La utopía no es una opción; como no lo es respirar. Igual que el aire da vida, soñar mundos mejores constituye la oxigenación social sin la cual no es posible la existencia política ni moral del ser humano. La pulsión utópica es, por tanto, una dimensión constitutiva de lo humano; es esencial a ña racionalidad inspirarse en sueños posibles o imposibles para continuar su acción de comprensión del mundo y de la vida humana. Por tanto, la razón es utópica por naturaleza, y cualquier consideración de la racionalidad como mera herramienta biológica instrumental no hace más que recaer, ingenuamente, en el viejo mito de la utopía científico-positivista.
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