Quienes vivieron en la pequeña aldea santandereana de Girón hace algunos años dijeron en sus palabras y escritos cómo era de tolerable su clima caluroso, cómo eran de generosos sus campos fértiles, cómo estaba colmado de rumores amables su río, cómo eran de espléndidos el amanecer repleto de claridades y el crepúsculo vespertino siempre anunciador de horizontes lejanos.
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