DOSSIER

 

La Psicología en los Servicios Sociales: realidad y perspectiva de futuro


Psychology in Social Services: Reality and future view

 

Miguel LOPEZ CABANAS (coord.)
Silverio BARRIGA
Carlos CAMARERO
Ferrán CASAS
Fernando CHACON
Antonio GALLEGO
Jaime GARAU
Miguel GARCIA AYA
Oto LUQUE
Pilar MERLO
Avelina PELEATO
Mª Fuencisla RODRIGUEZ
Ponencia Marco del Area de Servicios Sociales en el 11 Congreso del Colegio Oficial de Psicólogos (Valencia 1990).


RESUMEN

PALABRAS CLAVE

SUMMARY

1. INTRODUCCION

2. EL PSICOLOGO EN LOS SERVICIOS SOCIALES

3. EL PSICOLOGO COMO PLANIFICADOR Y GESTOR DE LOS SERVICIOS SOCIALES

4. APROXIMACIÓN AL ROL DEL PSICOLOGO EN LOS SERVICIOS SOCIALES

5. SERVICIOS SOCIALES Y FORMACION UNIVERSITARIA

6. EL COLEGIO OFICIAL DE PSICOLOGOS Y LOS SERVICIOS SOCIALES. CONCLUSIONES


RESUMEN

Los Servicios Sociales se entienden como uno de los instrumentos de la política social que el Estado desarrolla para garantizar el derecho al bienestar social de todos los ciudadanos. En este contexto, la Psicología como disciplina científica y herramienta técnica, se ha incorporado al desarrollo de los Servicios Sociales, configurándose como fundamentales sus aportaciones, junto con las provenientes de otras disciplinas y profesiones.

En esta ponencia se repasa el papel que la Psicología ha venido jugando en diversos Servicios Sociales especializados, así como en los denominados comunitarios, donde la incorporación de los psicólogos fue más tardía, analizando en ambos casos los distintos roles que la profesión desempeña: planificación-evaluación, gestión e intervención directa

Se hace igualmente un análisis de la formación universitaria en las facultades de Psicología en relación a las necesidades profesionales para intervenir en Servicios Sociales, considerándose en general desfasada e insuficiente. La ponencia finaliza con una presentación del importante papel que el Colegio Oficial de Psicólogos viene desempeñando en el crecimiento y consolidación de la profesión en el ámbito de los Servicios Sociales.

PALABRAS CLAVE

Política Social. Servicios Sociales. Intervención Psicosocial. Formación universitaria.

 

SUMMARY

Social Services are understood as one of the instruments of social policy that the State develops to garantee the right of social welfare for all citizens. In this context, psychology as a scientific discipline and a technical tool has raised itself to the development of Social Services, and also in the so called "Communitary services", where the incorporation of psychologists was slow to arrive. In both cases they are anailifed the different roles that the profession enforms: planification-evolution, management direct intervention. Its also done in this report and analysis of universitary education in the Faculty of Psychology in relation to professional necessities to take part in social services. This education in generally considered to be out of phase insufficient this report ends with a presentation of the important part that the Oficial College of Psychologist has been developing in the growth and consolidation of the profession in the field of Social Services.

KEY WORDS

 Social Policy. Social Services. Psychosocial Intervention, Universitary Formation.

 

1. INTRODUCCION

La ponencia que a continuación se presenta es fruto de las reflexiones y trabajo conjunto de todo el Comité Técnico del Area de Psicología y Servicios Sociales de este II Congreso del Colegio Oficial de Psicólogos.

Los Servicios Sociales en España han observado una profunda transformación conceptual e ideológica en los últimos años. Se ha pasado de un modelo benéfico-asistencial a un estado de derecho donde al ciudadano se le garantiza la cobertura de sus necesidades a través de unas prestaciones básicas generalistas y universales.

El Estado, desde las distintas administraciones, tiene por objetivo que las desigualdades surgidas de las diferencias de medios de disposición particular de cada ciudadano afecte lo menos posible a la calidad de vida y a la seguridad respecto a unas necesidades básicas. En el Programa Europeo de Desarrollo Social son definidos como "el conjunto de servicios necesarios para ayudar a los grupos sociales y a las personas particulares a resolver sus problemas, superar sus dificultades y crear o conquistar los recursos adecuados en orden a mejorar la calidad de la vida".

Las normas legislativas en las que se desarrollan indican la dirección que toma la iniciativa pública a la hora de atender las necesidades y procurar la protección del individuo. Dentro de estas dos ideas se contemplan no sólo las necesidades materiales perentorias o las situaciones de riesgo sino la mejora de la calidad de vida y la generalización del bienestar básico a todos los ciudadanos.

La propia política define asimismo el objetivo de Servicios Sociales, concibiéndolos además como instrumentos que faciliten la realización y el desarrollo del hombre en sociedad. Este principio de orden filosófico se ha visto afectado por la ideología respecto a la organización social y la intervención del Estado. Analizando la historia de los Servicios Sociales, vemos como ha evolucionado desde una visión inicialmente compensadora de los déficits sociales hasta una concepción más solidaria e igualitaria. Del concepto de prestación discrecional han pasado a ser considerados como un elemento garantizador del acceso a determinados bienes de la calidad de vida que el Estado moderno se compromete a prestar y fomentar.

Esta evolución se ha visto influida por la constante reformulación que tienen las necesidades sociales y los mecanismos de respuesta de las mismas, lo que ha llevado a D. Casado a señalar que "planteado el asunto más radicalmente, hay que decir que los Servicios Sociales como todo lo social, no son elementos males estables, ni siquiera en una determinada cultura o civilización. La realidad social es inestable hasta en sus estructuras básicas, y con ellas cambian las necesidades humanas y las respuestas culturales a las mismas".

La política social actual deja de ser subrogatoria de las tareas atribuidas tradicionalmente a la familia y/o al grupo social de pertenencia. La oferta ha pasado de ser hecha a minorías residuales con carácter reparador y cuando las necesidades no han podido ser satisfechas a través del mercado, a ampliar el campo de actuación, siendo la totalidad de la población el sujeto al que se dirige esta oferta. que contiene recursos abiertos y normalizados. La intervención es amplía y, según la filosofía política que marca la dirección actual de los Servicios Sociales, podemos incluir en el objeto de trabajo, tanto las carencias materiales y las necesidades sociales, como los procesos que se dan en la vida en sociedad. Así, encontramos recursos que suponen prestaciones materiales, servicios para la comunidad e intervenciones de especialistas en resolver determinadas situaciones conflictivas. Sin embargo, el tercer campo de trabajo, el de los procesos sociales, se define más a través de la intervención del profesional que de la oferta de un recurso o por la existencia de un servicio. Tiene además otra peculiaridad, y es que puede ser un objetivo añadido a las otras dos intervenciones y, nos atrevemos a añadir, el que le da una dimensión diferente a la intervención social. Tiene la peculiaridad de que esta intervención no está centrada necesariamente en la solución de problemas por parte de la institución, sino que busca incidir en las conductas de los individuos para conseguir que ejerzan un papel activo en la solución de sus propios problemas, participen en la vida social y que, en definitiva, ejerzan un control de su medio para que, en un futuro, los Servicios Sociales sean subsidiarios de la sociedad y apoyen sus iniciativas.

No es de extrañar entonces que la Psicología esté tomando un papel relevante no sólo dentro de los servicios especializados sino también en los Servicios Sociales comunitarios. Ofrece alternativas tanto para la intervención directa, con la tecnología de que ya dispone para las estrategias de solución de problemas y de facilitación de procesos de cambio, como para la metodología de análisis e intervención en sistemas sociales.

En esta ponencia no pretendemos ser exhaustivos en el análisis de todos y cada uno de los Servicios Sociales en que la Psicología está presente o puede realizar importantes aportaciones. Se han elegido algunos Servicios Sociales especializados, por la histórica implantación de la psicología, por su reciente incorporación o por su perspectiva de futuro. Somos conscientes que algunos Servicios Sociales especializados no han sido abordados (mujer, transeúntes, ex reclusos, minorías étnicas ), siendo las limitaciones de tiempo y espacio el motivo. Creemos no obstante, que todos estos servicios pueden ser asimilados en alguno de los presentados en cuanto a los criterios elegidos y ya citados: implantación, incorporación reciente y amplias perspectivas.

Por otro lado, los Servicios Sociales comunitarios, estrellas en el momento actual en cuanto a creación de puestos de trabajo se refiere, no se han plasmado todo lo que sería oportuno debido a que, en este Congreso, se les ha reservado una conferencia específica. Otro tanto ocurre con los Servicios Sociales especializados dirigidos a drogodependientes que, además, cuentan con otra conferencia en el área de psicología y profesión, como ejemplo de rápida y consistente introducción de la psicología en un sector profesional.

 

2. EL PSICOLOGO EN LOS SERVICIOS SOCIALES

De todas las áreas de intervención del psicólogo en los Servicios Sociales destaca, sin duda alguna, por su consolidación histórica y por el número de colegas que trabajan, el ámbito de minusválidos. Por este motivo, creemos que es importante hacer un rápido repaso a la historia de la atención a las personas con minusvalías en nuestro país.

