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Historia (Santiago)

versión On-line ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) v.36  Santiago ago. 2003

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942003003600017 

EMMA DE RAMÓN, Obra y fe. La catedral de Santiago, 1541-1769. Santiago, DIBAM, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana / LOM, 2002, 202 págs.

Dentro de las primeras acciones que toman los hispanos cuando se instalan en los territorios americanos conquistados, la fundación de un espacio urbano ocupa el lugar más destacado. Frente a la naturaleza desconocida y a un "otro" indígena muchas veces hostil, el marco seguro y conocido de una ciudad se presentaba, ya desde la tradición del burgo medieval, como la mejor protección material y psicológica frente a los peligros externos; tanto más, cuanto que dicho espacio estaría rodeado por una red protectora de ermitas y santuarios cristianos y, en su interior, salpicado de conventos, iglesias y capillas, además de un numeroso conjunto de administradores de lo sagrado. Todo ello permitía generar la sensación de estabilidad espiritual necesaria para la autoafirmación identitaria de los inmigrantes y sus descendientes.

Sin duda, entre esos espacios sagrados, la iglesia matriz o catedral -si correspondía a una sede episcopal- constituía el nódulo central de esta trama urbano-religiosa -por algo estaba situada en la plaza mayor- y el punto de partida y de llegada de los principales flujos devocionales de las urbes.

Santiago no fue una excepción a esta regla, como lo demuestra Emma de Ramón.

Fruto de una tesis doctoral, Obra y fe relata los hechos y tensiones asociadas a las sucesivas construcciones y reconstrucciones del edificio que albergó a la sede diocesana de Santiago. La autora enmarca temporalmente su estudio entre la fecha de fundación de Santiago y el año 1769, cuando un gran incendio terminó por destruir la ya largamente malograda estructura tradicional del templo, dando paso a la reconstrucción neoclásica que conocemos hoy. Como opción metodológica, la presentación se divide en tres períodos: el primero abarca la historia de los dos primeros templos, es decir, el de la iglesia primitiva, que existió hasta la década de 1580, y el de la iglesia construida en estos años y que se derrumbó con el terremoto de 1647. El segundo período comprende la reconstrucción efectuada con posterioridad al sismo. Por último, se estudian las transformaciones realizadas durante el siglo XVIII, hasta el incendio mencionado.

Respecto a las fuentes utilizadas, queda claro que la autora realizó una búsqueda exhaustiva y sistemática de los principales archivos nacionales donde se podía hallar la información. Quisiéramos destacar, entre ellos, el Archivo del Arzobispado de Santiago -donde se custodian los documentos del Cabildo Eclesiástico- y los fondos del Archivo Histórico Nacional, donde encontró referencias significativas para estudiar la participación de artesanos en las sucesivas construcciones, reconstrucciones y alhajamientos del templo (Escribanos y Contaduría Mayor). Especial interés reviste la búsqueda en el Archivo del Arzobispado de Lima. Como iglesia metropolitana de la de Santiago, la catedral limense recibió una serie de informes y solicitudes que la autora pudo utilizar para complementar su trabajo y aclarar vacíos presentados en las fuentes chilenas.

Si bien su rol como catedral no comienza sino en 1563 -fecha de la consagración episcopal del edificio-, De Ramón indaga sobre los orígenes del primer templo, con especial acento en las personas que lo dispusieron y aquellos que lo construyeron, su financiamiento y el costo. Estos ejes serán fundamentales a lo largo de su demostración, relatando, a veces con extrema minuciosidad, valores de materiales, de salarios, de medidas y distancias, etc.

Sin duda, toda esta vasta información entrega aportes significativos para otros estudiosos que quieran adentrarse en la historia social y económica del período. De hecho, la autora debió sacar mayor provecho de la información recopilada. En efecto, una buena parte de sus páginas recoge datos brutos, ordenados cronológicamente. En este sentido, casi los dos primeros tercios del libro aparecen como una recopilación, ordenación y presentación de información, con un registro pormenorizado y cronológico de hechos; opción que nos llama la atención tratándose de una tesis doctoral.

La autora raramente recoge las hipótesis y argumentos teóricos señalados en la introducción de su texto, cuando nos habla de que el edificio es "solo un aspecto de su existencia [-de la catedral-] y, diría, el de menor relevancia" (p. 16), enfatizando luego que lo principal se vincularía a la vida espiritual, los ritos y devociones de los fieles católicos santiaguinos. La catedral, pues, sería un "testimonio de la organización religiosa, cultural, cultual, social y económica de nuestro país" (p. 17). Culmina esta reflexión introductoria con una hipótesis sin duda notable, y que, de haber sido el eje interpretativo de la tesis, se hubiese convertido en un aporte señero para nuestra historiografía:

"La arquitectura y otras formas de expresión artística, son estudiadas aquí como un instrumento del poder sobre las personas y sus conciencias que detentaba la Iglesia en aquellos remotos años y que esas mismas personas alimentaban a través de los espacios que estas autoridades les permitían ocupar, decorar, modificar. A nuestro juicio, esta hipótesis es el eje para comprender al arte y a la arquitectura colonial, en particular, el arte y la arquitectura chilena colonial […]" (p. 18).

