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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.19 no.75 Toluca ene./mar. 2013

 

Juventudes en América Latina: una reflexión desde la experiencia de la exclusión y la cultura

 

Youth in Latin America: a reflection from the experience of exclusion and culture

 

José Guadalupe Rivera-González

 

Universidad Autónoma de San Luis Potosí.

 

Este artículo fue
Recibido el 9 de octubre de 2009
Aprobado el 31 de enero de 2011.

 

Resumen

En este trabajo se presenta un diagnóstico acerca de las tensiones y encrucijadas en las que actualmente se encuentran inmersas las juventudes latinoamericanas. Este balance se sustenta en los resultados de recientes publicaciones, que en los últimos años han contribuido a conocer con más detalle las problemáticas y las percepciones que tienen los jóvenes en relación con una serie experiencias que terminan por ejercer, de una u otra manera, un impacto en diversos ámbitos de su vida cotidiana, desde la experiencia de la exclusión social, hasta la de construcción y reconstrucción de las identidades juveniles en un contexto de marcadas desigualdades, tensiones y fragmentación.

Palabras clave: Juventudes, incertidumbre, exclusión, América Latina, identidad, cultura.

 

Abstract

This paper presents a diagnostic about the tensions and dilemmas in currently immersed Latin American youths. This balance is based on the results of recent publications, which in recent years have helped to know more in detail the issues and perceptions of young people in relation to a series that ultimately exercise experience, in one or another way, an impact in many areas of daily life, from the experience of social exclusion, to the experience of the construction and reconstruction of youth identities in a context of sharp inequalities, tensions and fragmentation.

Key words: Youth, uncertainty, exclusion, Latin America, identity, culture.

 

Introducción

En América Latina el tema central
es cómo construir y ampliar la categoría de joven
(Alaminos Chica, 2010).

 

Para millones de jóvenes en los países de América Latina que radican en espacios urbanos y también en espacios rurales-indígenas la vida cotidiana transcurre en una situación caracterizada por la ausencia de posibilidades de acceder a la educación, a un empleo formal, a servicios de salud, diversión; es decir, lo que les permitiría acceder a una mejor calidad de vida y, por lo tanto, aspirar a una verdadera movilidad socioeconómica. A su vez, este contexto termina por involucrar a muchos jóvenes en situaciones de violencia, con lo que ello representa. Lo anterior es una clara muestra del deterioro del capital social y su impacto en el menoscabo de los estilos y la calidad de vida de las juventudes. Sin embargo, este contexto de exclusión/marginación en algunos ámbitos de la vida cotidiana de los jóvenes encuentra su contrapeso en la inclusión/ participación que desarrollan estos mismos en varios espacios en donde participan e interactúan, de tal forma que se involucran en proyectos y actividades creativas, lo que les permite crear y reformular la visión del mundo que los rodea y en el cual interactúan. En ello, el mundo virtual de las redes, así como diferentes manifestaciones artísticas y lúdicas se han vuelto importantes como generadores de referentes y de su identidad, la que se encuentra en un proceso de constantes ajustes y cambios. A partir de la revisión de bibliografía de reciente aparición, damos cuenta de estos importantes procesos en los que transcurre la experiencia cotidiana de las diversas juventudes de América Latina.

 

La juventud es más que una palabra

Un punto clave en este trabajo es señalar que hablar de las juventudes va más allá de la cuestión de edades. La juventud debe ser entendida como una experiencia de vida que se encuentra cada vez más determinada o condicionada por una serie de factores de carácter social, económico y cultural; sin embargo, también asume un papel creativo y transformador de las instituciones. Así, la juventud se presenta también como un sector importante, portador de cambios vertiginosos; es decir, no solo es espectador pasivo, al contrario, se presenta como un cuestionador de todo aquello que las generaciones pasadas veían como lo tradicional y, por lo tanto, lo incuestionable. La juventud se adapta, incorpora, crea y transforma su entorno social y cultural más íntimo, más inmediato (Margulis, 2010).

Además, en el imaginario social persiste la idea de que la etapa de la juventud debe estar acompañada por el acceso a la educación, al ocio, a la diversión, al empleo, a la cultura, a la libertad y, por ende, a estar en condiciones de poder contar con una movilidad socioeconómica. Sin embargo, estas expectativas en muy pocos casos se pueden hacer realidad, pues en México cada vez menos personas pueden acceder a estas oportunidades, y la experiencia cotidiana de millones de jóvenes se caracteriza por los contextos y las experiencias de exclusión, pobreza, violencia y crecientes desigualdades.

A la par de este numeroso sector de la población joven que carece de las condiciones para acceder a espacios en las escuelas y que sobrevive laboralmente en el mercado de la informalidad,1 existe una minoría que por su condición privilegiada puede acceder a largas trayectorias educativas y tiene también asegurada una larga y exitosa trayectoria laboral, lo cual le dará la posibilidad de lograr una movilidad socioeconómica y, por lo tanto, las expectativas de éxito y de estabilidad podrían cumplirse, a diferencia de lo que viven miles de jóvenes que han aprendido a sobrevivir en medio de las carencias (Alaminos, 2010).

Reitero, por lo tanto, la condición o la etiqueta de ser joven debería de aplicarse no solo a un proceso biológico, más bien debe de entenderse como una condición que los individuos experimentan a partir de procesos con características concretas que hacen que la condición de la juventud se exprese y se experimente de maneras diversas, complejas y sumamente heterogéneas. Al respecto, en diversos textos de reciente publicación por parte de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se destacó que la juventud se caracteriza por altos niveles de heterogeneidad en los estilos de vida. Dichos estilos a su vez se identifican por las condiciones de integración/exclusión, mismas que se expresan de formas y maneras muy diversas.

Al respecto, un documento elaborado por la CEPAL diagnosticó lo siguiente:

Igualmente, la juventud iberoamericana se caracteriza por altos niveles de heterogeneidad y desigualdad que se expresa en condiciones, visiones y prácticas diversas. Esas diferencias y desigualdades están relacionadas con procesos históricos y de carácter más reciente. Es en razón de tal heterogeneidad y desigualdad que es preferible hablar de múltiples juventudes. En suma hay juventudes múltiples en sociedades desiguales (CEPAL, 2008).

Estas diferentes maneras en las que se expresa y se vive la juventud se deben entender como el resultado una serie de diversos procesos históricos de existencia muy reciente y que han generado efectos muy heterogéneos en las condiciones de reproducción social de distintos sectores de la población. En razón de lo anterior, se vuelve cada vez más factible y preferible hablar de diversas, múltiples y complejas juventudes. Por lo tanto, hay tantas juventudes como experiencias y contextos socioeconómicos, simbólico-culturales y laborales.

