El Gobierno de Aznar no puede ocultar su verdadera misión, que es la de favorecer a los privilegiados. Por eso, hace gala de una política fiscal que alivia la carga directa de las rentas más altas, sube los impuestos indirectos y diseña una política de gasto público que reduce la dotación enfocada a la protección social. El resultado es el que ya conocemos: la riqueza no se distribuye y engorda la bolsa de los de siempre.
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