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Revista RASAL Lingüística 2012/2014, pp. 41- 58. Sociedad Argentina de Lingüística. ISSN 0327-8794 LOS DESAFÍOS DEL ABORDAJE DIACRÓNICO DE LAS LENGUAS Y SU RELEVANCIA TEÓRICA María Mare Universidad Nacional del Comahue/CONICET Resumen El estudio diacrónico de las lenguas quedó fuera de los intereses empíricos y teóricos de la lingüística formal de la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, la atención puesta en la variación lingüística y la adquisición del lenguaje promueven dentro de la gramática generativa la necesidad de volver sobre este tipo de abordajes. En estas páginas, nos proponemos recuperar los aspectos centrales de una discusión que pasa por tres etapas claramente identificables: (1) la lingüística diacrónica como única manera de abordar el lenguaje (Paul 1920 [1880]), (2) el estudio sincrónico como objetivo central para el conocimiento de las lenguas, prescindiendo del recorrido diacrónico (De Saussure 1916) y (3) el enfoque diacrónico como un aspecto que permite explicar fenómenos que escapan al estudio sincrónico y enriquecen el conocimiento del lenguaje (Lightfoot 1991). Aquí nos detenemos en esta tercera etapa con el fin de revisar los objetivos de esta nueva mirada sobre la diacronía y analizar sus consecuencias teóricas para la gramática generativa. Acompañamos este recorrido con la descripción de un fenómeno de variación diacrónica conocido en las lenguas romances -las modificaciones en el sistema de posesivos-, fenómeno que nos permite reflexionar sobre el problema de la direccionalidad del cambio lingüístico. Palabras clave: lingüística diacrónica, gramática generativa, teoría lingüística Abstract During the first half of the twentieth century, the diachronic approach to languages held no empirical or theoretical interests for formal linguistic studies. However, the inquiry about linguistic variation and language acquisition has lead generative researchers back to this type of language studies. In this paper, we review the main aspects of this enterprise, in which it is possible to identify three clear stages: (1) diachronic linguistics as the unique approach to language (Paul 1920 [1880]), (2) synchronic studies as the principal way to expand the knowledge of language, without the diachronic view (De Saussure 1916), and (3) diachronic research as a way to understand some phenomena which go beyond the synchronic study and the knowledge of language (Lightfoot 1991). We chiefly develop this last stage in order to revise the aims of this new approach to diachrony and to analyze its theoretical consequences for Generative Grammar. We accompany our discussion with the description of a well-known romance languages phenomenon- the changes in the possessive system-, whose properties let us reflect on the problem of the directionality of language change. Key words: diachronic linguistics, generative grammar, linguistic theory 1. Introducción El hecho de que las lenguas varían a lo largo de su historia ha sido observado desde tiempos remotos. En Marcial (siglo I d. C.), pueden encontrarse las primeras reflexiones metalingüísticas dedicadas a los cambios sufridos por el latín a causa del contacto con las lenguas de la península ibérica. Los abordajes de las gramáticas con fines normativos también dan cuenta de la percepción del cambio lingüístico. El caso paradigmático es el del apéndice al Instituta Artium de Probo, conocido como Appendix Probi (aproximadamente siglo III d.C.). Sin embargo, el mayor interés por los cambios que presentan las lenguas a lo largo del tiempo tuvo su auge en el siglo XIX con la lingüística comparada. El objetivo central de los estudios comparativos era establecer la manera en la que habían ocurrido los cambios que provocaron el surgimiento de las lenguas romances a partir del latín y, posteriormente, reconstruir la lengua antecesora del latín, el griego y el sánscrito. Los estudios fundadores que inician el desarrollo de la lingüística histórica fueron los de William Jones, a finales del siglo XVIII (cfr. Lehmann 1969:18). Este primer recorrido llevó al estudio de las familias de lenguas y los enfoques se extendieron a las lenguas germánicas, a las eslavas, etc. Durante aquellos años, la finalidad de los estudios lingüísticos fue establecer los aspectos comunes entre las lenguas para así determinar un origen biológico único. Los desarrollos más notables se dieron en lo referido al cambio fonético, que fue el objeto de análisis de los estudios del siglo XIX, al que muchas veces se sumó también el cambio morfológico basado, fundamentalmente, en las modificaciones del sistema de casos. La metodología de investigación consistía en la confección de listas de palabras correspondientes a diversas lenguas para observar las diferencias y similitudes entre sonidos. En virtud de los contrastes, se formulaban leyes para captar y explicar estas diferencias.1 Como señala Paul (1920 [1880]: 20), se consideraba que la única perspectiva de carácter científico referida a las lenguas era la histórica. El cambio de las lenguas como fenómeno claramente observable supuso para algunos