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Historia (Santiago)

versión On-line ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) v.38 n.1 Santiago jun. 2005

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942005000100003 

 

Instituto de Historia
Pontificia Universidad Católica de Chile
Historia No 38, Vol. I, enero-junio 2005: 31-42
ISSN 0073-2435

ESTUDIOS

LAS RELACIONES ENTRE CHILE Y CANADÁ DURANTE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL. LAS PRIMERAS EXPERIENCIAS DE LOS DIPLOMÁTICOS CHILENOS

 

JOSÉ DEL POZO*

* Departamento de Historia, Universidad de Quebec, Canadá. Correo electrónico: josedelpozo@hotmail.com


Basado en los informes diplomáticos chilenos, este artículo analiza el tema de las relaciones entre Chile y Canadá, en el período en que esos países avanzaron hacia el intercambio de embajadas, entre 1941 y 1944. En él se explica que hasta antes de esos años, Canadá solo tenía un interés comercial en América Latina, mientras que para Chile era más importante el plano diplomático, a causa de su interés en reforzar su posición internacional, un tanto debilitada desde comienzos del siglo XX. Las razones que llevaron a ambos países a tomar esa decisión estuvieron directamente relacionadas con el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Una vez instaladas las embajadas, se comentan las impresiones que tuvieron los primeros representantes de Chile en Ottawa acerca de lo que era Canadá, lo que muestra las dificultades en comprender el funcionamiento de un país bastante distinto a Chile. El artículo concluye que el establecimiento de embajadas no trajo un incremento significativo a corto plazo en las relaciones entre ambos países, ni a nivel comercial ni político.

Palabras clave: Comercio, cónsules, diplomacia, economía.


Based on the reports of the Chilean foreign mission in Canada, this article deals with the relations between Chile and Canada during the period in which both countries decided to exchange embassies. It explains that before those years, Canada was interested in Latin America mainly in commercial topics, while Chile showed more interest on the diplomatic side. This difference is due to the fact that Chile found itself in a rather vulnerable position before 1939. The Second World War was the main reason that led to the establishment of embassies in both countries. The article analyzes also the first impressions of the Chilean representatives in Ottawa, showing that it was not easy for Chilieans to understand the nature of a country like Canada. It ends saying that in the short term, the establishment of embassies did not lead to an increase in the commercial or the political relations between both countries.

Key words: Trading, consuls, diplomacy, economics.


 

ANTES DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Las relaciones entre Chile y Canadá, los dos extremos de las Américas, habían comenzado a fines del siglo XIX, aunque en forma asimétrica e irregular. En el plano diplomático, Chile dio los primeros pasos al nombrarse un cónsul honorario en Vancouver en 1892, Máximo Patricio Morris, que en 1897 fue elevado a rango de cónsul general, aunque sin pasar a ser funcionario de carrera. Este nombramiento se debió a la iniciativa particular de Morris, un chileno de origen estadounidense, que se había ido a vivir a la ciudad del oeste de Canadá. La presencia de un cierto número de ciudadanos chilenos en esa área, la mayoría de los cuales eran marinos que habían desertado, justificaba la presencia del cónsul honorario, que prestaba servicios a esas personas como intérprete, y enviando noticias a las familias en Chile cuando alguno de esos chilenos fallecía. Además de ese consulado, Chile contó con representantes en otras partes de Canadá, aunque se trataba siempre de ciudadanos canadienses, que actuaban también en forma honoraria. La correspondencia entre Morris y el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile hace referencias a un cierto Ovide Fréchette, cónsul en Quebec desde 1885, de Carlos (sic) Waterous, cónsul en Brantford (Ontario), nombrado en 1907, y de Francisco José de Lima (del cual no se menciona la nacionalidad), cónsul en Montreal, nombrado en 19231. Estos hechos indican la existencia de un cierto interés por parte de ambos países en mantener algún lazo, pero carecemos de información para saber cuál era la labor de esas personas, y qué tipo de relaciones implicaba.

A comienzos de los años 1930, el consulado general se trasladó a Montreal. Este cambio fue importante, ya que ahora se nombraba para el cargo un cónsul de carrera, mientras que el de Vancouver seguía en la categoría de consulado honorario, ahora en las manos de Heriberto José Morris, hijo del anterior. No sabemos qué ocurrió con los consulados honorarios de las otras ciudades.

