Ignacio Gutiérrez de Terán
Las diversas lógicas y estrategias de la revolución
siria y de la intervención exterior

11 de septiembre de 2012.
(Página Abierta, 222, septiembre-octubre de 2012).

Conversamos con Ignacio Gutiérrez de Terán, al que hemos acudido habitualmente para conocer sus análisis sobre Siria, Líbano y las revueltas árabes. Ignacio ha seguido muy de cerca la evolución de la situación siria desde el primer momento, alentado entonces por la irrupción de fuerzas democráticas contra al-Asad y preocupado, ahora, por el difícil momento y sus consecuencias humanitarias. Dado lo extenso de la transcripción, hemos tenido que sintetizar mucho en algunos apartados sus puntos de vista. 

Comenzamos la conversación con una pregunta sobre el origen y diferencias de las oposiciones al régimen, en el interior y fuera del país.

– Los comités locales fueron la primera organización opositora en nacer. Comenzaron de forma muy reducida en algunos barrios y después se fueron convirtiendo en plataformas y coordinadoras de varias ciudades y pueblos. Son de muchas clases. Hay desde el ámbito más pequeño, que es un grupo de personas que se reúne para hacer manifestaciones y concienciar a la gente, hasta otros grupos mucho más organizados que actúan en redes y que tienen ya conexiones incluso con el exterior. Al cabo de una semana de iniciadas las primeras revueltas apareció la oposición en el exterior que, como se ha demostrado en el último año y medio, no tiene conexión directa con estos comités locales, el verdadero centro de lo que ha sido la revolución.
Quizá el gran problema de la revolución popular en Siria ha sido esa desconexión entre los comités locales por un lado y la oposición en el exterior, que no tenía sobre el terreno sirio un poder de acción real. A lo que hay que añadir la misma fragmentación existente en algunos grupos opositores dentro del país. No solo por razones regionales, urbanas o ideológicas, sino también por la misma acción del régimen que, en algunos lugares, ha imposibilitado, con su control y su sistema opresivo, que hubiera una verdadera relación entre estos grupos.

Más tarde, aparece el Ejército Libre Sirio (ELS). Desde el primer momento declaró que no tenía una vinculación directa con la oposición en el exterior, pero que sí había intentado coordinarse con los comités locales y de activistas. Más allá de este supuesto, el gran problema de conexión, desde mi punto de vista, entre el Ejército Libre y los comités locales es que ambos tienen, en un sentido muy general, dos lógicas distintas con diversas expresiones en cada uno de ellos. El ELS está formado sobre todo por militares y tiene una concepción bélica de la cuestión en Siria. Y buena parte de los activistas tienen una concepción que se basa más en lo social y en la lucha de calle.

Seguimos hablando del origen de ambas corrientes de oposición y de cómo se muestran sus diferencias en los mensajes que trasmiten. Pero también de sus puntos en común.

– Creo que las tendencias tan dispersas y un poco contradictorias que  estamos viendo ahora en Siria responden, en cierto modo, al punto de partida. Los opositores y activistas jóvenes, al igual que en Egipto y Túnez, tienen como reivindicaciones básicas la libertad de expresión y de derechos para acabar con un sistema represivo, con el estado de excepción. Sus peticiones son muy concretas y se sitúan en la línea de solucionar el grave déficit que hay en Siria en cuestión de derechos. Es una dictadura y eso no lo discute nadie. Pero hay otra parte de la oposición: la de aquellas personas que guardan memoria de lo vivido  durante los años ochenta, cuando se produjeron una serie de acciones militares represivas en determinadas regiones, y en concreto en ciudades como Hama, Alepo y otras. Su pretensión, la lógica de su rebelión, es tratar de imponer el sentido, no de la vendetta, pero sí de lucha contra un régimen injusto y criminal, no tanto por el expediente específico de reclamación de las libertades, sino por lo sufrido particularmente o por su familia o comunidad en esa trayectoria de cuarenta años.