Desde que en 1922 se crea el Instituto de Reeducación Profesional, considerado como el primer centro integral de rehabilitación español, hasta la vigente Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI), los Servicios Sociales dirigidos a este colectivo han observado múltiples modificaciones. En el año 1932, por ejemplo, se da un paso atrás, cuando se pierde la óptica integral de la rehabilitación al pasarse el Instituto citado, del Ministerio de Trabajo al de Instrucción Pública y Bellas Artes, cambiando la denominación por la de Instituto Nacional de Reeducación de Inválidos, calificado como "entidad benéfico-docente de carácter predominantemente médico", vinculándose la rehabilitación al accidente de trabajo hasta el año 1963, en que aparece la Ley de la Seguridad Social, donde se incluye la recuperación como prestación básica de la invalidez permanente y prevé el establecimiento del Servicio Social de Reeducación y Rehabilitación de Inválidos y de Asistencia Social como complemento de las prestaciones otorgadas ante las diversas situaciones de desprotección. Es en el año 1966, a través de una regulación de la Ley de Seguridad Social, cuando las prestaciones rehabilitadoras se generalizan a todos los trabajadores, independientemente del origen laboral o no de la situación de invalidez.

Se ha de resaltar que la Organización Nacional de Ciegos de España (ONCE) desarrolla desde 1938 actividades tendentes a promover la inserción socio-profesional.

Un avance importante es el dado por la Orden de 8 de mayo de 1970 que regula la asistencia en la Seguridad Social a los subnormales. En el mismo año, en el mes de agosto, se crea el Servicio Social de Recuperación y Rehabilitación de Minusválidos, estableciendo medidas de rehabilitación y empleo a favor de los minusválidos, Servicio que se ve regulado en noviembre de 1971, adscribiéndose al Instituto Nacional de previsión, limitándose la protección contra los efectos de la minusvalía a los beneficiarios de la Seguridad Social, existiendo, por tanto, una discriminación respecto a los minusválidos no afiliados a este sistema de protección.

El Servicio Social de asistencia a subnormales el Servicio de Recuperación y Rehabilitación de minusválidos, unifican su gestión en 1974 dando lugar al Servicio de Recuperación y Rehabilitación de Minusválidos Físicos y Psíquicos (SEREM), centrándose en la labor asistencia la formación profesional y la promoción de empleo. Se prevén valoraciones médicas, psicológicas, pedagógicas, asistenciales y laborales, haciendo posible una orientación profesional del minusválido y una ordenada rehabilitación. Valoraciones y rehabilitaciones en donde la psicología se muestra como disciplina básica, motivando por ello el paulatino incremento de psicólogos que trabajaban para este colectivo.

Otras circunstancias históricas importantes fueron la creación del Real Patronato y la Conferencia Nacional sobre Integración del Minusválido en la Sociedad, Minusval 74, donde se destaca el relevante papel que deben jugar las asociaciones y el voluntariado.

Como consecuencia de los Pactos de la Moncloa de 1977, que consideraban los Servicios Sociales como una realidad diferenciada dentro del Sistema de Seguridad Social, se creó en 1978 el Instituto Nacional de Servicios Sociales (INSERSO) como entidad gestora de la Seguridad Social, ejerciendo sus actividades a través de los Servicios Sociales de la tercera edad, de minusválidos físicos y psíquicos y de programas especiales. Con la llegada del INSERSO desaparecen instituciones como el INP y el Mutualismo Laboral, asumiendo igualmente, las funciones del SEREM.

Las actividades que se realizan desde el INSERSO para el colectivo de minusválidos, se estructuran en los siguientes programas:

Atención básica

Este programa comprende acciones de:

El programa está a cargo de equipos multiprofesionales ubicados en los Centros Base del Instituto.

Programa de Recuperación Profesional y ,funcional de Minusválidos

Los servicios que ofertan los C. Base son insuficientes dado su carácter ambulatorio para aquellas personas con deficiencias físicas que requieren una atención rehabilitadora en el orden funcional y profesional Por este motivo, se crean los CENTROS DE RECUPERACION DE MINUSVALIDOS FISICOS (C.R.M.F.).

Atención especializada a minusválidos psíquicos

Para un número importante de personas con deficiencias psíquicas, los servicios que prestan los C. Base requieren ser continuados en centros de atención permanente, de los que existen dos modalidades:

Prestaciones económicas a minusválidos

Este programa ha de servir como instrumento para la aplicación del principio de igualdad de oportunidades de los ciudadanos discapacitados que procuran su rehabilitación.

Tiene dos líneas de actuación:

Programa de promoción

Incluye varias fincas de acción. Las principales son:

Como se puede observar, la diferencia cualitativa con anteriores situaciones es muy amplía, aumentada con la Ley de Integración Social de los Minusválidos (LISMI), aprobada en 1982. La LISMI se convierte en el texto básico de referencia para la atención integral de las necesidades de los minusválidos, concretadas en: prevención, asistencia sanitaria y farmacéutica, garantía de ingresos mínimos, ayuda de tercera persona, compensación gastos de transporte, rehabilitación médico-funcional, tratamiento y orientación psicológica, recuperación profesional, integración laboral, etc. Todo ello a través de equipos multiprofesionales.

Hay que destacar, que el artículo 32 de la Ley concede un auténtico derecho subjetivo a beneficiares de los procesos de recuperación a todos los minusválidos con independencia de su afiliación o no a la Seguridad Social superando el carácter discrecional que se traslucía en las normas anteriores. Se introduce el principio de normalización, que viene a propugnar la prestación de los Servicios Sociales a las personas con minusvalías, a través de los cauces ordinarios que la sociedad utiliza para la satisfacción de sus necesidades

 

2.1. La intervención del psicólogo en el Servicio Social de minusválidos

Tomando como referencia la intervención realizada en el INSERSO por ser el organismo que más psicólogos tiene en plantilla trabajando con minusválidos, su actuación está centrada en el PROGRAMA DE ATENCION BASICA A MINUSVALIDOS que se lleva a cabo prioritariamente en los C. Base, aunque también interviene en centros ocupacionales. Actúa dentro de un equipo Multiprofesional, dada la complejidad de funciones que asume (orientador, supervisión de tratamientos, diseñador de programas, evaluador de comportamientos, terapeuta, apoyo y asesoramiento ) según las necesidades, pero fundamentalmente actúa en el área de valoración y orientación.

Un momento del proceso de valoración y orientación es la calificación legal del minusválido, que no es un fin en sí mismo, sino un medio instrumental para atender las necesidades de los minusválidos siempre que se precise de recursos públicos.

La valoración sólo es una fase del proceso más amplio que comprende la orientación y posterior atención de las necesidades que presenta el minusválido y sus familiares más allegados. Las técnicas que utiliza son variadas, aunque fundamentalmente actúa mediante: observación de conductas, utilización de tests, entrevistas, estudio de conductas problema (análisis funcional) y todo tipo de instrumentos o acciones pertinentes para el caso concreto que le ocupa.

Otra función del psicólogo es la de diseñador de programas, concretando aquellas medidas recuperadoras asistenciales que ayuden al sujeto a su plena rehabilitación e integración social

Actúa por tanto principalmente en la valoración orientación rehabilitación y tratamiento del minusválido, dentro de un enfoque COMUNITARIO ya que su actuación, regulada por leyes, tiene por objetivo aumentar la calidad de vida del minusválido y su acción va dirigida a paliar y prevenir problemas sociales.

Ahora bien, la realidad se distancia de la teoría, salvo excepciones, ya que las funciones que realizan los psicólogos en los equipos multiprofesionales no se corresponden con los principios generales que inspiran las leyes y programas en los que trabajan. Causas:

En resumen, los Servicios Sociales dirigidos a los minusválidos cuentan con un numeroso colectivo de psicólogos que debe tender a aumentar y a consolidar sus funciones, correlativamente, al cumplimiento de los objetivos previstos en la legislación, que van mucho más allá de la estricta valoración, que como ya se ha mencionado, absorbe buena parte del tiempo de los psicólogos del sector.

 

2.2. Servicios Sociales para la tercera edad

Para seguir en la misma línea de dependencia administrativa continuamos con los Servicios Sociales de la tercera edad.

Efectivamente, este sector de población está atendido preferentemente por el Instituto Nacional de Servicios Sociales, que realiza dos grandes tipos de programas.

Intervenir en los procesos de envejecimiento supone provocar cambios en un determinando individuo o grupo de individuos cuyo resultado sea obtener variaciones en los comportamientos individuales o colectivos, que respondan a un modelo de referencia o hipótesis de trabajo previamente determinada y orientada conforme a un cuerpo teórico que debe irse modificando en la práctica y en base a esta misma, produciendo una serie de interacciones positivas que modifiquen a su vez el objeto de la intervención.

Los procesos de aprendizaje en la vejez determinan que:

Todo ello pone de manifiesto que los procedimientos de intervención con la tercera edad desde el planteamiento de creación de Servicios Sociales adecuados para elevar su calidad de vida, han de basarse en los puntos anteriormente expuestos.

Se ponen de moda los seguros de vida y los planes de pensiones, se invierte dinero en la actualidad para la vejez, se paga la Seguridad Social para obtener, entre otras cosas, una pensión con la que vivir en ese último tramo de la vida ¿Por qué se mueve tanto dinero, tanto esfuerzo, tanto ingenio en ese sentido? Hay una respuesta inmediata que no nos resistimos a apuntar: la vejez es una anticipación de miedo, una película de indefensión, de abandono, de olvido y soledad. También puede ser un negocio (la negación del ocio).

En España existe un 80 % de personas mayores que viven solas, tanto en el sentido biológico de la palabra, como en el sentido económico de la misma, engrosando los porcentajes de gastos en pensiones, medicinas, centros gerontológicos, etc. Pero en la mayoría de los casos solemos olvidarnos del modo de vida, los aspectos psicológicos de esa vida que estadísticamente se alarga para la medicina, para los gestores económicos, para los seguros, etc. Nos olvidarnos porque damos por supuesto que la vejez es triste, que la vejez es pobre y antesala de la muerte.

