La prohibición del burkini en las playas de varios ayuntamientos franceses en el transcurso del verano 2016 ha dado lugar a intensos debates dentro del discurso político, y también en el feminismo. Retomando la afirmación de Levi Strauss de que las mujeres son a la vez signo y productor de signos, se avanza que el burkini tiene una función política, más que religiosa. Descartando la validez del argumento aún sin resolver del consentimiento, se concluye que lo que se trata, en el mencionado debate político sobre el burkini, no es de promover la igualdad de género, sino de utilizar el cuerpo de las mujeres para hablar de otra cosa. Las mujeres siguen, todavía en la actualidad, siendo el lugar del intercambio.
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