Se puede observar, además, la existencia de una mentalidad que tiene mucho que ver con el sesgo confesional presente en algunos grupos de oposición. En ellos ya se habla de una forma, más o menos clara, de lucha contra un régimen alauí, o contra un régimen despótico que ha oprimido a una parte de la población que es suní. Es un tipo de discurso que está calando en parte de la población que lucha contra el régimen. Mientras que la mentalidad de los jóvenes de 20 a 25 años no se basa tanto en esa memoria de pasado ni, en principio, en la confesionalidad. Esto explicaría también algunos puntos de vista distantes entre el Ejército Libre, que está formado, sobre todo, por militares que sí vivieron esa época, o la han “mamado” más  de cerca, y los grupos de opositores que siguen organizando la protesta en las ciudades. Y digamos que la mentalidad del ELS parece imponerse sobre la otra.

Por otra parte, los comités están todos condicionados por lo geográfico. Es decir, los comités locales en Alepo ahora mismo están todos ligados a la situación de guerra abierta. Por lo tanto, es un poco iluso pensar que estos comités van a tener una postura que esté al margen del escenario bélico. En otros lugares, sobre todo núcleos urbanos, como en algunos barrios de Damasco, donde ya no está habiendo enfrentamientos armados, pero se mantiene la presión de los servicios de seguridad con redadas y detenciones, siguen organizándose protestas, por ejemplo, con manifestaciones fugaces, lo que esos comités llaman “pasajeras”.  

Desde luego, incluso dentro del Ejército Libre Sirio, vemos cómo no existe una unidad de acción. Se puede decir que no sabemos lo que es el ELS. Hay facciones, grupos que se acaban de escindir, batallones de 200 o 300 militares, incluso civiles armados, que dicen luchar contra el régimen, pero que no se sabe hasta qué punto están coordinados con otros grupos. Eso da a entender que no se puede hablar ni de una oposición unida ni de un Ejército Libre Sirio unido. Algunos grupos son claramente confesionales, y no hay nada más que ver el título de las brigadas o los batallones de turno; pero otros no tienen ningún ánimo confesional. Pero, desde fuera y con el nivel de confusión y versiones contrapuestas que hay, da la impresión de que prevalece una corriente militarista e islamista. Y eso mismo puede estar sucediendo en Siria.

Pasamos entonces a comentar el papel de la oposición en el exilio, agrupada, sobre todo, en torno al Comité Nacional Sirio (CNS), que parece haber dedicado sus esfuerzos hacia la interlocución con otros países, más que a coordinarse con las fuerzas del interior.

– Al principio, el CNS era muy representativo de la oposición en el exterior con kurdos, Hermanos Musulmanes, cristianos, izquierdistas... Pero luego, alguna gente clave en el Comité se ha ido saliendo. Lo más grave ha sido que tras el tímido acercamiento de algunos activistas del interior, éstos enseguida han abandonado la relación con el CNS. Eso le ha dado el golpe de gracia a la credibilidad de este grupo. Quizá también uno de sus grandes errores  ha sido pensar que el régimen iba a caer después de los tres o cuatro meses primeros. Evidentemente, el régimen va a caer. Pero lo que se dio a entender en ese momento es que caería enseguida y que ellos estaban dispuestos ya a su sustitución. Se preparaba un Gobierno a la sombra, una alternativa, y una interlocución con otros países y empezaban a  aparecer personas que se postulaban, muchas veces con unas credenciales democráticas y de lucha nacional que brillaban por su ausencia. Sin embargo, ya en los primeros meses se vieron movilizaciones y declaraciones de opositores en manifestaciones en el interior que daban a entender que esa oposición externa no les representaba, son aquellas figuras que en algunos sitios les llaman “la oposición de los hoteles de cinco estrellas”.

Cambiamos de asunto para centrarnos en las fuerzas y debilidades de un régimen que ha sufrido golpes importantes, pérdida de cuadros, disidencias y deserciones.

