La extraña historia del bitcoin

08 / 01 / 2014 12:15 Abel Fernández y Andrés Alonso (Sintetia.com)
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La moneda virtual de innegable éxito mediático no está llamada a ser un medio útil de intercambio como el resto de divisas físicas.

El auge de Internet y de las redes de intercambio peer-to-peer (conexión entre ordenadores sin necesidad de un servidor de control) ha hecho posible el nacimiento de un nuevo fenómeno: las criptomonedas, una forma de dinero virtual con creación e intercambio virtuales que varios colectivos han abrazado con entusiasmo. Aunque son varias las iniciativas en marcha, el mayor caso de éxito es sin duda bitcoin, una moneda virtual creada por un colectivo anónimo de hackers y que tiene ya sus propios mercados de intercambio e incluso fondos de inversión dedicados a la misma –el más famoso de ellos, creado por los hermanos Winklevoss, famosos por su autoría parcial en la idea original de Facebook–. ¿Qué son las criptomonedas? ¿Están destinadas a sustituir a las monedas tradicionales? ¿A qué se debe el auge reciente del bitcoin?

El bitcoin es una moneda virtual que se genera mediante un costoso proceso de búsqueda criptográfica. Miles de ordenadores trabajan continuamente en el mundo para descifrar la secuencia de caracteres que dan lugar a un nuevo bitcoin, y las propias cadenas llevan en sí la información de todos los bitcoins generados en el pasado. Así, es inmediato comprobar la veracidad de un bitcoin comprobando su pertenencia a la cadena. Aunque el bitcoin no está a salvo de robos –habiéndose producido algunos casos sonados durante las últimas semanas–, sí hay una seguridad total en la veracidad de las transacciones efectuadas con bitcoin. El proceso de búsqueda –denominado “minería de bitcoins”– es cada vez más complejo conforme el ritmo de nuevos descubrimientos es cada vez menor. Para descubrir los nuevos bitcoins es necesario el trabajo coordinado de numerosos ordenadores, hasta el punto de que el consumo de energía necesario para obtenerlos es significativo.

El espíritu que ha guiado su concepción ha sido el de la creación de una moneda libre de las injerencias de los bancos centrales y de la banca comercial. Y sus más acérrimos defensores se encuentran, así, en dos bandos habitualmente antagónicos pero, en esta ocasión, curiosamente relacionados. Por un lado, podríamos caracterizar a los ciberactivistas más ligados a la izquierda, los cuales ven en el sistema financiero la raíz de muchos de los males del mundo actual. Los cercanos a esta postura ven en el bitcoin una solución descentralizada a sus necesidades de transacciones. En lugar de tener su dinero en un banco y de depender de una tarjeta de crédito para realizar transacciones por Internet, el sistema de pagos ofrecido por el bitcoin no depende de las instituciones bancarias tradicionales, lo cual implica un ahorro de comisiones bancarias y el fin de la dependencia financiera respecto a los bancos.

Por otro lado, los defensores del liberalismo más extremo desean una moneda libre del ámbito de acción de los bancos centrales, los cuales tienen encomendada, en las economías modernas, la creación de moneda. Los bancos centrales son las instituciones encargadas de la ejecución de la política monetaria. Y, a pesar de que una de sus funciones principales es la estabilidad de los precios –es decir, controlar la creación de dinero para que la inflación sea moderada–, los bancos centrales tienen también encomendada una cierta responsabilidad en el crecimiento económico y el empleo. Así, al responder a las crisis económicas con expansiones de la base monetaria, tanto la moneda como los títulos denominados en la misma acaban perdiendo valor, perdiendo interés como depósitos de valor.

El valor de la moneda.

¿Cuál es el valor fundamental de un bitcoin? ¿Existe una forma estándar de estimar dicho valor? La respuesta a estas preguntas es realmente difícil, y para ella hemos de remontarnos al origen mismo del dinero. Las primeras monedas consistían en bienes no perecederos que, además de ser útiles como medios de intercambio, tenían también utilidad fuera del mismo. Los cantos rodados de los ríos, útiles para la fabricación de hachas, resultaban también útiles para realizar intercambios y constituyen uno de los primeros ejemplos históricos de dinero. Más tarde, los metales acabaron imponiéndose como medio de pago dada la facilidad de fundido y acuñación. Así, dada su utilidad adicional a su uso como medio de pago, las monedas tradicionales tuvieron siempre un cierto valor fundamental, asegurado por su utilidad alternativa a la del medio de pago.