Al respecto, creo pertinente retomar un aspecto señalado en un texto de Reguillo (2012), donde destaca que hacer referencia a un sujeto joven supone la elaboración de múltiples articulaciones. Además, la sociedad actual se caracteriza por una multiplicidad de sentidos que dislocan los dispositivos cohesionadores de la vida social. Los actores juveniles se tienen que adaptar a la actual crisis/reestructuración de las instituciones que otorgaban certidumbre y estabilidad, ahora muchos de ellos saben que lo único que tienen seguro es que no hay nada seguro.

Frente a este contexto, el actor joven no debe verse como un sujeto que puede ser etiquetable como un actor homogéneo, estamos viendo la construcción de actores complejos y heterogéneos que se agrupan y se desagrupan en numerosos colectivos en donde se defienden diferentes intereses: la ecología-medio ambiente, la libertad sexual, la paz, los derechos humanos, la defensa de los grupos indígenas, el rock. Para otros más, los desconectados, los marginados, los excluidos solo quedan las salidas o las vías más drásticas, la migración, la violencia, la delincuencia, la droga y, al final, la muerte.

Sin embargo, muchos jóvenes, independientemente de su condición de clase, comparten una idea sobre la precariedad del presente y del futuro. La incertidumbre en la que se desarrolla la vida cotidiana de los jóvenes se da en contextos en los que las instituciones están en un momento de ajustes, de cambios, de reestructuración. Ejemplo de lo anterior son: la escuela, la política, la familia, la religión y el empleo. ¿Qué hacen todas estas instituciones para asimilar los cambios?, y ¿qué hacen para tratar de integrar a los más desposeídos o marginados?, ¿qué posibilidades de certidumbre encuentra el joven en estos espacios? Los barrios están muchas veces envueltos y controlados por la violencia y la adicción. La familia es el espacio en donde se golpea, donde se margina, se excluye a sus propios miembros (CEPAL, 2007; 2008).

 

Los daños colaterales: las diversas experiencias de desigualdad social en la era global entre las juventudes de América Latina

Al entender a las juventudes como un conjunto de actores que sufren una serie de transiciones, también se debe de entender a los jóvenes como los portadores y generadores de una serie de experiencias encaminadas a desarrollar diversas estrategias de adaptación a las condiciones que les son impuestas en los cambiantes y complejos entornos en los que cotidianamente tienen que vivir. Esta situación ha contribuido a que las brechas de la desigualdad social2 sean cada vez mayores y con ello se hagan también más evidentes los vacíos en la protección social para amplios sectores de la población, en especial para la población joven (CEPAL, 2012). Por lo tanto, es relevante destacar que las juventudes actualmente están sujetas a un conjunto de fuerzas y procesos sociales, económicos, políticos y culturales que colocan a muchos de ellos en la incertidumbre, agudizando los riesgos de padecer desigualdad y, con ello, la posibilidad de experimentar una situación de exclusión social.

Tomar una postura de esta naturaleza implica entender que las condiciones bajo las cuales se efectúa la transición de la juventud a la adultez son distintas y el mismo proceso está determinado por las particularidades de una determinada etapa o contexto histórico, el cual impone diferentes condiciones para que se lleve a cabo la reproducción de este sector de la población.

En este sentido se vuelve también relevante entender que las transiciones que experimentan los jóvenes actualmente acontecen en contextos diferenciados, algunos pueden ser de igualdad y de oportunidad, pero también para otros pueden ser de marginación, vulnerabilidad y pudieran traducirse en experiencias de exclusión. Ante esto, las situaciones y experiencias del curso biográfico de los jóvenes latinoamericanos son diversas y heterogéneas en un contexto de creciente fragmentación social (Saraví, 2009).

La juventud es la experiencia de un proceso histórico que se traduce en un fenómeno de carácter biográfico o individual; es decir, la experiencia cotidiana de los jóvenes se desarrolla en diversos escenarios en los cuales interactúan. Algunos de los escenarios más relevantes para la vida cotidiana de los jóvenes son la familia, la escuela, el barrio, la pandilla o los grupos de pares; en estos se construyen y reconstruyen las biografías y se refuerza la idea de la integración, pero en estos mismos escenarios pueden iniciar las experiencias que conllevan a una vulnerabilidad o la exclusión.

En los tiempos del llamado modelo estatista las transiciones o las experiencias de vida de los jóvenes se realizaban hasta cierto punto en forma estandarizada y más o menos homogénea; además se producían en tiempos más cortos y de manera más estable y menos traumática; sin embargo, este patrón ha experimentado importantes modificaciones, la transición es cada vez más tardía en la actualidad y los eventos que la enmarcan poseen ciertas particularidades. Esto indica que la experiencia de la juventud se ha prolongado, también los cambios de estatus se generan sin un orden determinado, lo que hace al proceso de transición complejo e incierto.

Ciertamente, la mayor parte de los países de América Latina que han enfrentado la reestructuración de sus políticas económicas han contribuido con esto a que sus jóvenes se enfrenten a nuevos riesgos y tensiones, como quedará ejemplificado más adelante con los datos que ofrecen la CEPAL y la Organización Iberoamericana de la Juventud (OIJ/CEPAL, 2007). Es decir, las experiencias de vida y de transición de los muchos jóvenes son más accidentadas, menos previsibles, más extensas y más fracturadas, lo que se ha traducido en un incremento de la desigualdad y la vulnerabilidad individual, así como de la polarización y la exclusión de estos sectores de la sociedad. En este proceso de crisis en las transiciones de los jóvenes a la vida adulta hay que destacar la centralidad de al menos tres ámbitos: formar una nueva familia, el paso de la escuela-educación a la obtención de un empleo y la construcción de una identidad propia. Es precisamente en el análisis de estos componentes donde debe centrarse el interés hacia los jóvenes, ya que resultan aspectos claves para analizar la manera en la que se desarrollan y experimentan los procesos de vulnerabilidad, desigualdad, exclusión y fragmentación social (Alaminos, 2010).

¿Qué características presenta el proceso bajo el que se construye la experiencia de exclusión de los jóvenes? Es un hecho que en la actualidad la población en general, pero las juventudes en particular, experimentan una serie de situaciones que hacen cada vez más complicado y difícil el proceso de transición a la adultez, ya que actualmente los contextos sociales, familiares, educativos y laborales presentan situaciones de riesgo y vulnerabilidad, lo cual hace que las juventudes se encuentren en grave desventaja. Las condiciones bajo las cuales se llevan a cabo las transiciones de las juventudes se realizan en condiciones poco favorables; sin embargo, también es importante destacar que las situaciones de la exclusión y el desamparo no pueden ser las mismas para todos, ya que las biografías individuales ejercen una notable influencia. Al respecto, resultan pertinentes algunos señalamientos que hace Bauman (2011), quien destaca que en los contextos contemporáneos lograr el acceso a la seguridad existencial, alcanzar un lugar digno en la sociedad y, por lo tanto, hacer frente a la experiencia de la exclusión ha sido dejado en manos de cada una de las personas, para ello estas deben de valerse de sus propios recursos y habilidades. Sin embargo, esta situación coloca a las personas en una lógica de una eterna competencia, creándose la percepción de que cualquier asomo de solidaridad familiar o comunitaria resulta contraproducente o irrelevante.

