ejercicio de la parentalidad se pueden aprender y ejercer más allá de cualquier tipo de arreglo conyugal (Lupica, 2013).

    Uno de los factores de mayor influencia en la historia reciente del ejercicio de la parentalidad ha sido el ingreso masivo de las mujeres al mercado de trabajo y los consecuentes cambios en los roles de los miembros de la familia. A fines de 2017, la tasa de participación laboral de las mujeres en América Latina y el Caribe era del 50,2 por ciento (OIT, 2017).

    Pese al avance sustancial de las mujeres en el mundo del trabajo, ellas aún asumen la principal responsabilidad de las tareas del hogar y de cuidado de la familia. En promedio, las mujeres dedican casi el triple del tiempo semanal al trabajo no remunerado que los hombres (37,2 horas semanales vs. 13,3 horas semanales, respectivamente), mientras que ellos dedican el doble del tiempo al trabajo remunerado en comparación con las mujeres (39,3 horas semanales vs. 19,3 horas semanales, respectivamente). (Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe-CEPAL, 2018).

    Una dimensión fundamental para promover la participación de las mujeres en el mercado de trabajo consiste en avanzar hacia la corresponsabilidad social de los cuidados –es decir, con intervención de las familias, el Estado, el mercado y la sociedad–, y desde un enfoque de parentalidad, para promover su reparto más equitativo entre los hombres y las mujeres. Se trata de cambios que apuntan hacia una sociedad en la que las mujeres y los hombres puedan ser trabajadores remunerados y, a la vez, cuidadores (OIT-PNUD, 2009; Lupica, 2013).

    El mayor involucramiento de los hombres en los cuidados familiares también influye positivamente en el destino y desarrollo personal de los hijos y en los sentimientos de satisfacción de los propios varones, para quienes la relación filial es una esencial fuente de bienestar y felicidad (IPPF/WHR y Promundo 2017; Barker y Verani, 2008).

    La histórica identificación de los hombres con el trabajo remunerado y de las mujeres con el trabajo reproductivo es una de las principales causas de las resistencias a la reestructuración de los tiempos dedicados por las mujeres y los hombres al trabajo para el mercado y en los hogares. Pero, por otra parte, la organización del mercado de trabajo también dificulta el mayor compromiso de los hombres con el cuidado. El ordenamiento jurídico laboral de los países de la región fue creado sobre un modelo de familia biparental, con uniones conyugales formales y estables, que habilita el modelo de trabajador ideal: un hombre que asume horas de trabajo en exceso y destina un tiempo muy limitado a las responsabilidades familiares y a su vida personal (Lupica, 2013).

    De esa manera, las disposiciones para facilitar la articulación entre trabajo y familia en la mayor parte de la región se pensaron casi exclusivamente para las mujeres –asumiendo su doble función de trabajadoras y madres– y no para los hombres –cuya función como trabajadores parece partir del supuesto de que existe una mujer que cubrirá las necesidades de cuidado de sus hijos e hijas–. Esta presunción se encuentra implícita en la distribución de licencias para las madres y los padres, y en la regulación sobre guarderías y espacios de cuidado infantil asociados al trabajo de las mujeres.

    El principal avance en la legislación laboral de los países de la región para promover los cuidados compartidos entre hombres y mujeres ha sido el reconocimiento del derecho del padre a participar en el cuidado y la atención de los hijos e hijas recién nacidos mediante la licencia de paternidad, que tiene una corta duración (entre 2 a 15 días). Sin embargo, los hombres no tienen derecho al fuero paternal y en la mayoría de los casos tienen restringido el acceso a los servicios de cuidado en el lugar de trabajo. Son pocas las legislaciones que consideran el permiso en caso de enfermedad de los hijos o de otros miembros de la familia directa de los trabajadores, y las licencias parentales solo se han implementado en cuatro países: Brasil, Cuba, Chile y Uruguay.