El nacimiento del dinero fiduciario se debió a la incapacidad de los medios de pago tradicionales para adaptarse a las necesidades de una economía moderna. Por un lado, muchos precios tienen problemas para ajustarse a la baja, lo cual dificulta los ajustes sectoriales inevitables que genera la innovación. En este sentido, una cierta inflación facilita que los precios se ajusten con el paso del tiempo. En segundo lugar, las crisis económicas suelen disparar la demanda de “activos refugio”; en la medida en la que los metales preciosos funcionan bien como refugio en estas situaciones, las crisis en los sistemas monetarios basados en el oro llevaban consigo un componente deflacionario que dificultaba la reducción de las deudas.

La solución moderna a estos problemas, las monedas fiduciarias, no tienen activo alguno que respalde su valor, por lo que su única utilidad es la de ser utilizadas como medios de pago. Ese es su único valor y, en esencia, ese es también el valor del bitcoin. Pero existe una gran diferencia entre el bitcoin y las grandes monedas como el euro o el dólar: así como la cantidad de dinero de las grandes divisas está controlada por sus bancos centrales y puede amoldarse en gran medida a las circunstancias, la oferta de bitcoins es completamente determinista: existen en la actualidad algo más de 11 millones de bitcoins (subdivisibles en pequeñas fracciones) pero la cantidad total se frenará por definición al llegar a los 21 millones. Y esta vital característica del bitcoin es también la que causa que su precio a corto plazo sea extremadamente volátil. Al ser la oferta de bitcoins fija, todo aumento de la demanda de la misma se traduce automáticamente en una subida de precio, lo cual ha llevado a la moneda virtual a una increíble escalada de valor conforme la demanda de la misma crecía. Cada bitcoin ha multiplicado por más de 9 su valor en unos pocos meses, aunque su valor ha sufrido también fuertes caídas, superiores al 50%, en poco espacio de tiempo. ¿Significa esta subida que el bitcoin está siendo un éxito y que está en el camino de ser globalmente aceptado como medio de pago?

Pues, a pesar de las esperanzas depositadas por muchos colectivos en el futuro de las monedas virtuales, es precisamente dicho aumento de valor el que está dificultando su generalización como medio de pago, ya que la virtud más deseable en cualquier moneda es la estabilidad de su valor. Cuando el valor de una moneda experimenta fuertes variaciones, existe una fuerte incertidumbre alrededor de la misma que la hace poco idónea para el intercambio diario y sistemático de bienes y servicios. ¿Resultaría útil una moneda que puede multiplicar su valor por dos o perder la mitad del mismo en un solo día?

La historia demuestra que los agentes económicos han considerado la volatilidad un problema, y a partir de la volatilidad de las monedas y activos han surgido tradicionalmente mercados de seguros para poder ignorar las variaciones del precio en las transacciones. La variabilidad puede ser mala tanto para el que compra como para el que vende, y el problema se acentúa cuando existe una diferencia temporal entre el pago y la entrega de un producto o la prestación del servicio. Así, por ejemplo, ¿qué sucedería si un salario pactado en bit-coins se ve alterado por una variación en el precio? La parte que saliera perdiendo tendría incentivos fuertes para romper el contrato.

El bitcoin es un valioso experimento en criptografía y puede llegar a convertirse en un activo importante en términos de capitalización e incluso como refugio de valor. Pero su idoneidad como medio de intercambio está en entredicho debido a su enorme volatilidad, que lo hace poco apropiado para transacciones diarias generalizadas. Para que una criptomoneda logre superar este obstáculo deberá tener la capacidad de adaptar su oferta a la demanda de la misma, ganando así estabilidad en su valor además del resto de características que pueden hacer de estas iniciativas una gran innovación.

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