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Miscellanées

Quioscos y puestos de venta de prensa en Madrid y otras cuidades españolas hasta la Guerra Civil

La emergencia de un nuevo agente de comunicación social
Kiosques et points de vente de presse en Espagne jusqu’à la guerre civile. L’émergence d’un nouvel agent de communication sociale
Newsstands and kiosks in pre-Civil War Spain. The emergence of a new means of social communication
Víctor Rodríguez Infiesta
p. 239-257

Résumés

Au cours du xixe siècle, un réseau de distribution de publications périodiques s’est consolidé en Espagne dans les puestos (points de vente) et les kiosques, reflétant ainsi la nouvelle place de la presse dans la société de l’époque. L’accessibilité au public d’une plus large gamme de publications de toutes sortes, grâce à des établissements ayant leurs propres ressources d’expression, a alarmé certains secteurs de la société et a permis de mettre en œuvre différentes mesures de contrainte qui n’ont jamais cessé d’avoir un impact sur ce type de points de vente, caractérisés par leur fragilité. Cet article, à partir de sources de presse, mais aussi bibliographiques et d’archives, propose d’aborder la mise en place de ces points de vente déjà évoqués ainsi que leurs possibilités de communication considérées comme un aspect essentiel de l’histoire de la presse espagnole.

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Texte intégral

  • 1 Alberti, La arboleda perdida, pp. 271-272.
  • 2 Tal y como relata con detalle Marie Istas (Istas, 1987), el 9 de noviembre de 1943 el Front de l’in (...)

1Rafael Alberti recordaba en sus memorias cómo, en enero de 1930, a la vuelta de una manifestación, «prendimos fuego al kiosco de El Debate, interviniendo Eugenio Montes con más de una cerilla, apagándose al fin, con el fulgor de aquella letra impresa A Mayor Gloria de Dios y de la Dictadura, el brillo mortecino de la espada del general Primo de Rivera1». Un quiosco como aquel era, evidentemente, un símbolo; símbolo de la empresa editora, más difícil de destruir que un simple punto de venta, y símbolo de los postulados ideológicos que el diario había compartido con una dictadura ya sin vida. Los quioscos y puestos de venta de periódicos, no solamente en aquellos casos en los que llevasen el nombre de una publicación, han tenido una clara significación política desde que comenzaron a ser uno de los espacios preferentes de acceso a la prensa. Serán, con el tiempo, el punto clave de unión entre el lector y un complejo sistema de comunicación social, del que también forman parte. Por ello estarán en el punto de mira de algunas acciones de propaganda opuestas al poder, como sucedería durante la II Guerra Mundial en Bélgica o en Francia y, por ello serán también muy tenidos en cuenta, por ejemplo para utilizar su capacidad comunicativa específica a través de una prensa que, se venda más o menos, tiene una notable influencia en la opinión pública a través de la exposición de titulares llamativos2.

  • 3 Desde las páginas de Crónica (1 de noviembre de 1935), G. Trillas Velázquez afirmaba que «El quiosq (...)
  • 4 Para una aproximación al tema a grandes rasgos: Martínez Fernández, 2000.
  • 5 «Canallada jesuítica o El Diario de Señoras», El País, 5 de julio de 1899. Véase también «Una expli (...)

2Los puntos fijos de venta han sido a lo largo del tiempo otras muchas cosas, por ejemplo un espacio de socialización importante, o un espejo de la sociedad y de la evolución del periodismo, incluso de los hábitos lectores a través de la presencia y disposición de las distintas publicaciones en los expositores; o un lugar desde el que contemplar el mundo y analizar la sociedad3. Todas ellas son características específicas de estos espacios, si bien una parte notable de la trascendencia que podamos otorgarle a los mismos puede considerarse común a una esfera más amplia: la distribución de publicaciones en su conjunto, un aspecto todavía no suficientemente estudiado en el marco de la historia de la prensa4. Sin duda, controlar la distribución supondría controlar la información. De ahí la alarma de El País en 1899 ante lo que consideraba «complot» de los jesuitas de Madrid para acaparar, a través de una empresa, la venta de periódicos en la capital. Se trataba de pagar un sueldo a los vendedores, que ya no recibirían los ejemplares de cada diario sino de la citada empresa y a los que se entregaría otra publicación para regalar al comprador de cualquier otro periódico: El Diario de Señoras. Tanto los propietarios de las cabeceras como los vendedores y los lectores saldrían ganando; pero al mismo tiempo —temía el diario republicano— aquella entidad se haría con los resortes de la distribución de la prensa, primeramente en Madrid y más tarde quizás en todo el país. Si ello se hubiera consumado sería «periódico muerto el que los empresarios condenaran a desaparecer, quedando así ellos dueños del movimiento intelectual periodístico de España5».

Una red de venta cada vez más tupida

  • 6 En todo caso, un acercamiento a través del ejemplo de la distribución y difusión de Madrid Cómico, (...)
  • 7 Reviste particular interés el sistema de distribución de La Correspondencia de España desde la admi (...)
  • 8 Puede verse al respecto: Prieto Bernabé, 2000; Sánchez Espinosa, 2011.
  • 9 Ossorio y Bernard, Papeles viejos, p. 142. Por otra parte, un reportero afirmaba en 1927 que: «… lo (...)

3Efectivamente, la prensa se distribuía a través de una estructura ramificada en la que estaban implicados diferentes actores, de modo que establecer un monopolio en el lugar adecuado habría permitido crear filtros que afectaran a todo el sistema. Sin entrar en la esfera de las suscripciones, servidas por otros medios6, la venta al número se producía a través de puntos fijos y vendedores ambulantes. El sistema varió con el tiempo, recogiéndose las publicaciones en la propia imprenta del periódico o repartiéndose desde el lugar que se convertiría en nudo central de la distribución: la Puerta del Sol primeramente y la muy cercana plaza de Pontejos más tarde7; en torno a un espacio y sus calles aledañas con una tradición bien asentada en cuanto a la difusión de libros y otros impresos8. Capataces y corredores, como intermediarios entre el periódico y el vendedor, eran piezas fundamentales de una maquinaria que en el Madrid de las primeras décadas del siglo xx ya funcionaba a la perfección, contando también desde tiempo antes, para otros centros de población, con la figura del corresponsal administrativo. El último escalón antes de llegar al lector lo constituían voceadores, puestos y quioscos. Estos dos últimos son los que más nos interesan aquí, aunque no hay que olvidar que a menudo se relacionaban directamente unos y otros, a veces por lazos familiares, y que la prensa podía venderse también en una variada gama de puntos fijos; tal y como señalaba Manuel Ossorio y Bernard, en «portadas de cafés y de teatros, en los puestos fijos de cerillas, en las porterías de algunas casas y en otros muchos puntos de la población9».

  • 10 Hasta un total de 20 sociedades distintas se han podido localizar por el momento relacionadas con l (...)
  • 11 Como ejemplo, el primer periódico diario publicado en España, el Diario Noticioso, se vendía en dis (...)
  • 12 De La Cruz Cano y Olmedilla, Colección de trajes de España, lámina no 2. La imagen recuerda la desc (...)
  • 13 Resultan esclarecedoras, en todo caso, las observaciones de Sánchez Espinosa, 2011, así como los co (...)
  • 14 Larriba, 1998, pp. 133 sqq, apunta incluso la utilización de la suscripción múltiple en las décadas (...)
  • 15 Diario Noticioso Universal, 20 de febrero de 1772; Diario de Madrid, 29 de septiembre de 1789, y 20 (...)