 

La experiencia de la exclusión/integración social entre los jóvenes

En la actualidad se pueden experimentar varias formas de exclusión, si bien es cierto que los jóvenes no se encuentran totalmente excluidos, ya que están parcialmente integrados a muchas instituciones, aunque en clara desventaja y en condiciones totalmente desfavorables. Integración-exclusión son dos situaciones que se experimentan individualmente, pero como resultado de condiciones que se desarrollan en un ámbito más amplio. De igual forma estas experiencias de inclusión-exclusión tendrán no solo un impacto en las trayectorias de vida o en las biografías personales, sino en un contexto social más amplio, ya que de estas experiencias personales-individuales se alimentaran los escenarios de una fragmentación del llamado capital social. En este sentido, hay que destacar el impacto dejado por las reformas económicas de las últimas décadas y que trajeron como resultado importantes modificaciones en las condiciones de reproducción de la sociedad y también motivaron una alteración de las condiciones en las que operaba el mercado de trabajo; todo esto transformó las maneras en las que se desarrollaba la relación-vinculación-pertenencia de los individuos con su entorno social más amplio.

 

Condicionantes de la exclusión

El resultado de las investigaciones realizadas sobre esta situación ha llevado a entender que la exclusión social es el resultado de una amplia gama de situaciones. La exclusión no solo está dada por una variable de carácter económico, aunque ejerce un gran peso, están presentes otros factores; es decir, hay fracturas en otros frentes y no solo en el económico, como el frente social y el simbólico. Hay dimensiones objetivas y subjetivas en el proceso de la exclusión. La exclusión se manifiesta como la acumulación de desventajas que van minando la relación individuo-sociedad, puede entonces ser entendida como el resultado de una sucesiva acumulación de procesos generadores de rupturas que poco a poco van limitando la capacidad del individuo para integrarse en redes de carácter social, económico, político y en redes de carácter simbólico-cultural. Esta situación aleja al individuo de su posible integración a las redes señaladas, lo margina de una posible participación en grupos y lo imposibilita para tener acceso a bienes materiales que le otorguen un prestigio y que le construyan una identidad. Por todo esto se afirma que la situación de exclusión es el resultado de un proceso multidimensional.

El estudio de la exclusión debe contemplar que los jóvenes, a la par que conviven con la desigualdad y la marginación, también construyen, reaccionan, innovan, crean y reestructuran. Es decir, la investigación debe considerar las nuevas formas sociales de integración que experimentan los jóvenes, puede ser que actualmente los jóvenes enfrenten una situación de marginación o muestren poca o nula participación política en los espacios tradicionales (partidos políticos), pero pueden tener un gran involucramiento en diversas causas a partir de las redes sociales, esto quiere decir que, si bien entre los jóvenes se experimentan situaciones de exclusión y de vulnerabilidad, también se enfrentan situaciones de integración.

De esta forma, hablar o referirse a la experiencia de la exclusión implica hacer referencia a una gama muy amplia y variada de situaciones que son experimentadas por un individuo o persona a lo largo de una trayectoria de vida. Las juventudes deben de entenderse como un fenómeno de carácter dinámico y de continuos cambios. En este sentido, hay que destacar que la situación de los jóvenes en la actualidad se caracteriza y distingue por experimentar una serie de transiciones y estas se constituyen en experiencias cada vez más críticas y que en vez de otorgarles mayor certidumbre los coloca frente a escenarios de mayor incertidumbre y de mayor vulnerabilidad (2009a; 2009b; Saintout, 2009; Rivera González, 2011; Makowski, 2010).

Desde hace algunos años diversas instituciones de carácter nacional e internacional se han dado a la tarea de generar información en torno a las expectativas de los jóvenes de América Latina en los contextos contemporáneos. Cabe destacar que estos últimos años se han caracterizado por un lento crecimiento económico, poca o nula generación de espacios laborales, un incremento de la violencia y una crisis de las instituciones tradicionales que eran generadoras de cohesión social; todo esto ha motivado que desde diferentes instancias gubernamentales y también desde la sociedad civil se realizaran importantes esfuerzos encaminados a conocer en detalle los problemas y las percepciones que tienen los jóvenes sobre aquellos sucesos que se desarrollan en su entorno cotidiano y de los cuales son directamente participes y que sin duda tienen un impacto en diversos ámbitos de su vida personal y grupal.

Parte de este esfuerzo esta contenido en el documento denominado La juventud en Iberoamérica: tendencias y urgencias (CEPAL/OIJ, 2007); este y otros textos más se han generado a partir del creciente interés de diversas instituciones de carácter nacional e internacional que se han dado a la tarea de generar información en torno a las expectativas y las situaciones que enfrentan los jóvenes de América Latina en los contextos contemporáneos. A partir de estos diagnósticos de carácter multidisciplinario se pretende ahondar en el conocimiento acerca de las nuevas paradojas, tensiones y conflictos que enfrentan los jóvenes en América Latina. En este documento se plasma la evolución que han mantenido una serie de indicadores y que en su conjunto permiten distinguir tendencias y cambios en aspectos relacionados al mundo de los jóvenes. En el texto se presentan los resultados a partir de los diferentes escenarios que los jóvenes experimentan en los últimos años en los países de América Latina. En este trabajo, la realidad de muchos jóvenes se resume en los siguientes 10 puntos y cada uno refleja nuevas formas de exclusión/integración.

1. Actualmente los jóvenes han logrado alcanzar un mayor acceso a la educación, pero contradictoriamente los mismos jóvenes tienen menos acceso a un empleo. En efecto, estos sectores de la población han tenido en los tiempos recientes una mayor escolaridad en comparación con las anteriores generaciones; pero a la vez, reitero, de manera contradictoria enfrentan y padecen altos porcentajes de desempleo. En concreto, las recientes generaciones han adquirido mayores conocimientos, pero se encuentran cada vez más excluidas del mundo laboral y de fuentes de trabajo que puedan generarles ingresos económicos capaces de mejorar sus condiciones de vida. A diferencia de las anteriores generaciones, hoy contar con una mayor educación no se traduce en mayor estabilidad laboral. Además, cuando los jóvenes logran tener acceso a un empleo la mayoría lo hace en condiciones de precariedad.

2. Los jóvenes poseen más habilidades y capacidades en el presente, pero a la vez la creciente marginación urbana, la falta de acceso a canales de movilidad social y económica, y la constante negación al consumo material los ha colocado en situaciones en las cuales la violencia y el delito a edades muy tempranas aparecen como las pocas alternativas de vida. Es decir, el hecho de que algunas metas no se pueden alcanzar termina por incidir en los altos niveles de violencia entre los sectores juveniles. No obstante, las pandillas y otros grupos que se conforman sobre la base de la violencia, pueden estar operando, a la vez, como sistemas de integración social a un nivel micro. Ante la carencia de un capital social integrador y generador de solidaridad, algunos grupos de la delincuencia organizada otorgan un espacio alternativo de socialización a jóvenes excluidos de la educación, la familia y el trabajo; es decir, aparecen como un espacio alternativo de socialización.

