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Resumen de Spanish fathers benefiting from maternity leave: experience and policy demands

Gerardo Meil Landwerlin

  • español

    La política de permisos parentales originalmente diseñada para garantizar la salud de la madre y del bebé ha ido evolucionando en las últimas décadas hacia su inclusión dentro de la política de conciliación de vida familiar y laboral y de la política de igualdad de género. En un escaso número de países, entre los que se incluye España, esta reorientación supuso introducir la posibilidad de que parte del permiso de maternidad pudiera ser cedido al padre. Introducida en 1989, inicialmente se limitó a las cuatro últimas semanas del permiso de 16 semanas de duración, pero en 1999 este período se amplió a diez semanas y se permitió disfrutarlo al mismo tiempo que la madre y a tiempo parcial.

    El objetivo del presente trabajo es analizar el alcance y circunstancias que llevan a la madre a ceder parte de este permiso, las reacciones en el entorno sociolaboral del padre y su experiencia de cuidado, sobre todo en términos de su socialización en el trabajo no remunerado, así como las demandas que estos padres formulan en términos de políticas públicas de apoyo a la conciliación de vida familiar y laboral. Para ello se han analizado las estadísticas disponibles del Ministerio de Empleo y Seguridad Social, así como 19 entrevistas en profundidad realizadas a padres con hijos menores de 4 años a los que se les ha cedido al menos 4 semanas de este permiso para cuidar en solitario del recién nacido, cuando sus parejas se reincorporaban al empleo. Los bebés cuidados tenían entre dos y seis meses de edad.

    El número de madres que han optado por ceder parte del permiso de maternidad es bajo, situándose alrededor del 2%, aunque con tendencia ligeramente creciente. En valores absolutos, no obstante, la proporción de padres que se ha beneficiado de esta posibilidad en la última década llega casi a 60.000, siendo la práctica más frecuente que se cedan las 10 últimas semanas legalmente permitidas. Las entrevistas en profundidad permiten observar que las razones para esta cesión son heterogéneas, pero cabe agruparlas en razones expresivas, vinculadas a la igualdad de género, y razones laborales. Entre las razones laborales, que son las más frecuentes, se encuentran el hecho de que la madre sea 1) autónoma o coproprietaria de un negocio, 2) empleada con un contrato temporal, 3) se sienta presionada más o menos explícitamente para retornar antes al empleo y 4) por motivos de carrera profesional. Precondición para esta cesión es, no obstante, que el padre no vea peligrar su empleo por utilizar el permiso. La idea de transferir parte del permiso, en general, ha surgido conjuntamente y en ninguno de los casos se refieren desavenencias o resistencias para tomar la decisión, ni ésta se ha vivido como problemática.

    Las reacciones en el entorno laboral han sido variadas y evidencia una extendida ignorancia de esta posibilidad legal. Al tratarse de un derecho legalmente reconocido, no ha habido un rechazo frontal por parte de los superiores jerárquicos, pero cuando se preveen dificultades, una estrategia frecuente es la comunicación burocrática de la decisión, a través de escritos que invocan la legislación vigente más que a través de la comunicación directa cara a cara. En algunos casos, los entrevistados refieren consecuencias negativas para sus condiciones laborales una vez se reincorporan, aunque no es lo más frecuente. La reacción de los compañeros de trabajo suele ser de apoyo o neutras, según el principio de no intromisión en la vida de los demás, aunque también se refieren reacciones irónicas y de falta de reconocimiento de la decisión calificando el periodo de cuidado como “vacaciones pagadas”. En la familia y entre las amistades, la decisión suele ser apoyada y nunca criticada frontalmente, en virtud del mismo principio de no intromisión en la vida ajena, aunque puedan albergar dudas sobre la capacidad para cuidar en solitario del recién nacido. Estas reacciones evidencian un contexto cultural favorable para que pueda tener éxito una política de promoción del cuidado de los padres en solitario, tal como se discute en la arena política en la actualidad.

    La experiencia del cuidado en solitario durante al menos dos meses se evidencia como un excelente contexto para avanzar en la igualdad de género a través de un reparto del trabajo doméstico más igualitario y de una paternidad más comprometida. Entre los padres primerizos, el tránsito al cuidado en solitario se vive con miedo y ansiedad, aunque el período de cuidado conjunto con la madre durante el permiso de paternidad sirve de entrenamiento y formación para facilitar la asunción del cuidado en solitario. A medida que se adquiere seguridad la ansiedad disminuye, pero en cualquier caso se toma conciencia de que se trata de un “trabajo” que es “duro” y que requiere de mucha atención, dejando poco tiempo libre para otras actividades. No es infrecuente que los padres se indignen ante la falta de reconocimiento de la carga de trabajo que representa por parte de sus allegados. Durante todo este período los padres aprenden a realizar las diferentes tareas de cuidado del bebé y a comunicarse con él, desarrollando un profundo vínculo afectivo.