Es decir -y concordamos plenamente con la autora-, todo estudio de un edificio religioso debe insertarse en el estudio de la vida religiosa de la ciudad que lo acoge. Pese a ello, cuando entramos a leer los capítulos del libro nos encontramos con que la perspectiva asumida se centra demasiado en el análisis del edificio en sí, reduciendo a un mínimo sorprendente la relación estrecha con su entorno urbano, en especial con el espacio exterior: la plaza mayor; o el cementerio adosado a uno de sus costados y que, justamente, se insertaba en dicha plaza, etc.

Otra carencia sorprendente es el estudio de la relación de la catedral con los otros templos de la ciudad, relación que en todas las fuentes de la época aperece con una frecuencia e importancia insoslayable. Desde las procesiones hasta el culto a las diversas advocaciones, pasando por el propio peso espacial y devocional de cada iglesia de Santiago, el rol de la catedral se insertaba en una red eclesiástica que funcionaba en forma coordinada. Incluso más, sabemos que durante el período estudiado existían otros templos -como el de los jesuitas- con una presencia espacial, riqueza arquitectónica y capacidad de convocatoria de fieles mucho más intensa que la propia catedral. Incluso, como Obra y fe se encarga de señalar, durante largos años -a veces decenios-, posteriores a los numerosos terremotos que asolaron el edificio, las funciones litúrgicas y espirituales de la catedral se trasladaron a otras iglesias, en espera de la lenta reconstrucción. Podríamos preguntarnos, entonces, ¿por qué se escogió a una iglesia determinada para cumplir este papel?, ¿cómo se organizaron espacial y cultualmente estas "catedrales" provisorias y ambulatorias?, ¿hasta qué punto podemos considerarlas provisorias, si este desplazamiento se extiende a veces, prácticamente, durante la vida de toda una generación de personas?

Aislar de dicha red al principal templo de Santiago equivale, a nuestro juicio, al error que podría cometer un cardiólogo al tratar el funcionamiento del corazón sin tomar en cuenta el resto del cuerpo; usando la analogía corporalista tan cara al Barroco.

Se nos podrá criticar, como contraargumento, que ese no era el objetivo principal de la autora y de que el estudio delimitado y circunscrito de un objeto específico, como el que aquí se presenta, está en la esencia de una investigación monográfica y genera aportes tan valiosos para la historiografía como otros. Acepto, por supuesto, este argumento, pero mantengo las inquietudes predichas, las que, sin duda, también se encuentran en la base de un estudio monográfico que busca explorar la dinámica de un objeto histórico.

Centrémonos, entonces, solo en el edificio de la catedral. En este punto, volvemos a quedar "con gusto a poco". En efecto, desde la perspectiva de la historia del arte que defiende la autora, el texto, salvo valiosas excepciones, desdibuja los propósitos iniciales de buscar esclarecer la relación entre la sociedad santiaguina y "su templo". Y ya no estamos discutiendo, por ejemplo, la ecuación entre el "poder de las imágenes" de la catedral en relación a las de otros templos de la ciudad, sino que la dinámica sociodevocional del arte religioso al interior del edificio catedralicio. En otras palabras, y a partir del mismo título del libro -Obra (construcción arquitectónica) y fe (creencias religiosas)-, extraña sobremanera la inexistencia de capítulos donde se contemplen estudios de las imágenes de devoción, de su presencia, uso ritual, capacidad de convocatoria y evolución de su distribución en las capillas de la catedral. Esto nos parece fundamental para entender, justamente, la vitalidad religiosa de la obra arquitectónica en la perspectiva de la historia social del arte y, por ende, para responder al objetivo central de la obra, esto es, "la relación establecida por la sociedad santiaguina y su templo", como se apunta en la contraportada del libro.

En este mismo sentido, falta un estudio más intenso de su dinamismo social interior, apuntando en forma sistemática al uso específico del espacio de las naves y capillas por parte de la sociedad, así como de la jerarquización social del templo en las liturgias y en la disposición de las tumbas, etc.

Por cierto, esto no sucede así en todo el libro. El capítulo titulado "La antigua catedral y su relación con la ciudad de Santiago: 1566-1769", busca recoger estas carencias y resumir, en apretadas treinta páginas, la organización, decoración y funciones internas, la participación de la feligresía, la liturgia y su proyección social, el papel jugado por las elites y el establecimiento de capellanías, y las relaciones espaciales entre el interior y el exterior del templo, en particular con la plaza mayor.

Obra y fe es una excelente crónica, con abundante información y visos de interpretación que podrían haberse ampliado y profundizado, a partir de una mejor y mayor complejización de los problemas presentados y de un adecuado cruzamiento de los datos y referentes que se encuentran expuestos en el mismo libro. Las fuentes utilizadas por De Ramón dan para más, como lo demuestra en este penúltimo capítulo citado -uno de los mejor logrados, por cierto-, y nos quedamos "con gusto a poco", esperando que la autora retome esta línea de trabajo, en la cual se demuestra muy conocedora y capaz.

JAIME VALENZUELA MÁRQUEZ

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