estudiosos una serie de consideraciones que iban de la mano con las interpretaciones más radicales de la teoría evolutiva: las lenguas cambian en una dirección, con lo cual hay lenguas más evolucionadas y lenguas menos evolucionadas; el grado de evolución de las lenguas depende del grado de evolución de la comunidad que usa una lengua particular. Si bien esta clase de relaciones no ha prevalecido en el estudio de las lenguas, la pregunta con respecto a la direccionalidad del cambio lingüístico sigue vigente. El principio de direccionalidad o unidireccionalidad supone que las lenguas tienden a cambiar en función de una configuración particular que suponga, por ejemplo, una estructura más simple, un orden más fijo, etc. Así, se entiende que el cambio se produce en una única dirección. En ocasiones, la cuestión se centra en indagar si el cambio que sufren las lenguas a lo largo del tiempo es un síntoma de progreso (véase Aitchison 2001 [1981]). Los puntos a definir son, por un lado, cómo se determina el progreso en términos lingüísticos y, por el otro, si tenemos evidencia empírica que nos permita reconocer algún tipo de direccionalidad, independientemente de la manera en la que se evalúe esa dirección. En última instancia, vale la pena cuestionar la relevancia de este aspecto como uno de los objetivos de los estudios diacrónicos. En cambio, volver la mirada sobre los mecanismos que determinan la variación en el tiempo nos permitiría comenzar a sentar las bases de una tipología del cambio lingüístico, cuyas consecuencias teóricas son claramente prometedoras. 2. El problema de los estudios diacrónicos en el marco de la gramática generativa La gramática generativa supone un cambio radical con respecto a la concepción del lenguaje y, por lo tanto, en la manera en la que se aborda su estudio. La fuente para la recolección de los datos a analizar no son los textos, sino las expresiones de los hablantes de una lengua, concretamente, lo que los hablantes dicen y sus intuiciones con respecto a lo que en esa lengua particular no es posible. La lengua escrita, atravesada por cuestiones normativas y estilísticas, carecería de interés para una teoría que indaga sobre los aspectos cognitivos y biológicos del lenguaje, como una propiedad innata de los seres humanos. En este contexto, disminuye significativamente el interés por las lenguas antiguas, cuyo testimonio solo es posible encontrar en los textos. Es decir, a las dificultades propias de los estudios históricos (cfr. §2.1), se agrega un problema central para la teoría y de imposible solución: la ausencia de hablantes nativos. El primer quiebre con respecto a los estudios diacrónicos lo constituye, en realidad, el Curso de Lingüística General de Ferdinand de Saussure (1916). El conocido paralelismo que establece De Saussure entre la lengua y un partido de ajedrez es central en la discusión sobre tales enfoques. En una partida de ajedrez, cualquier posición dada tiene por carácter singular estar liberada de sus antecedentes; da exactamente igual que se haya llegado a ella por una vía o por otra; el que ha seguido toda la partida no tiene la menor ventaja sobre el curioso que viene a ver el estado del juego en el momento crítico; para describir esta posición, es completamente inútil recordar lo que acaba de pasar diez segundo antes. Igualmente, todo esto se aplica a la lengua y consagra la distinción radical de lo diacrónico y de lo sincrónico. El habla no opera nunca más que sobre un estado de lengua, y los cambios que suceden entre los estados no ocupan en ellos lugar alguno. (1994 [1916]: 129) En esta cita, se observa un claro quiebre con respecto a las concepciones anteriores sobre el lugar de la lingüística histórica, tal como la concebían Paul y sus coetáneos, y centra el interés en las lenguas actuales. Sin embargo, como veremos más adelante, hay una idea de Paul con respecto al cambio lingüístico que va a constituir el punto de unión entre los estudios diacrónicos y el objetivo fundamental de la gramática generativa, i.e., la pregunta por la adquisición del lenguaje. A fines de los años sesenta se observa un resurgimiento del interés por el estudio diacrónico a partir de la investigación de Weinrich et al. (1968).2 Este texto es fundamental porque cambia la dirección de las preguntas que este tipo de abordajes debe hacerse e intentar responder. Concretamente, Weinreich et al. establecen cinco problemas que consideran que debe resolver una teoría sobre el cambio lingüístico. El primero es el problema de las restricciones [the Constraints Problem] que supone la determinación del conjunto de cambios y de condiciones posibles para la variación en una lengua determinada. El segundo problema es el de la transición [the Transition Problem] que se centra en la manera en la que las gramáticas individuales se propagan a través de una comunidad. Estos autores consideran que la transferencia de rasgos de un hablante a otro se produce por la intervención de hablantes que poseen sistemas lingüísticos heterogéneos. Los cambios en el hablante se darían de la siguiente manera: (1) un hablante adquiere una forma alternativa, (2) durante