4La evolución de un sistema de distribución de amplio alcance desde el siglo xx se refleja, por ejemplo, en el número creciente de sociedades de trabajadores con ello relacionadas en distintos lugares de España10. La venta al número de periódicos es, en todo caso, muy anterior, tanto en librerías como en lo relativo a los voceadores y puestos11, aunque no siempre sea fácil distinguir al alejarnos en el tiempo los puntos fijos de la venta ambulante. ¿A qué categoría pertenece, por ejemplo, la gazetera voceadora que sentada en una silla y con una cesta de impresos aparece reproducida en la Colección de trajes de España de Juan de la Cruz en 1777? Es más ¿se trata realmente de una vendedora, o su negocio consistía en alquilar la mercancía expuesta, como seguiría haciéndose muchos años más tarde12? Sea como sea, las referencias específicas a puestos en los que se venden libros y otros impresos son relativamente abundantes en el Madrid de la época, lo que no implica que conozcamos demasiado respecto a los mismos, por ejemplo sobre el grado de estabilidad de la infraestructura que permitía organizar la venta13, comenzando por el hecho de que no hay porqué identificar el significado del término con el actual. Como sucede con las librerías, puntos de gran importancia para la difusión de la prensa en el Siglo de la Luces14, en los puestos de libros se ofrecen distintas publicaciones, siendo en alguna ocasión particularmente clara la vinculación con la prensa. Es el caso del «puesto del diario» señalado por el Diario Noticioso Universal en febrero de 1772; de los «puestos del Diario» a los que alude el Diario de Madrid bastantes años después; o el puesto que en octubre de 1793 se traslada desde «la Puerta del Sol frente del Buen Suceso […] al portal de la casa n. 4 frente a la puerta principal de la casa de Correos», y al que se califica sin ambigüedad como «Puesto de venta de Diarios15».

  • 16 Mesonero Romanos, Manual histórico-topográfico, p. 95.
  • 17 El Clamor Público, 19 de septiembre de 1854.
  • 18 Sepúlveda, «El vendedor de periódicos», pp. 44-45.
  • 19 «La industria del turismo, manantial fecundo de riqueza», La Acción, 9 de mayo de 1923. Una nota de (...)
  • 20 «Hoy hace sesenta años», El Imparcial, 4 de agosto de 1929 (información referida a agosto de 1869).
  • 21 A modo de ejemplo véanse: Diario de avisos de Madrid, 5 de octubre de 1841, 19 de noviembre de 1855 (...)

5Se mantiene más adelante la presencia de puestos fijos denominados específicamente de periódicos, llegando a la cantidad de siete en Madrid, frente a 33 librerías y 18 puestos de libros usados, según indica Mesonero Romanos en 184416. Diez años más tarde se anuncia como «nueva industria» el establecimiento de una empresa para la venta de periódicos, «colocando al efecto varios puestos en los parajes más públicos y concurridos»17. Si la novedad no puede decirse que estuviera en la presencia misma de los puestos, sí lo estaría —y a esto es probable que se refiriera el texto— en la existencia de una empresa mínimamente ambiciosa capaz de coordinar una red de venta. Ello demuestra un cierto grado de desarrollo y, de hecho, las referencias en la prensa a estos puestos siguen apareciendo en los años siguientes, aunque haya que esperar a la Restauración —y más a medida que avanza aquella época— para que las mismas sean abundantes. Las características de estos establecimientos no parecen cambiar mucho con el tiempo. «En el hueco de una reja o en la entrada de un café», indica Ricardo Sepúlveda en 1871, colocaban los vendedores «en simétrica formación los varios periódicos a cuya venta se dedican» y en un «mostrador diminuto» otros pequeños objetos, pudiendo verse «al lado de ese comercio al por menor, bien un muchacho desgreñado y sucio que dormita sobre los papeles, bien una vieja seca y amarilla, mal arropada, con un pañuelo a la cabeza y una saya hecha girones»18. El desorden y la fealdad de muchos de los puestos fueron un argumento en su contra, llegando a considerarse un obstáculo para el desarrollo del turismo cuando tales cuestiones comenzaron a ser una preocupación para algunos españoles19. Como en los quioscos, parece ser que se vendieron aquí «periódicos, novelas, almanaques, epistolarios amorosos y guías de la capital […] también retratos políticos20» y a menudo cerillas, lotería, además de otros objetos, impresos o no. Y al igual que en el caso de los quioscos, estos establecimientos sirvieron al menos hasta los años 30 del siglo xx como espacio en el que se daba razón de anuncios de la más variada naturaleza21.

Los primeros quioscos

  • 22 La España, La Época y La Esperanza, 15 de septiembre de 1860; Gaceta de Madrid, 16 de septiembre de (...)
  • 23 La Iberia, 12 de febrero de 1861, El Contemporáneo, 16 de febrero de 1861; La Correspondencia de Es (...)
  • 24 Un quiosco luminoso en Valladolid, perseguido por el gobernador Aldecoa, según denunciaba La Iberia(...)
  • 25 El Contemporáneo, 28 de febrero y 27 de marzo de 1861 (se trata de una mejora, afirman también otro (...)
  • 26 La Época, 25 de febrero de 1862. El 16 de enero el Ayuntamiento concedía a «Mr. Petit» la supresión (...)
  • 27 En la segunda acepción que se incluye en la siguiente edición del diccionario (1884), se especifica (...)

6En cuanto a los quioscos de venta de periódicos como espacio diferenciado de los puestos, la primera referencia en las fuentes manejadas surge en septiembre de 1860 al anunciarse que se colocarían en la madrileña Puerta del Sol, «delante de los solares del Buen Suceso y conde de Oñate, dos lindos kioskos con cristales de colores iluminados de noche con gas, iguales en todo a los que existen en los bulevares de París, destinados para la venta de periódicos». La iniciativa partía de «un extranjero que no exige ninguna retribución, antes bien propone pagar alguna cosa por la ocupación del terreno»22. Sólo unos meses más tarde, en marzo de 1861, estaba colocándose «en la plazuela del Ángel, junto a la calle de las Huertas, un kiosco luminoso para anuncios [¿también para periódicos?], como los que hay en la Puerta del Sol» y enseguida otros dos en la cuesta de Santo Domingo y en las Platerías23. Además de al menos uno más fuera de Madrid24, a ellos se sumó algún otro establecimiento de este tipo en el que se vendieron publicaciones, periódicas o no, y que al parecer estaban vinculados —los madrileños— a «la empresa de los kioscos», que podía arrendarlos y pagaba al Ayuntamiento la suma de 8.000 reales al año25. Aunque algunos quioscos cerrarían en poco tiempo, manteniéndose sólo los de los puntos más céntricos26, se construyeron otros nuevos y, hasta finales de los años sesenta del siglo xix, las alusiones a los mismos serían muy abundantes en la prensa. En esa misma dirección apunta la presencia del término en determinadas obras lexicográficas. El diccionario de la Real Academia Española, en su undécima edición (1869), recogía la voz «kiosko», definiéndola como «mirador o pabellón de gusto oriental con que suelen adornarse los parques y jardines», con lo que no se apartaba en lo esencial de otros diccionarios anteriores («kiosque», Terreros y Pando, 1787; «kiosco», Domínguez, 1853), para añadir a continuación: «Por extensión se empieza a dar igual nombre a los pabellones o tiendas circulares, o de construcción varia, que sirven para depósito o despacho de diferentes artículos en las plazas y sitios más públicos27».

  • 28 El modelo seguido aparece muy bien reflejado, con grabado incluido, en el semanario francés L’Illus (...)
  • 29 Una característica, la polivalencia, compartida con muchas librerías españolas. Véase: Botrel, 1998 (...)
  • 30 El Contemporáneo, 20 de abril de 1861. De la privilegiada capacidad de venta de estos quioscos da c (...)