3. En los tiempos actuales los jóvenes tienen un mayor acceso a la información, pero a la vez tienen menos acceso al poder y a las instancias en donde se toman decisiones que resultan ser fundamentales para su desarrollo. En tiempos recientes la información se da fundamentalmente a través del acceso a redes virtuales, en este sentido, hay una mayor inclusión en torno a la información que se encuentra disponible en los medios virtuales. También un aspecto central para la mayoría de los jóvenes es que estos no se sienten representados por los órganos o por las instancias del sistema político que toman las decisiones que impactan su vida educativa y laboral, entre muchas más. Esta situación se traduce en una mayor dificultad para que los jóvenes tengan una deficiente formación en lo que se refiere a una ciudadanía política más participativa.

4. Los jóvenes poseen mayores expectativas de autonomía, pero los apoyos para materializarlas son menores. En este sentido, es importante destacar que los jóvenes, gracias a sus amplías trayectorias educativas, tienen ahora mayores destrezas y habilidades en el manejo de las nuevas tecnologías de la información, paradójicamente amplios sectores de la juventud en América Latina y en México se encuentran excluidos de los espacios y de las oportunidades que podrían traducirse en mejores condiciones de vida y de trabajo; es decir, poder alcanzar verdaderas vidas autónomas. Esta es una situación que contribuye a que se acreciente la crisis de expectativas de los jóvenes.

5. Los jóvenes se hallan provistos de mejores condiciones de salud. En la actualidad existe menor posibilidad de morir joven por causas de alguna enfermedad; sin embargo, los jóvenes son una población vulnerable a sufrir muerte por otras causas, entre las que se destacan las siguientes:

• Agresiones físicas

• Consumo de drogas3

• Consumo de alcohol

• Muertes provocadas enfermedades de transmisión sexual

• Suicidios

• Embarazos no deseados

• Recomposición de los hogares

• Actitudes de violencia vinculadas o asociadas al machismo

6. En la actualidad los jóvenes despliegan una conducta más dúctil y son ellos mismos más propensos a ser más móviles, pero también en los últimos tiempos hemos visto como los jóvenes se involucran cada vez más en trayectorias migratorias que se caracterizan por ser más violentas y peligrosas. Es importante destacar que la experiencia migratoria ha desembocado en diversos problemas de inclusión/ exclusión social, de tal forma que una amplía capa de los migrantes son marginados en los lugares de destino, ya que ahí no cuentan con los mismos derechos que en sus lugares de origen; enfrentan severos problemas para integrarse a nuevos territorios y, por lo tanto, a nuevas manifestaciones culturales y de identidad.

7. La experiencia demuestra que los jóvenes son más cohesionados hacia adentro, pero paradójicamente, son menos tolerantes hacia el resto de la población. En este sentido, entre los jóvenes se generan nuevas identidades colectivas y participan en nuevos y variados universos simbólicos, los cuales se han caracterizado en los años recientes por ser efímeros y cambiantes. Este comportamiento ha terminado por materializarse en identidades poco consolidadas, muy fragmentarias, cerradas y sumamente excluyentes, lo cual termina por generar conflictos con otras identidades, incluso también con otros grupos de jóvenes.

8. Actualmente los jóvenes parecen estar más aptos para el cambio productivo, sin embargo, se encuentran excluidos de oportunidades en donde puedan poner en operación dichas ventajas. Todo este capital está siendo desaprovechado, los adultos ven con descontento y desconfianza el mundo de las transformaciones.

9. Si en generaciones pasadas los jóvenes fueron portadores y portavoces del cambio, es evidente que en la actualidad los jóvenes han contribuido de manera significativa a redefinir estos papeles, ya que ahora estos son percibidos como actores vulnerables, carentes de opciones y de alternativas. Actualmente en la mayoría de los países de América Latina los jóvenes son vistos y percibidos como un sector de la población al que hay que proteger, brindarles servicios y desarrollar políticas y programas especiales para atender sus demandas y sus necesidades. Sin embargo, es un hecho que los jóvenes parecen estarse volcando cada vez más sobre sus mundos y estilos de vida de una manera más cotidiana y menos épica. En este sentido resultan ser los creadores-generadores de nuevas sensibilidades y de nuevas identidades.

10. Los jóvenes de hoy resultan ser más consumidores, y creadores a la vez, de bienes simbólicos; mientras que, a causa de las carencias y las limitaciones que enfrentan, viven restringiendo mucho su consumo material. Son altamente consumidores de imágenes, pero ven cómo las oportunidades de acceder a un nuevo y mejor empleo pasan de largo en sus trayectorias. La mayoría de las sociedades de Iberoamérica se caracterizan por una marcada concentración de los ingresos en muy pocas familias y esto termina orillando a muchas personas a vivir marginadas de los espacios de la promoción.

Derivado de todos los elementos arriba señalados, se destaca que los jóvenes son percibidos con una mayor autodeterminación y un mayor protagonismo; sin embargo, se percibe también una mayor precariedad y una mayor vulnerabilidad y desmovilización. Es cierto que proyectan con mayor facilidad sus ideas y sus expectativas, se crean mayores y nuevos espacios de comunicación; sin embargo, resulta importante hacer ver que la participación de los jóvenes se hace desde las redes virtuales, los jóvenes se movilizan en torno a nuevos temas y en torno a nuevas agendas, de esta forma se construyen nuevos colectivos y se redefine su participación en el nuevo mapa de la cohesión social colectiva. Es decir, todo esto forma parte de su nuevo mapa de la cohesión social, más no de su negación, así de esta manera muchas de sus iniciativas encuentran en los jóvenes a sus más decididos protagonistas. Sin embargo, en el reverso de la moneda los encontramos siendo altamente estigmatizados y percibidos como violentos, como potenciales trastocadores del orden social, poco interesados en la política y poco motivados por involucrarse en acciones concretas que contribuyan a dotarles de una mejor ciudadanía política. Viven con mucha apatía y con desconfianza.

Los datos arrojados por los diagnósticos tanto de la CEPAL como de la OIJ son contundentes y nos hacen saber que la cotidianidad de los jóvenes en América Latina se desarrolla en un contexto de luces y de sombras, es una realidad que se distingue como las paradojas y las contradicciones del mundo juvenil frente al mundo moderno y globalizado. También es verdad que para muchos jóvenes esta es una etapa en donde se presentan las oportunidades para desarrollar nuevas habilidades y adquirir nuevos conocimientos a partir de su contacto con nuevas tecnologías de la información; sin embargo, eso también ha contribuido al incremento de las desigualdades y ha hecho que amplios sectores se encuentren en una situación de mayor vulnerabilidad.