un tiempo las dos formas existen en contacto dentro de la competencia del hablante, y (3) una de las dos formas se vuelve obsoleta. El tercer problema que debe solucionar una teoría del cambio es el de la subordinación [the Embedding Problem], que parte del supuesto de que los cambios lingüísticos afectan al sistema lingüístico en su totalidad, con lo cual están relacionados a otros rasgos del lenguaje y pueden tener efectos sobre estos. Este problema está vinculado al de la evaluación [the Evaluation Problem], ya que, al evaluar el cambio, es necesario abarcar también sus efectos sobre otros componentes, para así determinar la manera en la que se encadenan esos cambios. Finalmente, los autores mencionan el problema de la actuación [the Actuation Problem]. Este último vincula el cambio lingüístico con las modificaciones en el comportamiento social, en el sentido de que los procesos de cambio lingüístico implican estímulos y restricciones procedentes tanto de la sociedad como de la estructura del lenguaje. Como veremos en §3, los cinco problemas que señalan Weinreich et al. son retomados en los años ochenta y noventa para formular las preguntas que deben responder los estudios diacrónicos. De esta manera, las lenguas antiguas vuelven a constituirse en objeto de estudio, aunque ahora dentro de un programa de investigación que presenta objetivos muy distintos a los del siglo XIX y a otros enfoques teóricos actuales. Antes de adentrarnos en la discusión sobre las consecuencias empíricas y teóricas de esta incorporación, creemos relevante plantear una serie de consideraciones con respecto a las cuestiones metodológicas (§2.1) y a los términos que se emplean en este tipo de estudios (§2.2). 2.1 Los aspectos metodológicos de la investigación diacrónica El estudio diacrónico de las lenguas dentro del paradigma generativo agrega nuevas dificultades a las ya conocidas. Como mencionamos más arriba, la ausencia de hablantes nativos es un factor fundamental, ya que se trata de la principal fuente de extracción de datos dentro de este enfoque. En este sentido, los datos recolectados de los textos escritos no pueden ser evaluados por hablantes que los confirmen o los rechacen. Dado que es conocida la distancia que puede haber entre la escritura y la oralidad, motivada por diversos factores, debemos ser prudentes en nuestras afirmaciones y cuidadosos en la metodología aplicada. A esto se agrega la imposibilidad de verificar que una construcción sea agramatical. Como es sabido, entre la información que nutre los estudios dentro de la gramática generativa se encuentran los datos que construye el lingüista, a fin de evaluar a partir de las intuiciones y producciones de los hablantes si una estructura es posible en una lengua determinada. Ahora bien, cuando lo único que tenemos son textos escritos es imposible utilizar esta metodología y, por lo tanto, no siempre resulta sencillo llegar a conclusiones rotundas. Es decir, cómo sabemos que una construcción que no figura en los textos escritos no era posible en la lengua oral o, la inversa, cómo sabemos que una construcción que sí aparece en los textos escritos era aceptada por los hablantes. Además de la ausencia de hablantes nativos, el estudio de las lenguas a partir de los textos que se conservan supone un gran número de complicaciones que obligan a adoptar una metodología particular. Concretamente, el punto es de qué manera trabajar con los textos y cómo recopilar los datos para la investigación. Los investigadores, independientemente del enfoque teórico en el que se inscriban, coinciden en tres criterios para selección del corpus diacrónico.3 En primer lugar, es fundamental seleccionar un corpus variado, que incluya por lo menos dos autores de cada período seleccionado, con el fin de comprobar que algún aspecto que se desea describir sea propio de la lengua y no del estilo de un autor particular.4 En segundo lugar, la elección de textos en prosa y, ocasionalmente, en verso largo, permiten en cierta medida evitar los problemas que conllevan los textos que responden a una métrica estricta, como por ejemplo el uso “irregular” de formas clíticas. Finalmente, resulta en extremo relevante la revisión de gramáticas normativas, ya que, por su carácter, permiten intuir las características de la lengua oral, concretamente, qué cosas sí pueden decir los hablantes, aunque quede fuera de lo normativamente correcto. Es decir, la sanción sobre una forma no va a estar dada a partir de lo que los hablantes no producirían nunca, sino de lo que los hablantes efectivamente producen por “afuera de la norma”. Para abordar formalmente las lenguas antiguas contamos con diferentes recursos. Las gramáticas históricas, de carácter descriptivo, nos proveen de un conjunto numeroso y variado de datos. Tales gramáticas pueden describir los cambios experimentados por una lengua a lo largo del tiempo o bien las características de una lengua en un momento determinado. Además de las gramáticas, la edición de obras literarias antiguas acompañadas de notas críticas es también una fuente importante para la extracción de datos. Actualmente, se cuenta también con corpus