7Pero conviene retener algunas características reflejadas en estos primeros quioscos. En primer lugar su organización articulada a través de una empresa y la presencia temprana de estructuras modernas en clara relación con el modelo parisino, ejemplo a seguir desde el primer momento y que, como veremos, seguirá presente más tarde28. Por otra parte, la insuficiencia, característica no exclusiva de España ni de la época, de los productos derivados de la imprenta para colmar la actividad de estos espacios, siendo muy importantes los anuncios como complemento, si no como fuente principal, de los ingresos obtenidos29. El concepto de quiosco luminoso, con publicidad escrita en los cristales, es propio de las primeras etapas; sin embargo, se mantiene posteriormente, al menos hasta la Segunda República, la utilización de quioscos de prensa como espacio en el que se amplían los detalles de un anuncio insertado en los periódicos o, por ejemplo, se recogen avisos relacionados con determinadas actividades comerciales. Además, destaca ya la Puerta del Sol como el lugar privilegiado para el establecimiento de quioscos, existiendo aquí varios de los mismos ya en 186130.

8Uno de los quioscos de la Puerta del Sol, el denominado de José Nogueras, situado en la esquina con la calle de Preciados, puede servirnos para ejemplificar las tarifas de los servicios ofrecidos por estos establecimientos y la variedad de objetos que en ellos tenían cabida:

  • 31 La Iberia, 22 de febrero de 1866. Con unas tarifas un poco más elevadas se anunciaba en torno a las (...)

Anuncios de un cristal entero, 20 reales al mes, un trimestre 40 reales. Anuncios de dos o más cristales a precios convencionales. Se venden en é[l] LA IBERIA y otros periódicos, políticos y literarios, papel para cartas y sobres de todas clases, plumas metálicas, polvos, obleas, fósforos, papel de fumar y otros muchos objetos31.

  • 32 La Correspondencia de España, 19 de junio de 1866. La red de venta está entonces constituyéndose, p (...)
  • 33 AV, Secretaría, 5-96-22. Véase también 5-96-29. En el mismo lugar, secciones 4 sqq, puede consultar (...)
  • 34 La Época, 28 de enero de 1874. «Anteriormente —concluía el periódico— los hubo ya, y no sabemos por (...)
  • 35 Eugenio Barrón, «Kioskos transparentes», La Ilustración Española y Americana, 8 de mayo de 1874.
  • 36 La Época, 22 de junio de 1874.
  • 37 «La venta de periódicos», La Época, 22 de septiembre de 1885.

9Prensa, por lo tanto, y bastantes más cosas, del mismo modo que los puestos y quioscos no eran ni mucho menos el único lugar en el que se vendían periódicos. Por entonces, en 1866, La Correspondencia de España se vendía en nueve quioscos madrileños (plazuelas del Progreso, San Millán, Santa Cruz, plazas de Antón Martín y de Bilbao, Red de San Luis, paseo de Recoletos y en la Puerta del Sol, tanto frente a la calle del Carmen como frente a la calle de la Montera); pero también en cuatro tiendas consideradas de ultramarinos o comestibles, tres tiendas (sin otra aclaración), otras tantas panaderías, dos puestos fijos de fósforos, dos depósitos de escritorio y otros diversos comercios, además de en los «principales cafés»32. El número de quioscos había aumentado, pero la batalla no estaba todavía ganada. Tras la revolución de 1868 surge alguna propuesta ambiciosa, todo parece indicar que desestimada por el Ayuntamiento33, y hacia mediados de 1870 desaparecen los anteriormente frecuentes anuncios relacionados con establecimientos de este tipo en la prensa madrileña. Solamente a principios de 1874 nos enteramos de que una empresa había solicitado la instalación de varios quioscos «como en París, Bruselas y otras capitales, destinados a la venta de periódicos y al pequeño comercio34». En mayo del mismo año la Junta directiva de los Asilos del Pardo ponía sobre la mesa un proyecto de «kioscos transparentes» con el objeto de disponer de algunos recursos para las personas acogidas en esta institución; un proyecto con fines benéficos que fue defendido desde las páginas de La Ilustración Española y Americana, donde trataba de borrarse el mal recuerdo que había dejado la etapa anterior de vida de estos establecimientos; fueron demolidos y, una vez más, se recurrio al modelo parisino35. Finalmente, en junio, tras recordar nuevamente la anterior etapa de existencia de quioscos para anuncios y prensa, se anunciaba que la comisión de policía urbana del Ayuntamiento aprobaba el establecimiento de cien de los mismos «para la expedición de los billetes de la rifa del Pardo, sellos de correos, periódicos y fijación de anuncios en los cristales36». Pero aun así el sistema no parece que acabara de cuajar porque en septiembre de 1885 La Época, en medio de una polémica relacionada con la reglamentación de la venta de prensa por el Gobierno Civil, se refería a la posibilidad de instalar quioscos con estos fines, sin olvidarse de aludir una vez más al sistema como «empleado en Francia y en casi todas las naciones extranjeras37».

  • 38 Solamente a modo de ejemplo puede citarse la existencia de al menos un quiosco en Alicante, San Seb (...)
  • 39 Barbazán Beneit, Recuerdos de un librero anticuario, pp. 3-4.
  • 40 Véanse El Sol, 8 de febrero de 1935, La Voz, 27 de febrero de 1935. Otras fuentes impresas ofrecen (...)

10La evolución se había producido, por lo tanto, de forma titubeante, con momentos en los que estos establecimientos conocieron un gran impulso y otras épocas en las que retrocedieron o desaparecieron. Según la información recogida, es a finales de los años ochenta y a partir de los años noventa cuando se consolida la presencia de los quioscos de prensa en las calles de Madrid, haciéndose frecuente además por entonces la existencia de los mismos en otros centros de población38. Con ellos no dejaron de competir otros establecimientos, desde las librerías de ferrocarril hasta los puestos o espacios reservados para la venta de diferentes productos en teatros, cafés, etc., como el que Julián Barbazán atendió con nueve años en la cervecería La Tirolesa, hacia 1906, «para vender periódicos, postales, tabacos, cerillas y algunos libros, o sea, lo que vulgarmente se conoce como el cerillero39». Al acercarnos al final del periodo analizado, a mediados de los años treinta del siglo xx, parece ser que la capital de España contaba con unas tres o cuatro decenas de quioscos40, a lo que habría que sumar un buen número de puestos, conformándose ya una verdadera red de puntos fijos de venta especializados.

Una forma de comunicación

  • 41 Sobre el voceo y los voceadores: Rodríguez Infiesta, 2011.

11Esta evolución, digna de un acercamiento con todo detalle, queda al menos esbozada. La existencia de una red de venta estable resulta imprescindible para cualquier publicación que aspire a llegar a un buen número de lectores; sin embargo, se aborda este objeto de estudio con la convicción de que los quioscos y puestos de prensa pueden ser considerados como algo más que simples espacios de venta. Si se ha optado por aludir a ellos como una forma peculiar de comunicación es porque, al igual que los vendedores ambulantes, ambos son capaces de desarrollar unos mecanismos comunicativos propios. El voceo, que fue practicado con mayor o menor frecuencia por los vendedores en lugares fijos y habitualmente por los vendedores que recorrían las calles, fue en algunas ocasiones una forma de reapropiación de las noticias, tamizándolas, reinterpretándolas y adaptándolas al gusto del vendedor, pero manteniendo en gran parte el prestigio de lo escrito. Hay que tener en cuenta, además, que la información voceada llegaba a prácticamente toda la población urbana y no solamente a los lectores de periódicos, siendo difícil por lo tanto sustraerse a su influencia41. Algo parecido sucede con los diarios y revistas expuestos en los quioscos, cuyas primeras páginas llegan a un círculo mucho más amplio que el de sus compradores o lectores.

  • 42 Pedro Armengol y Cornet, «La pornografía campante», La Unión, 8 de julio de 1887 (artículo de El Cr (...)
  • 43 Aragó, El Kiosco, p. 17.
  • 44 Palabras atribuidas a «un extranjero, que viajaba por España, acompañado de su hija», en «Pistoleri (...)