Resulta bastante significativo observar que no obstante muchas de las nuevas ventajas de la población juvenil, en la actualidad amplios sectores se enfrentan y padecen experiencias de un mayor desempleo, reciben salarios más bajos que el resto de la población trabajadora y también son excluidos de muchas prestaciones laborales. Aquí podemos encontrar uno de los mecanismos que hacen que las condiciones de pobreza que enfrentan los jóvenes junto con el resto de sus familias no se pueda resolver en el corto y mediano plazo, al estar imposibilitados para tener acceso a los ingresos que ayuden a salir de la pobreza y acceder a mejores condiciones de vida.

No obstante, los documentos aquí revisados señalan que los niveles de desempleo entre los jóvenes disminuyeron en los últimos años en la mayoría de los países de América Latina; sin embargo, lo anterior no ha sido suficiente para erradicar la pobreza, además, las tensiones y desigualdades que enfrentan los jóvenes frente al resto de la sociedad, se hacen extensivas y evidentes entre los sectores de la población juvenil. Es decir, hay jóvenes con mayores carencias y con mayores problemas para vivir que otros jóvenes. En este sentido, aquellos que se encuentran más expuestos a enfrentar una condición crítica para poder acceder a un empleo formal son aquellos que padecen las siguientes condiciones:

• Bajo nivel educativo

• Mujeres que viven en hogares tradicionales

• Jóvenes que no estudian ni trabajan

• Jóvenes con un origen étnico

 

La condición de las juventudes desde la perspectiva de las llamadas culturas juveniles en América Latina

En América Latina la diversidad juvenil constituye una pieza sociocultural más que se integra a los matices de los países de la región, que se caracterizan fundamentalmente por la multiculturalidad. Esta idea de lo diverso se suma a los procesos complejos que conforman y representan en gran medida las transiciones que se experimentan al inicio del siglo XXI; sin embargo, es un hecho que esa experiencia multicultural no ha sido suficientemente analizada por parte de los juvenólogos, como argumentaré más adelante.

En este sentido, es un hecho que la diversidad y la complejidad de las expresiones discursivas de los jóvenes, así como sus prácticas culturales específicas, los ha hecho, sin lugar a dudas, un tema de gran interés para los investigadores de distintas disciplinas; así lo corrobora una amplia y variada bibliografía sobre diversas temáticas en torno a este sector de la población. Entre las temáticas de estudio destacan las siguientes: consumo cultural, apropiación y producción de bienes simbólicos, nuevas tecnologías de comunicación, tiempo y espacios juveniles, cultura juvenil, estéticas corporales, cultura juvenil de la noche, identidades juveniles, identidades de lo masculino y lo femenino, la situación de los jóvenes en las fronteras, nuevas percepciones juveniles acerca de la familia, la escuela, el trabajo y la política (Reguillo, 2000; Feixa, 1998; Urteaga, 1998; Pérez y Urteaga, 2004; Margulis, 1994; Nivón y Rosas, 1991; Nateras, 2002; Gama, 2009; Castillo, 2004; Saraví, 2009a, Saraví, 2009b; Valenzuela, 1997; Saintout, 2009).

Además, algunos investigadores han coincidido en señalar que el mundo de los jóvenes posee características propias y diferentes a otros grupos sociales, de ahí que se involucren en diferentes proyectos en los cuales vean reflejados sus intereses y sus perspectivas del mundo. Ejemplos cotidianos son los que describimos arriba y además en otros como: murales, grafitis, cómics, fanzines, performance y música, solo por mencionar algunos. Este proceso se ha traducido en el concepto de subculturas juveniles. Según Feixa (1998), se considera cultura a la manera en que las expresiones sociales de los jóvenes son manifestadas colectivamente mediante la construcción de estilos de vida distintos, dichas expresiones se localizan fundamentalmente en el tiempo libre o en los espacios intersociales de la vida convencional.

Los estilos a los cuales hace referencia Feixa tienen que ver con la imagen socio-corporal que es desplegada en los ámbitos públicos en lo que va incluido un determinado lenguaje a través del cual los jóvenes plasman y conceptualizan una visión particular del mundo, en donde ellos pueden ironizar a los elementos que provienen de la llamada cultura oficial, la cual es hecha por los adultos. De tal forma que estos estilos de vida proveen de una identidad a los sujetos.

Ejemplos de estos grupos son: punks, indis, skatos, cholos, rockers, fresas, snobs, fashion, darks, góticos, emos, reguetoneros, metaleros, etcétera. Estas identidades se reafirman con la creación y el uso de una serie de accesorios o artefactos que acompañan y que en mucho contribuyen a su creación, ejemplo de esto son la música, el lenguaje, la estética corporal, la ropa y diversas producciones (Martínez Ríos, 2010).

Por lo tanto, bajo estos presupuestos es importante destacar que la identidad es el resultado de diversas y múltiples combinaciones. En un estilo pueden estar presentes emblemas o sintetizados otros estilos. Así, los jóvenes en sus rituales y acciones cotidianas tienen la capacidad de mezclar y de combinar sentidos, mensajes, significados, símbolos, los cuales aparentemente pueden tener significados contradictorios entre sí (Brito, 2002).

Hacer referencia a este importante sector de la población en la actualidad es hablar también de una fractura de los sentidos y de los significados que articulaban la vida social de varias generaciones, de igual forma hablar de la juventud es hablar de una creciente situación o experiencia de exclusión de todo o casi todo. Las culturas juveniles tienen más que ver con el proceso o la manera en que las experiencias sociales de los jóvenes son expresadas en colectivo mediante o a través de estilos de vida distintivos, localizados en los espacios o en el tiempo libre o en aquellos espacios diferentes a los de la vida institucional.

Tenemos entonces el surgimiento de estas culturas juveniles que se construyen o se apropian para ello de espacios, tiempos y rituales específicos. En todo ello los jóvenes recurren a imágenes, símbolos, discursos, estilos juveniles trasnacionales, aunque a un nivel local son repensados y readaptados por las amplias capas de las juventudes a nivel nacional, regional y local. Algunos estudios revelan el interés sobre aspectos de género en las culturas juveniles, hecho que apunta hacia los cambios que experimentan las sociedades actuales.

Las diversas culturas juveniles representan desde sus orígenes una de las más claras expresiones de la globalización cultural; sin embargo, esto no representa una homogenización planetaria, al contrario, estas culturas simbolizan o representan no solo un aspecto vinculado a la modernización, sino que también en ellas se condensan y ellas mismas reflejan problemáticas locales, nacionales y estatales muy específicas. Las culturas juveniles deben entenderse como un proceso de formación y de dotación de sentido y de significado de identidad a una escala individual y grupal. La mediación juvenil se manifiesta en la forma creativa en la que se desarrolla, construye y reconstruye la identidad de los grupos y los significados que ella conlleva. En este proceso las llamadas culturas se aprovechan de una amplia gama de posibilidades y de influencias estéticas. Además es importante destacar el hecho de que actualmente los jóvenes cuentan con muchos recursos que contribuyen al movimiento y al contacto a nivel global, se cuenta con recursos globales para la creatividad local. Por lo tanto, las culturas globales y locales aparecen como una reacción a las percepciones del riesgo generacional en la globalización contemporánea.