Hasta comienzos de la Segunda Guerra Mundial, en cambio, Canadá no poseía representación diplomática en ningún país latinoamericano, ni siquiera a nivel consular. Esta situación se explica por la condición particular de Canadá al interior del Imperio británico, ya que el país del norte dejaba la mayor parte de sus asuntos exteriores en las manos de los representantes de Gran Bretaña. Recién en 1928 Canadá había establecido embajadas en Washington, París y Tokio, y solo desde 1931, con el estatuto de Westminster, Canadá asumió plenamente la conducción de su política exterior. La ausencia de representaciones en América Latina se explica además por la carencia de personal especializado en esa región, y por la escasez de fondos del servicio diplomático canadiense2.

En el plano comercial, los contactos entre ambos países existían, pero eran limitados, y la balanza era ampliamente favorable a Canadá. Según el informe de Arturo Bascuñán, cónsul chileno en Montreal, Canadá había vendido a Chile, entre 1929 y 1931, mercaderías por un valor de algo más de dos millones de dólares anualmente, cifra que había caído violentamente en los años posteriores, a causa de la crisis. Las exportaciones de Chile a Canadá eran muy inferiores en valor, ya que en 1930, el total había sido de 667.000, cifra que también decayó en los años siguientes; en 1933, el total había sido de apenas 21.000 dólares3. Bascuñán se lamentaba que Canadá no comprara ni un litro de vino chileno, el cual no era conocido en el mercado de ese país, que en cambio en 1933 había comprado vinos por un valor superior a un millón de dólares a Francia, España y otros países europeos. Además, señalaba que desde el comienzo de la crisis, el 87% de las importaciones canadienses de salitre venían de Estados Unidos, mientras que antes de 1930, Chile vendía 30.000 toneladas anuales de ese producto a Canadá, cantidad que se había reducido a apenas 51 en 19334.

Hasta comienzos de la Segunda Guerra Mundial, el interés de Canadá en estrechar sus lazos con América Latina era escaso. En 1939, las exportaciones canadienses hacia esa región representaban apenas el 1,8% del total de sus ventas a escala mundial, mientras que las importaciones desde Latinoamérica equivalían a solamente al 2,8% del total5. La gira de una misión comercial canadiense, que en 1931 visitó Cuba, Uruguay, Brasil y Argentina, pasando también por Trinidad y Bermuda, no había arrojado ningún resultado concreto. Ella había sido una iniciativa privada, ya que estaba compuesta principalmente por empresarios del sector manufacturero; la participación del gobierno se limitó a la presencia de un ministro sin cartera, George Perley, que acompañó a la delegación para darle un carácter algo más oficial. Era solamente la segunda vez que una gira de esta naturaleza se efectuaba: la primera había ocurrido en... 1866.

En el plano diplomático, aparte de no contar con representantes diplomáticos en esa región, Canadá no se había interesado en ingresar a la Unión Panamericana, el organismo creado en 18896, concentrando sus relaciones con Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos. Había sin embargo algunos sectores políticos interesados en estrechar los lazos con Latinoamérica, como el conocido político y periodista Henri Bourassa en la provincia de Quebec, quien desde 1915 afirmaba que una asociación con esa región permitiría a Canadá enfrentar mejor las tendencias imperialistas de Estados Unidos. Otros políticos que también apoyaban el ingreso de Canadá a la Unión Panamericana eran Paul Martin (padre del Primer Ministro actual) y J.S.Woodworth7. Pero esa corriente era bastante minoritaria, y Canadá tardaría décadas en decidirse a ingresar al sistema interamericano, haciéndolo recién en 1989.

En el plano de las migraciones, los contactos eran ínfimos. Había un cierto número de chilenos en la costa oeste de Canadá, llevados por la corriente iniciada desde el siglo XIX, mencionada al comienzo de este artículo, pero el número total de chilenos era seguramente muy escaso, y se carecen estadísticas al respecto8. De todas maneras, en esos años Canadá no tenía interés en promover la inmigración desde Latinoamérica, y el grueso de los inmigrantes provenían de Europa occidental. En sentido inverso, la única presencia canadiense conocida en Chile era la de religiosos, algunos de ellos presentes en el país desde 18509, pero se trataba de un proceso muy limitado.

EL NUEVO CONTEXTO CREADO POR LA GUERRA

El conflicto iniciado en 1939 creó un nuevo contexto, tanto en lo diplomático como en lo comercial. Canadá fue el primer país de las Américas en entrar en guerra, a causa de su pertenencia a la Commonwealth. Esto puso a Canadá en una situación ambigua dentro del hemisferio, ya que al no ser miembro de la Unión Panamericana, no fue invitado a la reunión de Panamá, a fines de ese año, donde los demás países de las Américas discutían la política a seguir en la nueva era iniciada con la guerra. Eso llevó a Ottawa a pensar en la necesidad de acercarse a sus vecinos del sur. Además, las perturbaciones del comercio con Europa hacían necesario buscar nuevos mercados. Esta última consideración también era válida para los países latinoamericanos, que veían a Canadá como un comprador eventual de sus productos.

