SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.38 número1CARLOS MÉNDEZ NOTARI, Héroes del Silencio. Los Veteranos de la Guerra del Pacífico (1884-1924)CARLOS PARDO-FIGUEROA THAYS y JOSEPH DAGER ALVA (eds.), El virrey Amat y su tiempo índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

Compartir


Historia (Santiago)

versión On-line ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) v.38 n.1 Santiago jun. 2005

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942005000100019 

 

RESEÑAS

GENERAL MARIANO NAVARRETE, Mi actuación en las revoluciones de 1924 y 1925, edición y presentación de René Millar Carvacho. Colección de memorias militares, Centro de Estudios Bicentenario, Santiago, 2004, 557 págs.

El Centro de Estudios Bicentenario ha editado este nuevo volumen de Memorias Militares. En esta oportunidad las que corresponden al General Mariano Navarrete y su participación en las revoluciones de 1924 y 1925, que se encontraban inéditas hasta ahora. Esta iniciativa es importante ya que el general Navarrete fue un actor de primera importancia en los sucesos que recuerda, en su calidad de Inspector General del Ejército, denominación que en esa época se daba al Comandante en Jefe del Ejército. Sus memorias arrojan nuevas luces de un período en que Chile cambia su sistema de gobierno e inaugura una nueva constitución. La Pontificia Universidad Católica de Chile es la actual depositaria de estas memorias que a instancias de Francisco José Folch, le fueron donadas por sus nietos Mariano y Jorge Navarrete y que se habían mantenido inéditas durante setenta años.

El libro comienza con una presentación que hace el profesor René Millar Carvacho, estudioso de este período de nuestra historia, que con precisión coloca las memorias del general Navarrete en su contexto histórico. El movimiento militar de septiembre de 1924 como fruto espontáneo de las circunstancias, algunas coyunturales y otras de larga duración. Entre las primeras, señala las actitudes del gobierno y el Presidente Alessandri con respecto a una nueva dieta parlamentaria en desmedro de un reajuste de las remuneraciones de los empleados públicos y las Fuerzas Armadas y las reuniones del Presidente con oficiales muy descontentos por la situación. Entre las circunstancias de larga duración, considera la poca eficiencia del sistema parlamentario y la situación interna de las Fuerzas Armadas. En relación a estas resalta el conflicto que se produce por una acelerada profesionalización que acorde a las nuevas exigencias no va acompañada de un incentivo de desarrollo profesional y de remuneraciones. Continúa el profesor Millar señalando las disensiones que se producen entre los militares, es decir, entre la Junta de Gobierno que asumió el control del país el 5 de septiembre apoyada por políticos unionistas y el comité militar verdadero precursor del movimiento que se mantuvo como un poder paralelo. El resultado final fue un nuevo movimiento militar liderado por Carlos Ibáñez y Marmaduke Grove apoyados por políticos alessandristas, que el 23 de enero de 1925 derrocan a la Junta de Gobierno. Así se reafirmaba el ideario regeneracionista y se restauraba a Alessandri en la Presidencia de la República, con el compromiso de convocar una asamblea encargada de elaborar la Constitución prometida. Para evitar que la revolución volviera a desvirtuarse asumió como Ministro de Guerra Carlos Ibáñez. Así, el movimiento dejaba en evidencia además las profundas diferencias entre el Ejército y la Marina que tuvieron al país al borde de la guerra civil. Finalmente, nos dice Millar, Alessandri gobernó de "facto" y sometido a una tuición del sector revolucionario del Ejército. Ibáñez quería liderar el nuevo régimen pero se encontró con la cerrada oposición de la Marina lo que lo obligó a abandonar su candidatura presidencial. El candidato de consenso fue finalmente don Emiliano Figueroa quien resultó elegido para suceder a Alessandri.

El profesor Millar nos recuerda además a los memorialistas del Chile de comienzos del siglo XX, lectura obligada para entender esta parte de nuestra historia, tales como Manuel Rivas Vicuña, Enrique Oyarzún, Arturo Alessandri, Arturo Olavarría, René Montero, Elías Lafferte, Agustín Edwards, Abraham König, Aquiles Vergara y Carlos Vicuña Fuentes, entre otros. El General Navarrete, nos dice, se agrega a estos y a otros militares que retratan el período como Juan Pablo Bennett, Arturo Ahumada, Enrique Monreal, Carlos Sáez, Raúl Aldunate y Tobías Barros. Además del Almirante José Toribio Merino y Edgardo von Schroeders y el General de Aviación Ramón Vergara Montero. Finaliza la presentación del libro con los antecedentes biográficos del General Navarrete que retratan su interesante carrera que la inicia dejando de ser profesor en el Liceo de Ovalle, para transformarse en Teniente del Ejército congresista. De esta forma el lector podrá conocer sus diferentes destinaciones tanto en Chile como en el extranjero, hasta la última de su carrera militar que lo llevó a asumir el mando del Ejército en las más delicadas circunstancias. Más tarde ya retirado se desempeñó como Ministro de Educación del gobierno de Ibáñez en 1929.