Al considerar la importancia del factor simbólico-cultural en los procesos cotidianos de construcción de un referente identitario, Rossana Reguillo (2010) señala que la condición juvenil en la actualidad debe de ser entendida como un conjunto multidimensional de formas particulares, diferenciadas y culturalmente acordadas que otorgan, definen, marcan, establecen límites y parámetros a la experiencia subjetiva y social de los jóvenes. De tal forma que la condición juvenil se refiere entonces a posiciones, categorías, clases, situaciones, prácticas, autorizaciones y prescripciones que se asumen como naturales al orden vigente y tienden a naturalizarse como propias o inherentes a esta franja etaria. Entonces la condición juvenil alude a los mecanismos tanto estructurales como —especialmente— culturales que enmarcan el proceso de inserción de sujetos concretos, considerados jóvenes en una dinámica sociocultural histórica y geopolíticamente configurada (Reguillo, 2010).

En este sentido, se vuelve clave desarrollar análisis que partan o que privilegien una doble ruta que no eluda los marcos constrictivos de las estructuras sociales, pero que a la vez también sean capaces de incorporar la dimensión subjetiva de los jóvenes como actores sociales en su proceso de construcción. Partiendo de esto, adquieren importancia las entrevistas que se desarrollan para retratar y construir la historia desde el punto de vista de los jóvenes. Las entrevistas, aunque solo hagan alusión a una breve parte de sus experiencias son bastante significativas, ya que ahí llegan a plasmar una visión de lo que hasta ese momento ha sido su vida.

Reitero, desde un mundo lleno de contingencias, carencias e incertidumbres, se ha vuelto clave el análisis sobre cómo y a través de que instancias los jóvenes pueden alcanzar significados, sentidos y mínimas certezas en el contexto actual. En este sentido, la propia Rossana Reguillo (2010) ha destacado que ante la situación de carencias e incertidumbres de los jóvenes, estos se han visto orillados a desarrollar las siguientes opciones como una alternativa a las carencias que enfrentan de manera cotidiana. Dichas opciones son las siguientes:

• Vinculación con las estructuras del crimen organizado o del narcotráfico

• Diversidad de ofertas y ofertadores

• El mercado-consumo a través de diversas ofertas de identidad

Estas son tres instancias que al joven se le presentan como opciones en el proceso de reapropiarse del "yo" en los contextos contemporáneos. Estas tres alternativas se han vuelto clave en el proceso de construcción de la biografía de miles de jóvenes, a quienes se les atribuye la responsabilidad de su condición de vida. Bajo esta perspectiva, para algunos actores-sectores de la sociedad es claro que son los propios jóvenes quienes resultan incapaces para adaptarse al orden-desorden social que impera actualmente, por lo tanto, se privilegia la solución biográfica o individual de los jóvenes a las contradicciones sistémicas. Aquí se destaca el hecho de que sean los sujetos los responsables de crear sus propias soluciones personales a las condiciones de exclusión, pobreza y marginación que les han sido impuestas por intereses y fuerzas sociales y económicas de las cuales ellos, en su mayoría, no forman parte (Bauman, 2011).

Como lo señala Perea (2008), lo central en el proceso de búsqueda de compensación frente al vacío dejado por el deterioro y la crisis de las instituciones, se realiza ya no desde la ciudadanía o desde la demanda política del reconocimiento del "yo" del actor, sino a partir de las múltiples y complejas pertenencias del sujeto juvenil, desde el culto a la santa muerte hasta su participación en organizaciones de jóvenes empresarios; pasando por los textos de autoayuda.

También hay que enfatizar el hecho de que los jóvenes buscan conformar espacios o circunstancias para alcanzar una mayor sociabilidad (maneras de estar juntos, comunicarse, encontrarse, maneras de sentirse juntos y de estar seguros). En este sentido, se vuelve clave el análisis del mercado, del consumo, del ocio y de las variadas actividades de entretenimiento que desarrollan los jóvenes, y que aparecen como una de las alternativas para lograr lo que anteriormente se señaló.

 

El ocio, consumo y entretenimiento entre los jóvenes

En particular en México a partir del resultado de la Encuesta Nacional de Juventud 2000 se pudo constatar el peso que para todos los jóvenes han adquirido ciertas formas de consumo. En este sentido, la ropa, otros accesorios y la música se constituyen en algunos de los bienes más deseados por parte de los jóvenes. Aspectos como la apariencia y la moda, seguidos del lenguaje, la música y los gustos aparecen como opciones que están muy por encima de muchas otras encaminadas a desarrollar una actitud de mayor participación o toma de conciencia, responsabilidad y compromiso. Un claro ejemplo de lo anterior es el escaso o nulo interés de los jóvenes por participar en actividades con grupos políticos. Reguillo (2010), al igual que otros investigadores, destaca que el consumo se ha constituido como un marcador central en el proceso de construcción/reconstrucción de las identidades juveniles en el capitalismo actual. En este sentido, el consumo se ha abierto paso como un espacio que permite a los jóvenes afirmar la inclusión, la pertenencia, la membresía social. Las marcas comerciales aparecen como un dispositivo de diferenciación social, como mecanismo de distinción, como emblema de pertenencia.

El gusto por algún tipo de música o músico en particular significa para muchos jóvenes la adscripción a una agrupación, en la cual se congregan otros con quienes se comparte el mismo interés (Marcial, 1997) y se desarrollan otras actividades claves en el proceso de la socialización. Incluso otro aspecto que hace necesario el análisis del consumo y de los medios de comunicación es que estos se constituyen en instancias educadoras anónimas; es decir, en los espacios fuera del hogar como las calles, el barrio, los centros comerciales y, particularmente, los medios de comunicación los jóvenes se conectan y se interrelacionan generando nuevos mensajes, y de igual forma se construyen nuevas manera de interactuar y socializar. Estos espacios, junto con la escuela, se constituyen como verdaderos agentes culturales y de socialización y las prácticas que ahí se generan, por lo tanto, deben de ser consideradas configuradoras de visiones de mundo y de prácticas culturales y sociales de los jóvenes en los tiempos recientes. Por lo tanto, se entiende en estos momentos que los jóvenes trazan su identidad en el proceso de la intersección de los procesos cotidianos que desarrollan en su hogar, en la escuela, en sus centros de trabajo, pero también en lo que ellos consumen en las pantallas, las redes sociales y los centros comerciales. Todo ello contribuye a crear y a modificar la apreciación que tienen del mundo y la realidad que los rodea (Suárez Zozaya, 2010; Morduchowicz, 2008 y 2010).