Las alternativas que se barajan de una e forma teórica, pero que son las únicas que pueden arrojar resultados positivos, hablan de mantenerse en contacto con el mundo actual y futuro, pero también con el pasado, pensar con claridad, mantenerse ocupado disfrutando de la vida y del contacto con las otras personas. Por esta razón, estamos plenamente de acuerdo con los programas que favorecen la permanencia de las personas mayores en su entorno habitual.

Desde una óptica preventiva, es de resaltar la importante labor que pueden realizar los programas de preparación para la jubilación que todavía no cuentan con muchas experiencias en nuestro país, pero que sin duda alguna pueden ser básicas en futuras actuaciones. Hay que señalar que el INSERSO, en colaboración con el Departamento de Psicología Diferencial de la U.C.M., está realizando una interesante investigación sobre pre-jubilación.

Una adecuada preparación a la jubilación pasa, a nuestro entender, por un continuo proceso vital de educación para el ordenado disfrute del ocio y del tiempo libre.

A finales del siglo XVIII, la máquina empieza a reemplazar al hombre en el trabajo físico y, actualmente, lo reemplaza en el trabajo intelectual. La discusión hasta la actualidad ha sido la de intentar conocer cuál sería el papel del hombre en la sociedad automatizada, donde el trabajo lo hacen las máquinas y el ser humano comienza a tener un mayor tiempo de ocio.

Tenemos que pensar en actividades de tiempo libre que sean útiles para el individuo y para la sociedad, que puedan reemplazar al trabajo asalariado y, sobre todo, prepararse para ese futuro cercano de forma positiva y educada, ya que no todo el mundo es capaz de crear formas de utilización del tiempo libre. Es más, la ociosidad se vive negativamente por algunos: los síndromes patológicos del fin de semana, las jornadas interminables, los sentimientos de inutilidad en la vejez... son claras muestras del "miedo al ocio" parafraseando "el miedo a la libertad" de Fromm en los años sesenta.

En definitiva, toda la historia del hombre se confabula en contra de la sociedad del ocio. Por ello, hay que educarse para ésta, dando nuevas dimensiones psicológicas a la persona, madurándola educacionalmente para obtener satisfacción personal de la creación intelectual derivada del ocio, cambiando el valor dominante en la actualidad del hombre como ser útil productor de bienes de consumo hasta el infinito.

Hay que reinventar el concepto de necesidad humana y contemplarla a la luz de este futuro en el que el ciudadano pueda dar el salto de ocupar un ocio obligado y pasivo, dedicándose al ocio creativo y dinámico.

Todas aquellas acciones que desarrollen la creatividad, la ocupación del tiempo de ocio mediante actividades sociales y culturales encaminadas a un fin artístico, deportivo, recreativo, ocupacional o social, evita, en buena medida, la utilización de ese mismo tiempo en actividades sin fin último o a que este puede ser nocivo para la propia persona, especialmente para aquellos colectivos, como el de la tercera edad, en los que el ocio es el mayor exponente vital.

La Psicología se encuentra infrarepresentada en los Servicios Sociales dirigidos a la tercera edad, especialmente si tenemos en cuenta las valiosas aportaciones teóricas realizadas. Es un contrasentido no contar en la práctica con los profesionales de una de las disciplinas que más han aportado para el conocimiento teórico de la tercera edad. Hay que reivindicar una mayor presencia de los psicólogos en los programas de atención institucionalizada y el inicio de nuestra presencia en programas de atención en el entorno, donde tanto podemos aportar desde el enfoque de la Psicología Comunitaria.

No debemos olvidar que, por cuestiones demográficas por todos conocidas, la tercera edad es un sector de población con un "gran futuro" en cuanto a las necesidades de servicios requeridos y por el número de puestos de trabajo que puede generar. Expectativas que tendría que encontrar respuesta en el Plan Gerontológico que el Ministerio de Asuntos Sociales tiene previsto aprobar dentro de muy pocos meses.

 

2.3. Centros de Acogida a Refugiados (CAR)

Siguiendo con la misma dependencia administrativa, con el INSERSO. continuamos con los CAR

Los CAR son establecimientos públicos destinados a prestar alojamiento, manutención y asistencia social urgente y primaria a las personas que hayan solicitado asilo o la condición de refugiados y que carezcan de medios económicos para atender a sus necesidades y las de su familia.

Si resulta difícil determinar los estados de necesidad del conjunto de la sociedad, con parámetros culturales conocidos, cuadros de comparación medibles por variables uniformes, aceptando una escala de valores que conlleva una visión global de aquellos en el contexto social donde se produce, comprenderemos el "más difícil todavía" que resulta emplear esos mismos esquemas para medir necesidades de las personas que optan por salir de su país en circunstancias traumáticas y acogerse a un status social de refugiado o asilado en otro país, otra cultura etc.

Ante una situación internacional que produce un tipo de marginación que presenta toda una serie de características diferenciadoras generadoras de estados carenciales, formas de desarraigo y situaciones de aislamiento, que pueden a su vez, ser diferentes en función del país de procedencia, los procesos emocionales, conductuales, etc., que se derivan de esta clase de marginación son producidas por hechos objetivables, tales como:

A todas ellas hay que añadir los trastornos de personalidad que todas las variables anteriores pueden producir por la imposibilidad de ensamblar las nuevas coordenadas que se dan en este grupo de personas, sobre todo, si han tenido que huir de su país de origen por razones de persecución política, religiosa, etc.

Eso supone la creación de sistemas de protección integral que contemple todos los mecanismos que se ponen en juego.

Porque, por otro lado, son un colectivo competente personalmente, con alto nivel de autoestima y valoración de su papel dentro de la sociedad.

Los servicios que han de proporcionarse a estas personas son de carácter multidireccional: enfocado al grupo, país, etnia etcétera; y dentro del mismo ha de darse una integración de los distintos miembros: niños, adultos, viejos, mujeres, etc.; donde los diferentes niveles de adaptación e interacción deben ser contemplados a la luz e las situaciones que han dado origen a su proceso de desadaptación-desarraigo-trausentismo-marginación-indefensión.

Los viejos sistemas de intervención con este colectivo se están descartando hacia modelos de competencia, entrenamiento en habilidades sociales, creación de sistemas de autoayuda, independencia y autogestión.

Los Servicios Sociales han de ser los generales del resto de la población española pero reforzados con mecanismos de individual y colectivo, entrenamiento en habilidades de comunicación, independencia de la institución, habilidades culturales y sociales. etc.

Las aportaciones que pueden realizarse desde la psicología son sin duda relevantes, favoreciendo los procesos de adaptación de estos colectivos. Así ha sido entendido por los responsables del INSERSO que han incluido a profesionales psicólogos en los organigramas de los CAR, que recientemente se han creado.

Los Servicios Sociales dirigidos a los refugiados y asilados, aunque reducidos por su número, representan un área de intervención del psicólogo de reciente creación pero plenamente consolidada, no obstante por sus características, con inciertas perspectivas de crecimiento en los próximos años.

 

2.4. Las drogodependencias como ámbito de intervención del psicólogo

Las drogodependencias se han convertido en un fenómeno social complejo que se ha ido conformando, de forma paulatina, a lo largo de los últimos años, por la interrelación de variables de muy distinto signo que tienen que ver tanto con lo económico, lo social y lo cultural, como con las características individuales de los consumidores.

Esta interrelación multicausal y el carácter dinámico del fenómeno, han condicionado el abordaje de las drogodependencias que ha seguido un camino sinuoso que se refleja en la actualidad en el mapa de metodologías diversas que coexisten en la intervención preventiva y asistencial y que responden a conceptualizaciones dispares.

En España el consumo de drogas ilegales eclosionó en la década de los setenta con claro retraso con respecto a los países de nuestra área de modo que los primeros centros específicos no se crearon hasta 1979. -Los centros de atención a drogodependencias legales (alcoholismo) existían con anterioridad- (Comas, 1985).

De 1979 a 1985 el panorama de recursos asistenciales es deficitario respecto a la demanda, y aunque se crean centros de atención ambulatoria, proliferan con mayor profusión las comunidades terapéuticas que, siguiendo modelos americanos, son regentadas por ex toxicómanos, lo que tiene que ver tanto con las características concretas de la demanda de atención que realizan los drogodependientes y sus familias, como con las contradicciones estructurales presentes en los sistemas comunitarios de bienestar social (Salud Mental, Servicios Sociales, Educación, Sanidad, etcétera) (Comas, 1988).

En 1985 se crea el Plan Nacional sobre Drogas a propuesta del Congreso de los Diputados como la respuesta obligada de la Administración, existe una problemática que preocupa hondamente a amplios sectores ya que incide negativamente en la salud individual y colectiva, provoca procesos de marginación y deteriora la seguridad ciudadana.

El PNsD tiene como finalidad "contribuir a frenar y reducir el consumo de sustancias tóxicas" y se plantean tres objetivos básicos:

El PNsD asume competencias de propuesta y de coordinación interministerial interautonómica y de la participación de la sociedad civil.

A partir de la creación del PNsD el panorama de la intervención ha ido cambiando. En cada comunidad autónoma se ha articulado el Plan Regional sobre Drogas correspondiente, la prevención tanto de la demanda como de la oferta ha ido ganando peso específico van constituyéndose con desigual evolución según los CCAA, redes asistenciales integradas por recursos públicos y privados que pretenden la rehabilitación y la inserción social de los drogodependientes. Paralelamente se ha impulsado el intercambio internacional de experiencias, la investigación y la formación de profesionales y de mediadores sociales.

