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Historia (Santiago)

versión On-line ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) vol.49 no.1 Santiago jun. 2016

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942016000100024 

RESEÑAS

 

Stefan Rinke, América Latina y Estados Unidos. Una historia entre espacios desde la época colonial hasta hoy, Madrid, El Colegio de México/Marcial Pons, 2015, 233 páginas.

 


 

La producción de libros relacionados con la historia de las relaciones internacionales entre Estados Unidos y América Latina es vasta. Sin embargo, pocos son los trabajos recientes disponibles en español que combinen tanto su sintonía con las últimas miradas historiográficas como el afán por alcanzar a un público amplio, más allá de los especialistas. Publicado originalmente en alemán en 2012, Stefan Rinke nos entrega un valioso y breve manual de historia, muy bien traducido por Marisol Palma Behnke.

El texto nos entrega una mirada que cubre desde 1492 hasta nuestros días. El trabajo se divide en once capítulos, cada uno de los cuales cuenta con un marco interpretativo autónomo, estilo con el cual el autor se aleja de la mera crónica de hechos significativos. Lo anterior cobra fuerza a partir de una propuesta de periodización que resulta original, al no ajustarse siempre a las divisiones temporales convencionales. Esto es posible gracias a una mirada que apela a las relaciones internacionales en un sentido amplio donde caben tanto aspectos diplomáticos y económicos como otors de corte cultural.

El autor, tal como lo destaca en la introducción, busca poner al centro del debate la perspectiva latinoamericana sobre los vínculos históricos entre Estados Unidos y América Latina, cuestión que logra a partir de la consulta de una serie de textos de quienes que desde Latinoamérica han reflexionado sobre distintos aspectos de la relación entre las Américas, los que suelen ser considerados marginalmente por la historiografía estadounidense. Si bien el listado de textos sobre los que se basó el autor para escribir esta obra es limitado, lo cierto es que la bibliografía, además de balanceada y actualizada, recoge a los principales especialistas de Europa, América Latina y Estados Unidos.

En líneas generales se puede argumentar que el libro es más sólido en aquellos capítulos dedicados a fines del siglo XIX además del XX, lo que coincide con la temporalidad en que Stefan Rinke ha concentrado la mayor parte de su valiosa producción historiográfica. El capítulo inicial sobre los nuevos mundos y el período colonial tiene una mirada teleológica para explicar lo que sucederá más adelante, exagerando el peso que las diferencias confesionales entre los colonos protestantes en el norte y los católicos en el sur, tendrán en el "comienzo de los prejuicios", como señala uno de los subcapítulos. Dicha mirada teleológica se proyecta al siguiente capítulo sobre los procesos de independencia con expresiones como la siguiente: "De modo general se puede afirmar que la independencia norteamericana parecía un presagio de lo que sucedería con el futuro del débil imperio español" (p. 41).

A contar del tercer capítulo, cobra más fuerza al analizar la "yanquifobia" generada a propósito de las expediciones filibusteras en Centroamérica o la intervención de Estados Unidos en Texas, todo lo cual habría generado un carácter integrador entre los países de América Latina, de acuerdo con el autor. Es interesante la paradoja que explora Stefan Rinke en el capítulo siguiente, al poner de manifiesto cómo las intervenciones europeas de la segunda mitad del siglo XIX terminaron por fortalecer el surgimiento de ideales panamericanos renovados y definidos por Estados Unidos, a pesar de la "yanquifobia" de las décadas anteriores a 1860.

Dado que el libro gira en torno al debate sobre la existencia de dinámicas imperialistas entre Estados Unidos y América Latina, el capítulo v, titulado "Imperio", resulta crucial. Aquí se analiza la guerra de 1898 y el consecuente cambio cualitativo en las relaciones interamericanas. En este excelente capítulo, Stefan Rinke presta atención tanto a los actos de fuerza ejercidos por Estados Unidos en Cuba, Puerto Rico o Panamá como a las ideas que emergieron desde la intelectualidad latinoamericana con el liderazgo de pensadores como José Martí, César Zumeta o José Enrique Rodó.

Luego de analizar el impacto de episodios de violencia global como la Primera Guerra Mundial u otros de carácter nacional como la Revolución Mexicana, el autor concluye que ambos influyeron en las relaciones interamericanas al convertir a la nación en la unidad de referencia espacial para las mismas; esto tanto porque fueron naciones puntuales, y no toda América Latina, la que se alineó con Estados Unidos en la Gran Guerra, como por el impacto de la revolución que terminó inspirando a muchos movimientos nacionalistas. Este capítulo sirve como preludio a la sección sobre naciones y nacionalismo, donde cobran protagonismo el análisis económico y la serie de conflictos e intervencionismos de parte de Estados Unidos tras el colapso europeo por la Primera Guerra Mundial, además del ascenso de los nacionalismos latinoamericanos tras la Gran Depresión de 1929.