Las memorias tienen un gran valor documental, nos señala Millar, y fueron escritas, según el General, para dar explicaciones a sus hijos de su participación en los sucesos políticos de 1924 y 1925 y luego entregar antecedentes para la futura historia de ellos. Están escritas en primera persona, con un esfuerzo evidente por hacer una relación objetiva de los hechos. El autor es cuidadoso en el lenguaje, siendo su estilo, propio de la época, un poco rebuscado. Le gusta guardar las formalidades y evita juicios hirientes aunque a veces utiliza fuertes calificativos.

La pluma fluye fácil en las manos del General Navarrete, quizás su condición de profesor de liceo le dio el don que usted podrá apreciar en las memorias que escribe. Sus recuerdos van directamente al grano y se inician describiendo la situación política que se vivía antes del movimiento revolucionario de 1924. El General confiesa que esto lo escribe solo de oídas ya que permaneció en el extranjero a cargo de la misión militar de Chile en Europa entre 1920 y 1924. Dice que los bloques políticos de la época se enfrentaban con fuerza y que el conglomerado de la Unión Nacional trataba de hacer fracasar al gobierno de Alessandri y la Alianza Liberal, por su parte, reaccionaba a su vez con un alto grado de intransigencia ante los reclamos de la minoría. Resultado de este enfrentamiento la solución a los grandes problemas que aquejaban a la gente, seguía en espera. Plantea además que jamás tomó partido, ya que no se relacionó nunca con políticos de ningún sector, a excepción del período en que le tocó asumir el mando del Ejército.

El General relata que el movimiento de 1924 lo vivió viajando a Chile y solo se enteró de sus detalles por los oficiales que fueron enviados a buscarlo. Así reflexiona: "La revolución, es decir, el trastorno del orden social existente, el choque de ideas o doctrinas antagónicas que pugnan por prevalecer las unas sobre las otras, es una especie de locura colectiva que se apodera de los hombres de los distintos bandos, predisponiéndolos al crimen, a la violencia y al abuso". Agrega que el progreso y las nuevas orientaciones de las masas populares, imponían la sustentación de otras doctrinas más racionales que contribuyeran al engrandecimiento del país y a la satisfacción de las necesidades populares. Con respecto a la situación en Chile después de la renuncia de Alessandri y la clausura del Congreso, señala que aparte de las maquinaciones del comunismo, combatidas enérgicamente por la Junta Militar, no había ningún peligro que amenazara la estabilidad del gobierno, de hecho, garantida por la opinión pública, que anhelaba un Ejecutivo fuerte y consciente de sus deberes. El General Navarrete toma posición apoyando a la Junta de Gobierno y su programa, que prometía la solución de los grandes problemas del país, particularmente la reorganización de los servicios públicos. Afirma: "La deliberación, tratándose de salvar a la nación de la ruina que la amenazaba, no era en este caso especial una falta contra la disciplina. Por el contrario era un deber ineludible abandonar por esta vez el marco estrecho de los deberes cívicos compatibles con la profesión de las armas, a fin de estudiar y poner en práctica los medios adecuados para curar el país, radicalmente, de los males endémicos que consumían su poderoso organismo". Agrega más adelante que el militar no era un autómata, sino un miembro eficiente de la colectividad nacional y por lo tanto no sería adecuado privarle del derecho de emitir sus opiniones para contribuir con su consejo a la buena solución de los problemas que la aquejaban. Navarrete también analiza, por la información que tenía, las relaciones de subordinación y disciplina entre el Comando Superior y la oficialidad. Concluye que la experiencia de cada día demostró que los revolucionarios procedían sin consultar a sus superiores jerárquicos pero tuvieron el buen tino de prescindir de la tropa, pues de ese modo se hizo una revuelta de ideas, donde no se esgrimieron otras armas que las del patriotismo y la convicción. Pese a esta realidad el General decidió permanecer en las filas del Ejército siendo nombrado por la Junta Jefe del Estado Mayor General del Ejército. Más adelante ante la desconfianza que se le tenía al Coronel Alfredo Swing como Comandante del Cuerpo de Carabineros, se le designó a él, sin dejar su puesto de Jefe de Estado Mayor. Esta situación generó una crisis de proporciones con un conato de revolución de las fuerzas de Carabineros en diciembre de 1924 y un aumento de la tensión existente entre la Junta de Gobierno y la Junta Militar. El general relata el importante papel que le tocó jugar en esta crisis y su opinión muy clara de que la Junta Militar no podía subsistir junto a la Junta de Gobierno.

