La pretenciosa tentación de creer que, en lo básico, lo sabemos todo y que ya no quedan en el mundo enigmas lo bastante grandes como para dar la vuelta a nuestras ideas globales, el algo que ha seducido al hombre desde que tomó conciencia de su propia valía intelectual. A menudo, los más relevantes pensadores y científicos se han aproximado a la negra frontera de la irracionalidad, cuando las sombras grises de lo desconocido los han rodeado. En lugar de encender luces para disipar tinieblas, se han encondido en la negación, la ridiculización o el orgullo mal entendido.
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