Igualmente algunas administraciones locales, fundamentalmente aquellas que cuentan con gran número de habitantes y de recursos presupuestarios, han desarrollado, en el marco de los Planes Regionales, acciones importantes en número y alcance, en el ámbito de las drogodependencias.

En el terreno concreto de la psicología y las drogodependencias hay que señalar que la esencia del fenómeno así como su propia evolución, y las opciones de intervención adoptadas, a las que no han sido ajenas intereses corporativistas entre otros, han venido condicionando el papel de esta disciplina.

La participación del psicólogo como profesional en el ámbito de las drogodependencias, ha sido irregular en cuanto al número, el rol y el marco desde el que se abordaba la intervención pasándose de una actuación clínica, escasa en número y enmarcada en el contexto de la salud mental en el ámbito público y en el privado, a la participación en programas específicas y normalizados igualmente desde lo público y lo privado con roles que van desde la actividad asistencial hasta la planificación, la gestión y la investigación.

Por lo que respecta al número, la escasa presencia inicial se ha visto incrementada a lo largo de los últimos cinco años de manera importante, así, recursos de iniciativa privada específicos -comunidades terapéuticas profesionalizadas, centros de día, centros de atención ambulatoria, talleres de reinserción, etc.-, cuentan con psicólogos en su dotación de personal , e igualmente -y aquí el crecimiento ha sido aún más espectacular-, la iniciativa pública, ha dado cabida a los profesionales de la psicología en los planes autonómicos en los programas que desarrollan desde los mismos, y esto tanto para el ámbito de la prevención como de la asistencia y la inserción social, con independencia de que los programas dependan de Sanidad, Servicios Sociales, etc., en los distintos niveles administrativos.

Para situar con exactitud la situación actual de la realidad del ejercicio profesional de los psicólogos en las drogodependencias, el C.O.P, ha iniciado una investigación aplicada para la que se ha solicitado financiación al PNsD, ya que en la actualidad no se disponen de datos concretos.

Desde el punto de vista cuantitativo, las drogodependencias es un sector de intervención donde los psicólogos se han incorporado en gran numero en los últimos años, estando pendiente la consolidación y posible ampliación, de la suerte que corra el Plan Nacional sobre Drogas, al menos en un futuro a medio plazo.

2.5. El psicólogo en los Servicios Sociales de atención a la infancia

Los Servicios Sociales de atención a la infancia, junto con la de minusválidos, es el otro ámbito de intervención donde los psicólogos encuentran desde hace tiempo plenamente reconocidas y consolidadas sus funciones.

Estrictamente es difícil diferenciar el ámbito "familiar" del de "infancia" en el marco de los Servicios Sociales. Posiblemente se habla poco de un "ámbito familiar", porque su delimitación se aproximaría mucho a la de los Servicios Sociales generales: de hecho puede considerarse que todos los ciudadanos viven en unidades familiares. Cuanto más comunitario y preventivo sea nuestro enfoque, más difícil resulta diferenciar estos dos ámbitos. Con todo, aun e el ámbito "infancia" sea considerado segundo orden en el seno de las políticas sociales (cosa evidente si se toma la distribución presupuestaria de las distintas administraciones públicas como indicador), es obvio que una parte importantísima del trabajo del psicólogo como profesional de los Servicios Sociales se ha desarrollado intensamente vinculado al denominado ámbito de la infancia. Entendemos que la paulatina expansión de sus funciones en el mismo presenta un ritmo muy parecido al de su identificación como psicólogo social (Casas y Beltri, 1989).

Como ejemplo nos puede servir Cataluña, donde los primeros psicólogos contratados para trabajar con niños con graves dificultades socio-familiares a partir de los Servicios Sociales, aparecieron en la segunda mitad de los años 70, cuando el Ayuntamiento de Barcelona estableció un contrato con una entidad privada (Centre d'Educadors) para transformar su red de servicios especializados en este campo. Hay que apuntar, no obstante, que algunas otras instituciones privadas vinculadas al ámbito de la delincuencia infantil y juvenil ya contaban en todo el Estado con algún psicólogo colaborando de forma más o menos voluntarista.

Las funciones encomendadas al psicólogo en el citado proceso transformador fueron fundamentalmente dos: la de dar apoyo individualizado al niño (que se ampliaba a la familia cuando se consideraba necesario, colaborando en ello educadores y asistentes sociales), y la de realizar un análisis institucional apoyando la dinámica de los equipos educativos. Se trataba, pues, de un encargo profesional que superaba ya las funciones clínicas tradicionales.

Con el cambio de década la necesidad de un enfoque comunitario en el trabajo psicológico en Servicios Sociales va adquiriendo fuerza expresada con posturas a menudo muy enérgicas, pero que no encuentran una continuidad práctica. La llegada de la perspectiva sistemática pareció abrir vías de conciliación entre el deseo y la realidad (condicionada no sólo por la estructura de los servicios, sino también por la propia formación universitaria recibida por el psicólogo). Su primera concreción parece ser la aparición de las prácticas de terapia familiar.

Si miramos hacia el futuro, parece indiscutible que una tarea de prevención y detección precoz de las necesidades sociales y de los problemas sociales de la población Infantil debe ser inexcusablemente comunitaria. Sin embargo, la precariedad con que se encuentra la atención a los niños con graves problemáticas socio-familiares y psicosociales en todo el territorio del Estado español parece que aún hace inviable en la práctica tal propósito.

Tanto los distintos tipos de "Equipos de Apoyo" a la red de Servicios Sociales para temas de infancia que han ido apareciendo los últimos años (sobre todo a partir de iniciativas de diputaciones o grandes ayuntamientos), como los equipos especializados creados para instrumentar la aplicación de la Ley 21/87 (de modificación del Código Civil en materia de acogimientos y adopciones), que en todos los casos incluyen algún psicólogo, han tenido encomendadas, por regla general, tareas de prevención de alcance comunitario. Sin embargo hay que reconocer públicamente que el agobio a que todos estos equipos han sido sometidos para encontrar soluciones a los gravísimos casos emergidos les ha impedido, en la mayor parte de las ocasiones, poner significativamente en práctica dicha actividad preventiva.

Este agobio, además, ha impedido de momento que se plantee a fondo un debate sobre la formación necesaria para el profesional que actúa en este ámbito, en el que persisten posiciones confrontadas entre lo "clínico" y lo "social", en función de la formación y experiencia adquirida por cada profesional, y cuya salida no está a todas luces en posicionarse rígidamente en una u otra perspectiva teórica.

A medida que nos hemos ido adentrando en los años 80, y generalmente a partir de propuestas e iniciativas tomadas por los propios psicólogos, se han ido desarrollando nuevas aportaciones desde nuestra profesión en los Servicios Sociales para la infancia, en primer lugar relacionadas con la formación y apoyos específicos a otros profesionales, y más adelante en relación con actividades cada vez más vinculadas a la psicología organizacional. Aunque muy lentamente, hemos visto como algunos colegas se iban incorporando a tareas de planificación, organización, gestión y valoración de programas. Circunstancias estas últimas comunes a todos los Servicios Sociales.

En un ámbito donde cotidianamente aún se vive bajo el peso de las urgencias imperativas, siempre se ha sentido que el tiempo invertido en investigar la realidad en profundidad resulta un verdadero lujo. Hoy, mirando hacia el futuro, creemos urgente que los psicólogos nos comprometamos en una investigación aplicada en este ámbito tan complejo tan poco lucido para la investigación "dura". Consideramos que la epidemiología nos ofrece un camino metodológico abierto a multiplicidad de actividad investigadora psicosocial a nivel de estudios de necesidades y factores de riesgo a escala territorial, por tanto, útiles para la planificación. Ello ha de posibilitar replantear con nuevos argumentos y con nuevas energías la gravedad de las dinámicas sociales que están en el trasfondo de los problemas psicosociales de la población infantil.

¿Con qué base, sino, vamos a emprender el eternamente pendiente reto de intentar modificar las actitudes sociales hacia los niños con problemas, las representaciones sociales sobre las necesidades de la población infantil, y las propias aspiraciones sobre el futuro social de las que se hacen depositarios a los niños de hoy? Tras estas genéricas intenciones, tan cargadas de valores considerados positivos que nadie se atreve a manifestarse públicamente en contra, se esconden multitud de complejos factores y complejas dinámicas psicosociales. Un problema pendiente (no el único, ya que en última instancia encontraremos problemas políticos, sin duda) es cómo incidir sobre tal realidad psicosocial, cómo mejorar los aspectos psicosociales que intervienen en la calidad de vida de la infancia.

Estamos profundamente convencidos que desde nuestra profesión nos hallamos aún dando los primeros pasos tanto en investigación como en la elaboración de propuestas de intervención concreta. Los factores psicosociales que afectan la vida de la población infantil son obviamente muy complejos, por lo cual no son pensables grandes y espectaculares avances; hace falta una constante y paulatina implicación profesional en todos los aspectos afectados, para ir construyendo un sólido conocimiento psicosocial sobre la génesis de los problemas sociales de la población infantil y las dinámicas de mejora de su calidad de vida.