El detallado relato que hace el autor sobre las vicisitudes de la revolución del 23 de enero de 1925 es muy interesante, ya que fue un actor y espectador privilegiado en la situación que se vivió. Nos dice que esta revolución no tuvo el carácter de espontaneidad que distinguió al movimiento de septiembre. Su gestación fue lenta y laboriosa. Antes que los militares, empezaron a insinuarla los políticos, circunstancia que dificultó su preparación, pues aquellos no querían aparecer como instrumentos de los hombres que ellos mismos habían condenado. Algunos militares buscaron la adhesión de los comunistas a cambio de algunas leyes sociales, los que abusando de esta situación empezaron a buscar nuevos adeptos y a propalar en el Ejército y entre los obreros patriotas sus doctrinas disolventes. Navarrete insiste que los militares en general no estaban de acuerdo en un nuevo movimiento revolucionario y que los que participaron en el movimiento de enero fue un grupo de militares y políticos audaces que supieron aprovechar con talento y energía, el momento propicio para hacerlo. Entre los revolucionarios, destaca el autor, al senador Armando Jaramillo, al Capitán Fenner, al líder militar elegido Comandante Carlos Ibáñez del Campo y al alma de ellas el Mayor Marmaduke Grove. Las unidades que participaron .en el movimiento fueron el Regimiento "Cazadores", parte del regimiento "Pudeto" y personal de la Escuela de Caballería. Estas unidades eran bastante reducidas y de haberlo decidido el gobierno podría haberlas controlado. Las causas de la revolución las explica Navarrete entre otras, por el desacuerdo entre la Junta de Gobierno y la juventud militar en relación a la urgencia de las reformas, a la presencia de políticos de la Unión Nacional en el gabinete que mantenían su ideario anterior al movimiento. También a la dualidad de poderes de la Junta de Gobierno y Junta Militar los que no estaban delimitados. Asimismos, al alejamiento de los partidos políticos en los negocios del Estado colocando en evidencia la incapacidad de los militares para gobernar el país. El general estaba en La Moneda cuando entraron los revolucionarios a detener a los miembros de la Junta de Gobierno, lo que relata con detalles. La Armada no estuvo de acuerdo con el movimiento lo que obligó al Ejército a movilizar unidades a Valparaíso, el regimiento "Coraceros", llamado irónicamente "caballería de marina" partidario de los marinos, fue embarcado para evitar las represalias de los revolucionarios. Don Agustín Edwards jugó un papel importante para resolver el conflicto con los marinos, el que pudo haber desembocado en una guerra civil, nos relata el General Navarrete. A esta actividad se sumó él mismo, como delegado de la Junta Provisoria de Gobierno en espera de la llegada de Alessandri desde Europa. La mirada del general al interior del Ejército es esclarecedora de la delicada situación que vivía la disciplina en los cuarteles. Los incidentes en los regimientos se sucedieron ya sea en el "Valdivia" promovidos por los suboficiales para conseguir mejores condiciones de vida o por los oficiales del "Pudeto" y el "Tucapel" y otras unidades de infantería que se quejaban de las irritantes diferencias que se hacían con los oficiales de caballería que tenían el control del movimiento militar. La reacción del gobierno fue dura y se cometieron muchas y dolorosas injusticias contra los que no estuvieron de acuerdo con el movimiento del 23 de enero y que después se opusieron a Ibáñez.

Otro aspecto interesante que nos relata el General Navarrete es su encuentro con Alessandri , ya que le correspondió ser parte de la comitiva que lo recibió en Montevideo y luego en su paso por Argentina, teniendo la oportunidad de entregar su parecer sobre el nulo avance del país y las desastrosas consecuencias de las revoluciones sobre la disciplina militar. El relato de los sucesivos banquetes de los que fue objeto el Presidente Alessandri en los cuarteles militares, a su regreso, donde se habló desembozadamente de política, era otra muestra del delicado ambiente que se vivía en los cuarteles y lo difícil que era para un General controlar situaciones donde la jerarquía era pasada a llevar casi en forma normal. Quizás el hecho culminante en el que le tocó participar a Navarrete como él mismo lo califica, fue en su condición de miembro de la Comisión Consultiva para redactar la nueva Constitución, el relato fluye fácil y deja en evidencia toda la tensión dramática que se vivió para que finalmente se aprobara la iniciativa. El detalle de las principales opiniones, entre ellas las de nuestro autor, nos coloca en el centro de la discusión que dio finalmente un nuevo régimen de gobierno para Chile. La intensidad del relato no cede y muestra los hechos uno tras otro, como la candidatura de Ibáñez a la Presidencia, la renuncia de Alessandri, el gobierno de Barros Borgoño y la candidatura de Emiliano Figueroa, la oposición del Ejército y la Marina a los deseos presidenciales de Ibáñez, la inquietud en los cuarteles, los noches de vigilia y finalmente la inevitable ruptura de Ibáñez y Navarrete y la renuncia de este a su cargo en noviembre de 1925.

El General Navarrete terminó su libro en noviembre de 1926, justo un año después de su retiro, su afán es claro: "Sin otra ambición que la necesidad de satisfacer una sentida aspiración de mi alma y rendir tributo de cariño a mis hijos, entrego al tribunal de la opinión pública, ante el cual se han desarrollado los hechos aquí comentados, la apreciación de esta obra, que espero le ha de servir también para formarse un juicio exacto sobre los hombres que actuaron en este lapso de la vida nacional". Sus contemporáneos no pudieron juzgarlo, nosotros sí, tenemos la oportunidad de hacerlo gracias a la publicación de este libro. Es un testimonio que vale la pena leer y que completa con importantes aportes lo que se conocía de ese conflictivo período.

ROBERTO ARANCIBIA CLAVEL
Universidad Finis Terrae, Santiago