Los pueblos angustiados llaman cada instante a la puerta de los palacios de los poderosos de la tierra, pero el huracán de sus pasiones por la guerra, la acumulación de riqueza material y el poder económico, político colonial e imperial, no les permite oír, escuchar y comprender lo que ocurre a su alrededor. No esperemos que nos escuchen, escuchemos nosotros y juntémonos a través de las redes globales de la solidaridad para aprender, enseñar y transitar el camino del buen vivir, la convivencia humana, la protección de la madre tierra y la paz mundial.
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