Lenin creía que el cine era el arte más importante para el nuevo estado comunista. Mediante un decreto de 1919, nacionaliza el cine soviético. En un territorio tan extenso (160 millones de personas, más de 100 idiomas y 11 husos horarios), el cine podía explicar los principios bolcheviques y exaltar la nueva realidad de la URSS. A la vez, la ilusión del momento histórico genera nueva ambición estética
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