Además, hay que destacar lo señalado por García Canclini (2010) en lo que se refiere al consumo. Este autor enfatiza que el acceso de los jóvenes a determinados bienes se hace a partir de la informalidad, es decir, el consumo que hacen los jóvenes de ciertos bienes como: ropa, calzado, música y otras mercancías. Incluso destaca que el acceso a una fuente de trabajo se alcanza a partir de los contactos o las redes familiares. Además es una realidad que la mayoría de los jóvenes excluidos solo pueden tener acceso a muchos bienes a través de las vías de la informalidad, siendo esta una de las características más significativas y distintivas del consumo entre la población joven en el país (García Canclini, 2010).

 

Comentarios finales

Entre los resultados más significativos que ofrecen las investigaciones consultadas se encuentra el hecho de que las economías de los países latinoamericanos tienen que atacar las causas estructurales que han generado el incremento del desempleo en la región, situación que ha impactado de manera negativa en las aspiraciones de movilidad entre la población juvenil. Esta falta de movilidad, lo complicado que resulta alcanzar un puesto de trabajo y lograr estabilidad en el mismo, como muestran las investigaciones, termina por impactar en diversos ámbitos de la vida cotidiana, por ejemplo, en el incremento de la violencia. Es decir, las economías de América Latina tienen que instrumentar medidas encaminadas a generar los empleos que requiere la población juvenil que busca integrarse al mercado laboral. De igual forma se hace necesaria la instrumentación de reformas que promuevan una mejor distribución de la riqueza entre la población, es decir, reformas encaminadas a abatir las graves desigualdades económicas que se presentan al interior de las economías de los países latinoamericanos. Por lo tanto, resulta preocupante que en América Latina las economías no hayan sido capaces de generar estrategias que permitan un crecimiento económico sostenido y que logren abatir las graves desigualdades económicas que se padecen al interior de cada país. También es significativo ver como el libre mercado y la democracia no han sido, por si solas, capaces de generar oportunidades para las mayorías; al contrario, hemos sido testigos de una tendencia que empuja a los jóvenes a vivir sin poder acceder a los privilegios de la educación, de un empleo seguro, lo que termina por abonar el terreno para el incremento de actividades violentas que encuentra en los jóvenes un campo fértil para su crecimiento.

En fin, los tiempos actuales son tiempos de mayores libertades para los jóvenes, pero a la vez son tiempos de tensión, de mayor hostilidad, y esto ha generado mayor incertidumbre, miedos, estrés y depresión.

Frente a los jóvenes de América Latina se presentan grandes retos que demandarán también importantes compromisos por parte de la sociedad. El estigma y el rechazo que siguen enfrentando muchas de las comunidades juveniles se debe no a la incapacidad de los jóvenes para innovar y para adaptarse a las nuevas circunstancias. Dicha capacidad está demostrada, es una de las grandes ventajas y riquezas de la población juvenil contemporánea; sin embargo, estas ventajas y otras capacidades adquiridas por los jóvenes latinoamericanos se muestran también a la par del otro rostro de esta historia, el de la violencia, de la intolerancia, de un incremento significativo en el consumo de droga, de la sexualidad temprana y de muertes violentas. Las cosas no podrán ser de otra manera si el contexto y el espacio inmediato de los jóvenes se encuentra plagado de violencia que se padece y se genera desde el interior del hogar. Sin embargo, este tipo de prácticas se deben de entender como una respuesta ante una realidad que se desprende de un contexto económico y sociocultural más amplio y que se encuentra en crisis.

En este sentido, la criminalización y el rechazo que se hace de muchas prácticas en las que se ven envueltos los jóvenes son una manera poco afortunada de entender una realidad que por sí misma resulta ser difícil y compleja. Incluso uno de los aspectos interesantes que se comenta en el documento de la CEPAL y de la OIJ es que el importante incremento de agrupaciones juveniles-pandillas de los últimos tiempos y que muchos señalan como grupos en los que únicamente se promueve la violencia; sin embargo, para los autores de los documentos, la perspectiva que se tiene de las pandillas y otros grupos es muy diferente, ya que destacan que estas agrupaciones operan también como sistemas de integración social a un nivel micro.

Además es importante señalar que estos grupos reflejan, compensan y refuerzan la desintegración social. Los grupos juveniles otorgan un espacio alternativo de socialización a jóvenes que han sido excluidos de oportunidades de empleo, educación y de alguna vida familiar "normal". Los grupos juveniles otorgan y aparecen como un espacio alternativo de socialización, otorgan un sentido de pertenecía, el cual se basa en acciones colectivas, las cuales van desde compartir el tiempo libre hasta llevar a cabo delitos. Desde esta perspectiva, las agrupaciones juveniles, conocidas también como pandillas, aparecen como un espacio de participación social, en donde se comparte un sistema de valores, y que contribuyen para que se afirmen o reafirmen las identidades personales o grupales por medio de códigos de comunicación. De esta manera los jóvenes desarrollan y experimentan nuevas formas de autoridad y de comunicación, siendo estas muy diferentes y distintas de aquellas que existen en el mundo de las instituciones formales o en el mundo de los adultos.

Por todo lo que aquí se ha presentado, es un hecho que los jóvenes enfrentan graves problemas en el mundo contemporáneo, se destaca el problema del empleo, que se hace mucho más grave a pesar de que esta nueva generación de jóvenes son el grupo etario con mayores niveles educativos y con un mayor acceso a la información a través de una mayor conectividad. No obstante, los jóvenes se mueven, recrean sus referentes de pertenencia, pero también enfrentan graves riesgos e incertidumbres. Todo ello sirve para reclamar formas, mecanismos y compromisos que permitan o posibiliten avanzar en la consecución de políticas o programas públicos que estén orientados al desarrollo, la participación y el bienestar integral de los jóvenes. Además, la mejoría que se puedan lograr en las condiciones de vida de los miles o millones de jóvenes dependerá también mejoramiento que logren alcanzar otros indicadores a nivel estructural. También es importante destacar que la responsabilidad de alcanzar mejores condiciones de vida para los jóvenes y sus familias no es solamente de las instituciones gubernamentales y de los organismos de la sociedad civil. Es también una responsabilidad que deben de asumir los propios jóvenes y sus propias familias.