– Hay que tener en cuenta que el régimen es una estructura familiar-militar. Escisiones políticas ha habido, sobre todo en el Baaz en el ámbito local y regional. Pero esto no ha incidido en el núcleo central del régimen, que está basado en una especie de lealtad sustentada en los grandes puestos militares y de control de los servicios de seguridad. Hay un entramado familiar-tribal que explica por qué la base del régimen ha permanecido en pie. Y no solo es que haya dos o tres familias que dominen todo el poder económico y empresarial, incluso militar, sino que los servicios secretos y la diplomacia están ligados directamente a la familia gobernante a través de una serie de vínculos clánicos, tribales, etc.

En esto de las deserciones o de la postura del Ejército regular sirio hay que tener en cuenta su organización y funcionamiento jerárquico en la estructura regional. Aunque parezca mentira, muchos militares sirios tienen una idea muy difusa de lo que está pasando. Las deserciones son difíciles. Por otra parte parece que el régimen ha triunfado al explicar que esto es un conflicto movido por una parte de activistas de la comunidad suní. Como una buena parte de los oficiales de nivel medio y alto son alauíes, se da a entender que esta es una lucha contra la comunidad alauí.

En el conjunto de la sociedad, de hecho, los pocos activistas alauíes, que en realidad son muchos pero pocos en comparación con los activistas suníes, que se movilizan y están activos en contra del régimen, reciben un castigo doble. Primero, por estar contra el régimen, y segundo, por traicionar a su propia comunidad. Esa es una de las causas que explica por qué el régimen se está manteniendo más tiempo. Y uno de los grandes errores o déficits de la oposición. No tanto por culpa de los comités locales, que, desde el primer momento, dijeron que no eran confesionales, sino de la propia inercia del conflicto que se va radicalizando. Más aún cuando la población se desespera al ver que no hay tampoco ningún tipo de apoyo externo, ninguna movilización árabe, ni europea, ni de ningún sitio; nadie da a entender que está con el pueblo sirio. Entonces aparecen grupos que beben de esa desesperación, una oposición muy radical con una base no tanto económica, pero sí doctrinal muy fuerte, de resistencia a ultranza. La religión, el islam, es su apoyo, lo que les da una gran legitimidad. De ahí que se hayan podido hacer con el control en muchas situaciones.

Hablamos del confesionalismo, uno de los asuntos más delicados y clave de la situación en el momento actual. El del uso en el conflicto de las diferencias y choques de las distintas confesiones religiosas en el país. La situación específica de las comunidades cristianas.

– Hay activistas cristianos y eso hace suponer que al menos una parte de la población cristiana siente también un gran rechazo hacia el régimen imperante. El problema con los cristianos es que están localizados en núcleos muy reducidos en Siria, concentrados en determinadas ciudades y en determinadas regiones. Están confinados dentro de bloques muy bien delimitados, bajo la autoridad de su guía religioso y su líder económico o empresarial, los personajes que representan a cada comunidad. Y estos siempre tienen una relación muy directa con el régimen. El régimen, ya sea a través de amenazas o a través de intereses compartidos, ha conseguido que, por ejemplo, numerosos sacerdotes y familias ejerzan una presión determinada sobre los miembros de esas comunidades cristianas. Y de hecho tienden a una especie de neutralidad frente al conflicto. No están con el régimen ni dejan de estarlo. Consideran que son una minoría, que son bloques desgajados, y que en este conflicto no deben inmiscuirse. Pueden apoyar las reclamaciones de las revueltas, pero temen mucho la islamización creciente que se está produciendo, lo cual crea un efecto pernicioso. El régimen, nos obstante, sospecha que estos grupos, en cualquier momento, pueden darle la espalda. Mientras que grupos de la oposición creen que algunos dirigentes cristianos están con el régimen, lo cual puede provocar también una situación de rechazo hacia la comunidad cristiana en su conjunto.

El confesionalismo es un asunto muy complicado. Y estamos ante un juego que, por desgracia, se está llevando a la práctica desde hace décadas. Se basa en la idea de que los países son bloques de comunidades y que eso está funcionando por ahora.