    La alimentación del bebé se resuelve de distintas formas, según sea la distancia al lugar de trabajo de la madre y la ordenación de su jornada laboral, entre otros factores. La experiencia es generalmente descrita a posteriori como altamente satisfactoria, asociada a la idea de felicidad. Al mismo tiempo que cuidan también realizan tareas domésticas, que en general ya realizaban con anterioridad, y lo hacen de forma compartida con la pareja.

    En este sentido, no se produce una inversión de los roles de género, sino ante todo una socialización del padre en el cuidado de los hijos, evidenciando así el potencial de cambio en las relaciones de género que tiene un permiso parental que promueva el cuidado en solitario.

    La valoración que los padres entrevistados hacen de los permisos disponibles en España es muy crítica, porque consideran que la duración de los permisos remunerados (maternidad, paternidad y lactancia) es excesivamente corta y que los bebés deberían poder estar más tiempo con sus progenitores. La excedencia no es percibida como un permiso, ni como una solución suficiente, al no existir un salario de sustitución. No hay un modelo ideal que emerja claramente de los discursos de los padres entrevistados. Las propuestas oscilan entre los 8 meses y el año y medio, siendo alrededor de un año la que con más frecuencia se cita, poniendo como ejemplo las regulaciones existentes en los países del norte de Europa.

  • English

    Parental leave legislation, originally designed to guarantee mothers’ and babies’ health, has evolved in recent decades to form part of work/life balance and gender equality policies. In a few countries, Spain included, that reorientation has translated into allowing fathers to take part of the maternity leave. When introduced in 1989, the measure was limited to the four last of the total 16 week duration, but in 1999 it was extended to 10 weeks and made available to both parents simultaneously if taken part-time. This study analysed the circumstances that induced mothers to assign part of their leave, the timing, the reactions in fathers’ social and professional environments and the experience from their perspective, particularly in terms of their involvement in unpaid work, as well as their demands in connection with public policies in support of the work/life balance.

    The analysis was based on Spanish Ministry of Employment and Social Security statistics and 19 in-depth interviews with fathers of children under the age of 4 who cared for a 2– to 6-month-old infant alone for at least 4 weeks under maternity leave assigned by their partners.

    Although only around 2 % of mothers assigned part of their maternity leave to their partners, the pattern followed a slightly upward trend. In absolute numbers, most of the nearly 60 000 fathers benefiting from this option in the last decade took the full 10 weeks legally allowed. The in-depth interviews showed that while the reasons for the decision varied, they could be grouped under two headings: expressive, linked to gender equality, and work-related. The most frequent work-related reasons revolved around mothers’ status as self-employed workers or business co-owners; employees with short-term contracts or subject to more or less explicit employer pressure to return to work sooner or to a personal desire to advance their careers. The pre-requisite for assignment, however, was that it would not jeopardise the father’s job. Leave transfer was generally an option jointly considered and none of the respondents reported disagreements or reluctance around the decision, nor was it experienced as troublesome.

    Work environment reactions varied and attested to widespread lack of awareness of the possibility. Inasmuch as it is a legally acknowledged right, superiors did voiced no straightforward objections. Nonetheless, when difficulties were anticipated, one common strategy was to inform the employer of the decision in writing with a reference to the legislation in place, rather than in person. Some interviewees claimed that taking the leave had an adverse effect on their employment conditions upon return to work, although this was not the general pattern. Co-worker reactions were supportive or neutral, in accordance with the principle of non-interference in others’ private lives, although the decision was sometimes referred to sarcastically as «paid holidays». Fathers’ circles of family and friends tended to support the decision, which was never openly criticised further to the principle of non-interference, although some doubts were expressed about fathers’ ability to care for a new born alone. These reactions denoted a cultural context favourable to the policies encouraging fathers to care for their children by themselves, in line with the ongoing debate in today’s political arena.

    The experience of caring for a child alone for at least 2 months is an excellent avenue for advancing toward gender equality through a more equitable distribution of domestic work and engaged fatherhood. For first-time fathers, caring for a baby alone generated fear and anxiety, although joint care with mothers during paternity leave served as helpful training. Whilst anxiety declined as fathers gained self-confidence, they also realised that the «hard work» and constant attention involved left scant free time for other activities. Fairly frequently, a lack of acknowledgement of the workload by family and friends induced fathers’ outrage. Throughout this period they learned to perform the tasks entailed in caring for their babies and to communicate with them, developing a deep affective relationship. Feeding was solved in a number of ways, depending on the distance to mothers’ workplaces and their working hours, among others. A posteriori, the leave was generally associated with satisfaction and happy memories. While caring for babies, fathers also shared domestic tasks with their partners, as they often had before the baby was born. In other words, gender roles were not reversed. Rather, the potential to change gender relationships inherent in parental leave that favours fathers’ assumption of care on their own is attested to by men’s more active engagement in childcare.

    The fathers interviewed were highly critical of Spanish leave legislation, deeming that the duration of paid leave (maternity, paternity and nursing) is too short and that the time babies are attended to by their parents should be extended. Unpaid leave of absence was not regarded as a suitable solution. Although no ideal duration could be gleaned from the interviewees’ opinions, ideas ranged from 8 to 18 months, with around 12 cited most frequently, in keeping with the regulations in place in northern Europe.


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