Finalmente, frente a un contexto de crecientes desigualdades y exclusión, hay que destacar el aspecto creativo y propositivo de los jóvenes. Lo anterior, como quedó demostrado, ha encontrado en el ámbito de la cultura y el consumo espacios en donde se desarrollan actividades encaminadas a contribuir al proceso de construcción de las identidades de los jóvenes. Ellos han hallado ahí una oportunidad para encontrarse con sus pares y a partir de algunas prácticas asociadas al consumo, ocio y entretenimiento es que podemos decir que somos testigos de una reconfiguración de las identidades juveniles, mismas que están cada vez más articuladas a repertorios eclécticos, diversos, personales y cada vez más desterritorializados. Lo anterior demuestra que el proceso de reconstrucción de la identidad de los jóvenes está cada vez más vinculado con las ofertas y con los discursos, ofertas y estrategias que provienen del mercado y fundamentalmente de un mercado cultural/simbólico internacional. Además, en todo esto se destaca el valor y la importancia de los medios de comunicación (fundamentalmente el uso de las redes sociales) en el proceso de la construcción del "yo", es decir en el proceso de la reconstrucción de la identidad. De esta manera, es clave destacar que el tema de las nuevas tecnologías de la información se coloca como un importante actor en la vida cotidiana de los jóvenes. En este sentido, las redes sociales aparecen como un importante complemento en el proceso de aprendizaje, ya que los jóvenes invierten una buena cantidad de tiempo en "navegar", y en los espacios virtuales acceden a información complementaria a la que obtienen de sus espacios de aprendizaje y se ha vuelto un importante espacio de socialización y de interacción con sus contrapartes de otras regiones y de otros países.

En el contexto de creciente marginación, las juventudes han revalorado el binomio espacio-tiempo, ya que resulta clave, pues sus diversos proyectos de vida y procesos de reformulación de identidad suceden en espacios flexibles/virtuales como las redes sociales. Sus referentes identitarios son referentes desterritorializados. No existe, por lo tanto, la idea de la existencia/pertenencia a un solo y único territorio, ya que una gran parte de los objetos, marcas/imágenes que consumen son globales; ante ello, el proceso de adscripción identitaria es el resultado de un consumo de lo global, además sus prácticas y tácticas son efímeras, cambiantes y diversas. Los jóvenes ya no son solamente jóvenes de esquina, o de sus barrios/ colonias, para muchos de ellos ya no hay fronteras para mantenerlos recluidos en sus espacios. Las identidades de los jóvenes encuentran sus insumos en bienes/ideas/símbolos globales. Los jóvenes se mueven en un entramado complejo, ya que se mueven en lo local, pero mucho de lo que ahí hacen y dicen encuentra su eje de influencia fuera de su territorio, esto se entiende por el efecto de la llegada de Internet, las redes sociales, y ello hace que los espacios-territorios-fronteras de los jóvenes se vuelvan difusos. Sin embargo, los espacios locales siguen siendo espacios clave, ya que es en los espacios locales en donde los jóvenes llevan a cabo sus acciones de resistencia y de negociación ante lo global.

 

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Notas

1 Recientemente el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) destacó que seis de cada 10 mexicanos generan sus ingresos económicos en actividades denominadas informales, lo cual es un importante indicador de la falta de capacidad del sector público y privado para generar nuevos espacios laborales. Además, es significativo destacar que muchos de estos espacios laborales que se generan en la informalidad son precarios (Durán, 2012).

2 La CEPAL destacó recientemente que las cifras actualizadas a 2011 sobre pobreza e indigencia en América Latina observan una tendencia a la disminución; sin embargo, es evidente que persisten situaciones como la segmentación del empleo, vacíos en la protección social de importantes sectores de la población, en donde se destacan los jóvenes y la población de la tercera edad, y también todo esto tiene un marcado rostro de género, es decir, las mujeres siguen siendo un sector muy vulnerable. Y en este mismo sentido, la CEPAL destaca que con las cifras disponibles la región sigue resaltando por presentar los niveles de desigualdad más altos del mundo (CEPAL, 2012).

3 Las cifras que arrogan las diversas encuestas que se han realizado en torno al problema de las adicciones en México demuestran que el consumo se ha incrementado de manera significativa en los últimos 10 años. Esto último queda demostrado con el hecho de que entre 2002 a 2008 aumentó en más de 150 mil el número de adictos o consumidores de alguna droga. Por ejemplo, el número de personas que habían consumido droga alguna vez en su vida se incrementó de 3.5 a 4.5 millones, lo que representó un incremento de 28.9 por ciento. Un aspecto significativo en este incremento en el número de consumidores es el registrado entre la población femenina, ya que entre 2002 y 2008 se pasó de 0.9 a dos por ciento, es decir, 800 mil mujeres han consumido drogas alguna vez en su vida. También los resultados de las encuestas señalan que la curiosidad o la convivencia con fumadores o con bebedores son los principales motivos para acceder al consumo de estas drogas. Tanto entre hombres como entre mujeres el grupo de edad que muestra los niveles más altos en el consumo de alcohol es el de 18 a 29 años, aunque entre las mujeres se ha notado un importante incremento en el número de bebedoras, concentrándose principalmente entre las adolescentes. En lo que se refiere a las tendencias en el consumo de drogas, las encuestas señalan que las drogas ilegales y médicas se han incrementado de manera significativa entre la población rural y la población urbana. En este sentido, las drogas ilegales como la mariguana, cocaína y sus derivados, heroína, metanfetaminas, alucinógenos, inhalables y otras más aumentaron su consumo al pasar de 4.6 a 5.2 por ciento. El consumo por género indica que es mayor entre los hombres, aunque el consumo de estas drogas ha registrado un incremento entre la población femenina, ya que se duplicó al pasar de uno por ciento en 2002 a 1.9 en 2008, mientras que entre los hombres pasó de ocho a un 8.8 por ciento. También las cifras señalan que la mariguana y la cocaína son las sustancias preferidas por la población, el consumo de la primera pasó de 3.5 a 4.2 por ciento, mientras que el consumo de la segunda se pasó de 1.2 por ciento en 2002 a 2.4 en 2008; es decir, se duplicó su consumo en un periodo de seis años. Los datos de la encuesta de adicciones muestran que la cocaína ha desplazado a los inhalables entre la población, aunque su consumo ha mostrado importantes variaciones, es un hecho que desde los años noventa el consumo de la cocaína ha ganado presencia. No obstante también se han registrado otros incrementos como el caso del crack y las metanfetaminas, cuyo consumo se ha incrementado en seis veces. Al parecer el consumo de alcohol y de cigarros es la puerta de entrada para el consumo de otras drogas; se señala también que el consumo de alcohol en el núcleo familiar y en el entorno es un importante factor (Centro de Integración Juvenil, 2010).

 

Información sobre el autor:

José Guadalupe Rivera González. Es doctor en Ciencias Antropológicas y se desempeña como profesor e investigador en la Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades, así como en la Licenciatura en Antropología de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Es miembro del Cuerpo Académico: Estudios regionales y de frontera interior en América Latina y pertenece al Sistema Nacional de Investigadores. Sus líneas de investigación son: antropología de las juventudes en América Latina, antropología urbana y turismo, patrimonio cultural y desarrollo sustentable. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: " Tres miradas a la experiencia de la exclusión entre las juventudes en América Latina" (2011), "Potencialidades y desafíos del turismo y ecoturismo en el estado de San Luis Potosí, México: retos y expectativas para alcanzar el desarrollo regional" (2012), "Juventudes emergentes: percepciones en torno a la familia, la escuela, el trabajo y el ocio en jóvenes en contextos rurales en San Luis Potosí, México" (2012). Dirección electrónica: joserivera@uaslp.mx

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