12Y ello despertó no poco malestar. En 1887, desde posiciones católicas, podía constatarse con indignación que los contenidos considerados obscenos ya no estaban solamente encerrados en algunos locales de espectáculos, sino que podían acechar a cualquiera que tuviera que «discurrir por la vía pública», mostrándose «por todas partes donde hay un cristal o un kiosco»42. «¿Quién —escribía Ricardo Aragó— evitará que sus ojos no den nunca en los vanos atractivos del Kiosco43?» El problema, se afirmaba varios años más tarde en La Correspondencia militar, era que mujeres y niños no podían «acercarse a comprar un periódico infantil a uno de esos kioscos, sin que su mirada tropiece con el libro obsceno o inmoral44». Peor aún, a veces todo ello parecía responder a una acción premeditada:

  • 45 La Lectura Dominical, 21 de mayo de 1910. Llegaba mucho más allá Juan Altonio Almela años antes, co (...)

diestramente colocados [la oferta de impresos sicalípticos] entre los números de Los Toros, Nuevo Mundo, Actualidades, etc., etc., el público que se para a ver las fotografías de los sucesos de actualidad que estas revistas publican, inevitablemente ha de poner los ojos en aquellos engendros45.

  • 46 Consideraciones de este tipo pudieron estar detrás, en abril de 1925, de las medidas tomadas para q (...)

13Este efecto cartel establecía para las publicaciones periódicas y especialmente para las ilustradas un segundo círculo de influencia, tan amplio como difuso, cuyos efectos trataron de paliarse en algún momento. Del mismo modo que el voceo fue reiteradamente limitado, los vendedores fijos sufrieron distintas restricciones por parte de las autoridades, conscientes tal vez de la capacidad perturbadora que podía llegar a tener la simple exhibición de su mercancía46.

14La desconfianza con la que desde posiciones militantemente católicas se contempló todo lo relacionado con la distribución de la prensa fue permanente. Una vez aceptada por la Iglesia la inevitabilidad de la prensa y la necesidad de disponer de voces en este campo, la estrategia a seguir pasó por una distinción neta entre unos y otros periódicos, entre lo admisible y lo intolerable, entre lo que se denominaría «buena prensa» y todo lo demás. En los circuitos habituales, sin embargo, los periódicos se vendían al margen de cualquier consideración que no fuera puramente comercial, y esto probablemente contribuyó a encender la animosidad tanto contra los vendedores ambulantes como contra los puestos fijos y los quioscos. En éstos, como notó Josep Yxart desde otras posiciones, lo abigarrado era una característica común y la tolerancia una realidad digna de atención:

  • 47 José Ixart, «El año pasado» (extracto de la obra homónima), La Época, 5 de marzo de 1887.

La Hormiga de Oro […] cuelga al lado de El Motín; aquella con sus retratos de obispos, todo almíbar; éste con sus caricaturas de los mismos, en salsa picante; allí se ve Lo Crit de la Patria, con sus sandeces carlistas; y La Tramontana, anticlerical, revolviendo el estómago con sus majaderías; en una Revista Espiritista se trata formalmente de «las obsesiones entre los encarnados (!), según la ciencia y la moral cristianas»; en otra los acacráticos enseñan la manera más suave de que el amo pase a criado y viceversa47.

15Todo en pie de igualdad, sin jerarquía de ningún tipo, decenas de voces hablando al mismo tiempo y sin que a ninguna de las mismas se le reconociera más autoridad que al resto. El quiosco, en tanto que mediador, era capaz de convertirse también en proveedor de significados.

  • 48 Parvissimus, «Bajo el signo de la revolución desde… los quioscos de Prensa», El Siglo Futuro, 7 de (...)
  • 49 Véase: «La frialdad de la opinión» El Día, 29 de diciembre de 1897 (la prensa satírica corona, en c (...)

16A ello se unía el potencial revolucionario que podían tener algunos de estos puntos de venta, sirviendo por ejemplo, como se esforzaba en denunciar El Siglo Futuro en el singular clima político de enero de 1936, para exponer periódicos comunistas «que “nadie compra”, pero de los que “todo el mundo lee” sus encendidas proclamas subversivas y excitantes porque una “influencia extraña” los mantiene expuestos permanentemente en los puestos de venta48». Que la «influencia extraña» podamos atribuirla más al gusto del periódico por destapar conspiraciones contra el orden y la tradición que a la realidad no disminuye en nada la fuerza propagandística de las portadas ni la percepción que de ello pudiera tener una parte de la población. El peso que sobre la opinión pública podían ejercer las revistas ilustradas expuestas en estos modestos establecimientos fue percibido en distintos contextos49, llegando a tratar de explotarse su capacidad propagandística tanto de cara a los lectores como en lo relativo a los propios vendedores, y a través de éstos nuevamente en relación con el público.

  • 50 «Nuevo método de propaganda de los calvosotelistas», Heraldo de Madrid, 9 de octubre de 1935. Métod (...)
  • 51 El Ermitaño, «Cómo se propaga un periódico», El Siglo Futuro, 17 de septiembre de 1935; véase tambi (...)

17En 1935, por ejemplo, se atribuyó a los partidarios de Calvo Sotelo en Orense una imaginativa campaña consistente en comprar, a primera hora de la mañana de un día determinado, todos los periódicos disponibles en los puntos de venta de la población, dejando gratuitamente en éstos tantos ejemplares del derechista La Alborada como diarios recogidos; con ello se eliminaba momentáneamente, sin incurrir en ninguna ilegalidad, toda posible competencia y se garantizaba que un cierto número de lectores habituales de prensa accedieran al citado periódico50. En el mismo año y enlazando con un acercamiento militante a la prensa que desde posiciones católicas no era en absoluto una novedad, El Siglo Futuro daba pistas sobre cómo propagar el diario y convencer a un vendedor de que solicitara el periódico para su venta, comprando después si fuera necesario varios ejemplares con el fin de usarlos como medio de propaganda51. Esta práctica, la de comprar todos los ejemplares de una determinada cabecera como acto militante, debió alcanzar cierta extensión por entonces teniendo en cuenta las palabras de la encargada del quiosco de la calle de Goya, en Madrid, referidas a los periódicos derechistas:

  • 52 «Los vendedores de periódicos afirman que el aumento de precio perjudica a muchos y favorece a muy (...)

El termómetro de la venta lo da el público circulante, ese que pasa, se detiene, mira, pide un periódico y se larga. Ése es el público; el otro, el que viene preguntando por un papel y se lleva todos los que quedan, es un apasionao [sic], no es un lector. ¿Estamos? Pues a otra cosa. Pero ya bajará la venta de todos, porque esos señores se cansarán —menudos son— de tirar los cuartos52.

18Estos y otros ejemplos, en fin, muestran unos cauces peculiares a través de los que es posible establecer una comunicación con el público que no podría darse en el caso de la suscripción y el envío por correo. Tales cauces, sin embargo, solían abocar a una imagen final estridente y heterogénea sobre la que, incluso quien pone en la calle la publicación, ha dejado de tener realmente poder. La percepción de la importancia que podía llegar a tener el control de unos puntos de venta que solían estar en manos de sectores de la sociedad poco favorecidos se tradujo de diferentes maneras, desde los intentos para hacerse con la propiedad de la red de venta hasta la represión o la violencia en distintas formas.

Violencia, coerción y control

  • 53 Ventura Camacho, «Los malos periódicos», La Revista Católica, 1878, pp. 469-470; reproducido en: Ru (...)

19En la mayor parte de los casos, las actuaciones contra quioscos y puestos de periódicos tuvieron su origen en una percepción negativa de los mismos por cuestiones religioso-morales, políticas o por el limitado control que las autoridades pudieran tener sobre lo que se vendía en estos establecimientos. Es necesario recordar de nuevo que las relaciones de la Iglesia Católica, con una prensa que en gran medida escapaba a su vigilancia, no fueron fáciles. El director de La Revista Católica consideraba en 1878 que el resultado de cuarenta años de influencia de los «malos periódicos» era la pérdida de las nociones de bien y mal, el reinado de la arbitrariedad, el apartamiento «por completo del sentimiento moral»…; lo cual, desde estos puntos de vista, era coherente con unos periódicos que estaban mayoritariamente «en manos de la revolución, dirigida por judíos, liberales de distintas jerarquías y por delegados del masonismo»53. Así las cosas, y teniendo en cuenta el limitado peso de la prensa específicamente católica, es comprensible que las iras de algunos se volvieran contra el periodismo en su conjunto, contemplando con nostalgia los tiempos en los que la Iglesia ejercía un control mucho más eficaz sobre la producción intelectual.