Brasil y Argentina fueron los primeros considerados por Canadá para el establecimiento de embajadas. El primero de ellos había comenzado los contactos con ese objetivo desde antes de la guerra10 y la elección de ambos se justificaba por su peso demográfico y económico; además, la presencia en Argentina de numerosas personas de origen alemán e italiano, sospechosas de colaborar con el Eje, hacía más necesario contar con personal diplomático en ese país para estar informado de las posibles maniobras del enemigo.

Varias otras naciones latinoamericanas buscaron obtener ese mismo trato. Casi simultáneamente, Ottawa se encontró con peticiones de Cuba, Chile, Perú y México, que expresaban sus deseos de intercambiar embajadas. Todos ellos buscaban tener una presencia visible en Canadá, sobre todo con fines comerciales.

Esto último era también el objetivo principal de Canadá, ya que este país veía a Latinoamérica principalmente en términos de mercado, no de un aliado político. Es por ello que en 1941, una importante misión comercial, dirigida por el ministro de ese ramo, James MacKinnon, visitó seis países sudamericanos: Ecuador, Perú, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, firmando tratados comerciales en casi todos ellos. A comienzos de 1942, cuando los resultados de esta gira fueron comentados en el Parlamento de Ottawa, el diputado Paul Martin, que como se vio antes, figuraban entre los que deseaban que Canadá ingresara a la Unión Panamericana, destacó la importancia de desarrollar las relaciones políticas con América Latina, no solo las comerciales, sobre todo tomando en cuenta el contexto de la guerra y la posible influencia nazi en esos países. Vale la pena citar parte de su intervención, que da una idea de la imagen que Canadá tenía de los países latinoamericanos. Hablando de la postguerra, Martin declaró que el acercamiento de Canadá con Latinoamérica podía permitir, además, acercar la Gran Bretaña a Estados Unidos, Canadá y América Latina, lo que era deseable y necesario porque "aunque los países panamericanos (sic) desconocen hasta cierto punto los métodos democráticos y el principio de un proceso judicial justo, tienen mucha simpatía por el régimen democrático. El sistema político de los países panamericanos reconoce la igualdad de razas y admite, en suma, que la preservación de la democracia es algo deseable"11.

Canadá nombró embajadores en Argentina y Brasil a mediados de 1941, siendo W.F.A.Turgeon y Jean Désy sus primeros representantes en esos países. Pero Chile no estaba aún considerado al mismo nivel, aunque el país austral deseaba obtener el reconocimiento diplomático.

EL ACERCAMIENTO DE CHILE

Para comprender mejor el interés de Chile en entablar relaciones diplomáticas con rango de embajada con Canadá, hay que ver cuál era la situación de conjunto de la política exterior del país austral. En vísperas de la guerra, Chile había abandonado hacía un tiempo su política expansionista de fines del siglo XIX, en la época en que había ejercido un cierto liderazgo regional, expresado incluso en términos de poderío militar, naval y terrestre, fruto de su victoria contra Perú y Bolivia en la guerra de 1879-1883. En las primeras décadas del siglo XX, al ser sobrepasado en poderío naval (y en peso demográfico) por Argentina, Chile tendió más bien a la política de mantención del statu quo. Para ello impulsó la formación de un bloque con este último país y con Brasil, en lo que se llamó el "ABC". Este grupo tuvo una cierta nombradía internacional, lo que se expresó en la participación del ABC en las negociaciones de Niagara Falls (Canadá) sobre el retiro de las tropas estadounidenses de Veracruz, durante la revolución mexicana, en 1914. Pero el bloque decayó pronto, por el poco interés mostrado por Brasil en mantenerlo, aunque ocasionalmente revivió en años posteriores. En general, Chile orientó su política en función del respeto a las leyes internacionales, ya fuese dentro del sistema interamericano o de la Sociedad de las Naciones12.

Al estallar la guerra, Chile estaba en una posición debilitada en el plano internacional. Las tentativas del gobierno de Arturo Alessandri de reforzar la flota de guerra habían fracasado, por la negativa del gobierno inglés (pese a su larga tradición de amistad e influencia naval en Chile) a vender barcos de guerra al país austral. El terremoto de enero de 1939 había devastado no solamente varias ciudades del centro-sur del país, causando la muerte de 30.000 personas, sino que había obligado a cambios presupuestarios que habían repercutido en el servicio diplomático, donde se eliminó al 40% del personal13. La presencia de una población de origen alemán relativamente numerosa hacía que los Aliados miraran a Chile con cierta sospecha, lo que se agravó cuando, a comienzos de 1942, Chile fue el único país, junto con Argentina, a no seguir la decisión de la conferencia de Río de Janeiro que recomendaba a los participantes proceder a la ruptura de relaciones con los países del Eje14. Y en general, Chile sufría los embates de la guerra en el plano económico, tal vez en mayor medida que otros países de la región, a causa de la importancia que tenía Alemania como socio comercial antes de la guerra15.

