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Resumen de Cambio ambiental y desafíos en el Himalaya: una perspectiva histórica

Jack D. Ives

  • español

    Esta perspectiva global, o retrospectiva, tiene dos objetivos. El primero es demostrar cómo se aplicaron los principios de la “geoecología de montaña” en un intento por contrarrestar los impactos políticos y socioeconómicos de una errónea ortodoxia ambiental, la Teoría de la Degradación Ambiental del Himalaya (en adelante referida como la “Teoría”). El segundo es explorar las dificultades para transferir los resultados de la investigación científica en montaña a los procesos públicos de decisión. En este sentido, el artículo debería ser contemplado como un estudio de caso de los efectos potencialmente serios de las exageradas respuestas a las ortodoxias basadas en suposiciones y mitos de última hora. Un tercer objetivo, reservado a otro trabajo publicado en este volumen, subraya los orígenes de la geoecología de montaña y explora cómo la investigación académica influyó en la incorporación de la preocupación por los problemas de la montaña en la AGENDA 21, uno de los principales resultados de la Conferencia de Naciones Unidas de 1992 sobre Medio Ambiente y Desarrollo (popularmente conocida como la Cumbre de Río), y la declaración de 2002 como el Año Internacional de las Montañas.

    La ortodoxia ambiental original (la Teoría) ha sido eclipsada desde el cambio de milenio por una nueva alarma populista que propone que el actual calentamiento climático hará que todos los glaciares del Himalaya desaparezcan en un futuro próximo. De ahí puede deducirse que, a medida que la fusión glaciar progrese, numerosos lagos glaciares reventarían y las consiguientes avenidas aniquilarían a millones de personas. Eventualmente, tras la desaparición de los glaciares, algunos ríos fundamentales, como el Ganges y el Brahmaputra podrían convertirse en ríos estacionales ocasionando la pérdida masiva de vidas humanas debido a la desertificación y el hambre. Esta alarma ambiental podría ser vista como paralela a la Teoría original, y será examinada en la parte final de este artículo.

    Entre 1970 y 1985 se mantuvo la opinión entre los científicos y especialistas en desarrollo, así como entre los conservacionistas, de que el Himalaya estaba al borde del colapso ambiental, socioeconómico y político. Este pesimismo y predestinación fue adoptado ávidamente por periodistas, políticos y diplomáticos, e influyó en la dedicación de grandes sumas de dinero y ayudas. En pocas palabras, a comienzos de los años setenta se asumió la ocurrencia de un desastre ambiental determinado por el crecimiento demográfico de comunidades que dependían de los bosques de montaña para la obtención de energía, forraje, materiales de construcción y expansión de los terrenos agrícolas. La asunción de una rápida y catastrófica deforestación de laderas pendientes bajo clima monzónico (el Banco Mundial predijo que no habría bosques accesibles en Nepal hacia el año 2000) condujo inexorablemente a aceptar otras suposiciones: aumento de la erosión del suelo y acentuación de la incidencia de los deslizamientos; incremento de la magnitud y frecuencia de las avenidas y del transporte de sedimento en las llanuras del Ganges en India y Bangladesh; conflictividad social y política, cuando no serios conflictos armados, es decir, la noción de una supercrisis mundial, teniendo en cuenta que la región en cuestión contiene alrededor del 10 por ciento de la población mundial y alrededor de la tercera parte de los más pobres.

    Como se pone de relieve a continuación, ninguna de esas ideas se basaba en evidencias fiables, pero fueron aceptadas mundialmente como un hecho. Representan un ejemplo claro de los peligros asociados a la adopción de mitos u ortodoxias ambientales, especialmente donde el mito es una construcción “científica” del mundo occidental. Yo la definí como la Teoría de la Degradación Ambiental del Himalaya (Ives, 1985).

  • English

    his overview, or retrospective, has two objectives. The first is to demonstrate how the principles of ‘mountain geoecology’ were applied in an attempt to counteract the political and socio-economic impacts of a major and misguided environmental orthodoxy-the Theory of Himalayan Environmental Degradation (henceforth to be referred to as the ‘Theory’). The second is to explore the difficulties of transferring the results of on-going scholarly mountain research into the public and political decision-making process. In this sense the paper should be regarded as a case study of the potentially serious effects of exaggerated and emotionally based responses to orthodoxies founded on assumptions and latter-day myths. A third objective, reserved for the companion paper in this issue, outlines the origins of mountain geoecology and explores how academic research influenced the inclusion of high level concern for mountain problems within AGENDA 21, one of the prin- cipal results of the 1992 UN Conference on Environment and Development (popu- larly known as the Rio Earth Summit) and declaration of 2002 as the International Year of Mountains.

    The original environmental orthodoxy (the Theory) has been eclipsed since the turn of the Millennium by a new populist alarm proposing that the current climate warming will cause all the Himalayan glaciers to disappear in the near future. From this it would follow that, as the glacier melt progresses, numerous large glacial lakes, forming as a consequence, would burst and the ensuing floods would annihilate many millions of people. Eventually, as the glaciers disappeared vital rivers, such as the Ganges and Brahmaputra, would wither to seasonal streams heralding further massive loss of life due to desertification and starvation. This current environmen-tal alarm could be regarded as a present day parallel to the original Theory and will be examined in the final section of the paper.

    Between 1970 and about 1985 it was almost universal wisdom amongst schol- ars and development specialists, as well as conservationists, that the Himalaya were on the brink of environmental, and hence socio-economic and political collapse. This theme of gloom and doom was taken up avidly by journalists, politicians, and diplo- mats; it influenced the expenditure of large sums of aid and development money, and augmented periodic international confrontations. In concise terms, in the early 1970s an assumed approaching environmental disaster was perceived to be driven by relentless growth in the population of subsistence hill communities and their dependence on mountain forests for fuel, fodder, building materials, and conversion to agricultural land. The assumption of rapid and catastrophic deforestation of steep hillslopes under a monsoon climate (the World Bank predicted that there would be no accessible forest remaining in Nepal by the year 2000) led inexorably to a series of dependent assumptions: increasing soil erosion and worsening landslide inci- dence; accelerated flooding and siltation on the plains of Gangetic India and Bangladesh; social and political unrest, if not serious armed conflict – the notion of a world super-crisis, considering that the region in question contained about ten per- cent of the world’s entire human population and about thirty percent of its poorest.

    As will be emphasized later, none of this all-embracing construct was based on reliable evidence, but it was accepted world-wide as a given. It represents a prime example of the dangers associated with convenient adoption of environmental myths, or environmental orthodoxies, especially where the myth is a Western ‘scientific’ construct. I characterized it as The Theory of Himalayan Environmental Degradation (Ives, 1985).


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