Debemos pues, profundizar tanto en el conocimiento de las situaciones y dinámicas de riesgo psicosocial como en las de satisfacción y desarrollo de las relaciones sociales positivas en el seno del proceso de socialización, trabajando más para mejorar los espacios "normalizados" de la vida infantil: el tiempo libre, las actividades culturales, la comunicación social sobre la infancia, etc. Los servicios dirigidos a los niños pueden recibir estimables contribuciones psicosociales de los profesionales dedicados al diseño ambiental y al diseño organizacional. Y nos queda casi todo por conocer y por hacer sobre diversidad de fenómenos que interactúan desde la población adulta hacia la población infantil: percepciones sociales, prejuicios, estereotipos, clima social en distintos marcos, etiquetaje y reacción social, etc.

En el caso de la infancia tenemos que ampliar la complejidad del modelo de referencia ya que existen dos cuestiones que median entre el sujeto y el contexto con que se relaciona: los valores culturales imperantes acerca de la función social para con la infancia, con su particular manera de ejercer el cuidado, la protección y la estimulación, y los agentes sociales que actúan para ejercer estas funciones. Cualquier intervención que no se adapte a estos dos factores es probable que tenga pocas posibilidades de incidir en las conductas de los sujetos para con la infancia.

En resumen, podemos afirmar que el ámbito de la infancia va a seguir requiriendo de las aportaciones de la psicología, abriéndose amplias perspectivas con la próxima puesta en funcionamiento por parte del Ministerio de Asuntos Sociales de un Plan de Atención Integral a la Infancia.

 

2.6. El psicólogo en los Servicios Sociales comunitarios

La incorporación del psicólogo a los Servicios Sociales comunitarios se encuentra condicionada por el propio proceso de implantación y desarrollo de estos servicios.

La peculiar evolución de los Servicios Sociales en nuestro país, en la que se van abandonando progresivamente las prácticas asistencialistas de óptica caritativa, dando paso a unos Servicios Sociales reconocidos como un derecho de los ciudadanos y dirigidos al conjunto de la población, está posibilitando la paulatina incorporación de la figura profesional del psicólogo.

Efectivamente, esta nueva concepción, basada en los principios de prevención, integración, participación, descentralización, igualdad, etc., articula unas bases ideológicas que deben permitir el desarrollo de unos servicios integrados en la comunidad e inspirados en una óptica de intervención preventiva y participativa.

Los Servicios Sociales se entienden así, como uno de los instrumentos de la política social de un estado que deben de garantizar el derecho al bienestar social de todos los ciudadanos tal y como se recoge en el mandato constitucional.

La promulgación de las distintas leyes autonómicas de Servicios Sociales y el reconocimiento de las corporaciones locales en la Ley de Bases de Régimen Local, como la Administración desde la que deben de prestarse dichos servicios por su cercanía a las necesidades y demandas de los ciudadanos, han favorecido la implantación y desarrollo, aún muy desigual, del nivel básico de atención (Servicios Sociales generales comunitarios, de atención primaria o de base, según distintas comunidades), de una serie de estructuras (centros o unidades básicas de Servicios Sociales) y recursos humanos a través de los cuales se hacen efectivos estos servicios.

La necesidad de ofrecer alternativas válidas a las situaciones sociales complejas generadas por la concurrencia de m tiples factores (sociales, psicosociales, económicos, culturales, etc.), han planteado nuevas exigencias técnicas a los Servicios Sociales. Destaca por su especial relevancia en el tema que nos ocupa, la puesta en marcha de equipos interdisciplinarios, en los que se reconoce la figura del psicólogo.

La escasa clarificación conceptual y metodológica de las funciones que el psicólogo debe asumir en estos equipos de base, unido a la confusión sobre el objeto de trabajo de los Servicios Sociales comunitarios han supuesto una serie de dificultades que no favorecen la plena incorporación del psicólogo a este campo de actuación.

Esta situación queda plasmada en la realidad actual, donde se observan un amplio abanico de funciones realizadas por psicólogos que no responden a criterios metodológicos unificados, con expectativas erróneas (que subyacen sobre esta figura profesional.

Dejando al margen el análisis de las tareas que el psicólogo realiza en los Servicios Sociales especializados (minusválidos, tercera edad, toxicómanos, etc.), donde existe un mayor acuerdo respecto a sus funciones, al referimos al área de atención primaria, donde la experiencia es aún escasa, nos encontramos con un predominio del tratamiento del caso individual, reproduciéndose de esta forma un funcionamiento tradicional basado en la intervención clínica y en un modelo asistencial pasivo.

Haciendo un breve análisis de las causas que generan estas actuaciones debemos señalar principalmente tres:

  1. La falta de experiencia del trabajo interdisciplinar en los Servicios Sociales de base, en los que hasta hace siete u ocho años primaba la actuación exclusiva de los profesionales asistentes sociales.
  2. La inadecuada adaptación de la formación curricular de las nuevas disciplinas que se están incorporando, entre las que se encuentra la Psicología.
  3. La falta de una elaboración teórica sólida sobre la que fundamentar el contenido de este sistema público, que está impidiendo desarrollar nuevos enfoques metodológicos de intervención, favorecedores del cambio social y de la participación de la comunidad.

Este conjunto de factores de carácter técnico-profesional, junto con otros, económicos, ideológicos, políticos y de desarrollo normativo, conforman una realidad que debe irse resolviendo en un futuro próximo.

El reto de los psicólogos que se incorporan a este campo de intervención supone contribuir a esta clasificación del objeto de trabajo, desde un enfoque interdisciplinar, donde la complementariedad de roles y clarificación de funciones debe primar sobre la prevalencia de una u otra profesión.

En muchas ocasiones ha sido el propio psicólogo el que ha favorecido la confusión respecto a sus funciones, al centrar su intervención más en la utilización de tecnologías propias de un enfoque clínico centrado en el individuo más que en un enfoque de intervención comunitaria debe prevalecer al trabajar en centros de Servicios Sociales generales.

Recalcar que debe ser la Psicología la que se adapte paulatinamente a los Servicios Sociales generales y no al contrario, aspecto que como hemos señalado representa una dificultad.

En este sentido, en la medida que estos servicios y su objeto se vayan clarificando, así, la Psicología de orientación comunitaria se irá introduciendo de forma más consistente en el nivel de intervención primaria, demostrando con su trabajo que la asunción de nuevas técnicas y estrategias (evaluación de necesidades, formación de agentes sociales, entrenamiento de habilidades, fórmulas de participación, etc.) contribuye a ese cambio social necesario.

Al contemplar al sujeto como elemento de la comunidad y estudiar sus posibilidades de intervención sobre el medio con el fin de modificarla según sus intereses personales o colectivos, el enfoque ecológico nos ofrece amplias posibilidades. El contexto donde se produce el intercambio del sujeto con el medio y la organización social que lo regía serán puntos de interés central que se añadirán al estudio específico de la situación particular en la que estemos trabajando. Es en la organización de estas relaciones donde se van a poder desarrollar fundamentalmente las capacidades sociales del sujeto.

El rigor metodológico en estas prácticas nos obligan a formarnos cada vez más en planificación y en valoración de programas, disciplinas aplicadas que han merecido poca atención por parte de los psicólogos que trabajan fuera del mundo mercantil. Consideramos que en todo el campo de la intervención social, el correcto análisis y evaluación de las dimensiones psicosociales comportan no sólo la responsabilidad de obtener una eficacia y una eficiencia (dado que se trabaja con recursos públicos para satisfacer unos derechos ciudadanos), sino una responsabilidad ética a la que debemos dar respuesta como profesionales.

Teniendo en cuenta estos condicionantes que sólo la experiencia, la articulación de medidas para el reciclaje y formación de los distintos profesionales, y el sentido común, pueden ir resolviendo, podemos señalar que el psicólogo debe definir claramente su estrategia de intervención en relación a otros profesionales de la acción social (asistentes sociales, educadores, sociólogos, pedagogos, etc.) de forma que su aportación no quede diluida en un conjunto de acciones indefinidas que se amparan en un tecnicismo alejado de la problemática de la realidad social sobre la que se interviene.

La llegada de la Psicología a los Servicios Sociales comunitarios está siendo, dificil y presenta una implantación muy desigual En algunas comunidades autónomas se contempla como profesional básico, junto con los trabajadores sociales, en los equipos de atención primaria. En otras, por el contrario, la presencia del psicólogo en dichos equipos es casi inexistente, obedeciendo esta situación, por lo general, a trasnochadas luchas corporativistas que pretenden conservar, desde posiciones de poder establecido, prebendas y situaciones profesionales hegemónicas y exclusivistas, que nada tienen que ver con la calidad del servicio prestado al ciudadano.

Los psicólogos que han ido "desembarcando" en los Servicios Sociales comunitarios, utilizaron como principal "cabeza de puente" los Servicios Sociales de atención a la infancia, pues, como quedó reflejado en el anterior apartado su mayor experiencia de intervención psicosociales facilitó el tránsito. Aquellos que provenían de la clínica más tradicional lo tuvieron bastante más difícil, desvirtuando, en gran medida, el enfoque a nuestro entender debe de primar en este tipo de servicios: el comunitario.

Los colegas, aunque en menor número, que provenían del mundo educativo, tuvieron, por lo general, más facilidad de adaptación que los clínicos, pudiendo ser debido a su mayor experiencia de trabajo con grupos, desarrollo de habilidades socializadoras de la familia a través de escuela de padres, intervenciones con adolescentes, colectivo este último al que se le presta especial atención en los Servicios Sociales comunitarios, etc.