virtuales, que facilitan significativamente la recopilación de datos tanto para los estudios diacrónicos como para los abordajes sincrónicos de las lenguas antiguas. En español, el más conocido es el Corpus diacrónico del español [CORDE], de la Real Academia española, que incluye datos del español que van desde el siglo XIII hasta el siglo XIX. Por su parte, la Universidad Autónoma de Barcelona creó el Corpus Informatizat del Català Antic [CICA], compuesto por más de cuatrocientos textos en catalán. Este corpus abarca desde el siglo XI al XVII y fue confeccionado para la preparación de una gramática del catalán antiguo.5 Además, en los últimos tiempos, la búsqueda de construcciones sintácticas se ve facilitada por lo que se denomina Corpus con análisis sintáctico [Parsed Corpora], recurso que permite obtener automáticamente datos sobre construcciones sintácticas a partir de varios corpus. El corpus sintáctico brinda la posibilidad de recuperar evidencia de configuraciones sintácticas poco frecuentes y aumentar la cantidad de datos sobre configuraciones particulares. Si bien este recurso no está todavía extendido a todas las lenguas, los resultados alcanzados hasta el momento muestran su utilidad.6 2.2 De lenguas antiguas y lenguas muertas. Algunas consideraciones terminológicas Como cualquier rama de la lingüística, el estudio de las lenguas antiguas supone una serie de términos que le son propios. En esta sección nos detenemos en la discusión de estos términos, en su aplicación y en su reformulación a partir de las modificaciones en los objetivos que hemos señalado anteriormente. Una primera distinción que es fundamental realizar es entre la denominación de una lengua como lengua muerta o lengua antigua. Estos dos términos no son sinónimos, pero, en ocasiones, se emplea uno por el otro ya que comparten algo en común: la ausencia de hablantes nativos. Sin embargo, esta ausencia puede ser el resultado de dos procesos muy diferentes. Concretamente, una lengua puede carecer de hablantes nativos porque en ella tuvieron lugar cambios importantes. Así, la diferencia entre el español del siglo XIII y el actual es tan grande que hablamos de sistemas diferentes. La primera, entonces, carece de hablantes nativos como consecuencia del cambio lingüístico que experimentó el español. El término lenguas muertas, en cambio, se aplica a las lenguas que han desaparecido no porque hayan cambiado, sino como resultado de factores externos al sistema, como pueden ser, por ejemplo, ciertas políticas lingüísticas. Una lengua muere cuando el último de los hablantes de esa lengua muere. Este es un “proceso” que se percibe inmediatamente, a diferencia del cambio lingüístico que puede tardar siglos en reconocerse. Si a una comunidad se le prohíbe el uso de su lengua en el ámbito público y se le impone otra lengua a través de la escolarización, el resultado será que, en poco tiempo, solo los mayores hablarán la lengua originaria, que desaparecerá a medida que ellos mueran. Los ejemplos de esta situación son numerosísimos: solo basta indagar un poco en la historia de las lenguas aborígenes de nuestro país. Estas lenguas tiene el estigma de no contar con un código escrito y los prejuicios con respecto a este punto son muy difíciles de erradicar. El caso del latín ejemplifica claramente la confusión terminológica entre lenguas muertas y lenguas antiguas. Cuando se habla del latín, se habla de una lengua muerta. Sin embargo, el latín no murió en el sentido descrito en el párrafo anterior, sino que mutó. Y la mutación que sufrió es el resultado del contacto con las lenguas aborígenes. Que el latín haya originado tantas lenguas diferentes no sorprende si se considera el área de extensión geográfica que alcanzó el imperio romano. Así, el latín se puso en contacto con un gran número lenguas aborígenes, diferentes entre sí. En algún momento, los hablantes de “latín” de una región dejaron de comprender a los hablantes de “latín” de otra: la lengua cambió tanto, que dejó de parecerse a lo que había sido. La distinción anterior nos lleva a reflexionar sobre el cambio en las lenguas. Uno de los cambios que se han registrado en las lenguas es el que a partir de Meillet (1912) se ha dado en llamar gramaticalización. La gramaticalización es el proceso en virtud del cual un ítem con contenido léxico se desemantiza con el correr del tiempo y comienza a utilizarse como marca gramatical. Un ejemplo actual de este fenómeno en el español de la Argentina es el del término bocha, estudiado por Di Tullio & Kornfeld (2012). Este ítem con un claro contenido semántico (bocha de acero), empezó a ser utilizado como un cuantificador (una bocha de problemas). Siguiendo con las lenguas romances, Anderson & Lightfoot (2004: 160) señalan el caso de la partícula pas del francés, que aparece en la negación. Los autores comentan que en francés antiguo la partícula negativa ne aparecía reforzada a menudo por un nombre. Con los verbos de movimiento el nombre de refuerzo era pas ‘paso’, que se fue extendiendo a través del tiempo a todos los verbos y su presencia en la negación terminó siendo obligatoria. Los investigadores han mirado de