El personal sanitario tiende a ver la enfermedad como el precio del pecado, pero la Biblia nos ofrece una orientación mejor, cual es la de Dios como amor y comprometido con su pueblo, a pesar de sus frecuentes debilidades. Aunque a veces puede ser oportuno advertir a los pacientes de los riesgos que sus hábitos tienen para su salud, culpar al enfermo cuando la ha perdido, significaría negarle atención precisamente cuando más la necesita.
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