  • 54 Para un acercamiento a los volúmenes y colecciones eróticas: Guereña, 2013, especialmente la parte (...)
  • 55 Sobre algunas de las medidas llevadas a cabo: Ibid., pp. 332-351. Ejemplos de la postura adoptada a (...)
  • 56 «Abusos criminales», La Época, 24 de abril de 1887.
  • 57 «La pornografía campante», La Unión, 8 de julio de 1887 (artículo de El Criterio Católico).
  • 58 Revista Católica de las Cuestiones Sociales, mayo de 1917.

20Con este telón de fondo, los vendedores callejeros, los puestos y los quioscos se situaban en primera línea del sistema informativo, constituyendo uno de los factores más vulnerables del mismo en todos los sentidos. La consolidación de una red de venta en torno a los quioscos durante la Restauración coincide en buena medida con el aumento del mercado español de publicaciones eróticas, periódicas o no, clandestinas o legales54. Mientras tanto la prensa, con mayor insistencia cuando se trataba de cabeceras confesionales, censuraba la exposición de imágenes subidas de tono, se quejaba amargamente de la inacción de las autoridades y señalaba los casos concretos en los que éstas debían actuar, o aplaudía las campañas y disposiciones al respecto, las multas, tal vez con arresto, y la recogida de mercancías clandestinas —para enseguida volver a lamentar que no se solucionara la cuestión—, así como las iniciativas anti-pornográficas de distintas entidades55. Las consecuencias que se le atribuían a este tipo de publicaciones no iban a la zaga de lo señalado por La Revista Católica en 1878: casi diez años más tarde, durante el gobierno de Sagasta, La Época culpaba de los abusos, a todas luces sexuales, sufridos por varias niñas de corta edad, a la falta de vigilancia sobre los porteros de Madrid (se acusaba a una portera de complicidad) y a la tolerancia con «libros, novelas y folletos obscenos», señalando al Gobernador su presencia en puestos de periódicos y cafés56. Por entonces Pedro Armengol, desde El Criterio Católico, afirmaba que de no cumplirse el Código penal sería preciso que los ciudadanos contestaran a «esta libertad con la libertad de la chamusquina o del porrazo57», algo que acabaría llegando finalmente, aunque las víctimas fueran sobre todo publicaciones de orientación política muy claramente definida. Y en 1917 se sugería la creación de toda una «liga contra el kiosco», con el fin de ejercer labores de vigilancia sobre las publicaciones indecorosas58.

  • 59 Ejemplos de las presiones ejercidas contra los vendedores de este tipo de prensa, según su propio p (...)
  • 60 El Siglo Futuro, 31 de mayo de 1895.
  • 61 Una vez más, la prensa situada al margen de la ortodoxia religiosa o política abunda en protestas, (...)
  • 62 El Contemporáneo, 28 de febrero de 1861; La Discusión, y otros periódicos, 27 de marzo de 1861.
  • 63 El Imparcial, 4 de agosto de 1929 (información referida a agosto de 1869).

21Ciertamente, la venta de prensa estuvo sometida a numerosas medidas restrictivas legales, superponiéndose a éstas otras formas de coacción y acciones violentas. La propia Iglesia Católica no dejó de ejercer una poderosa influencia a través del púlpito y del confesionario, actuando sobre todo, como es lógico, contra las cabeceras más claramente anticlericales59. Todavía a finales del siglo xix puede señalarse el ilustrativo caso en Vitoria de un vendedor expulsado de su quiosco por seguir vendiendo El Liberal, que publicaba en folletín Los Misterios de París, obra incluida en el Índice desde varias décadas antes, pese a existir un convenio con el propietario para «que éste no pueda expender periódicos antirreligiosos». El hecho de que se tratara de una versión de la que se habían eliminado «todas las consideraciones que en su libro hace el novelista, no por antirreligiosas, sino por viejas», tal y como señalaba el corresponsal de El Liberal en la ciudad, no convenció en absoluto a los más intransigentes60. Abundaron las actuaciones consideradas arbitrarias por los afectados cuando se trataba de recoger un periódico por las fuerzas del orden61, pero sobre todo debe tenerse en cuenta la exposición a la violencia como una característica difícilmente evitable en estructuras tan frágiles como las que normalmente servían de base a puestos de prensa y quioscos. Desde que surgieron los primeros quioscos se registraron ataques atribuidos a actos de «vandalismo62» y no faltaron las agresiones más o menos graves, como la que sufrió en 1869, si prestamos atención a lo que afirma El Imparcial varias décadas más tarde, el propietario de un puesto de periódicos en la Puerta del Sol cuando fue arrojado a la fuente por contarse entre los retratos políticos que vendía el del pretendiente carlista63. En todo caso, la violencia de este tipo, por motivos ideológicos, siempre estuvo muy lejos de las cotas alcanzadas durante la Segunda República.

  • 64 La prensa y la propaganda sirvieron para la «disputa del espacio público» vinculándose al «desplieg (...)
  • 65 Algunos ejemplos de noticias que reflejan acciones violentas, aunque hechos similares se produjeron (...)
  • 66 Sobre esta empresa: Martínez Rus, 2005.
  • 67 Véanse, por ejemplo, La Libertad, 18 de octubre, 18 y 21 de noviembre, 8, 15 y 19 de diciembre de 1 (...)

22En aquellos años, la novedad estuvo no en los enfrentamientos en la calle entre vendedores de publicaciones de signos ideológicos opuestos, que ya se habían producido en el pasado, sino en el impulso que adquiere, de la mano de organizaciones de tendencia fascista, la venta militante como factor propagandístico o las represalias sobre los puntos de venta fijos64. Un análisis en profundidad de lo que sucede en este ámbito durante la Segunda República requeriría un importante número de páginas, pero sí es necesario al menos señalar lo recurrente de las agresiones contra puestos y quioscos, con momentos particularmente intensos, registrándose incendios intencionados u otro tipo de ataques en Madrid, Barcelona, Valencia, Granada65… Además, la relevancia política de los quioscos, casi siempre latente, se puso de manifiesto cuando las autoridades municipales clausuraron todos estos establecimientos en Madrid a raíz de los sucesos de octubre de 1934; con la lógica inquietud de los afectados, poco después la Comisión gestora del Ayuntamiento declaró caducadas las licencias vigentes por no haberse mantenido los quioscos abiertos durante los sucesos revolucionarios y la huelga. Se redoblaron entonces las sospechas de que se trataba de ponerlos en manos afines, favoreciendo, aseguraba La Libertad, a una «empresa que aspira al monopolio de venta de periódicos y revistas en Madrid» (más tarde el diario señalaría directamente a la empresa editora de El Debate). Aunque no se entregó la explotación de todos los quioscos a una sola persona o empresa, sí que fue adjudicado un número importante a Librerías de Ferrocarriles S.A66, anunciándose finalmente, tras el triunfo en las urnas del Frente Popular en 1936, su entrega a los antiguos concesionarios67.

  • 68 Véanse Rodríguez Infiesta, en prensa, donde se hace un repaso no exhaustivo a la bibliografía sobre (...)
  • 69 Ibid.