diferentes maneras este fenómeno. Incluso, muchos han considerado la gramaticalización como una teoría que permite explicar el cambio lingüístico. Para otros, como Lightfoot (1991, 1999) y Heine (2003), con quienes acordamos, se trata de un fenómeno que puede producirse en las lenguas y, como tal, no tiene carácter explicativo, i.e., no nos dice nada con respecto a la manera en la que se produce el cambio lingüístico.7 Las discusiones con respecto a la gramaticalización nos llevan a otros términos que se utilizan en la lingüística diacrónica y que refieren al resultado del cambio: progreso y decadencia. Actualmente, en lugar de progreso se utiliza el término “economía” en el marco del Programa Minimalista. Ambos términos refieren a lo mismo: la creencia de que las lenguas cambian en una dirección. Aitchinson ([1981] 2001: 250) señala que la evidencia del cambio lingüístico puede conducir a preguntas referidas a la direccionalidad en términos de progreso y decadencia.8 El término progreso, en el sentido de movimiento hacia una meta, ha sido empleado por muchos lingüistas que consideran que esa meta supone un mecanismo más simple.9 Sin embargo, la autora plantea que, incluso asumiendo que un mecanismo más simple, sin irregularidades, es “mejor”, no hay evidencia de que las lenguas “progresen” en esa dirección. Los ejemplos que menciona refieren a cambios sintácticos, fonéticos y morfológicos que, si bien en muchas lenguas presentan un comportamiento que podría indicar una dirección, en otras el recorrido es justamente el inverso. Aquí nos interesa mencionar en particular lo que sucede con el sistema de casos. Es sabido que la mayoría de las lenguas indoeuropeas perdieron gradualmente la flexión de caso y, como consecuencia, el orden de palabras se hizo más fijo. Sin embargo, como demuestran Li & Thompson (1974) el Wappo, una lengua aborigen californiana, pasó de representar las relaciones gramaticales por medio del orden fijo, a un sistema en el que estas relaciones se ven reflejadas por medio de morfemas de caso. En conclusión, los términos progreso o decadencia no sirven para dar cuenta de cómo se produce el cambio en las lenguas. 3. Los estudios diacrónicos en la gramática generativa Los primeros estudios sobre el cambio lingüístico dentro de este marco son los de Weinreich et al. (1968) y Lightfoot (1979, 1991, 1999). En el apartado §2, revisamos los cinco problemas que señalan Weinreich et al. y que sientan las bases de las discusiones posteriores sobre los enfoques diacrónicos. Lightfoot, Kroch y Roberts son los principales referentes en este tipo de estudios. El primero discute en diferentes trabajos la estabilidad/inestabilidad de la sintaxis. Desde su punto de vista, las gramáticas se modifican cuando hay suficientes cambios en los datos usados por el hablante que adquiere la lengua como para fijar los parámetros gramaticales. De lo contrario, la gramática se transmite de manera estable. Los cambios a los que refiere Lightfoot derivan del contacto lingüístico o de modificaciones a nivel fonológico/morfológico. Es decir, se trata de cambios externos a la sintaxis, que, según el autor, es el componente estable. En relación al planteo de Lightfoot se encuentra el trabajo de Kroch (2001), que aborda los aspectos vinculados al cambio sintáctico en relación a la adquisición. Este autor retoma la idea de que el cambio lingüístico supone una “falla” en la transmisión de rasgos lingüísticos. Las fallas pueden darse en un grupo de hablantes nativos adultos, que por alguna razón incorporan una nueva palabra o suplen un término por otro. Kroch señala que este tipo de cambio se da únicamente a nivel del léxico y no tiene consecuencias sobre la sintaxis. Las fallas en la transmisión de los rasgos sintácticos, en cambio, parecen ocurrir en la adquisición del lenguaje, por lo que se trataría de fallas en el aprendizaje. En principio, el rasgo que no logra adquirir un hablante es posible de aprender, ya que forma parte de la gramática de la lengua inmediatamente anterior. Kroch propone que las fallas en la adquisición pueden deberse a algún cambio en el carácter de la evidencia disponible para el hablante o bien a diferencias en los hablantes mismos, como por ejemplo, la edad en la que se produce la adquisición. Este segundo tipo de fallas se observa en la adquisición de segundas lenguas por parte de adultos en situaciones de contacto lingüístico.10 En el nivel de la sintaxis, la cantidad de cambios que sufren las lenguas en un período de tiempo determinado varía muchísimo de una lengua a otra. Hay lenguas cuya sintaxis se ha mantenido estable durante siglos, lo cual levanta dudas sobre la hipótesis de que la sintaxis sea inherentemente inestable. Por otra parte, se observa que el cambio sintáctico es un fenómeno común que tiene lugar incluso en ausencia aparente de una motivación externa. La pregunta de Kroch es si (dejando a un lado las formas de cambio social como, por ejemplo, los fenómenos de contacto) lo esperable es que las lenguas presenten estabilidad o inestabilidad. De acuerdo con este autor, la sintaxis no cambia por si misma, sino como consecuencia de los cambios