Todas estas razones explican el interés de Chile en intercambiar embajadas con Canadá, y de hacerlo antes que otros países de la región que buscaban lo mismo, como Perú, ya que eso aumentaría su prestigio internacional y le daría más ventajas comerciales. Así, ya desde fines de 1940, el cónsul chileno en Montreal, Luis Feliú, inició conversaciones al respecto. Hecho interesante, uno de los argumentos de Feliú, empleado en un memorándum enviado al Primer Ministro canadiense, se decía que el establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países permitiría a Chile mantener el "ABC"16. La postulación de Chile recibió un apoyo de parte de Estados Unidos, ya que el presidente Roosevelt escribió a Ottawa sugiriendo que Canadá otorgara el reconocimiento diplomático a Chile, lo que redundaría en beneficio para todas las fuerzas democráticas17. Canadá cumplió en parte este deseo, al extender al embajador Tuergeon, primer representante canadiense en Argentina, la acreditación para Chile en septiembre de 1941. El gobierno del Primer Ministro Mackenzie King fundamentó esta decisión diciendo que los países miembros del ABC debían ser tratados en pie de igualdad, lo que les permitía aplazar el reconocimiento a otros países latinoamericanos que no estaban en la misma situación18. A esta decisión Chile respondió incrementando su cuerpo diplomático en Canadá. Desde el 15 de julio de 1942, la representación chilena había pasado del rango consular al de Legación, cuyo titular, Eduardo Grove19, tenía el rango de "enviado especial y ministro plenipotenciario". Había cónsules de carrera en dos ciudades, Luis Feliú en Toronto y Enrique Bustos en Montreal, mientras que en otras dos ciudades había cónsules honorarios, Heriberto Morris en Vancouver y Juan Vega en Quebec. A fines de 1942, Canadá también estableció una legación permanente en Santiago, dirigida por Warwick Chipman. Así se preparaba el camino al intercambio de embajadas, lo que ocurrió finalmente en junio de 1944, cuando el cónsul Grove pasó a ser el primer embajador chileno en Canadá.

A partir de 1942 había entonces un cuerpo diplomático chileno estable, con funcionarios de carrera. De la correspondencia de esos funcionarios podemos extraer informaciones no solo sobre cuáles eran los principales objetivos de Chile en Canadá, sino también hacernos una idea de la visión que esos funcionarios se hacían del país que estaban empezando a conocer.

Antes de analizar esa correspondencia, es oportuno saber las condiciones en las cuales esos funcionarios se desempeñaban. Las actividades del personal diplomático chileno se hacían con escasos medios materiales. En 1943, Grove informaba al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile que no pudo pagar el sueldo al canciller20, por lo que tuvo que despedirlo; al cabo de dos meses contrató otro. De los 308 dólares de que disponía para los gastos de cancillería, 120 iban al sueldo de una secretaria-traductora, gasto imposible de evitar, ya que "aquí no existen secretarias que sepan español y las pocas que hay son inmediatamente tomadas". Grove pensaba que necesitaba disponer de al menos 500 pesos mensuales para los gastos, ya que "durante los meses de invierno la vida social en Ottawa es muy intensa y toda comida o cocktail debe ser retribuido"21. Estas quejas se repiten constantemente en la correspondencia de los embajadores y cónsules en los años siguientes. A ello se añade el problema lingüístico, ya que no todo el personal de la embajada chilena se desenvolvía bien en otro idioma: en 1946, el sucesor de Grove, Pedro Castelblanco, pedía a Santiago otro secretario, ya que el que tenía en ese momento no hablaba inglés, lo que lo mantenía aislado; el embajador recomendaba que lo enviaran de regreso a Chile22. Podemos suponer que, aparte de los aspectos anecdóticos, los representantes chilenos no estaban en las mejores condiciones para conocer el nuevo medio, lo que puede de alguna manera influir en sus informes a Chile.