Los sectores más jóvenes han sobrepasado la división tradicional en confesiones con consignas como: “Todos somos sirios”. Pero da la impresión de que, por desgracia, muchos otros usan las diferencias entre comunidades para convertirlas en polos enfrentados. El propio régimen ha jugado desde el principio con esta baza, y lo sigue haciendo.

De todas formas, el mayor problema es que esa población más joven no ha tenido una gran capacidad de arrastrar a la movilización a una mayoría social. Además, al no caer el régimen, y con el sufrimiento de la represión, sin resultados y no viendo capacidad de movilización bélica han dudado sobre el camino a seguir. Entonces, ha surgido un segundo grupo que son estas personas que, como digo, tienen esa memoria histórica distinta, que se mueven con un concepto más confesional de la lucha y han utilizado el islam en muchos casos como estandarte de reivindicaciones, sobre todo de ánimo y reactivación de lucha.

Nos interesamos por la situación de la población kurda y su posición en este enfrentamiento contra el régimen.

– En el caso de los kurdos, algunas sus organizaciones políticas están aliadas con el régimen. De hecho, está comprobado que hay zonas en el norte de Siria controladas por el PKK, o por facciones aliadas. Y esto provoca una situación peculiar, porque esas formaciones están luchando en Turquía por sus propias reivindicaciones nacionales, pero a la par están haciendo de tapón dentro del propio Kurdistán. De hecho, en algunas ciudades kurdas sirias la represión la han llevado a cabo lo que se llama matones kurdos, grupos políticos aliados con el régimen que reprimían las manifestaciones de kurdos y árabes en estos lugares. Esta política ha tenido mucho que ver con el hecho de que las regiones kurdas, en su conjunto, no se levanten de forma definitiva contra el régimen sirio. Otros grupos kurdos que están decididamente en la oposición a Bashar al-Asad y que además deben combatir en todos los sentidos con los grupos kurdos pro-al-Asad, se encuentran con la dificultad de defender su reivindicación de los derechos kurdos, que se reconozca un posible acuerdo de federalismo, los derechos de la lengua, de la cultura, etc. En ello han tropezado sobre todo con la oposición en el exterior, que no ha sabido tampoco gestionar este asunto. Pese a que en los primeros meses hubo muchas manifestaciones kurdas, llegando incluso a que el lema general un viernes fuese “Azadi”, libertad en kurdo.

Nos detenemos en el análisis de la singularidad siria. Cómo su situación interna lleva a que se remueva la superposición de tres conflictos: uno local, otro regional  y otro entre las potencias internacionales.

– Siria tiene muchos elementos de anclaje en el entorno. Desde luego, Líbano; no se puede explicar lo que ocurre en ese país sin entender la política siria. Tiene mucho que ver también con el expediente kurdo en la región, que a su vez influye en Turquía, Irak  e Irán. Estamos hablando de algo compartido. Tiene que ver con la propia estabilidad en Irak. Hay un vínculo directo entre lo que ocurre en Siria y lo que puede llegar a ocurrir en Irak, no solo por la cuestión de la filtración de las fronteras, sino porque estamos hablando también de una polarización evidente que existe en Irak cada vez más entre chiíes y suníes, dentro de la comunidad árabe,  conflictividad a la que hay que añadir un tercer elemento, las pretensiones de la autonomía kurda.

Lo que suceda en Siria es también importante para Irán, que es el único Estado aliado firme con el que cuenta en Oriente Medio. Siria forma parte de la plataforma de Irán y Hezbolá y todo el entorno de organizaciones proclives a la mentalidad chií. Tiene mucho que ver también con el expediente palestino, porque Siria tiene ramificaciones en Palestina, pero, sobre todo, lo que ocurre en Siria afecta directamente a Palestina y a la relación del Estado de Israel con el entorno.