que se producen en otros niveles. Así, Kroch (2001: 701) menciona el cambio que se produce con respecto al orden de palabras en la historia de las lenguas romances, que presentan mayor rigidez que el latín, la lengua madre. Este fenómeno no parece darse de manera independiente, sino que es concomitante con la pérdida del caso morfológico. Es decir, los cambios morfofonológicos pueden inducir el cambio sintáctico, porque alteran la evidencia disponible para el hablante que está adquiriendo la lengua. En el marco del Programa Minimalista (Chomsky 1993, 1995) el cambio lingüístico se explica a partir de las propiedades de los rasgos que se asocian a diferentes categorías funcionales. Una característica fundamental de este enfoque es el énfasis en el rol de las condiciones de economía para evaluar todas las derivaciones de una construcción dada. El principio de economía consiste en evitar cuanto sea posible el empleo de los recursos gramaticales. La diferencia entre las operaciones sintácticas se evalúan en términos de costos: por ejemplo, se dice que el movimiento [Move] es menos económico que el ensamble [Merge] (Van Gelderen 2004, entre otros), ya que supone más operaciones: primero ensamblar, después copiar y, finalmente, volver a ensamblar en otra posición estructural. Desde este punto de vista, también la variación lingüística se analiza en términos de economía. Es decir, se considera que las lenguas cambian en una dirección, ya que hay principios de economía que regulan el cambio. Otro de los trabajos relevantes para la investigación diacrónica es el de Roberts (2007), quien plantea que el cambio histórico es, en realidad, variación en el tiempo. Roberts señala que los parámetros de la Gramática Universal indican qué varía y qué no varía en la sintaxis. En este sentido, los parámetros predicen las dimensiones de la tipología lingüística y juegan un rol central en la clasificación de las lenguas. Además, los parámetros señalan cuestiones referidas a la adquisición de primeras lenguas, ya que la adquisición consiste en la fijación de los valores determinados por los parámetros. Finalmente, los parámetros indican qué aspectos de la sintaxis están sujetos al cambio en la dimensión diacrónica. Por otra parte, Roberts adhiere a la hipótesis de la uniformidad [Uniformitarian Hypothesis], que postula que las lenguas del pasado no son esencialmente diferentes de las del presente, en cuanto que presentarían la misma Gramática Universal. Las diferencias estarían dadas en la manera en la que se configuran los parámetros. Además, Roberts considera que los procedimientos de análisis que se utilizan para describir la variación sincrónica a través de las lenguas también pueden ser empleados para describir los cambios diacrónicos entre diferentes estadios de una misma lengua. Así, los objetivos que plantean los abordajes diacrónicos en el marco de la gramática generativa difieren fundamentalmente de los de la lingüística histórica del siglo XIX. Los problemas señalados por Weinreich et al. (cfr. §2.2), reformulados a la luz de los diferentes modelos, sientan las bases de los objetivos que buscan cumplir los estudios diacrónicos. Battye & Roberts (1995: 6) plantean una serie de preguntas que son propias de la lingüística diacrónica, referidas a los mecanismos del cambio paramétrico. Como se plantea en Mare (2013), sus preguntas pueden reducirse a dos. La primera tiene que ver con los mecanismos responsables de la variación y la segunda con la posibilidad de establecer una tipología del cambio lingüístico. La respuesta a estas dos preguntas implica la réplica a muchos de los interrogantes formulados en este apartado y constituye un punto de partida fundamental para las reflexiones sobre el problema del cambio lingüístico y la adquisición. 4. Sobre el cambio lingüístico: la evidencia de los posesivos romances En esta sección, presentamos uno de los cambios que se observa en el sistema de posesivos romances y que constituye una evidencia en contra de la unidireccionalidad del cambio lingüístico. Como es sabido, en cuanto al sistema de posesivos prenominales, las lenguas romances se dividen entre aquellas en las que el posesivo puede aparecer precedido por un artículo (it. il mio filho) y aquellas en las que esta combinación es imposible (esp. *el mi hijo). Estas posibilidades están estrechamente relacionadas al surgimiento del artículo romance. En el cuadro de abajo exponemos las particularidades de algunas de las lenguas romances y del latín. Cuadro 1 Latín Catalán moderno el meu Español antiguo mi Esp. mod. mi Francés antiguo11 le mien Fr. mod. mon Ital. Portugués Rumano meus Catalán antiguo mon il mio o meu -ul meu mea ma la meva mis mis la mienne ma la mia a minha -a mea mei mes els meus el mi(o) mes i miei os meus -i mei meae -------- les meves la mi(a) le mie as minhas -le mele el meu los mi(o)s la mia las mi(a)s el meus les mies De acuerdo con las propuestas dentro de la gramática generativa sobre este tema12, los posesivos se ensamblan en relación al nombre y desde ese lugar pueden (o deben) moverse a las proyecciones funcionales por encima del nombre. Cuando el posesivo se