Independientemente de su procedencia, lo cierto es que el número de psicólogos que trabajan en atención primaria ha ido progresivamente en aumento en los últimos años, aunque de forma muy desigual e insuficiente dada la amplitud de los objetivos que pretenden conseguir estos servicios, y que se encuentran regulados en cada una de las autonomías por leyes propias.

Con la puesta en marcha en 1988 del Plan Concertado para el Desarrollo de las Prestaciones Básicas de Servicios Sociales en las Corporaciones Locales, que une a las tres administraciones en un Plan de financiación conjunta y finalista a los Servicios Sociales de base que prestan los ayuntamientos, se generaron unas expectativas de creación de empleo que no se han correspondido con la realidad, pués, como ya se ha comentado, la interdisciplinariedad aún no ha llegado a todos los centros de atención primaria, siendo desproporcionadísima la presencia de psicólogos en comparación con las valiosísimas aportaciones teóricas y metodológicas que se realizan desde la Psicología.

No obstante, entendemos que es un campo con un gran futuro, en la medida que se vayan venciendo trasnochadas posturas corporativista y que la Psicología y los psicólogos vayamos demostrando nuestra utilidad en la construcción del sistema público de Servicios Sociales, y más concretamente en su nivel de atención primaría.

 

3. EL PSICOLOGO COMO PLANIFICADOR Y GESTOR DE LOS SERVICIOS SOCIALES

A partir de los años 80, han venido creándose estructuras técnicas en los departamentos autonómicos, provinciales y locales que tienen asignadas competencias en la intervención social, y en concreto, en Servicios Sociales.

Según los diferentes organigramas que plantean, nos encontramos con unidades, servicios o áreas que contemplan la planificación y ejecución de los programa diseñados. La incorporación de los psicólogos a estos equipos ha sido un hecho que debe consolidarse y extenderse. La colaboración y las aportaciones realizadas, desde el punto de vista profesional debe ser considerada altamente positiva, ya que incluye desde modelos teóricos en la práctica de los Servicios Sociales, hasta técnicas de intervención en situaciones concretas.

La planificación debe ser entendida como un método de trabajo en la intervención social y como una necesidad de racionalizar el proceso que nos permita alcanzar los objetivos planteados mediante la optimización de los recursos. Desde esta perspectiva el papel de los psicólogos y de los demás profesionales en funciones planificadoras, cobra una especial relevancia, que, sin sustituir, en ninguna forma, a los responsables políticos, los orientan y los asesoran científicamente en la determinación de las actuaciones a llevar a cabo dentro del complejo entramado social

No es necesario insistir en que toda planificación y toda intervención, debe ser fruto de un esfuerzo común de la Administración, de la población y de los profesionales. Y, dentro del nivel de los profesionales, del trabajo interdisciplinar, que aúne las diversas formaciones, metodologías y técnicas para la correcta actuación pluridimensional que la intervención social requiere.

En estos últimos años, han aparecido en los primeros planos de la teorización y de la aplicación, todo lo concerniente a la acción comunitaria, que ha traído consigo, su inclusión con máximos rangos en las políticas sociales, culturales y sanitarias.

La incidencia de los planteamientos comunitarios en la intervención social, y más concretamente, en Servicios Sociales, ha ocasionado un estilo de planificación metódica y operativa, absolutamente necesaria para superar visiones parciales o sectoriales, sin interrelaciones ni coordinaciones entre ellas, dando paso a una acción integradora y globalizadora basada en el método científico, y en la implicación de la población en la resolución de sus propias dificultades.

Si las aportaciones de la Psicología a los Servicios Sociales ha sido y sigue siendo fundamental no lo es menos en el aspecto concreto de la planificación. La transformación de la práctica social sustentada en valores ideológicos, ha sido posible gracias a la aportación de principios, criterios, objetivos, metodologías y técnicas propias de las ciencias sociales, especialmente de la Psicología, en sus diferentes ámbitos de actuación.

Los diferentes esquemas referenciales posibilitan una elasticidad y una integración en su utilización, necesaria a la hora de intervenir en la compleja realidad social, y permite una comparación de las experiencias, una valoración de los resultados obtenidos en relación a los esperados y, en definitiva, una teorización de la praxis. Ya que la magnitud de los problemas sociales requieren la participación de las ciencias en niveles de estudio y de aplicación profesional.

Así, en los aspectos prácticos, el aporte de la Psicología en la planificación ele los Servicios Sociales se hace evidente en: la realización de estudios y valoraciones sociales; en el diagnóstico social de las comunidades, analizando las necesidades sociales y los recursos disponibles o planteables; en la fijación de los objetivos y de los programas operativos para conseguirlos, que incluyan los dispositivos organizativos y las intervenciones; en la evaluación de los procesos, que permite sacar conclusiones y establecer verificaciones: en la identificación de los objetos de intervención, individuos, familias, grupos, instituciones o la comunidad; en el establecimiento de las fases y de los ritmos de las intervenciones, respetando la dinámica de los colectivos, sus intereses y necesidades; en la formación y cambio de las actitudes, potenciando la participación solidaria y la eliminación de los prejuicios; en la elaboración y realización de programas de formación que aumente el nivel de la calidad de los servicios; y, en definitiva, en todas aquellas que supongan una contribución al bienestar de todos los ciudadanos.

En la estricta gestión, el papel que debe jugar el psicólogo en este ámbito de su rol de director de Servicios Sociales generales o especializados, puede describirse en dos ,aspectos diferentes: en el de la gestión de "Mantenimiento u ordinaria " y en la gestión de los "conflictos institucionales".

En el primero deberá trabajar para construir los reguladores organizativos mínimos para un buen funcionamiento del sistema, con la definición lo más clara posible de la estructura orgánica y funcional del sistema. También será su función el mediar para que los recursos necesarios y su reciclaje se sincronicen con las pautas habituales y los ritmos normales del sistema: elaboración y gestión de presupuestos, planificaciones y evaluaciones periódicas, sustituciones y vacaciones del personal etc.

Pero es sin duda en el segundo aspecto donde su aportación puede ser más importante.

La escasez de recursos con respecto a las demandas tanto internas como externas del sistema, generan un conflicto permanente que pone en cuestión a la institución: sus fines, medios, voluntades, etc. Un primer trabajo ante todo conflicto será el de saber situarlo en tanto si cuestiona las reglas básicas del sistema o es simplemente un desequilibrio parcial que puede corregirse con una reorganización de recursos en una parte del sistema. Son los conflictos del primer tipo los que deben preocupar más al psicólogo. En ellos se juega el bienestar psicológico de los agentes de la institución. Es importante que en estos conflictos se pueda dar opción a la visión de los mismos por parte de todos los agentes implicados. Deberá poder elaborarlo con tiempo y formas suficientes como para llegar a una visión transparente de los mismos, y poder recoger lo que de innovador quiere abrirse paso en el cambio que se propone en lo oculto de cada conflicto. Una vez así elaborados se deben crear espacios suficientes para una negociación productiva de su solución, que deberá llevar a la institución por nuevos caminos, traduciéndose en fórmulas operativas de desarrollo institucional

Por otra parte, el psicólogo en tanto Director de Servicios Sociales, no puede dejar de trabajar con el objetivo de encauzar su organización a la realización de logros para un mayor beneficio del usuario y también de la propia organización. Ahora bien, si por una parte su ética profesional le obliga a tener en cuenta como primera meta un mayor bienestar psicológico de los ciudadanos atendidos por sus servicios, tampoco se puede olvidar por otra parte que por el lugar que ocupa en la organización, está sometido a las leyes de dependencia jerárquica a que le somete su contrato, dependencia que es fundamentalmente de carácter político. Con ello no queremos decir que dicha sumisión le suponga estar en una posición intermedia de intereses encontrados, pero es indudable que en determinadas circunstancias puede darse ese conflicto de rol. Esto es así, porque a estos tres agentes que hemos nombrado hasta ahora (políticos-director-usuarios), deberemos añadir otros dos esenciales para comprender la dinámica con la cual deberá operar el psicólogo: los trabajadores y los representantes o agentes intermediarios de los usuarios.

Así pues, el psicólogo Director de Servicios Sociales, se encuentra en ese campo de fuerzas grupales e institucionales que serán el objeto de su intervención especifica en contraposición con otros directores de formación no psicológica.

Usando las herramientas teóricas y prácticas de la Psicología de los grupos y las organizaciones apoyándose en paradigmas dinámicos, sistemáticos o conductistas, desarrollará una tarea conducente a hacer confluir los diferentes intereses, recursos y medios de los diferentes grupos y entidades en un objetivo común: la mejor atención social posible a los usuarios de los servicios.

El número de psicólogos que realizan funciones de planificación en estructuras técnicas ha ido aumentando en los últimos años, así como el de directores de Servicios Sociales, teniendo más perspectivas de seguir ampliando puestos de trabajo esta última función, pues en los próximos años está previsto seguir ampliando la red básica de centros de Servicios Sociales comunitarios a la vez que consolidar la de centros específicos, necesitando unos y otros directores que los gestionen. Poder acceder a dichos puestos dependerá, en gran medida, de la capacidad que tenga la profesión de dar respuestas a las necesidades gerenciales.

 

4. APROXIMACIÓN AL ROL DEL PSICOLOGO EN LOS SERVICIOS SOCIALES

La conceptualización de los Servicios Sociales como un ámbito interdisciplinar de intervención o como espacio de intervención compartido por diversas disciplinas, refleja el reconocimiento de la compleja realidad social objeto de los Servicios Sociales y de sus diversos niveles y estrategias de aproximación posibles.

