Las reliquias gozaron de un enorme prestigio devocional, que redundaba en el prestigio de la Iglesia que las poseía. Expresión de esta estima fue el encargo de valiosos relicarios para las más significativas y la construcción de retablos para su veneración y hasta de capillas enteras donde exhibirlas. No es el momento de hacer un tratado sobre las reliquias ni sobre la tipología de las mismas, de los relicarios, ni siquiera de las geografías de donde proceden sino de subrayar un hecho que concierne a los monasterios benedictinos de Celanova y San Pedro de Cardeña (Burgos) en relación al intercambio de reliquias entre ambos como una manera de manifestarse estima y fraternidad. En ambos casos las comunidades poseían reliquias suficientes como para poder compartirlas sin reducir el catálogo y el atractivo del propio relicario. Celanova poseía los cuerpos de San Rosendo y San Torcuato y de ellos se podían ofrecer pequeños pero muy estimados fragmentos. San Pedro de Cardeña las abundantísimas de los supuesto monjes mártires de la invasión musulmana que afloraban en uno de los claustros.
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