mueve a posición prenominal, los datos que encontramos en las lenguas romances nos permiten formular las siguientes hipótesis: (I) el posesivo y el artículo están en distribución complementaria, i.e., se ubicarían en la misma proyección para satisfacer el mismo rasgo; (II) el posesivo y el artículo se vinculan a proyecciones diferentes y, por lo tanto, pueden aparecer juntos. Estas dos hipótesis indicarían las dos opciones que presentan las lenguas romances. El análisis de los datos nos permite concluir que en el caso de (I), el rasgo pertinente es [+ definido], ya que si el sintagma de determinante es [-definido], el posesivo permanece obligatoriamente in situ (esp. un amigo mío, fr. un ami à moi). La configuración que seguimos es la de (1), en la que tenemos el nodo D(eterminante)º donde se proyectan los rasgos de definitud y especificidad, el nodo Núm(ero)º con rasgos de número (plural y singular), el nodo n(ominalizar)º, que es el categorizador nominal en que encontramos rasgos de clase (humano, animado, etc.) y, finalmente, la raíz.13 (1) SD 3 Dº SNúm 3 Númº Sn 3 nº S√ g √ En lenguas como el español y el francés actuales, el posesivo y el artículo se disputarían las posiciones vinculadas a la proyección del Sintagma de Determinante (SD), mientras que en italiano, catalán, rumano el artículo se ensamblaría en relación al SD y el posesivo lo haría en relación al Sintagma de Número (SNúm), concretamente, en el especificador del SNúm. En las lenguas romances antiguas, en cambio, encontramos una fluctuación entre ambas posibilidades, con predominio de alguna, pero con la posibilidad de que aparezca la otra. En español y en catalán antiguos, tenemos las dos opciones, como muestran los ejemplos de abajo: (2) Español SXII a. bien casariemos con sus fijas pora huebos de pro [Cid, 1374] b. e vos, Per Vermudoz, la mí seña tomad [Cid, 689] (3) Catalán SXVI a. ab lur approbació y consentiment [Corts generals de Montsó, pág 517, lín. 18] b. responent a la lur. [Corts generals de Montsó, pág. 405, lín 18] Giusti (2002), siguiendo a Renzi (1988), indica que en italiano antiguo, que también presenta las dos opciones, no es posible reconocer una diferencia semántica entre una y otra. Para el francés antiguo, Arteaga (1995) sugiere que las dos estructuras tienen el mismo significado. Asimismo, Alexiadou (2004:53) cita a Gamillscheg (1957), quien afirma que en francés antiguo la elección por una u otra construcción sólo estaría determinada por razones métricas o rítmicas. Sin embargo, los datos con los que contamos nos permiten reconocer un período de fluctuación, en el que a causa de la aparición del artículo, los posesivos varían con respecto a la posición final en la que se ensamblan (en relación a Dº o a Númº). En comparación, las lenguas modernas presentan una configuración mucho más fija. Lo relevante con respecto al cambio es que no se observa una dirección particular. Algunas lenguas “optaron” por la construcción de artículo + posesivo, mientras que otras lo hicieron por el posesivo solo. Al observar los ítems que conforman el paradigma de posesivos que “selecciona” cada lengua romance, encontramos también una situación caótica provocada por los cambios fonéticos que experimentó el latín en contacto con otras lenguas. Así, el latín constituye su paradigma posesivo a partir de una misma base sobre la cual se añade la morfología de género masculino, femenino o neutro (me-us; me-a; me-um). Los cambios que se producen a nivel fonológico derivan en que, por ejemplo, las formas del femenino de la primera persona del singular presenten la vocal alta /i/, mientras que las del masculino conservan la media /e/. El español y el italiano constituyen su paradigma pronominal a partir de las formas del femenino sobre las cuales se agrega la morfología de género correspondiente (mí-o/ mí-a). El catalán actual, en cambio, construye su paradigma pronominal sobre las formas del masculino (meu/ mev-a) y mantiene la distinción del antiguo masculino y femenino únicamente en construcciones fosilizadas. En catalán antiguo se observa la distinción entre el masculino (meu) y el femenino (mia), como también puede verse en portugués actual (meu/minha). Estos diferentes recorridos que siguen las lenguas romances constituyen un claro argumento empírico en contra de la unidireccionalidad. 6. A modo de cierre: las consecuencias teóricas de los estudios diacrónicos en el siglo XXI A lo largo de estas páginas hemos referido a los nuevos objetivos que se plantea el estudio diacrónico de las lenguas y los desafío con los que se enfrenta. Volver con nuevas preguntas sobre lo que fue el objeto de los estudios lingüísticos anteriores a De Saussure es central para avanzar en el conocimiento del lenguaje. Ahora no se trata de reconstruir una única lengua de la que surgieron las que conocemos actualmente, sino poder identificar lo estable y lo variable también desde una perspectiva diacrónica. Reconocer los cambios y plantear hipótesis para explicar qué es lo que varía, permite definir una tipología del cambio lingüístico; i.e., definir qué lugares de la arquitectura de la gramática están sujetos al cambio. Desde este