En este sentido, la Psicología aparece como una de las disciplinas básicas en los programas de Servicios Sociales, con un significativo proceso convergente en cuanto a la evolución de su marco conceptual e interventivo (pasando de la acción puntual-individual a la perspectiva comunitaria con una metodología diferencial relativa a casos y con criterios de eficacia en la valoración de intervenciones).

Por ello sin duda, se permite constatar en este ámbito profesional de la Psicología un esfuerzo por ir concretando un perfil de actuación. Se trata, de un reto difícil y lleno de interrogantes porque no sólo se está configurando un rol profesional dentro de la todavía joven Psicología en nuestro país, sino que, además, esto se está produciendo en un momento histórico, en el cual el propio modelo de Servicios Sociales está en proceso de transformación y consolidación, o a lo mejor, precisamente por esta circunstancia.

Y en esta situación nos resulta necesario realizar una serie de precisiones conceptuales.

En primer lugar, no está claro hasta que punto se puede hablar de un rol profesional del psicólogo en Servicios Sociales cuando no hay un curriculum de formación propio (ni de pregrado ni de postgrado), ni hay una diferenciación de títulos, ni especialización reconocida. Lo que existe es una cierta diferenciación profesional en la práctica de una serie de psicólogos que mediante una formación, en buena medida autodidacta, o autoplanificada, y sobre todo, mediante la práctica han logrado en este ámbito de intervención.

En segundo lugar, no está claro si se trata de un único rol profesional o de un sistema de roles diversificados que los psicólogos desempeñan en el ámbito de los Servicios Sociales. Efectivamente, pueden existir importantes diferencias en cuanto a técnicas de intervención y a destrezas y conocimientos requeridos entre el psicólogo que actúa, por ejemplo, en un servicio especializado de tercera edad y el que lo hace en un servicio de toxicomanías.

En tercer lugar, el psicólogo en Servicios Sociales puede desempeñar adecuadamente roles de gestión en el marco de la Administración que no están directamente vinculados con la práctica psicológica aunque la formación en este ámbito profesional puede permitir un adecuado ejercicio profesional, tal y como hemos reflejado en el punto anterior.

A lo largo de toda la ponencia se ha ido planteando que el psicólogo como profesional de los Servicios Sociales ha de aportar su contribución en la atención primaria y especializada.

En el primer nivel, como miembro del equipo de atención primaria, ha de aportar los conocimientos y técnicas de la psicología a las diferentes tareas de equipo entre las que se encuentran las siguientes: determinar las necesidades de la población, evaluarlas, priorizarlas según los criterios generales establecidos, diagnosticar los casos en que dicha necesidad detecta se expresa, clasificarlos de acuerdo con criterios profesionales, derivarlos a los servicios especializados adecuados en su caso, desarrollar e implantar los programas de intervención de carácter individual y/o comunitario en el ámbito concreto de actuación y de acuerdo con las características de este medio social y cultural, y realizar las evaluaciones y valoraciones pertinentes.

La diversidad de las necesidades, usuarios, situaciones y contextos comportamentales hace que en muchos casos la intervención del equipo no sea sin más un acoplamiento entre determinadas necesidades y determinados servicios o una aplicación de determinados paquetes de intervención establecidos de antemano. Por el contrario, con frecuencia se requiere el conocimiento experto en el comportamiento individual y social, en las estrategias y técnicas de intervención psicosocial y en la valoración de intervenciones con tal de hacer más eficaz la prestación de los servicios demandados y la acción social. Es precisamente en ese campo en donde la contribución del psicólogo es imprescindible para el equipo de atención primaria en Servicios Sociales.

En el nivel de servicios especializados el rol psicólogo se diversifica en función de los ámbitos de actuación y requiere el desarrollo de una serie de actividades y estrategias de intervención fundamentadas en conocimientos en parte especializados en función del sector de actuación concreto de que se trate. El perfil profesional específico y el análisis concreto de tareas, actividades, requisitos de cualificación y estándares de resultados satisfactorios deberán ser progresivamente clarificados para cada puesto en función de la experiencia profesional de los propios psicólogos en ellos y de los objetivos y demandas de las propias organizaciones en que se integran.

En cualquier caso, es necesario desarrollar estudios que contribuyan a la clarificación del papel concreto que el psicólogo puede desempeñar en ese sistema de Servicios Sociales y dichos estudios han de tener en cuenta no sólo la percepción del propio psicólogo sino también la de los otros miembros del equipo y la de los responsables políticos e institucionales de la acción social. Sólo mediante un proceso de clarificación de estas cuestiones puede hacerse más eficaz el papel del psicólogo en este ámbito.

En una primera aproximación realizada (Luque, Navarro, Peiró, 1989) desde estos presupuestos ha intentado clarificar la distribución temporal de la dedicación del psicólogo componente de equipos de base. Se obtuvo la distribución porcentual del tiempo entre los diferentes bloques de actividades implicadas en ese proceso y de acuerdo con la percepción de los propios psicólogos algo menos de un tercio se dedica, por término medio, al trabajo con usuarios, casi una cuarta parte a actividades internas vinculadas con el propio equipo y casi una quinta parte a actividades de relación con instituciones. Es interesante constatar además las discrepancias entre esta distribución del tiempo y la distribución ideal que los propios psicólogos harían. En general estos psicólogos piensan que deberían dedicar un mayor tiempo a la atención de los usuarios y un menor tiempo a la relación con instituciones.

Los otros miembros de equipo coinciden con el psicólogo en que debería dedicar mayor parte de su tiempo al trabajo con los usuarios y en la reducción del tiempo a la relación con instituciones pero señalan además la necesidad de prestar mayor tiempo a las actividades que implican relación con otros profesionales de fuera del equipo.

Por lo que se refiere a los ámbitos sectoriales de actuación que se encuentran estrechamente relacionados con equipos de base, los datos también ofrecen una información interesante. En primer lugar, existe una coherencia bastante grande en cuanto a los ámbitos que requieren mayor dedicación del psicólogo: Dinamización y participación ciudadana, infancia marginada, bienestar de la familia y juventud. Son bastante menores las proporciones de tiempo asignadas en términos generales a sectores como transeúntes, minorías étnicas o reinserción social de ex reclusos. Resulta además interesante las discrepancias de percepción entre lo que el psicólogo hace, lo que piensa que debería hacer y lo que los otros miembros del equipo piensan que debería hacer. Así, el psicólogo piensa que debería dedicar mayor tiempo de su actuación a la dinamización de la participación ciudadana aunque los otros miembros del equipo piensan que el tiempo que dedica es el adecuado. Por otra parte, el psicólogo piensa que dedica un tiempo adecuado a la atención de la juventud mientras que los miembros del equipo piensan que allí su dedicación debería ser mayor. En tercer lugar, el psicólogo entiende que debería reducir el tiempo que dedica a disminuidos físicos, psíquicos y sensoriales mientras que los miembros del equipo piensan que debería ser incrementado ligeramente. Finalmente hay unas expectativas dispares entre el tiempo que el psicólogo dedica a reinserción social de los ex reclusos y el tiempo que el equipo piensa que debería dedicar.

En suma, este tipo de estudios permite una progresiva clarificación de ciertos aspectos de la actividad profesional del psicólogo en los equipos de Servicios Sociales comunitarios. Análisis más detallados que presten atención no sólo a aspectos temporales sino a la priorización e importancia de las actividades y que contemplen junto con el ámbito de actuación el tipo de aportaciones profesionales que se esperan del psicólogo en él, permitirán una progresiva definición de la actividad profesional del psicólogo en este campo.

Los desarrollos de la Psicología como disciplina científica y como profesión, han ido poniendo claramente de manifiesto una serie de tendencias que permiten enmarcar la formación del psicólogo en el ámbito de los Servicios Sociales y su cualificación para el ejercicio profesional en ese ámbito. Veamos algunas de ellas:

  1. De una Psicología con enfoque descriptivo a un énfasis de la intervención.
  2. De un enfoque individualista a un enfoque social y comunitario.
  3. De un énfasis en la validez interna de la investigación a un énfasis en la validez externa y ecológica.
  4. De una clara distinción entre Psicología básica y Psicología aplicada a una estrecha relación entre investigación e intervención profesional (investigación básica en ambientes reales, investigación en la acción, action research).
  5. Mayor conciencia de las características de la Psicología no sólo como disciplina científica sino también como tecnología y como profesión. De acuerdo con ello, un mayor esfuerzo por desarrollar tecnologías y estrategias de intervención en todos los ámbitos de actuación además de modelos teóricos que orienten la misma.

Todos estos desarrollos de la Psicología han generado un buen cúmulo de conocimientos, técnicas y estrategias de intervención y valoración de intervenciones que hacen posible la formación de psicólogos competentes para actuar profesionalmente en el ámbito de los Servicios Sociales.

Afirmar esto no quiere decir que actualmente la Universidad esté ofreciendo adecuadamente esta formación, como veremos en el punto siguiente.

 

5. SERVICIOS SOCIALES Y FORMACION UNIVERSITARIA

La Universidad en general, reacciona tarde a las nuevas demandas de forma que le plantea la sociedad, de ahí, en parte, la gran proliferación de cursos de postgrado.

Uno de los principales factores que contribuyen a este retraso en la respuesta por parte de la Universidad, es la rigidez de los planes de estudio y el penoso y largo proceso administrativo que ha de seguirse para su modificación.