LOS OBJETIVOS DE LA DIPLOMACIA CHILENA EN CANADÁ

Un primer objetivo era el de dar a conocer a Chile. En varias oportunidades, los diplomáticos chilenos hablaban del interés que ciertos canadienses, en forma individual o en grupo, tenían por informarse de Chile. Uno de ellos era André Patry, de la sociedad de geografía de la Universidad Laval, quien les pedía informaciones sobre Chile para escribir un artículo23. En esta misma carta, se explicaba al Ministro de Relaciones Exteriores de Chile que existían dos asociaciones dedicadas a América Latina, la "Association Canada-Amerique Latine", entre cuyos dirigentes se encontraba Marcel Rousseau, de Ottawa, y la "Association Canadienne Inter-Americaine", presidida por un general de apellido Escobar (no se precisaba su nacionalidad), en la cual participaban varias empresas y universidades. Edouard Montpetit, un conocido intelectual francófono, era el vicepresidente. Los representantes chilenos buscaban además trabar amistad con periodistas; el cónsul en Montreal, Enrique Bustos, destacaba que los diarios de esa ciudad habían destacado "nuestro dieciocho", y se habían referido a la visita del cónsul Grove a esa ciudad, donde se había juntado con "un buen amigo, Cross, del Morning Star"24.

Otro objetivo era el que no se confundiera la política de neutralidad de Chile en la guerra con el de apoyo a los países del Eje. Feliú escribía en 1942 que la prensa canadiense había publicado una noticia según la cual el gobierno chileno había accedido a protestas diplomáticas alemanas, prohibiendo insultar a Hitler. Feliú agregaba que él suponía que esta medida se aplicaba a todos los dirigentes de los países beligerantes; en tal caso, decía es "urgente rectificar" lo que la prensa canadiense afirmaba25. Pero al año siguiente, en 1943, Grove daba cuenta que había defendido la política chilena de retardar la ruptura con el Eje, aduciendo que la prensa canadiense se había comportado en forma comprensiva, guardando una "actitud muy respetuosa"26. De hecho, Chile era percibido como un país que siendo neutral, podía aportar a la causa de los aliados. La legación checa en Ottawa se dirigió en varias ocasiones a su homólogo chileno para pedir que el gobierno de Santiago otorgara visas para que los soldados checos que habían estado combatiendo en Francia pudieran salir de ese país hacia un Estado neutral. El cónsul chileno opinaba que se debía responder positivamente a este pedido, comentando que la mayoría de esos combatientes "son jóvenes y preparados en oficios o profesiones27". Este asunto volvió a aparecer en varias ocasiones en la correspondencia, y la legación checa informó que "ninguno de los evacuados sería una carga para el erario chileno"28; el ministro Grove opinó que Chile debía apoyar esta petición por motivos humanitarios, y explicó que ello podía hacerse a través del cónsul chileno en España, país adonde habían podido llegar varios de los checos29, pero no sabemos cuál fue la respuesta chilena.

El tercer objetivo de la representación chilena era el de acrecentar las exportaciones chilenas y el de obtener ciertas importaciones claves desde Canadá. Respecto a las primeras, el vino figuraba entre las prioridades. Chile quería penetrar el mercado canadiense, pero había varios obstáculos. Una carta de la sociedad Chilean Wines Registered, situada en Ottawa, enviada a la legación, explicaba que el impuesto de 10 dólares por galón de vino que Canadá cobraba a los vinos chilenos era mortal para las exportaciones, ya que al vino francés se cobraba la mitad, y a los que provenían del Imperio británico, solo 3 dólares. El tratado comercial que se había firmado en 1941 entre Canadá y Chile no había solucionado ese problema. La empresa pedía a la legación que Chile pidiera que se aplicara la misma tarifa que a los vinos franceses30. En otro informe se decía que el problema venía de Estados Unidos, que debía otorgar un permiso especial para que los vinos chilenos transitaran por ese país antes de llegar a Canadá. Y cuando llegaban vinos chilenos, a veces la calidad no correspondía a lo anunciado. Feliú se quejó a la casa exportadora Gibbs y Cía., diciendo que se habían ofrecido vinos envejecidos y que la etiqueta no especificaba la fecha de la cosecha, lo que según él, arruinaba dos años de esfuerzos por promover los vinos chilenos en Canadá 31. El problema permanecería sin verdadera solución durante toda la guerra.

Chile se interesaba además en asegurar algunas importaciones de Canadá, que eran elementos claves para ciertas actividades. Entre ellos figuraba el envío de 350 toneladas mensuales de asbesto, vital para la confección de cañerías de alta presión, que era solicitado por una empresa chilena, la Sociedad Industrial Pizarreño. Otro elemento era la pulpa de madera y el papel de diario, lo que estaba muy restringido, por lo cual el Ministro de Industria y Comercio se excusaba ante Grove, aduciendo que ni siquiera estaban seguros de poder responder a la demanda de Estados Unidos32.