El capítulo sobre la Política del Buen Vecino y la Segunda Guerra Mundial evidencia cómo la influencia de Estados Unidos en América Latina se hizo cada vez más evidente, y no solo a partir de asuntos diplomáticos o económicos sino, también, culturales, interesante adición de este capítulo, aunque no se haya desarrollado la veta cultural en profundidad.

El período de la Guerra Fría es dividido en dos partes. La primera trata las profundas diferencias entre Estados Unidos y América Latina en asuntos como el de la dependencia económica. De acuerdo con el autor, las protestas "desde la periferia" y la conceptualización de la Teoría de la Dependencia, sumados a la Revolución Cubana, son claves para entender el profundo antinorteamericanismo que apareció desde mediados de la década de 1960. En el capítulo que aborda el período 1970-1990 se tratan en lo fundamental intervenciones de Estados Unidos como las del 11 de septiembre de 1973 en Chile o el renovado Big Stick de Ronald Reagan, periodo que se puede contrastar de forma importante con lo sucedido a contar de 1990. El libro cierra con el capítulo "Transamérica", donde se enfatiza el crecimiento del intercambio económico y los vínculos transnacionales que se han ido fortaleciendo desde 1990, al igual que la aparición de alianzas específicas con gobiernos como el de Colombia en la lucha por las drogas. Es interesante que en este capítulo es el único en que se aborda en propiedad, aunque sea muy de forma breve, el factor sociocultural del impacto de América Latina en Estados Unidos. Stefan Rinke lo hace a través de las migraciones de latinos a Estados Unidos.

Es destacable la propuesta de Stefan Rinke en el sentido de que las relaciones entre las Américas no se pueden comprender a cabalidad analizando solo las fuerzas históricas originadas desde Estados Unidos. A lo largo de los once capítulos se enfatiza la existencia de un entrelazamiento de espacios diversos a través de los cuales "cambiaron no sólo los latinos, sino también los angloamericanos" (p. 14). Pero en la riqueza de esta forma de mirar las relaciones en las Américas, y el objetivo propuesto, está también una de las deudas del libro. Esto porque el foco sigue estando mucho más en el impacto que esta relación tuvo en América Latina, incluyendo el proceso cultural de norteamericanización de Latinoamérica, que, si bien dinámico y lejos de la homogenización, ha marcado profundamente a la región.

El marco conceptual de análisis del autor destaca las fuerzas transnacionales que operaron en la relación entre las Américas, lo que lo ha llevado a utilizar el término de ‘transamérica’ para caracterizar las últimas dos décadas de interacción entre Estados Unidos y América Latina. Si aceptamos una definición compleja de las miradas transnacionales, que vaya más allá del mero énfasis en las fuerzas históricas que sobrepasan la esfera de lo nacional, tendremos que prestar atención a la interpenetración de fuerzas históricas entre distintos espacios. Si bien la propuesta de Stefan Rinke avanza en esta dirección, aquí queda pendiente, así como en la historiografía en general, la consideración del entrelazamiento de espacios y su real impacto en Estados Unidos, independiente de la asimetría en su relación con América Latina.

Por último, un breve comentario sobre algunos aspectos de la edición. En el afán por alcanzar un público amplio, se entrega información complementaria de ayuda para quienes poco conocen la historia de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Es así como al comienzo de cada uno de los once capítulos se provee una cronología de eventos relacionada con el periodo tratado en cada sección. A lo anterior se suma una serie de cuadros con información adicional que se intercalan en el texto y que permiten una profundización sobre ciertos temas. Las cronologías están bien trabajadas, pero hay falta de consistencia en los cuadros informativos, puesto que en ocasiones incluyen citas textuales de fuentes primarias, en otros casos extractos de bibliografía secundaria o simplemente comentarios sobre temas que bien podrían haber ido en notas al pie. El resultado es desigual, siendo de mayor utilidad los cuadros con comentarios, más que aquellos con fuentes sin la intervención explicativa del autor.

Más allá de las críticas puntuales que puedan hacerse, estamos en presencia de un muy buen libro, que será de gran utilidad para los especialistas de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina y para estudiantes universitarios y el público en general.

 


Fernando Purcell
Instituto de Historia,
Pontificia Universidad Católica de Chile

 

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