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Historia (Santiago)

versión On-line ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) v.38 n.1 Santiago jun. 2005

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942005000100027 

 

RESEÑAS

MATEO MARTINIC. Archipiélago patagónico. La última frontera. Ediciones de la Universidad de Magallanes. Punta Arenas, 2004. 297 págs., más fotografías.

La historia de esta desconocida porción del territorio austral chileno es abordada por el autor con su acostumbrada competencia. Ubicado este territorio de 73.000 kilómetros cuadrados extendidos a lo largo de 620 km2 desde la isla Wager al golfo de Xaultegüa con un ancho promedio de 115 a 120 kilómetros (41°45'S hasta 53°07'S) abarcando parte de la undécima y duodécima región, con tierras abruptas y cientos de canales, estrechos, fiordos y bahías y con una temperatura media anual de 7 a 8 °C, con unos 2.000 milímetros de agua caída al año. Estas condiciones medioambientales hacen difícil la vida humana, ayer y hoy. Clima duro y áspero.

El paisaje del archipiélago patagónico fue descrito desde el siglo XVI en adelante por uno de sus primeros exploradores, Pedro Sarmiento de Gamboa, en 1579, pasando por Lord Brassey, Al Cock, Skottsberg, De Agostini, Subercaseaux, Emperaize, hasta Jacques Santereau en el año 2001, describiendo los lugares en que habitaron cazadores y pescadores nómades, los kaweskar (alacalufes) "hijos de las aguas y de la bruma, habitantes de un territorio marítimo inclemente y rudo como pocos, aunque de salvaje grandiosidad", como acota el autor.

Conocidos y estudiados por el P. Martin Gusinde, S.V.D., y Joseph Emperaire: estos "nómades del mar", el autor señala en forma dramática su extinción (p. 72 y ss.), causada en gran parte por el hombre que en forma despiadada los aniquiló a pesar de los esfuerzos iniciados en los primeros cincuenta años del siglo XX para su conservación.

La integración de estos territorios a la vida nacional se inicia con un poblamiento espontáneo en la década de 1930 y prosigue en el tiempo en la zona de Puerto Edén con la llegada de mariscadores proveedores de la industria conservera proviniendo de Chiloé e islas aledañas.

En 1964, siendo el autor del libro Intendente de Magallanes, efectúa un vasto e importante programa de desarrollo de los centros alejados y rurales de la provincia.

Naturalmente esta zona recibe una especial atención del Intendente, y los 43 alacalufes que quedaban en Puerto Edén, recibieron no solo acogida, sino además atención médica y alimentos, iniciandose, desde la visita realizada en 1967, una verdadera preocupación sobre esos aislados chilenos. Pronto el poblado se transforma en pueblo (1969) y así sucesivamente fueron incorporados a la vida nacional.

Finalmente, es necesario destacar que el autor incluye (cap. II) un detallado estudio sobre los textos de viajeros y cronistas que describen el territorio desde el siglo XVI al siglo XX, permitiendo conocer a cabalidad las opiniones que se han tenido sobre ese territorio.

En apéndice, el autor incluye el listado de siniestros marítimos conocidos ocurridos en la zona (1844-2001) y el censo de indígenas y pobladores radicados en Puerto Edén en 1967.

Importante estudio en que el autor, con gran conocimiento de la historia de la zona, plantea con mucha naturalidad y sencillez una directa participación personal que hacen que esta sea una crónica atípica.

HORACIO ARÁNGUIZ DONOSO
Pontificia Universidad Católica de Chile