    Así, en los países de la región se vuelve necesaria una reforma institucional que incorpore el concepto de parentalidad en los marcos normativos sobre protección de la maternidad y apoyo a los trabajadores con responsabilidades familiares, para que ambos miembros de la pareja puedan asumir las funciones de cuidado de manera compartida.

    Los permisos parentales permiten extender a los trabajadores las garantías de cuidado que no están ligados a la función exclusivamente reproductiva biológica de las mujeres (embarazo, parto, recuperación y lactancia) y avanzar hacia la superación del viejo modelo «hombre proveedor y mujer cuidadora». Pese a lo cual, para que el cuidado sea una responsabilidad compartida entre hombres y mujeres, no bastan solo las modificaciones normativas. También se requiere de acciones positivas y de políticas sociales que impulsen el cambio social y cultural necesario, para potenciar la paternidad activa o comprometida y hacer realidad la efectiva corresponsabilidad social de los cuidados.

  • English

    Parenthood or parental responsibilities may be defined as parents’ practical and functional capacities to care for and raise their children and ensure their healthy development.

    Such capacities are acquired through parents’ or carers’ biology, heredity, life experience and interaction with the sociocultural context. Parenting skills and behaviours can be learned and exercised irrespective of conjugal arrangements (Lupica, 2013).

    One of the factors impacting parenthood most heavily in recent years is women’s wholesale entry on the labour market and the family role changes involved. At year-end 2017, 50.2 % of Latin American and Caribbean women were engaged in paid employment (OIT, 2017).

    Despite their substantial implication in the working world, women continue to assume the primary responsibility for household and family care tasks. On average, women devote nearly three times as many hours per week to unpaid work as men (37.2 vs 13.3), whereas men spend twice as much time in paid work (39.3 vs 19.3). (Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe-CEPAL, 2018).

    One essential consideration for furthering women’s employability is advancement toward social co-responsibility for care, i.e., with the intervention of families, the State, the marketplace and society from the perspective of parenthood, to foster greater equality between men and women. Such changes would seek to build a society in which women and men can be paid workers as well as carers (OIT-PNUD, 2009; Lupica, 2013).

    Greater male involvement in family care also has a beneficial effect on children’s future and personal development, not to mention the fatherly satisfaction experienced by men who establish a rewarding and happy relationship with their children (IPPF/WHR and Promundo, 2017; Barker and Verani, 2008).

    The traditional identification of men with paid and women with reproductive work largely explains why restructuring women’s and men’s working time meets so much social resistance. Labour market organisation reinforces that resistance, which also hampers men’s greater commitment to care. The model informing regional labour legislation, traditional two-parent families resulting from stable conjugal unions, determines the profile of the ideal worker: a male who works overly long hours and devotes very little time to family responsibilities and his personal life (Lupica, 2013).

    Consequently, the provisions on work/life balance in most of the region are geared nearly exclusively to women in their dual role as workers and mothers, rather than to men, whose role as workers appears to rest on the existence of a woman able to meet their children’s needs for care. That assumption is implicit in the distribution of mothers’ and fathers’ leaves and the regulation of on-site day care services and their association with working women.

    The acknowledgement of fathers’ right to participate in the care for their newborn children in the form of short-term paternity leave (2 to 15 days) is the regional legislative measure that has had the greatest impact on men’s and women’s joint participation in care work. Men are not, however, entitled to job protection and in most cases their access to on-site day care services is restricted. Very few national legislations envisage leave to care for workers’ children or other family members when ill and parental leave has only been implemented in four countries: Brazil, Chile, Cuba and Uruguay.

    Countries in the region consequently need to undertake legislative reform to provide for parenthood-focused maternity protection and support for workers with family responsibilities to enable mothers and fathers to share the tasks involved in care.

    Under parental leave provisions workers can extend the right to care beyond women’s reproductive role (pregnancy, childbirth, recovery and nursing) and upend the old «male breadwinner, woman carer’ model. That notwithstanding, legislative provisions do not suffice to ensure that responsibility for care is shared by men and women. Affirmative action and social policies are also needed to further the necessary social and cultural change, foster active or committed paternity and make social responsibility for care effective in practice.


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