Era la prueba de fuego de la nueva estrategia de seguridad de EE UU y la OTAN; también, la oportunidad de los talibanes para demostrar sus tentáculos y de Karzai para renovar su mandato, a pesar de los recelos de la comunidad internacional. Todos han cumplido sus pretensiones. El nuevo presidente tendrá que pilotar el que ya es el país más violento del mundo
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