23La historia de la prensa también es la historia de sus canales de distribución; unos canales que condicionan el desarrollo de las distintas publicaciones reflejan el grado de madurez de la oferta periodística, contribuyen a que la prensa esté al alcance de una buena parte del público y constituyen por sí mismos una forma de comunicación social. Pese a ello, los quioscos, puestos y otros puntos de distribución han permanecido, salvo contadas excepciones, en una penumbra historiográfica de la que estamos empezando a ser conscientes68. El hecho de que entre las empresas periodísticas y los lectores, en un marco regulado por el poder político, se introdujeran unos cada vez más imprescindibles mediadores, por lo general de baja extracción social y nula preparación, añadía un factor de inestabilidad a un sistema informativo ya de por sí difícil de mantener bajo control. Para llegar al gran público era necesario ponerse en manos de una estructura ajena a los propios periódicos, que fue desarrollándose en España tímidamente durante el siglo xix, desde los canales existentes hacia un modelo más trabado, estable y moderno. Lo que sabemos, en todo caso, es menos de lo que queda por conocer. Por ejemplo, como señalaba recientemente Viktor Chagas69, se le ha concedido en general mucha atención a la censura y al control ejercido sobre las redacciones cuando sabemos muy poco de las presiones ejercidas sobre los quioscos. Las posibilidades de estudio permanecen abiertas a distintas aproximaciones. Es necesario conocer mucho más sobre la creación de redes de venta locales, provinciales y nacionales, cuya existencia permite que determinadas publicaciones ocupen un territorio dado o dejen de estar presentes en el mismo, constituyendo esta presencia una forma de ocupación simbólica del espacio; un acto de comunicación en sí mismo.

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Bibliographie

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Notes

1 Alberti, La arboleda perdida, pp. 271-272.

2 Tal y como relata con detalle Marie Istas (Istas, 1987), el 9 de noviembre de 1943 el Front de l’indépendance belga fue capaz de colocar en los quioscos de Bruselas un falso ejemplar de Le Soir, en sustitución del oficial, ridiculizando a ocupantes y colaboracionistas; sobre ello llegó a realizarse una película años más tarde: Un soir de joie (Gaston Schoukens, 1955). Un caso parecido y que ha sido recogido en distintos lugares fue el del Nouvelliste en Lyon, el 31 de diciembre del mismo año (un breve texto explicativo mecanografiado, acompañando a la publicación, en la biblioteca digital Gallica: <http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k885023r%3E> [consultado el 9/7/2014]). Sobre el uso de titulares para influenciar a una parte de la población que no compra periódicos pero sí contempla las portadas, es particularmente interesante el caso de la denominada prensa chicha en el Perú de Fujimori (véase, por ejemplo, Macassi Lavander, 2002, pp. 14-19).

3 Desde las páginas de Crónica (1 de noviembre de 1935), G. Trillas Velázquez afirmaba que «El quiosquero conoce ya por el aspecto, por el tipo, la clase de periódico que le va a comprar el cliente. Se equivocará en el título; en la tendencia, nunca. Si el lector es de izquierdas o de derechas, el quiosquero, al entregarle el diario, pondrá el comentario adecuado». Sobre, entre otras cosas, la posibilidad, desde el punto de vista del vendedor de un punto de venta de la cadena Relay, de distinguir previamente al comprador de un diario de referencia (Le Monde) de quien adquiere un diario popular (Le Parisien), no tanto por la apariencia como por el comportamiento, véase Hoarau, 2004.

4 Para una aproximación al tema a grandes rasgos: Martínez Fernández, 2000.

5 «Canallada jesuítica o El Diario de Señoras», El País, 5 de julio de 1899. Véase también «Una explicación», Heraldo de Madrid, 7 de julio de 1899.

6 En todo caso, un acercamiento a través del ejemplo de la distribución y difusión de Madrid Cómico, utilizando fuentes de archivo a las que el investigador rara vez tiene ocasión de recurrir, en: Botrel, 1982.

7 Reviste particular interés el sistema de distribución de La Correspondencia de España desde la administración del periódico, descrita en «La Correspondencia de España», La Ilustración Española y Americana, 10 de mayo de 1870, y brevemente en Ossorio y Bernard, Viaje crítico, p. 99; o un poco más tarde en La Correspondencia de España, 27 de septiembre de 1885 (extracto de un artículo de José Fernandez Bremón, publicado en El Liberal). Para una visión más amplia de cómo se organizó la distribución: Rodríguez Infiesta, 2013. También: José Romero Cuesta, «Los otros chicos de la prensa», Heraldo de Madrid, 28 de mayo de 1928. Véanse, respecto al establecimiento de un «Centro para venta de periódicos», Heraldo de Madrid, 27 de noviembre de 1930 y La Libertad, 2 de diciembre de 1930, entre otros diarios en torno a las mismas fechas.

8 Puede verse al respecto: Prieto Bernabé, 2000; Sánchez Espinosa, 2011.

9 Ossorio y Bernard, Papeles viejos, p. 142. Por otra parte, un reportero afirmaba en 1927 que: «… los chicos que venden periódicos son hijos o nietos de vendedores ya veteranos y empiezan por apartarse sólo unos metros del puestecito de sus mayores para atrapar al lector transeúnte» (Javier Fernández Mata, «¿Es aquí donde hace falta un muchacho?», Heraldo de Madrid, 25 de noviembre de 1927).

10 Hasta un total de 20 sociedades distintas se han podido localizar por el momento relacionadas con la distribución (cerradores, repartidores, vendedores, dueños de quioscos), en Madrid, La Coruña, Gijón, San Sebastián, Barcelona, Alicante, Málaga, Zaragoza, Vigo, Valencia, Santander y Oviedo, desde principios de siglo hasta la Guerra Civil.

11 Como ejemplo, el primer periódico diario publicado en España, el Diario Noticioso, se vendía en distintas librerías en su época inicial (1758-1759), cuando fue publicado por Nipho. Sin renunciar por ello a la venta al número, en 1761 el periodista aragonés ponía en práctica en una nueva publicación, Caxón de Sastre, por primera vez en el terreno de la prensa privada, un sistema de suscripción de perfiles modernos que se haría frecuente algunos años más tarde. Véanse al respecto: Enciso Recio, 1956, pp. 159 sqq; Guinard, 1973, pp. 64-68. El Correo de los Ciegos, por su parte, comenzaba su andadura aludiendo a «los Ciegos que venden este periódico» («Advertencia» Correo de los Ciegos, 10 de octubre de 1786) lo que le ponía en el camino de una prolongada tradición de venta de gacetas y otros impresos por parte de estos últimos, y también sus mujeres o viudas (véase: Botrel, 1993).

12 De La Cruz Cano y Olmedilla, Colección de trajes de España, lámina no 2. La imagen recuerda la descripción que se hace en La Ilustración Artística («Cosas que pasaron. El puesto de periódicos», 26 de marzo de 1900) de un puesto existente en los años sesenta del siglo xix en la Plaza Mayor de Madrid y que actuaba como gabinete de lectura, en el que se alquilaba la prensa con gran éxito en una época en la que todavía «no se vendían los periódicos por las calles». Véase también: Botrel, 1993, p. 132, en referencia a los puestos «arrimados a la tapia de Correos de la Puerta del sol» en 1814, existentes «desde tiempo inmemorial», afirmaba un documento de la época. Según el mismo autor (Id., 1998, p. 26, n. 42) en 1863 seguían existiendo oficialmente tres puestos de este tipo en España. Por su parte Sánchez Espinosa (2011, p. 148), alude a «las mujeres que vivían en Madrid de alquilar periódicos» y su presencia en las gradas de San Felipe coincidiendo con sus años finales.

13 Resultan esclarecedoras, en todo caso, las observaciones de Sánchez Espinosa, 2011, así como los comentarios de Botrel, 1993, pp. 125-128, sobre los ciegos vendedores de impresos y sus mujeres o viudas.

14 Larriba, 1998, pp. 133 sqq, apunta incluso la utilización de la suscripción múltiple en las décadas finales del siglo como un cauce posible para la venta al número, lo que se sumaría al resto de ejemplares vendidos por este último procedimiento. Algunos apuntes sobre el papel que más adelante juegan en la difusión de la prensa las librerías y otros espacios, en: Botrel, 1998.

