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Historia (Santiago)

versión On-line ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) v.36  Santiago ago. 2003

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942003003600018 

ANTON PAZOS Y DIEGO RICARDO, El Concilio Plenario de América Latina, Vervet. Iberoamérica. Madrid 2002.

Muchas obras se han escrito sobre este acontecimiento trascendental para la vida de la Iglesia en Hispanoamérica.

La que comentamos se basa fundamentalmente en fuentes vaticanas: Archivo de la Congregación de Affari Eclesiastici Straordinari y de Nunciaturas del Archivo Secreto, como en una enorme bibliografía afín.

Una síntesis sobre dicho Concilio, hecha por el padre E. Cárdenas, en Manual de Historia de la Iglesia, tomo décimo, páginas 465-552, Editorial Herder, Barcelona 1987, no deja del todo bien parado dicho Concilio, ya que lo ve más preocupado por el equilibrio de poderes Iglesia-Estado en un mundo liberal; preocupado por lo canónico más que lo pastoral; el sitio social de la Iglesia, correspondiente a lo que sería una teología de la conservación del poder eclesial.

Poco o nada, afirma Cárdenas, se dijo de la evangelización de los negros, ni de la religiosidad popular. Tampoco es el Concilio de la escasez de sacerdotes.

Sí ve Cárdenas el gran valor del Concilio, en que retoma la idea de la colegialidad hispanoamericana, expresada en los concilios limenses y mexicanos y en los Sínodos diocesanos.

Justifica Cárdenas la preocupación del catolicismo asediado por el liberalismo y ve positivamente la unión con el Papa, impedida durante el régimen colonial.

Fidel Araneda, en su Historia de la Iglesia en Chile, Edit. Paulinas, Stgo. 1986, solo menciona al Concilio y pone de relieve la acción del Arzobispo Mariano Casanova, adalid de su convocatoria y primer presidente de sus sesiones.

El libro que reseñamos consta de cuatro capítulos y más de 25 páginas de anexos documentales.

El cap. 1o, dividido en 7 parágrafos, se inicia con un análisis de la Iglesia a fines del s. XIX en América Latina. Donde se toma el pulso a la organización territorial, tan amplia entonces, la vida religiosa dispareja del pueblo fiel, la vida del clero, en la que se notan falencias formativas, carencia de disciplina y amplios sectores de decadencia moral, no obstante la labor evangelizadora que se mantenía.

Se estudia el anticlericalismo liberal como las reacciones ultramontanas, además del avance del protestantismo como de la masonería, que amenazaba la hegemonía católica multisecular.

La acción doctrinaria romana tendiente a la centralización y los esfuerzos afines de León XIII quedan claros con la acción de las dos Nunciaturas (Brasil y Colombia) y las Delegaciones Apostólicas del resto de América, con la excepción de México, donde había un visitador Apostólico 1896-1899.

Se mencionan los conflictos de los gobiernos con la Santa Sede por causa del liberalismo político.

Interesa sobremanera la visión que la S.S. tenía de A. Latina dado en un informe de la Congregación de A.A.E.E. Extraordinarios de 942 páginas y 103 documentos donde se dice: a) América Latina es el único continente católico. b) Carencia de clero, el que hay es escaso e ignorante. c) Requiere fortalecer y unificar a la jerarquía para mejorar al clero y organizar laicos.

Aparece así un continente preocupante por causa del abuso del Patronato (tolerado nada más), y el nacionalismo, los problemas de la libertad de enseñanza, las migraciones europeas con matrimonios mixtos, que ponen en peligro la fe católica pura.

La masonería y la legislación anticatólica presentaban graves problemas.

Se postula tener religiosos píos, y evangelizadores, sobre todo Seminarios, como de conventos, donde la vida religiosa sea seria.

Unidad de Iglesia, Seminarios, Clero, Acción cultural antiliberales, eran las líneas de fuerza a tratar, según la opinión vaticana.

En el Capítulo 2° trata la preparación del Concilio Plenario de A. Latina

Se inician los preparativos 11 años antes de iniciarse la asamblea, ya se habían celebrado concilios, tanto en Europa como en Norte América, iniciándose en 1850.

Se pasa revista en 11 párrafos que relatan: la génesis del Concilio iniciado por el Arzobispo de Santiago Mariano Casanova, en carta dirigida a León XIII, 26-10 oct-1885, donde presentó la idea.