Sin duda, la revolución en Egipto ha causado grandes cambios, ha significado un antes y un después en la política árabe contemporánea. Pero un cambio político en Siria sería determinante, porque aquí ya no hay posibilidad de que se cambie a un presidente, de que un régimen más o menos siga en la sombra; aquí hay tal interrelación entre el presidente y la cúpula de poder, que la caída de al-Asad significaría una caída del régimen, algo parecido a lo que ha ocurrido en Libia. Y eso trastocaría toda la política regional en Oriente Medio. Podría dar lugar a un cataclismo en el sentido de que podríamos asistir a una alteración completa de lo que sería el curso de la política, sobre todo con respecto a la cuestión israelí y a la cuestión de la presencia occidental.

Está presente también la pugna entre Estados Unidos y Rusia, que dirimen ahí una de sus tantas batallas, con China en un segundo plano. Se trata, sobre todo, de la intención rusa de no perder otra vez terreno en Oriente Medio como lleva haciendo desde hace 50 años, aunque sea a costa de Siria. Se puede hablar, además, de la puesta en marcha de lo que podríamos llamar una política occidental interesada. Pienso, creo que como muchos, que la situación está ahora mismo donde a Estados Unidos le interesa.

Siria es un Estado que se está desangrando, que prácticamente ya no existe; una nación que está dejando de ser un actor regional en todos los sentidos; una economía que está en bancarrota. Esto está provocando una situación de nerviosismo en la zona que hace que, sobre todo, los Estados aliados de Estados Unidos muestren desconfianza y recelo hacia su política al mismo tiempo. Por ejemplo, Arabia Saudí está muy enojada con Washington porque cree que está llevando a cabo tres o cuatro juegos a la vez, pero al mismo tiempo siente que su única baza de protección ante Irán es Estados Unidos. Es una situación ideal para Occidente, que no está perdiendo nada. Al contrario, está ante una zona más o menos equilibrada, y en eso quizás haya un paralelismo con la guerra entre Irak e Irán en su momento, cómo Occidente intentaba ayudar a un lado y al otro para conseguir un equilibrio.

Posibles escenarios

– No creo que vaya a haber un cambio bélico. Aunque el Ejército regular consiga el triunfo en zonas que ahora mismo no controla, no va a poder dominarlas, puesto que produciría una guerra de guerrillas. A su vez, el ELS no tiene capacidad para establecer el control sobre la mayor parte del territorio, a no ser que se produzca un ataque terrorista contra la cúpula del poder, como el que hubo en verano. Por otro lado, nadie quiere optar, de momento, por el establecimiento de una zona de exclusión aérea, que permita que la oposición armada controle algún territorio fronterizo, por ejemplo en el norte.

Desde mi punto de vista, la situación regional puede llegar a un extremo de tensión y de problema permanente para los Estados vecinos, sobre todo para Turquía y Jordania, como he dicho. En Turquía por la cuestión kurda, que se está reactivando en toda la región oriental. A lo que cabe añadir el incremento de las tensiones en Irak por la disputa sobre el control de los pozos petrolíferos entre la región del Kurdistán y el Gobierno central. En Jordania, por la intensificación de las protestas sociales contra la carestía de la vida y la corrupción, y además por la presencia incesante de refugiados sirios.

Esa tensión tan grave puede crear una situación que obligue a hacer algo en Siria, puesto que lo que sucede en este país es lo que está provocando esa conflictividad regional. Se produciría, pues, si no una intervención militar, algún tipo de consenso para hallar una solución de compromiso que pase por que la cabeza visible del régimen desaparezca. Una negociación a varias bandas en las que, sobre todo a los rusos, se les garantizase la pervivencia de su influencia sobre Siria.

Ahora la población siria está ya completamente desesperada, y cuando la gente no tiene para comer no le puedes hablar de reivindicaciones políticas. Y ante este callejón sin salida esperará soluciones cuanto antes. De plantearse vías de negociación, alguien en el interior tendría que ceder y es de imaginar que lo hiciera la parte más débil, que hasta este momento sigue siendo la oposición política, lo que supondría una tragedia ver enterradas las demandas democráticas.

Cabe que por ahora, sin más, siga la revuelta como tal, recibiendo apoyos que permitan mantener este equilibrio. Este sería un juego sucio e inmoral, y sin duda peligroso.