15 Diario Noticioso Universal, 20 de febrero de 1772; Diario de Madrid, 29 de septiembre de 1789, y 20 de octubre de 1793. Un repaso más completo a los puestos de la época (teniendo en cuenta que el autor usa el término «kiosque» como sinónimo de puesto) en Cavaillon Giomi, 2008.

16 Mesonero Romanos, Manual histórico-topográfico, p. 95.

17 El Clamor Público, 19 de septiembre de 1854.

18 Sepúlveda, «El vendedor de periódicos», pp. 44-45.

19 «La industria del turismo, manantial fecundo de riqueza», La Acción, 9 de mayo de 1923. Una nota de prensa del Ayuntamiento de Madrid aludía en 1934 a la invasión de las aceras por los «voluminosos cajones» de los puestos de periódicos en la Puerta del Sol, Gran Vía y otros lugares, «formados muchos por tablas, arpilleras y otros materiales usados, y acompañados muchas veces de anafres y hornillos» (La Libertad, 30 de enero de 1934).

20 «Hoy hace sesenta años», El Imparcial, 4 de agosto de 1929 (información referida a agosto de 1869).

21 A modo de ejemplo véanse: Diario de avisos de Madrid, 5 de octubre de 1841, 19 de noviembre de 1855 y 30 de julio de 1871; El Liberal, 12 de julio de 1887; El Imparcial, 19 de enero de 1899; La Libertad, 24 de julio de 1930. Un anuncio temprano, relacionado con un puesto en las gradas de San Felipe y en este caso con la restitución de un objeto perdido, en: Diario Noticioso, 20 de febrero de 1772.

22 La España, La Época y La Esperanza, 15 de septiembre de 1860; Gaceta de Madrid, 16 de septiembre de 1860. Véase, sobre la que parece ser identidad de este extranjero: Botrel, 2015, p. 255, n. 25.

23 La Iberia, 12 de febrero de 1861, El Contemporáneo, 16 de febrero de 1861; La Correspondencia de España, 17 de febrero de 1861. Parece razonable pensar que se trataba de quioscos más o menos vinculados a la venta de publicaciones, si bien la prudencia se impone en estos y otros casos en los que ello no se especifica, puesto que existieron otros quioscos, incluso luminosos y anunciadores, con funciones muy distintas.

24 Un quiosco luminoso en Valladolid, perseguido por el gobernador Aldecoa, según denunciaba La Iberia (1 de septiembre de 1861) por vender la prensa liberal de oposición.

25 El Contemporáneo, 28 de febrero y 27 de marzo de 1861 (se trata de una mejora, afirman también otros diarios el mismo día, «introducida en Madrid por un compatriota»); La Correspondencia de España, 18 de agosto de 1861. Otras referencias a estos primeros quioscos en La España, 13 de abril de 1861; Diario oficial de Avisos, 3 de mayo de 1861; Gaceta economista, 24 de febrero de 1862.

26 La Época, 25 de febrero de 1862. El 16 de enero el Ayuntamiento concedía a «Mr. Petit» la supresión de tres de los quioscos que poseía, entre los que se contaba el de la plaza de Santo Domingo, donde en febrero de mismo año Vicente González y Manuel Luengas de Palacio solicitaban la instalación de otro quiosco en las mismas condiciones. Archivo de Villa (AV), Madrid, Secretaría, 4-243-58.

27 En la segunda acepción que se incluye en la siguiente edición del diccionario (1884), se especifica ya la venta de «ciertos artículos o cosas de poca importancia; como periódicos, fósforos, flores, etc.». Véase: Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española en <http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUILoginNtlle>.

28 El modelo seguido aparece muy bien reflejado, con grabado incluido, en el semanario francés L’Illustration, 29 de agosto de 1857, donde se alude a la puesta en marcha en París de estos establecimientos por una «compagnie des kiosques lumineux». La coincidencia en la forma octogonal con los primeros quioscos españoles puede documentarse en J[osé] García De la Foz, «Revista semanal», El Clamor público, 2 de diciembre de 1860.

29 Una característica, la polivalencia, compartida con muchas librerías españolas. Véase: Botrel, 1998, especialmente, pp. 201-205.

30 El Contemporáneo, 20 de abril de 1861. De la privilegiada capacidad de venta de estos quioscos da cuenta el hecho de que uno de los mismos se hubiera comprometido en determinado momento, al parecer, a hacerse cargo él solo de seis mil ejemplares del periódico satírico Jeremías durante un año (El Moro Muza, 5 de abril de 1868). Además, las tarifas que los quioscos para la venta de cualquier clase de artículos levantados en la Puerta del Sol debieron pagar eran ya en 1900 —quizás también antes— más elevadas que los establecidos en otras zonas de la Villa y Corte (Anuario del comercio, p. 355; véase también: La Época, 22 de marzo de 1935).

31 La Iberia, 22 de febrero de 1866. Con unas tarifas un poco más elevadas se anunciaba en torno a las mismas fechas otro quiosco en la Red de San Luis (La Iberia, 21 de marzo de 1866).

32 La Correspondencia de España, 19 de junio de 1866. La red de venta está entonces constituyéndose, por lo que se producen algunos cambios con respecto a los días anteriores y seguirán produciéndose en los días siguientes. Respecto a los otros comercios, se trata de una librería, una manguitería, una botonería, una litografía, un puesto de bollos y una huevería.

33 AV, Secretaría, 5-96-22. Véase también 5-96-29. En el mismo lugar, secciones 4 sqq, puede consultarse otra documentación sobre quioscos destinados a distintos fines, a veces no especificados.

34 La Época, 28 de enero de 1874. «Anteriormente —concluía el periódico— los hubo ya, y no sabemos por qué razón fueron destruidos».

35 Eugenio Barrón, «Kioskos transparentes», La Ilustración Española y Americana, 8 de mayo de 1874.

36 La Época, 22 de junio de 1874.

37 «La venta de periódicos», La Época, 22 de septiembre de 1885.

38 Solamente a modo de ejemplo puede citarse la existencia de al menos un quiosco en Alicante, San Sebastián, Valladolid, Córdoba… (La Correspondencia de España, 30 de julio de 1898; La Monarquía, 31 de julio de 1888; El País, 21 de junio de 1889; El Heraldo de Madrid, 2 de mayo de 1900). Andando el tiempo, en los años veinte, incluso en poblaciones de escasos habitantes como Valderas (León) llegó a establecerse un quiosco («El quiosco de Valderas», El Sol, 26 de noviembre de 1929). Por supuesto, el caso de Barcelona merecería un capítulo aparte de disponer de más espacio, ya que sigue una evolución temprana y particularmente rica. Por ejemplo, sin tener en cuenta Madrid (ver El Sol, 1 de junio de 1920, Crónica, 13 de enero de 1935), únicamente en Barcelona existió, por lo que sabemos hasta el momento, una asociación específica de dueños de quioscos separada de la asociación de vendedores. Centro Documental de la Memoria Histórica, PS-Barcelona 1352-2, Libro de actas 1921-1925.

39 Barbazán Beneit, Recuerdos de un librero anticuario, pp. 3-4.

40 Véanse El Sol, 8 de febrero de 1935, La Voz, 27 de febrero de 1935. Otras fuentes impresas ofrecen cifras más elevadas para épocas anteriores (por ejemplo: 180 quioscos en Barcelona, 120 en Madrid y 80 en Valencia, afirma Ricardo Aragó, en El Kiosco, p. 51), si bien, como es habitual, estos datos deben ser manejados con prudencia y a ser posible contrastados con otras informaciones, sin perder de vista que a menudo no se diferencia excesivamente entre quioscos y puestos.