La preocupación principal de Chile en materia económica era el destino que Canadá iba a dar a sus plantas fabricadoras de salitre, que habían sido creadas durante la guerra, por la necesidad de fabricar explosivos. Chile se preguntaba si esto iba a continuar en la postguerra, aduciendo que si ello ocurría, sería un golpe duro para la economía chilena, y que provocaría cesantía. Según los representantes canadienses, ellos "comprendían" las preocupaciones chilenas, pero no les aseguraban que esas plantas dejarían de operar, "veremos si se justifican en tiempos de paz"33. El tema siguió siendo una inquietud para Chile, y fue abordado por el presidente Juan Antonio Ríos en su breve paso por Canadá, a comienzos de septiembre de 1945.

LA VISIÓN DE LOS DIPLOMÁTICOS CHILENOS DE CANADÁ

Canadá apareció a los representantes chilenos como un país curioso, distinto a todos los otros de América, con particularidades sin paralelo. En su memoria del año 1943, hablando de la situación política interna de Canadá, Grove hablaba de un "país complejo e ilógico", independiente y no independiente al mismo tiempo, dirigido por un monarca que era una identidad abstracta, representado por un gobernador que no gobierna. La unidad nacional era algo difícil, por la "superposición de razas que no han logrado fundirse como en Estados Unidos", y que siguen cultivando sus diferencias. Según él, los anglófonos no se mezclaban con los inmigrantes de otros orígenes, y muchos de los llegados de afuera vivían en forma separada, entre ellos los ucranianos. Grove pensaba que a causa de esto, "Canadá no ha dado muestras hasta ahora de su potencia creadora, ni en literatura ni en música, ni en pintura ni arquitectura". Creía sin embargo que la participación en la guerra contribuiría a la unidad nacional.

Grove dedicaba un párrafo especial a los canadienses franceses, que en esa época representaban el 31% del total de la población. Decía de ellos que "biológicamente, este pueblo es superior al de Francia actual... crece y no se asimila, y se multiplica en forma acelerada, constituye la más grave preocupación de los anglo-canadienses y es uno de los más grandes obstáculos para la realización de la unidad nacional"34. Destacaba además la influencia de la Iglesia Católica y explicaba que antes de la guerra había bastante difusión de las ideas fascistas; en la Universidad de Montreal había partidarios de Franco. A nivel socioeconómico, su pintura era la de una sociedad casi feudal: "En Quebec hay industrias, pero también zonas rurales donde la gente hace su propio pan, sus vinos, tejen sus vestidos y viven en forma semipatriarcal, dedicados a la pequeña artesanía... es un sistema de vida muy simple, ajeno a toda civilización y sobre todo a la creciente americanización..." (subrayado por mí). Decía además que la inferioridad económica de los canadienses franceses es un hecho que tendrá seguramente repercusiones"35. Concluía esta sección explicando que esa parte de Canadá se interesa en "nosotros", ya que "se consideran latinos", muchos aprenden español y miran con simpatía el hecho que al igual que ellos, en América Latina el catolicismo es importante.

Volviendo a la situación de Canadá en la escena internacional, Grove pensaba que el panamericanismo "les ofrece muchas dudas", ya que no desean tener que tomar partido en un eventual conflicto entre Estados Unidos y América Latina. Otro obstáculo era la adhesión de Canadá a la Commonwealth, ya que es difícil ser leal a dos organizaciones, como se vio a comienzos de la guerra. El conocimiento que se tiene en Canadá de América Latina es escaso, pero para el futuro eso cambiará, con los tratados comerciales que se acaban de firmar con varios países sudamericanos. Habrá mayores posibilidades de comercio, pero "estamos apenas en la etapa del descubrimiento recíproco"36.

Para Chile, la relación con Canadá era muy importante por el papel que podía jugar este último país en las Naciones Unidas. Chile esperaba que Canadá cooperara en que Latinoamérica tuviera un papel de cierta importancia en la estructura de la nueva organización. Al respecto, una serie de cartas de Humberto Díaz Casanueva, secretario de la embajada chilena, que daba cuenta de entrevistas con funcionarios canadienses, son decidoras. En una de ellas informaba que según esos funcionarios, los miembros de Consejo de seguridad debían ser países que puedan hacer una "contribución efectiva" a la mantención de la paz37, lo cual no dejaba mucho espacio para países como Chile. Más importante aún, en una sesión del Parlamento, Mackenzie King había hablado de las "potencias medianas", que debían tener un papel más relevante en la ONU, entre las cuales mencionaba Australia, Holanda o Brasil. Díaz comentaba esta intervención diciendo que era "peligroso y decepcionante" para Latinoamérica, agregando que si esa tesis se imponía, "tendríamos encima no solo a Estados Unidos sino a Brasil o Argentina", con lo cual Chile quedaría en una situación "inferior y degradante". Se lamentaba al mismo tiempo del escaso interés de Canadá en ingresar al movimiento panamericano, diciendo que "decepciona también pensar que el Canadá no revela por ahora un interés vital en el acercamiento al sistema panamericano. En el curso del actual debate, se ha probado que los canadienses tienen una conciencia mundial y no continental"38.

