Desde finales de la década del ‘80, la exhibición cinematográfica y, más generalmente hablando, el consumo audiovisual vienen experimentando profundas transformaciones. Diversas investigaciones sostienen que la irrupción de los complejos multisalas desarrolló un modelo de negocios que paulatinamente, redujo la salida al cine a los estratos de mayor poder adquisitivo de la sociedad. Teniendo como referencia a la Ciudad de Buenos Aires, el presente artículo intentará, por un lado, complejizar o ampliar sucintamente la llamada tesis de la elitización del cine; por otro, y siguiendo estadísticas actuales en referencia al consumo, polemizar con aquella tesis, indagando el vínculo que aún mantienen ciertas fracciones de los sectores medios y medios-bajo de la población con aquel ritual.
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