Se prepara así un documento a estudiar por los cardenales. La carta del Arz. chileno señalaba tanto las dificultades como los peligros por los que pasaba la Iglesia en América Latina.

Discutida la propuesta, y aceptada, se envía carta al arzobispado para que conversen con sus sufragados acerca de la oportunidad de realizar el Concilio.

Rafael Fernández Concha es encargado de redactar un documento de tipo canónico en XIII títulos, que consiguió aprobación y aplauso.

En la congregación de cardenales, del 11 de junio 1894, se ven dos posturas: una de Venutelli, más conservadora, y la de Rampolla, más renovadora, respecto de los que debía ser el Concilio.

Se crea una comisión de 3 cardenales: Rampolla, Venutelli y Di Pietro, para organizar el Concilio.

Destacan Vives y Tutó, futuro cardenal, y Fray José de Calasanz.

Se hace un 2º esquema, del que se reciben aportes de los obispos de América Latina.

Continúan las reuniones y finalmente León XIII, con Cum Diaturnum 7-I-1899, convocó el concilio el 28 -V- del año siguiente.

Ello hizo que algunos episcopados se reuniesen en sus países, antes de venir a Roma.

La sede del Concilio fue el colegio Pío Latino y participan 53 obispos.

La actividad conciliar se desarrolló en 9 sesiones solemnes y 29 congregaciones generales en 43 días, desde el domingo 28 de mayo al 9 de julio.

En las congregaciones generales se discutían lo que serán decretos, teniendo como base el esquema presentado a los obispos.

En las sesiones solemnes se aprobaba lo actuado en las reuniones anteriores

Presidió la 1ª Sesión Solemne el cardenal Di Pietro, y su discurso se centró en señalar que la obra del Concilio era para la gloria de Dios y bien de la Iglesia, y aumento de la fidelidad.

Mariano Casanova fue el presidente efectivo.

La 2ª congregación general trató del reglamento del Concilio.

Todas las materias de la acción pastoral de estudian, como también las dificultades que origina el liberalismo, masonería y abusos gubernamentales. También el Culto Divino y los Sacramentos, y la disciplina del clero y la cuestión social.

El 10 de julio, León XIII recibía a todos los participantes en el Concilio.

Se pudo palpar la preocupación pastoral de la Iglesia por América Latina.

Los obispos se conocieron entre sí y la unión con el Papa quedó reafirmada.

Este Concilio fue la primera tentativa de integrar la Iglesia del continente y el punto de partida de una pastoral adulta de la Iglesia.

EN EL CAPÍTULO 4º

Aquí se analiza su recepción en América, y se ve claro además que la finalidad principal del Concilio habrá sido la formación de un buen clero.

A continuación se enumeran reseñados sus notas a las 21 más destacados participantes del concilio, señalándose a los chilenos Arzobispo Mariano Casanova (1833-1908) y a Rafael Fernández Concha (1833-1912).

El libro termina con un anexo documental de 13 documentos traducidos del latín.

En síntesis, el libro hecho en base a las numerosas fuentes vaticanas y con la más selecta y moderna bibliografía, muestra la extraordinaria acción de la Iglesia Latinoamericana, bajo la dirección de Roma, que restauró en gran parte la vida católica del pueblo fiel, restableció la disciplina eclesiástica y mostró la preocupación general de los obispos por América por todo el continente.

Obra erudita, aunque de fácil lectura, es un auténtico aporte en el conocimiento de esa forma de colegialidad que fue el Concilio Plenario de Roma 1899.

Se envió una carta sinodal al clero y pueblo de América Latina, explicando la acción eclesial.

Sus títulos del Concilio Plenario son los siguientes: I. Fe e Iglesia. II. Impedimentos y peligros para la fe. III-IV-V-VI. Personas eclesiásticas, clero y culto. VII. VIII. Formación del sacerdote. IX. Educación. X. Ministerio de la predicación. XI. Del celo por el bien de las almas. XII. Beneficios eclesiásticos y sobre el derecho que tiene la Iglesia a poseer.

Esta obra llegaba a un continente incomunicado, que a la sazón tenía solo 20 sedes metropolitanas y 93 diócesis en un área de 21 millones de km2 y 60 millones de habitantes, de entre los cuales 2 millones eran chilenos.

PBRO. LUIS EUGENIO SILVA CUEVAS

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