CONCLUSIÓN

Los contactos entre Chile y Canadá se aceleraron con la Segunda Guerra Mundial, pero no dieron grandes frutos en lo inmediato. A nivel comercial, las exportaciones chilenas hacia Canadá pasaron de 0,6 millón en 1945 a 1,4 en 1950, para bajar a 0,3 en 1955, mientras que las importaciones canadienses, que eran de un valor de 2,6 millones de dólares (canadienses) en 1945, aumentaron a 6,9 en 1950, pero bajaron a 3,8 en 195539. Es decir, la balanza comercial seguía siendo muy favorable a Canadá, como en los años anteriores a la guerra de 1939-1945, y en general los intercambios entre los dos países representaban porcentajes muy bajos del volumen total. A nivel político, el contacto con Canadá no trajo cambios de importancia en las decisiones diplomáticas chilenas, en parte por la negativa de Canadá a entrar al movimiento panamericano y luego a la OEA, y por el peso desmedido de los Estados Unidos en el conjunto del hemisferio. Un ejemplo de ello fue la larga gira que efectuó el presidente Juan Antonio Ríos por las Américas entre septiembre y octubre de 1945, de la cual dedicó tres semanas a recorrer Estados Unidos y solo dos días a Canadá, visita que hizo además entremedio de su gira por el primero de esos países. Da la impresión que el breve paso de Ríos por Ottawa (estuvo además unas horas en Montreal), fue algo improvisado, ya que cuando el Presidente chileno llegó a Canadá, no fue recibido ni por el Primer Ministro ni por el gobernador general, ya que ambos tenían otros compromisos.

Además, las opiniones canadienses no parecían tener mayor valor, como lo atestigua un oficio enviado por el embajador chileno en Ottawa a Santiago a fines de 1945. En él, se decía que los diarios canadienses comentaban que los planes de Estados Unidos para asegurar la defensa del hemisferio significaba un "plan gigante para establecer el liderazgo político y militar sobre todo el continente", lo cual no era bien visto por funcionarios canadienses40. Ello no impidió la participación de Chile en el Tratado Interamericano de Defensa Recíproca de 1947, como se sabe.

Esa situación puede explicarse por las contradicciones de la política exterior canadiense en relación a América Latina durante la guerra fría. Entre otros, se puede señalar la contradicción entre el objetivo de impulsar la democracia en América Latina y al mismo tiempo buscar contener a cualquier precio el avance de los grupos que podían favorecer al comunismo, o entre el objetivo de disminuir las desigualdades y la ausencia de programas bilaterales de ayuda. Además, la implicación de Canadá en la OTAN hacía que hubiera menos recursos para destinarlo a ayudar a países latinoamericanos41. En fin, la escasísima presencia de migraciones entre ambos países era otro factor negativo, así como la ausencia total de estudios sobre Canadá en las universidades chilenas. Pasaría un largo tiempo antes que Canadá diera mayor importancia a sus relaciones con los países latinoamericanos y para que Chile hiciera algo semejante hacia Canadá.

NOTAS

1 Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (de aquí en adelante AMRE), oficios n. 67, del 6-8-1912, n.139 del 14-10-1921 y n. 94 del 7-12-1923.

2 Ogelsby, James: Gringos from the Far North. Essays in the History of Canadian-Latin American Relations, 1866-1968. Toronto, 1976, 40.

3 AMRE, oficio 1, 18-5-1935.

4 Ibid.

5 Cifras citadas por Murray, D.R., "Canada's First Diplomatic Missions in Latin America", Journal of Interamerican Studies and World Affairs, vol.16, n.2, may 1974, 154.

6 Esto era en parte motivado por la actitud de Estados Unidos, que no deseaba el ingreso de Canadá al movimiento panamericano porque eso podía permitir que se hiciera sentir la influencia británica en el hemisferio. Rochlin, James: Discovering the Americas. The Evolution of Canadian Foreign Policy Towards Latin America. Vancouver, 1994, 13.

7 Ibid.

8 Los informes de los cónsules chilenos mencionan unos pocos casos de chilenos en Vancouver, mientras que en los del cónsul de Montreal no se encuentra ninguna referencia a la presencia de chilenos en esa ciudad.

