En el año 1977 Joseph Ratzinger publicó su tratado de escatología en el que abordó los debates más acuciantes que durante los años anteriores al Concilio Vaticano II tuvieron lugar en torno al tema de los novísimos. Conceptos como la inmortalidad del alma o el tema del estado intermedio estuvieron, durante aquellos años, en el centro de todo el debate teológico. La sospecha de que esos conceptos no formaban parte de la tradición bíblica, sino que eran un añadido helénico que había que purificar, constituía el núcleo de la discusión.
Con Michael Schmaus, en 1948, se pasó a una escatología más comunitaria, con un mayor peso de la Parusía y de la Resurrección. Sin embargo, a pesar de que ésta inversión se convirtió en tendencia, no fue asumida por nuestro autor. ¿Por qué? El artículo que ahora presento trata de dar una respuesta a esta cuestión.
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