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Historia (Santiago)

versión On-line ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) v.38 n.1 Santiago jun. 2005

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942005000100013 

 

RESEÑAS

CLAUDIO GAY, Atlas de la historia física y política de Chile. Centro de Investigaciones Diego Barros Arana y Lom Ediciones. Tomo I, 250 pp, tomo II, 154 págs., Santiago, 2004.

Hace ya más de 40 años afirmamos que hacía rato que la historia había dejado de ser un relato de la actividad política, actos oficiales, batallas, vidas de personajes y gestos de próceres en tensión, los cuales solo afloran a la superficie del acontecer cuando profundas y grandes fuerzas mueven a los pueblos. Entonces advertíamos que estas fuerzas carecen de momentos culminantes y de fechas precisas, que son tendencias lentas y no dejan huellas espectaculares; pero que están presentes en los sucesos de cada día, en las pequeñas cosas de la vida -las grandes cosas- y entretejiéndose en millares de hilos forman el amplio cuadro de una época.

Señalamos también que no es fácil coger el rastro de sucesos anónimos disueltos en las costumbres trilladas de otras épocas, que entonces a nadie llamaban la atención; pero que afortunadamente las láminas históricas del Atlas de la historia física y política de Chile de Claudio Gay, nos brindaban un testimonio petrificado, sencillo y encantador, de hechos costumbres y modos de vida que formaron el ir y venir de sociedades de otros tiempos. Que en ellas está el Chile que el sabio vio en la época de su residencia, entre 1828 y 1843, con sus tertulias y chinganas, mineros y campesinos, ciudades y rodeos; el Chile que nacía a la vida independiente, de la Guerra contra la Confederación Perú-boliviana y de la plata reluciente de Chañarcillo. Época del magisterio reposado de Bello, de la invasión alegre de la zamacueca y de la capitalización básica, expresada, por ejemplo, en la navegación a vapor.

Tales conceptos, formulados ante las imágenes históricas de Gay, nos vienen hoy a la memoria ante la nueva edición de esta obra fundacional de nuestra nacionalidad que es el Atlas de la historia física y política de Chile, fruto de esa notable labor, por decir lo menos, que viene desarrollando el Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, que en esta oportunidad se ha asociado con LOM Ediciones para ofrecer una versión completa del original de 1854 y 1866.

La edición contó con el apoyo del Consejo Nacional del Libro, que, al igual que con la reedición de la Historia general de Chile de Diego Barros Arana, ha tenido una actitud ejemplar.

Sin duda hacía falta una nueva edición del Atlas, tanto porque las originales se han constituido en una rareza y han alcanzado precios exorbitantes, como por hacer asequible a los estudiosos una fuente esencial de la evolución histórica y natural de Chile, en la que los nuevos problemas y planteamientos relacionados con la evolución histórica y natural de Chile podrán investigarse y documentarse ampliamente.

Según es bien sabido, la primera edición fue hecha con láminas de impresión variada y no uniforme que aparecieron por entregas, de manera que los ejemplares del Atlas son irregulares. En la nueva edición se tuvo cuidado de escoger las láminas en mejor estado y se las imprimió en variedad de tonos, ya fuese en color sepia, verdoso y otros indefinibles. También se escogieron algunas "iluminadas" en las que se representan escenas y tipos populares; pero también una gran variedad de especies vegetales y animales que, como la "theresa valdiviana", "el siete colores" o "el pato de la cordillera", componen el tomo II de la obra.

El conjunto de láminas, tanto las de historia como las de botánica y zoología, es un despliegue de buen gusto por la composición de ellas y su colorido, discreto y natural en las de vegetales y animales, aunque no tanto en las de caracteres humanos, donde la fantasía podía emplear cualquier color.

Los grabados fueron realizados por "los primeros artistas de París" sobre la base de dibujos de Gay, su esposa y Moritz Rugendas, entre otros. El dibujo es generalmente correcto, existiendo posiciones forzadas solo en muy pocos de ellos, como en "Ternero atacado por los cóndores" o en "Caza a los guanacos", donde además hay algunas fallas de proporción en las figuras. En "Vendedores en las calles" el caballo del fondo resulta sumamente alargado y el jinete fuera de lugar.

En todo caso, la versión de las láminas correspondió por último al grabador. Por la misma razón, en ocasiones los relieves andinos corresponden a una visión alpina del paisaje; así ocurre en "Vista del volcán de San Fernando", donde el fondo, con picachos muy puntiagudos, corresponde a un valle glacial en forma de U con erosión renovada.

Los defectos que pueden anotarse son insignificantes en una obra monumental, que demandó tanto trabajo, preocupaciones de toda índole y el manejo de numerosos colaboradores.

Curiosa es la aparición del propio Claudio Gay en algunas de las láminas. Obviamente en el cráter del volcán Antuco y muy probablemente en "Andacollo" y en "Un bodegón". La explicación podría estar en la identificación con el ambiente, que el autor amaba de manera entrañable, y el espíritu romántico de la época, aunque el científico francés no era propenso a la expansión de sentimientos. Era un naturalista tímido.

La representación de las especies naturales llama la atención, no solo por la fidelidad, sino porque su disposición es delicada y hermosa, con un inmejorable sentido estético y sin perder la naturalidad y la necesidad descriptiva. Algunas plantas parecen naturalezas muertas con raíces, tallos, hojas, pétalos y estambres.

Una bien estudiada introducción, debida a Rafael Sagredo Baeza encabeza la edición, que deja informado al lector corriente de la vida y los trabajos de Gay. Aunque también de la ejecución del Atlas y del valor del conjunto de las estampas que lo componen en relación al proceso de consolidación de la nacionalidad. Ella no solo incluye una novedosa interpretación del retrato que el Estado mandó ejecutar para homenajear a Claudio Gay por su obra sobre Chile, también varios mapas que especifican los recorridos del científico por nuestro país.

Vale la pena recordar que La Historia física y política de Chile, con sus treinta volúmenes fue la obra más completa y acabada que se publicase sobre un país latinoamericano. Sin embargo, al aparecer mereció críticas por el espíritu estrecho de algunas personas. Hubo suscriptores que se desilusionaron al recibir las primeras entregas, pues creían que sería una obra más ligera y entretenida. El representante chileno en Francia, Francisco Javier Rosales, personaje adocenado de la aristocracia, puso tropiezos para la elaboración del retrato encargado por el gobierno. En un plano más elevado, se indicaron algunos errores en los mapas y en las descripciones científicas, que en un trabajo de esas dimensiones no podían evitarse.

La nueva edición es una prueba irrefutable, a través del tiempo, del mérito de una obra que enorgulleció al país y que sigue enorgulleciéndolo.

SERGIO VILLALOBOS
Universidad de Chile