9 En 1851 habían llegado a Chile un grupo de monjas originarias de Montreal, que iban en camino al oeste de Estados Unidos, y que se quedaron en el país a petición del gobierno de Manuel Montt, para ocuparse de los niños huérfanos, en el asilo de la Divina Providencia. La más conocida de esas monjas fue Sor Bernarde Morin, quien se quedó a vivir toda su vida en Chile, muriendo a la avanzada edad de 100 años, en 1927. Una calle en Santiago lleva su nombre.

10 Murray, "Canada's First Diplomatic…" loc. cit., 121.

11 Debates parlamentarios, 27-2-1942, 950, versión francesa.

12 Sigo aquí el análisis de Emilio Meneses, Coping with Decline: Chilean Foreign Policy during the Twentieth Century, 1902-1972. Tesis doctoral inédita, Trinity Term, 1987. Este autor señala que Chile vaciló en adherir a este último organismo, ya que ello podía constituir una tribuna para los reclamos territoriales de Bolivia.

13 Op. cit., 203-204.

14 Pese a esto, Washington no desarrolló una política hostil hacia Chile, diciendo comprender las razones de su actitud, basada en el temor de un ataque japonés; en cambio, la actitud de Argentina fue percibida en forma mucho más negativa.

15 Entre 1936-1938, Alemania recibía alrededor del 10% de las exportaciones chilenas anuales, mientras que el 26% de las importaciones de Chile provenían de ese país. Cifras citadas por Joaquín Fermandois, en Abismo y cimiento. Gustavo Ross y las relaciones diplomáticas entre Chile y Estados Unidos, 1932-1938. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1997, 186.

16 Murray, Canada's First Diplomatic… loc. cit, 164. Según este autor, las maniobras del cónsul Feliú fueron muy mal acogidas por Ottawa, quien vio en ellas un acto en beneficio personal, ya que Feliú decía ser él mismo la persona apta para ser el primer embajador chileno en Canadá. El argumento de pertenecer al ABC era bastante débil, ya que la existencia de este bloque era más bien dudosa a esas alturas.

17 Citado por Ogelsby, Gringos... op. cit., 48. Roosevelt pensaba sin duda que el reconocimiento diplomático de Canadá hacia Chile aceleraría la ruptura de este país con el Eje.

18 Murray, "Canada's First Diplomatic… "loc. cit., 168. Se ve aquí que la existencia, bastante ficticia, del ABC, era un argumento que se acomodaba bien con la diplomacia tanto de Canadá como de Chile. Perú protestó de esta decisión, argumentando sentirse un país igual, sino superior a Chile.

19 Grove, de profesión médico, era hermano de Marmaduke, oficial de la Fuerza Aérea, fundador del Partido Socialista y senador en la época que aquí se analiza.

20 El cargo de "canciller" es el de una persona que reemplaza al cónsul. No es un diplomático de carrera, y puede ser cualquier persona que cuente con la confianza del cónsul. Hecho anecdótico interesante, la persona contratada por Grove era Mario Harrington, de nacionalidad cubana "porque es trilingüe y tiene contactos" (AMRE, Memoria anual de Grove, 1-4-43, 2) lo que da una idea del escaso número de chilenos que vivían en esa época en Canadá.

21 AMRE, Grove al Ministro, 27-12-44.

22 AMRE, Castelblanco al Ministro, oficio 198/7, 29-4-46.

23 Oficio de la legación chilena, 15-10-42.

24 AMRE, carta del cónsul Bustos, 21-8-42.

25 AMRE, oficio 3637, 18-06-42, Feliú al Ministro.

26 AMRE, Memoria... 5.

27 AMRE, Oficio de Feliú al Ministro, n. 942, sin fecha, 1942.

28 Ibid., oficio 1020, año 1942, carta de la legación checa a la chilena.

29 Ibid., oficios 6404, 18-11-42, Grove al Ministro.

30 AMRE, Carta a la legación, sin fecha, año 1942.

31 AMRE, Feliú a Gibbs, 19-2-43.

32 Carta del Ministro a Grove, 13-12-43.

33Carta de N.A.Robertson, del Dept. of External Affairs a Grove, 21-10-44.

34 Memoria del 1-4-43, 10.

35 Ibid., 12.

36 Ibid., 28.

37 Oficio confidencial, 25-1-45, Díaz al Ministro de RR.EE. de Chile.

38 Ibid., 26-3-45.

39 Rochlin, Discovering the Americas, op. cit., 238 a 241.

40 AMRE, oficio confidencial n. 39, 3-11-45, el Ministro al embajador Mora, en Washington.

41 Rochlin, Discovering the Americas, op. cit. 37-39.

Fecha de recepción: diciembre de 2004.
Fecha de publicación: junio de 2005.