A medida que las ciudades chinas se van acercando a los pronósticos de 1.000 millones de habitantes para 2025, están empezando a generar una demanda de alimentos sin precedentes. Aún se está muy lejos de satisfacer esta demanda con la producción interna, lo cual hace que algunas empresas agrícolas chinas compren e inviertan en el exterior. Este artículo examina las consecuencias para Brasil y la desconfianza que existe allí respecto a los objetivos y las prácticas de gestión de los inversores chinos, que plantea nuevos desafíos a las relaciones «Sur-Sur».
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