Por otra parte, la Psicología ha pasado en muy pocos años, de ser una especialización a constituirse, como ya ocurre en algunos casos, en Facultad independiente con diversas especialidades. En este proceso se ha dedicado gran parte de las energías en establecer la formación en áreas ya consolidadas de la profesión, relegando a un segundo plano la parte del curriculum dedicado a los nuevos ámbitos profesionales, como era el caso de la intervención psicológica en Servicios Sociales. Además la indefensión y ambigüedad del rol del psicólogo en los Servicios Sociales, como hemos visto a lo largo de toda la ponencia, dificulta el diseño de un curriculum adecuado.

Por último, el gran dinamismo de la Psicología ha hecho que se introduzca en numerosos ámbitos, en los que hasta hace poco parecía imposible encontrar a un psicólogo; ante esta circunstancia la formación universitaria se ha visto desbordada.

A esta descripción general no escapan los Servicios Sociales, siendo la separación Universidad-mundo aplicado especialmente grave. En la actualidad los profesionales que trabajan o desean trabajar en los Servicios Sociales son uno de los colectivos que demandan más información (como puede comprobarse si se examina el número de matriculados y las listas de espera de los cursos de formación en Servicios Sociales organizados por las distintas Delegaciones del C.O.P.), formación que no han encontrado en la Universidad.

Sin embargo, aunque la formación universitaria en intervención en Servicios Sociales es insuficiente, no es ni mucho menos inexistente.

Si hacemos un recorrido histórico, comprobamos que, al igual que la profesión se introdujo primero en los Servicios Sociales especializados, así también los contenidos universitarios estaban inicialmente vinculados a los Servicios Sociales específicos, quizá porque en ellos se produce una mayor coherencia con el papel tradicional del psicólogo y en ellos son más aplicables los métodos de intervención y evaluación individuales.

Así en asignaturas que podríamos llamar tradicionales, el alumno podía encontrar contenidos aplicables a Servicios Sociales especializados: técnicas de psicoterapia, técnicas de Modificación de Conducta, Psicodiagnóstico, Psicoterapia, Evaluación Psicológica, etc.

Sin embargo, aún en estas materias, era difícil hallar contenidos específicamente diseñados para los colectivos que atienden los Servicios Sociales: tercera edad, minusválidos, adictos, mujer, menores, transeúntes, refugiados, etc.

Sólo en los programas de algunas asignaturas (por ejemplo: Psicología Diferencial, Educación Especial, etc.), se incluían temas específicos sobre marginados, discapacitados, etc.

Aunque el incremento de estos temas en los programas académicos ha sido notable en los últimos años, no deja de ser preocupante que temas como atención a minusválidos, tercera edad o drogodependientes no pasen de ocupar una parte relativamente pequeña de los mismos.

Si bien puede objetarse que las estrategias o técnicas de intervención o evaluación generales pueden aplicarse a estos grupos, las especiales características de los mismos demandan adaptaciones de las mencionadas estrategias.

Pero la intervención psicológica en Servicios Sociales especializados, no se limita a las técnicas de tratamiento o evaluación individual, sino que incluye otra serie de aspectos como la perspectiva organizacional o las facetas metodológicas (estadística, diseños de investigación, análisis de datos, elaboración de instrumentos, etc.).

Sin duda la formación universitaria que se otorga a los licenciados en Psicología en estos aspectos, está lejana de ser la ideal; pero no es menos cierto que en comparación con las otras profesiones habituales en los Servicios Sociales, es más que aceptable, y de hecho, muchos psicólogos se han introducido y logrado un prestigio en el campo de la intervención social por sus aportaciones novedosas en el aspecto metodológico.

En el área de los Servicios Sociales comunitarios la situación, si cabe, es aún más preocupante. Aún hoy la mayoría de los recién licenciados salen de nuestras facultades sin conocer ni tan siquiera la estructura organizativa de los Servicios Sociales y sin ninguna referencia de los principales programas de los Servicios Sociales comunitarios.

Es cierto que en la formación básica del psicólogo se ponen las bases de conocimiento necesarias para su actuación, pero sólo en algunos casos asignaturas como Psicología Social Aplicada, Psicología Comunitaria, Psicología Preventiva, etc., incluyen como parte de sus programas, habilidades específicas de intervención en Servicios Sociales comunitarios: utilización y formación de paraprofesionales, participación comunitaria, evaluación de necesidades, planificación, programas de centros de Servicios Sociales, etc.

Desgraciadamente estas asignaturas no están incluidas en los planes de estudio de todas las facultades de Psicología, aunque el avance en los últimos años ha sido evidente.

Desde este punto de vista las facilidades que cuentan con una especialidad de Psicología Social pueden considerarse como privilegiadas, ya que sin duda lo específico de la intervención en los Servicios Sociales comunitarios, es su carácter psicosocial.

La perspectiva actual de la formación universitaria de los psicólogos en Servicios Sociales puede cambiar de forma sustancial en los próximos años.

La próxima recuperación de la autonomía de las universidades para diseñar sus propios planes de estudio, y el empuje de los cursos de postgrado, permitirán a las facultades recuperar la flexibilidad necesaria para adaptarse a las demandas continuamente cambiantes que les plantea cualquier área profesional nueva, y más concretamente la intervención psicológica en Servicios Sociales. En cualquier caso, la configuración del curriculum formativo debe ser la resultante de un conjunto de reflexiones y análisis provinientes no sólo de la comunidad académica sino también del conjunto de profesionales, especialmente de los que trabajan en ese sector, y de la sociedad en general.

Un aspecto que merece la pena resaltar es la necesidad de articular prácticas estables de alumnos de nuestras facultades en los equipos interdisciplinares de Servicios Sociales. Los convenios de colaboración y prácticas con ayuntamientos, diputaciones, comunidades autónomas, direcciones provinciales del Inserso, etc., son una fórmula que merece ser profundizada, existiendo el precedente de la Universidad Complutense en la que más de quinientos alumnos han realizado prácticas en Servicios Sociales municipales durante los últimos cinco cursos.

 

6. EL COLEGIO OFICIAL DE PSICOLOGOS Y LOS SERVICIOS SOCIALES. CONCLUSIONES

Aunque con cierto retraso, el C.O.P., está reaccionando positivamente al impulso que necesita nuestra profesión en el ámbito de los Servicios Sociales. Desde las diferentes delegaciones se programan múltiples actividades de difusión y formación: cielos de conferencias, cursos de formación básica y especializada, investigaciones y reuniones de expertos para definir el rol del psicólogo en Servicios Sociales (este trabajo se presenta en el Congreso en un debate), etc. "papeles del Psicólogo" se ha sumado a este esfuerzo con un importante monográfico sobre Servicios Sociales (Octubre/Diciembre 1989). Una vez más el C.O.P., juega el importante papel de colaborar en la definición de las funciones de los psicólogos que la propia sociedad demanda, pero sin asignarle un rol específico. Como en otras áreas, "estamos haciendo la profesión", desde el día a día de todos los psicólogos que trabajan en Servicios Sociales, hasta los posicionamientos institucionales que el C.O.P., realiza pasando por las aportaciones básicas del mundo académico. De la importancia que demos a esta tarea común resultará la implantación de la Psicología en este ámbito de los Servicios Sociales, en profunda y constante modificación.

Si en general el corporativismo es algo que pertenece al pasado en la mayoría de los profesionales (en los de posicionamientos progresistas al menos) en los Servicios Sociales, sería una falta de responsabilidad política y una carencia de ética profesional total, el pretender negar las valiosas aportaciones que se pueden re desde distintas disciplinas y profesiones a la resolución de las necesidades sociales, en las que concurren múltiples factores, tanto en su etiología como en las posibles estrategias de resolución.

El C.O.P, defiende la interdisciplínaridad en los Servicios Sociales y se ha brindado en reiteradas ocasiones a colaborar con otras profesiones, invitándoles a impartir conferencias, compartir mesas redondas, debates, ponencias en jornadas que organiza el C.O.P., etc., siendo un exponente de colaboración y entendimiento el Master de Gerencia en Centros de Servicios Sociales que, como título propio de la Universidad Complutense, están organizando conjunta mente el Consejo General de Trabajadores Sociales y Asistentes Sociales y el Colegio Oficial de Psicólogos, a iniciativa, en este caso, de los primeros, colegas con los que mayoritariamente compartimos nuestro trabajo diario.

Con respecto a un profundo cambio que se está operando en los Servicios Sociales en estas mismas fechas con la incorporación en distintas comunidades autónomas del denominado "Salario de Inserción Social", la Psicología tendría mucho que aportar.

Al ser concebido como una prestación que debe conllevar una contraprestación del usuario, el psicólogo como técnico en modificación de conducta debe estar presente en el diseño de las intervenciones individuales, realizando el análisis funcional de cada caso y estableciendo los mecanismos de control de las contingencias.

Mucho nos tememos que si la Psicología como técnica instrumental y los profesionales psicólogos no están presentes, junto con otras profesiones, en la aplicación y seguimiento del Salario Social este se convierta en una prestación de mantenimiento, más que como un medio y esfuerzo que permita verdaderas modificaciones actitudinales y conductuales estables, permita a los usuarios salir, por sí mismos, de las situaciones sociales que les lleva a ser beneficiarios de dichos salarios de inserción social.

Podemos concluir afirmando que, tras una tardía incorporación (salvo en algún ámbito sectorial ya indicado), la Psicología tiene un excitante presente y un prometedor futuro en los Servicios Sociales. La responsabilidad del mundo académico y de la psicología aplicada es muy grande. Entre todos tendremos que dar respuesta a las fundadas expectativas, colaborando con otros profesionales y con la sociedad en general, a la que, en primer lugar nos debemos.