41 Sobre el voceo y los voceadores: Rodríguez Infiesta, 2011.

42 Pedro Armengol y Cornet, «La pornografía campante», La Unión, 8 de julio de 1887 (artículo de El Criterio Católico).

43 Aragó, El Kiosco, p. 17.

44 Palabras atribuidas a «un extranjero, que viajaba por España, acompañado de su hija», en «Pistolerismo pornográfico», La Correspondencia militar, 15 de septiembre de 1931. Una visión desde el punto de vista del joven que se acercaba a un quiosco y descubría imágenes difíciles de olvidar en: Sender, Crónica del alba, p. 411.

45 La Lectura Dominical, 21 de mayo de 1910. Llegaba mucho más allá Juan Altonio Almela años antes, convencido de que existía una «auténtica conspiración» con fines revolucionarios detrás de la existencia de determinadas publicaciones, puesto que se perdía dinero con las mismas (La Unión Católica, 16 de noviembre de 1891).

46 Consideraciones de este tipo pudieron estar detrás, en abril de 1925, de las medidas tomadas para que los puestos de Madrid no emplearan los bastidores que solían usarse para la exposición de revistas, quedando éstas por lo tanto fuera de la vista del público (La Lidia, 20 de abril de 1925).

47 José Ixart, «El año pasado» (extracto de la obra homónima), La Época, 5 de marzo de 1887.

48 Parvissimus, «Bajo el signo de la revolución desde… los quioscos de Prensa», El Siglo Futuro, 7 de enero de 1936 (el artículo se refiere, concretamente, a cuatro quioscos situados en el centro de Barcelona).

49 Véase: «La frialdad de la opinión» El Día, 29 de diciembre de 1897 (la prensa satírica corona, en cierto modo, un proceso que inclina a la opinión pública en determinada dirección a la hora de interpretar la pacificación de Filipinas); o «¿Qué neutralidad es esta?», El País, 8 de enero de 1915 (sobre la influencia del cónsul alemán en Barcelona para hacer retirar de los quioscos y puestos caricaturas alusivas a su país). Un reflejo de cómo la prensa satírica podía exponerse abierta por la mitad para dejar ver los grabados, en un escrito de Manuel Ossorio y Bernard, «La ópera política», La Ilustración Católica, 15 de noviembre de 1887.

50 «Nuevo método de propaganda de los calvosotelistas», Heraldo de Madrid, 9 de octubre de 1935. Métodos mucho más expeditivos e indudablemente nada legales fueron usados dos años antes en Asturias para impedir la circulación en las Cuencas Mineras de los diarios conservadores La Voz de Asturias y Región, llegando cuatro enmascarados a detener, pistola en mano, el vehículo que transportaba los periódicos para después prenderle fuego (La Voz de Asturias y Región, 11 de febrero de 1933).

51 El Ermitaño, «Cómo se propaga un periódico», El Siglo Futuro, 17 de septiembre de 1935; véase también: «Prensa tradicionalista», El Siglo Futuro, 13 de junio de 1935.

52 «Los vendedores de periódicos afirman que el aumento de precio perjudica a muchos y favorece a muy pocos», Heraldo de Madrid, 3 de junio de 1935.

53 Ventura Camacho, «Los malos periódicos», La Revista Católica, 1878, pp. 469-470; reproducido en: Ruiz Sánchez, 2002, pp. 66-67.

54 Para un acercamiento a los volúmenes y colecciones eróticas: Guereña, 2013, especialmente la parte tercera: «Érotisme et pornographie. Un “enfer” espagnol».

55 Sobre algunas de las medidas llevadas a cabo: Ibid., pp. 332-351. Ejemplos de la postura adoptada a menudo por la prensa en: La Lectura dominical, 3 de junio de 1894, 10 de agosto de 1896, 9 de abril de 1899, 13 de noviembre de 1915, 29 de junio de 1933; El Siglo Futuro, 23 de agosto de 1918, 13 de octubre de 1923, 22 de agosto de 1931; La Dinastía, 24 de julio de 1892, 12 de noviembre de 1894; Revista Católica de las Cuestiones Sociales, marzo de 1916, octubre de 1924; El Sol, 30 de abril de 1931.

56 «Abusos criminales», La Época, 24 de abril de 1887.

57 «La pornografía campante», La Unión, 8 de julio de 1887 (artículo de El Criterio Católico).

58 Revista Católica de las Cuestiones Sociales, mayo de 1917.

59 Ejemplos de las presiones ejercidas contra los vendedores de este tipo de prensa, según su propio punto de vista, en: El Motín, mayo de 1884, nº extraordinario, 8 de agosto de 1889, 17 de abril de 1890; Las Dominicales del Libre Pensamiento, 23 de febrero de 1887, 11 de octubre de 1890, 17 de febrero de 1893.

60 El Siglo Futuro, 31 de mayo de 1895.

61 Una vez más, la prensa situada al margen de la ortodoxia religiosa o política abunda en protestas, calificando por ejemplo como robo la recogida de ejemplares en los puestos sin que se tuviera noticia de que el número hubiera sido denunciado (La República, 18 de septiembre de 1885; El País, 10 de marzo de 1893 sqq.)

62 El Contemporáneo, 28 de febrero de 1861; La Discusión, y otros periódicos, 27 de marzo de 1861.

63 El Imparcial, 4 de agosto de 1929 (información referida a agosto de 1869).

64 La prensa y la propaganda sirvieron para la «disputa del espacio público» vinculándose al «despliegue activo de la violencia», señala un autor que se ha ocupado repetidamente de este último fenómeno: González Calleja, 2012.

65 Algunos ejemplos de noticias que reflejan acciones violentas, aunque hechos similares se produjeron en otros momentos y lugares, siendo recogidos en diferentes diarios, en: La Libertad, 15 de julio y 9 de agosto de 1933, 24 de marzo de 1935; La Voz, 6, 9 y 15 de febrero de 1934; Heraldo de Madrid, 6 y 8 de marzo de 1934; El Siglo Futuro, 24 de febrero, 15 y 23 de marzo de 1934; Luz, 23 de febrero y 4 de junio de 1934. Véase también Luz, 19 de enero de 1934, donde la «destrucción de un puesto de periódicos por el incendio» se señala como objetivo de posibles golpes de mano en unas instrucciones internas de origen falangista.

66 Sobre esta empresa: Martínez Rus, 2005.

67 Véanse, por ejemplo, La Libertad, 18 de octubre, 18 y 21 de noviembre, 8, 15 y 19 de diciembre de 1934, 20 de enero, 5, 9 y 28 de febrero, 2, 8 y 22 de marzo y 13 de abril de 1935, 3 de marzo de 1936; Crónica, 13 de enero de 1935; Heraldo de Madrid, 27 de octubre de 1934, 6 de febrero de 1935; El Sol, 8 de diciembre de 1934, 8 de febrero de 1935; La Voz, 27 de febrero de 1935, 21 y 28 de febrero de 1936; El Siglo Futuro, 28 de febrero de 1936.

68 Véanse Rodríguez Infiesta, en prensa, donde se hace un repaso no exhaustivo a la bibliografía sobre la historia de la distribución; y Chagas, 2014.

69 Ibid.

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Pour citer cet article

Référence papier

Víctor Rodríguez Infiesta, « Quioscos y puestos de venta de prensa en Madrid y otras cuidades españolas hasta la Guerra Civil »Mélanges de la Casa de Velázquez, 46-2 | 2016, 239-257.

Référence électronique

Víctor Rodríguez Infiesta, « Quioscos y puestos de venta de prensa en Madrid y otras cuidades españolas hasta la Guerra Civil »Mélanges de la Casa de Velázquez [En ligne], 46-2 | 2016, mis en ligne le 01 janvier 2018, consulté le 28 mars 2024. URL : http://journals.openedition.org/mcv/7205 ; DOI : https://doi.org/10.4000/mcv.7205

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Auteur

Víctor Rodríguez Infiesta

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