François Hollande entró en el Elíseo prometiendo crecimiento económico y políticas que reactivasen la creación de empleo en Francia y en Europa. Sin dejar de estar centrado en sus quehaceres internacionales, entre los que queda por resolver la premanencia de Gracia en la zona euro, la crisis de la deuda en otros Estados del sur europeo y la reactivación de la economía del Viejo Continente, el jefe de Estado galo se muestra ahora más decidido que nunca a lidiar con los problemas específicos de su país, alcanzado por la sombra de la austeridad y con un paro que se expresa en cifras récord
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