Andreu Nin, el revolucionario temperamental, dogmático implacable, seguidor de Trotski en tiempos de Stalin, y Pla, el escéptico individualista, pese a su amistad llegaron a una gran discrepancia sobre la revolución rusa. En ‘El quadern gris’, en 1918, Pla escribe: “Los rusos están ahora implantando la justicia en su país. Sufrirán muchísimo. Lo pasarán muy mal. Se verán obligados a crear un Estado meramente policial, frío, siniestro. Pasarán mucha hambre y mucha sed, deberán ampliar todas sus cárceles, deberán anular todo lo que hace la vida agradable. Y, aun así, no implantarán ninguna forma de justicia”
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados