Están desconectadas de los ciudadanos y de la realidad social de este país. Las ocho reales academias españolas, con 312 miembros y subvencionadas por El Estado, parecen instituciones fosilizadas. De ahí el rapapolvo cariñoso que el Rey les propinó hace poco: no sean "claustros cerrados absortos en la contemplación de las glorias del pasado".
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