La victoria en las urnas del Movimiento de Resistencia Islámica inaugura un nuevo orden y muchas inquietudes en Oriente Medio. Ante su rol al mando de la Autoridad Palestina, Hamas se ve obligado a pactar con la realidad, a resolver la incompatibilidad entre la violencia de su brazo armado y su dirección política y a cumplir sus promesas a pesar de la posible disminución de ayuda de EE UU y la UE, que se resiten a Hamas si no se apea de sus hábitos terroristas. Para los más optimistas, un Hamas obligado al pragmatismo, o, por el contrario, enrocado en sí mismo, puede ejercer la catarsis definitiva en el maltrecho proceso de paz
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