punto de vista, estamos ante un tipo de variación, que tal como plantea Roberts (2007), supone los mismos mecanismos que encontramos en la variación sincrónica. La discusión anterior con respecto a lo que sucede en el sistema de posesivos romances es un ejemplo claro de esta relación. Lo relevante de los estudios diacrónicos es lo referido al cambio lingüístico, ya que la pregunta de partida es cómo se produce el cambio. El hecho de que la lengua de una comunidad de hablantes presente características diferentes a la que hablaban sus predecesores nos lleva indefectiblemente a la cuestión de la adquisición del lenguaje. Tal como señala Paul (1920 [1880]) y refina Kroch (2001), el cambio lingüístico es el resultado de fallas en la transmisión de rasgos lingüísticos a través del tiempo. Este aspecto de la diacronía torna su estudio fundamental, ya que no solo es plausible pensar que la tipología del cambio lingüístico coincide con la tipología de la variación general, sino que tratar de entender cómo se produce el cambio permitiría avanzar en la discusión sobre la adquisición del lenguaje, objetivo central de la gramática generativa. De esta manera, el abordaje diacrónico de las lenguas viene a enriquecer los estudios sobre variación y sobre adquisición, ya que reconocer, establecer y formalizar los tipos de cambio nos permite obtener evidencia concreta sobre qué se transmite de manera estable y qué está sujeto a “fallas” en la transmisión. En términos estrictamente generativistas, estos estudios brindan la posibilidad de continuar ampliando el conocimiento sobre la Gramática Universal y los lugares sujetos a variación paramétrica. Referencias Aitchison, J. 1981/2001. Language change. Progress or Decay? Cambridge: Cambridge University Press. Alexander, D. 2007. 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Malkiel (eds.), Directions for Historical Linguistics, 95–195. Austin: University of Texas Press. Notas 1 Lehmann (1969) en su introducción a la lingüística histórica señala la importancia de que los cambios o similitudes entre dos o más sistemas lingüísticos sean recurrentes. Los métodos empleados para estos abordajes se denominan método comparativo y método de reconstrucción interna, que se establece a partir de una única lengua. Véase Lehmann (1969) capítulos 4 y 5 para la descripción detallada de ambos métodos y los resultados obtenidos a partir de su aplicación. 2 Cabe mencionar una serie de textos en el marco generativo que suponen una aproximación al estudio diacrónico de los aspectos vinculados a la fonología, como Kiparsky (1968), Chomsky & Halle (1968), entre otros. 3 Ver para las lenguas romances, Alexander (2007), Bartra-Kaufmann (2009), Company Company (2009), Eberenz (2000), Rivero (1975, 1977), entre otros. 4 La obra de Panhius (1982) sobre el orden de palabras en latín ejemplifica claramente la manera en la que se aplica este criterio y su relevancia. 5 Para información sobre el diseño de este corpus ver Torruella Casañas (2009), Torruella & Llisterri (1999). 6 Ver Van Noord & Bouma (2009) y los trabajos de Wallenberg (Wallenberg 2009, Wallenberg et al. 2011, Heycock & Wallenberg 2012), para la descripción y aplicación de los Corpus con Análisis Sintáctico. Wallenberg utiliza este corpus para los estudios sobre el cambio lingüístico en las lenguas escandinavas. 7 Merecen ser mencionados los trabajos de Traugott (2001, 2004, 2008, entre otros), sobre el inglés, y de Haspelmath (2002), que incluye diferentes lenguas, con respecto a la cuestión de la unidireccionalidad de los procesos de gramaticalización. 8 Acordamos con la autora en que el cambio lingüístico no tiene nada de malo y, fundamentalmente, en que se trata de un fenómeno que no se puede evitar. La evidencia con respecto a esto es la repercusión casi nula que han tenido sobre la lengua oral las reglas impuestas por las academias de lenguas. 9 Esta misma explicación se ha utilizado para referir a la expansión de una lengua por sobre otras. Sin embargo, observando únicamente el caso del español, es evidente que su expansión se debió a la fuerza militar y política de un reino, más que a las cualidades de la lengua misma. Lo mismo puede decirse del latín y del inglés. 10 Ver Avellana (2012) para la discusión detallada en el marco de la gramática generativa de estas situaciones en hablantes de toba que adquieren el español como segunda lengua. 11 El panorama es bastante más complejo en francés antiguo, ya que conserva distinciones de caso. 12 Ver Alexiadou et al. (2007), Ticio (2010), Mare (2013), entre otros. 13 Este esquema se sigue de la propuesta de la Morfología Distribuida sobre el supuesto de categorización que plantea que las raíces no pueden pronunciarse o interpretarse si no están categorizadas (cfr. Marantz 1997). La categorización se produce a través del ensamble de la raíz con núcleos funcionales que definen categorías (nominalizadores, verbalizadores, etc.). Concretamente, las raíces entran desnudas a la Sintaxis y solo adquieren su categoría cuando se unen al categorizador correspondiente, en virtud del cual se puede decir que estamos ante un nombre, un verbo, un adjetivo, etc.